EL DESPERTAR SAI
EL DESPERTAR SAI: LAS LUCES DEL HOGAR - HOWARD MURPHET LAS LUCES DEL HOGAR - HOWARD MURPHET - EL DESPERTAR SAI

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domingo, 3 de enero de 2010

LAS LUCES DEL HOGAR - HOWARD MURPHET





LAS LUCES DEL HOGAR

POR

HOWARD MURPHET

Traducción de Herta Pfeifer

Santiago de Chile, diciembre de 2003

Este libro está dedicado con amor y gratitud al Señor Siva,

ya que sin su oportuno recuerdo en cuanto a que aún faltaba otro libro y

que mi labor en la tierra no se había completado,

este libro jamás habría sido escrito.

Al dedicárselo al Señor Siva,

el libro está dedicado también, automáticamente,

a nuestro bienamado Sai Baba,

a través de cuyos labios el Señor Siva le habla,

en general aunque no exclusivamente,

al mundo de hoy.

PREFACIO

Si tuviéramos muchas vidas en la tierra, y me asiste la certeza de que son cientos, ¿cuándo será que comienza nuestro viaje consciente de regreso al hogar? ¿Cuándo nos damos cuenta en verdad que vamos de vuelta a casa?

Pienso que por muchas, muchísimas vidas somos como el hijo pródigo de la parábola, tan enfrascados en los placeres terrenales, tan seducidos por las atracciones del mundo, que nos olvidamos por completo de quienes somos y de donde venimos, y no escuchamos llamado alguno de nuestro hogar celestial. El poeta William Wordsworth habla de que el cielo se encuentra alrededor nuestro en nuestra infancia, pero estaba escribiendo acerca de su propia experiencia y creo que debe haber estado en su última o cerca de su última encarnación. Inevitablemente empero, no cabe duda que después de siglos de la dura vida en la tierra, cada alma humana comienza a experimentar débiles recuerdos, vagos indicios, de esa distante, feliz, región espiritual en que tuviera su inicios antes de verse envuelta, por alguna misteriosa razón, en la larga aventura terrenal.

Hay algo que trae de vuelta a la conciencia los dulcísimos recuerdos de allí de donde hemos venido y a donde pertenecemos realmente. En la medida en que estas remembranzas se van haciendo más fuertes, tal vez después de muchas vidas más, al igual que el hijo pródigo volvemos el rostro y encaminamos nuestros pasos hacia nuestro verdadero hogar. Sentimos que las alegrías verdaderas están allí, que allí no hay sufrimiento y que en ese hogar está nuestro Padre afectuoso. En este viaje de regreso a casa aparecen muchos obstáculos, muchas diversiones que nos hacen volver nuestros pasos en otras direcciones y puede que nos volvamos a extraviar en las tentaciones de los placeres del mundo, fracasando en llegar al hogar en esa vida. Incluso los grandes yogis, quienes están muy cerca del hogar, caen en tentaciones a veces y renacen una vez más en la tierra, como el hermoso ‘bebé del vibhuti’ que viera un año en Prasanthi Nilayam. Swami nos dijo que este bebé, de cuya piel surgía vibhuti, era de hecho un yogi caído, mas había nacido muy cerca del Ashram del Avatar y entendí que estas almas tan avanzadas que caen de la gracia en la última etapa de su viaje a casa, nacen siempre en circunstancias afortunadas. (La historia de este ‘bebé del vibhuti’ la relato en uno de mis libros anteriores sobre Sai Baba, “Sai Baba Avatar”).

Una de las señales que muestra, a mi entender, que uno está conscientemente encaminado de vuelta a casa es cuando en su vida no pueden asaltarle ni desviarle a uno tentaciones de ningún tipo, porque todas le parecen huecas y vanas; cuando existe en realidad un deseo, una atracción, y eso es la gloria que le espera a uno en el hogar celestial. Algunos grandes maestros dicen que aun llegando hasta las rejas de ese hogar, se deberá únicamente a la gracia de Dios el que uno, el hijo pródigo, pueda traspasar esos sagrados portales. Tal vez esto se indique en el hecho de la fábula según el cual el amoroso padre sale al encuentro del hijo largamente perdido, y le da la bienvenida, abrazándole y conduciéndole a través de las puertas del hogar. Es posible también que la verdad de la necesidad de la gracia al final del trayecto se muestre simbólicamente en la “Odisea” de Homero, en donde la Diosa Atenea se le aparece a Ulises en la playa de su isla-hogar y le presta la ayuda sin la cual jamás habría podido ingresar a su palacio.

