Puede que la lengua pronuncie el Nombre del Señor, que el oído se abra cuando es recitada la gloria de Dios y que la mano derrame flores sobre la imagen de Dios – todo esto de nada sirve si se llevara a cabo de manera mecánica, sin el anhelo interno. El leer las escrituras o llevar a cabo el culto sin tomar consciencia de su dulzura es equivalente a ser como una cuchara que se hunde en lo amargo y lo dulce con igual presteza e insensibilidad. La cuchara no rechaza ni disfruta ningún sabor. La verdadera alegría puede sentirse únicamente cuando el corazón del devoto es consciente del Supremo; cuando la mente se emociona con el recuerdo de la gloria de Dios o el estudio de las escrituras.
- Divine Discourse, Mar 23, 1966. |
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