Solamente el gran amor y la compasión del Padre divino pueden ayudarnos a completar el viaje. Mas, aunque ninguna tentación, ninguna Calypso, ninguna Circe, tengan el poder para desviarnos de nuestra meta, siempre existe la posibilidad que Poseidón pueda desencadenar una gran tormenta que haga perder el rumbo a nuestro barco enfilado al hogar. Lo único que podemos hacer entonces es el mantener firmemente asida la caña del timón y los ojos fijos en la brújula, para poder hacer que el barco recupere el curso, hasta que veamos nuevamente las Luces del Hogar brillando frente a nuestra proa y sepamos que vamos derecho a nuestro puerto de origen. Manténganse firmes y confiados y déjenle el resto a la gracia de Dios.

Me parece que en ese período de vida que ha de conducir al tramo de regreso al hogar, en donde vemos frente a nosotros nuestro puerto de origen, podemos, en retrospectiva, reconocer la secuencia de eventos que llevaran a este viaje de vuelta. Desde la niñez hasta la vejez podemos dibujar el arco iris en medio de la lluvia de la vida, por así decirlo. Es por eso que comienzo este libro con algunas reminiscencias de mis primeros años.

Howard Murphet

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RECONOCIMIENTOS

Este libro, al igual que los dos anteriores, “En Donde Termina el Camino” e “Intro-Vistas con Sai”, es por necesidad un libro ‘hablado’, vale decir lo fui dictando en cassettes de audio, lo que me obligó a tender un puente hacia la palabra escrita con la ayuda de alguien.

Las dos damas que tendieron el puente para mí, dactilografiando el libro, fueron Karen Peterson, quien reside en las Montañas Azules, y Fran Pearce, la horticultora del sur de Australia. Quien también me ayudara mucho con mis dos últimos libros. Mis profundos agradecimientos para ambas ayudantes tan bien dispuestas en el servicio a Sai. Karen también me ayudó para la edición final, leyendo en voz alta los capítulos dactilografiados, permitiéndome introducir cambios o correcciones.

Hubo también otros que ayudaron para completar felizmente esta orden desde lo alto, es decir, del Señor Siva mismo. Sobresale entre ellos Pru Remme, quien ayudó de varias formas, incluyendo indicaciones de redacción.

Deseo dejar constancia aquí de mi eterna gratitud para todas.

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PRIMERA PARTE

REMINISCENCIAS

DE LOS PRIMEROS AÑOS

1

ALGUNOS RECUERDOS DE MI MADRE

El Paraíso se encuentra bajo los pies de tu madre.

- Mahoma

Según mis más tempranos recuerdos de ella, mi madre era una mujer hermosa, con una frente alta y grandes ojos grises, bien separados lo cual, según supe más tarde, es un signo frenológico de magnanimidad. Una pequeña y recta nariz señalaba hacia una boca movible y una barbilla hendida. Su estatura debe haberse situado entre los cinco pies cuatro o cinco pies cinco pulgadas. En mis más tempranos recuerdos la veo llevando un vestido ‘eduardiano’, con una falda ajustada a la cintura y con un amplio ruedo que le llegaba a la altura de los tobillos aproximadamente. Aparte de su amabilidad, un rasgo sobresaliente en ella era su gran dulzura. De hecho, me recuerda a la encantadora dulzura de otra mujer, la Duquesa de York, la Reina Madre (fallecida muy recientemente – N. de la T.). Era aún muy joven cuando divisé a la Duquesa parada sobre una plataforma en un parque en Tasmania, junto a su marido, el Duque de York en aquel entonces y posteriormente, Su Majestad Jorge VI. Me impresionó tanto la dulzura de su sonrisa que, después de pasar frente a ella, atravesé una pequeña portezuela en la reja del parque y me volví a poner al final de la fila de personas que pasarían frente a ella. Para cuando me tocó el turno, estaba entre los rezagados y me pareció que me sonreía con esa inexpresable dulzura suya.

Paradójicamente, a pesar de su gentileza y dulzura, mi madre imponía una firme disciplina. Incluso recurría a los castigos corporales si lo juzgaba necesario. Extrañamente, jamás lo usó con mi hermana Rita, la que era como diecisiete meses mayor que yo. No me castigaba así muy a menudo, pero tengo recuerdos de que me golpeaba sobre las pantorrillas o a veces mis posaderas. En el momento sentía enojo y resentimiento, aunque el gran amor que emanaba de ella, hasta cuando me castigaba, me hacía perdonarla rápida y fácilmente. Para cuando caía la noche y estaba arrodillado junto a mi cama, recitando las plegarias que ella me había enseñado, ya la había perdonado totalmente. A veces, cuando Rita y yo éramos castigados, corríamos a ocultarnos en algún ropero, detrás de la ropa que colgaba en él y gritábamos, “¡Le vamos a contar a Papá cuando llegue a casa!” Mas, cada vez que se lo decíamos, él simplemente nos respondía, “Y bien, deben haberlo merecido”. Sabiamente, siempre estaba del lado de mi madre en estos asuntos.

Para mis ojos de niño mi madre era tan hermosa que no podía entender por qué no había sido hecho reina de algún país. Pero mi madre no era sólo físicamente bella, también estaba rodeada por una luminosa espiritualidad. Mucho antes de que tuviéramos la edad como para ir a la escuela, ella nos narraba bellas historias de la Biblia que conocía muy bien. Más tarde supe que su fe y amor por ese libro provenían de su padre, John Presnell, de Ross, Tasmania, en donde mi madre naciera y fuera criada. John Presnell era un fiel y sincero seguidor de John Wesley, quien produjera, junto con su hermano, un renacimiento espiritual en la Inglaterra del siglo XIX. La iglesia fundada en su nombre es llamada a veces, ‘Wesleyana’ y a veces, ‘Metodista’. La que existía en Ross llevaba este último nombre y allí pasaba mi abuelo los domingos, a veces como predicador seglar y siempre como director del coro. También llenaba con su religión los días de la semana, con oraciones diarias en familia y enseñándole a sus numerosos hijos las estrictas y hasta cierto punto puritanas normas del vivir para Dios, como lo prescribía John Wesley.

Carolina María, mi madre, debe haber sido una de sus más aprovechadas pupilas. La religión que aprendimos sentados en sus rodillas a nuestra edad preescolar, sería tildada hoy en día de fundamentalista. En el lenguaje simple que ella empleaba, los principales rasgos de la enseñanza religiosa que nos impartía eran los siguientes : existe un Dios Padre que vive allá arriba en el Cielo y a cuya semejanza fue hecho el primer hombre, Adán. (Esto, evidentemente, me entregaba la imagen de Dios como un anciano, un sabio anciano, que tal vez llevaba una larga barba blanca. Por supuesto que había de ser muy viejo puesto que existía por tanto tiempo). Nuestra madre nos dijo que, aunque Dios el Padre estaba tan lejos en el Cielo, veía y escuchaba todo lo que hacíamos o decíamos. Además, todo eso lo registraba en un Libro de la Vida, de modo que si hacíamos algo malo como decir una mentira o robar, ello quedaba anotado en ese gran libro. Pero también nuestras buenas acciones eran inscritas en él. En el Cielo se encontraba también el Hijo de Dios, cuyo nombre era Jesús. Una vez, hace mucho tiempo, cuando el mundo se estaba volviendo muy malvado y perverso, este Hijo había venido a la tierra como hombre. Había nacido de la Virgen María en Palestina y, por algunos años, caminó por ese país, sanando a los enfermos y, normalmente en reuniones al aire libre, enseñando la verdad acerca de la vida y la muerte, y sobre la manera correcta en que el hombre había de vivir para complacer al Padre amoroso y, así, ir al Cielo cuando muriera. Si alguien no lograba complacer al Padre, y si tenía muchos errores o pecados de los que no se arrepentía registrados en el Libro de la Vida del Padre Dios, iría a un lugar terrible llamado Infierno, en donde sufriría un castigo eterno. Cuando fui algo mayor, reflexioné que esto representaba un castigo demasiado severo para quizás una sola maldad, aunque en ese tiempo aceptaba la enseñanza.

Otra de las enseñanzas fundamentalistas de mi madre que, según creo es impartida todavía en alguna de las denominaciones cristianas, era la que decía que al morir permanecemos dormidos en la tumba hasta el día del Gran Juicio de Dios. Ese día seríamos resucitados en un cuerpo similar al que se había descompuesto durante años y posiblemente hasta siglos en el sepulcro, y nos pararíamos en medio de multitudes frente al sitial del Juicio de Dios. Entonces, ya sea nos encontraríamos entre los virtuosos dirigiéndonos al Cielo o entre los malvados incontritos, camino al Infierno. No era esta una escena muy atractiva para mi mente infantil, aunque me parecía aún peor el prospecto de yacer en la tumba fría, tal vez por cientos de años, aguardando el terrible Día del Juicio. A lo largo de mis años de la educación superior descarté toda la idea y traté de persuadir a mi madre de que era algo equivocado. Ella, que era psíquica, había tenido numerosas experiencias extrañas acerca de la muerte, como por ejemplo, una visión de su madre a su muerte, que se produjo a unas veinte millas del lugar en que vivía mi madre, siendo llevada al cielo por una banda de ángeles. Frecuentemente también, escuchaba un golpecito en la ventana de su habitación en el momento en que algún pariente o amistad cercana moría en algún lugar distante. A veces solía ver también, parada al pie de su cama, la figura de algún familiar que hubiera fallecido. Yo argüía que tales experiencias probaban que las gentes no dormían en sus tumbas, sino que iban a algún lugar desde donde podían contactarla por estos medios. Ella se mostraba algo obstinada frente a la idea de tener que renunciar a las creencias Metodistas que su padre le había enseñado. Me sentí feliz, porque poco antes de morir, había descartado la horrorosa idea del esperar en la tumba el Día del Juicio.

Había otro aspecto en las enseñanzas de John Presnell que me fue transmitido por boca de mi madre : se trataba de la puritana represión de la era Victoriana de los impulsos sexuales. El sexo se podía satisfacer únicamente dentro del matrimonio. Cualquier tentación de satisfacer los deseos sexuales antes del matrimonio o sin estar casado, a cualquier edad, representaba ciertamente un pecado en contra de los mandamientos del Padre Dios. Esto nos lo enseñó mi madre cuando éramos algo mayores, aunque aún no sabíamos de dónde provenían los bebés. Este delicado asunto lo aprendimos desde otras fuentes. Tal vez se debió a la influencia de mi madre el que me mantuviera virgen hasta después de los veintiún años, aunque fue un logro muy difícil y, como fuera el caso de muchos jóvenes de la época, llevé una vida sexual escondida, llena de sentimientos de culpa, durante los años anteriores a mi primer matrimonio, a los treinta años. A lo largo de mis años de universidad encontré a jóvenes que habían descubierto diferentes maneras de apaciguar este tan poderoso y casi intolerable impulso sexual, las que incluían la masturbación regular y las visitas a burdeles. Por ahí por la mitad del siglo veinte, la generación joven arrojó a los cuatro vientos la moralidad victoriana y se dedicó al amor libre con la ayuda de una píldora anticonceptiva, pero este poderoso instinto sexual de que nos dotara Dios, sigue causando mucho sufrimiento e incluso tragedias entre la juventud del mundo. ¿Cuál será la respuesta? John Presnell no la tenía, puesto que dos de sus hijas menores escandalizaron a su madre, después de la temprana muerte del padre, teniendo cada una un hijo ilegítimo.

Y, volviendo a mi querida madre, debo mencionar otra forma en la que cumpliera con la declaración de Sathya Sai Baba en cuando que la madre de un niño ha de ser su primer guru. Aunque tuviera que revisar muchas de sus enseñanzas metodistas y fundamentalistas a lo largo de mi vida, creo que de todas maneras fueron mejores que la visión atea en la que se cría a muchos, por no decir a la mayoría, de los niños de hoy. Por lo menos eso le hacía darse cuenta a uno del ingrediente espiritual fundamental para la vida. Mamá, siendo la mujer de un granjero y, por ende, una dueña de casa muy atareada, se hizo el tiempo para enseñarnos a leer y escribir a Rita y a mí, e incluso a manejar una aritmética simple antes de que fuéramos a la escuela. Y también nos entregó, en nuestra niñez, a un amigo invisible que había muerto por nosotros en la cruz y que aún nos ayudaba en nuestra vida cotidiana en cuanto a los problemas de qué debíamos o no hacer. Como lo creíamos, era Él quien nos hablaba en la voz de la conciencia. Le amábamos muy sinceramente. Su nombre era Jesús.

Quisiera terminar este capítulo con algunos significativos e interesantes, según creo, contactos que tuve con mi madre después de su fallecimiento en 1957. Cuando ella murió, yo estaba en un noventa y nueve por ciento seguro en cuanto a que había vida después de la muerte. Eventualmente la contacté algunos meses después del funeral, a través de una mujer clarividente de Brisbane, llamada Anne Novak. Descubrí felizmente que el amor que había mostrado por ella en mi búsqueda psíquica le había ayudado mucho y que se encontraba ahora en buenas condiciones y en un buen lugar que parecía situarse en las subdivisiones superiores del plano astral. Tengo plena esperanza en que la volveré a ver cuando yo mismo abandone esta tierra.

Después de la muerte de Iris, mi segunda mujer, en 1994, tuve más contactos con mi madre a través de ella. Cuán afortunado fui al conocer a la devota de Sai y gran clarividente Joan Moylan, durante ese tiempo de la terrible pérdida y tristeza que me significó el que Iris me dejara para proseguir su aventura espiritual más allá. He relatado en otros lugares como solía venir a mi estudio en el jardín de mi casa en las Montañas Azules y allí, Iris, quien parecía saber lo que sucedía a este lado del velo, siempre aparecía a los pocos minutos de que hubiéramos tomado asiento en el estudio. Siempre solía quedarse toda la mañana y, en una ocasión, se quedó todo el día mientras hablábamos de recuerdos y de su vida al otro lado. A algunas de estas sesiones venían mi hermana Rita y la menor Leone, la cual según me dijera Swami, era mi alma gemela. Iris me había dicho que había visitado a mi madre y que la había encontrado muy feliz en su morada astral. En una ocasión le dije a Iris que mis hermanas y varios viejos amigos habían vuelto, mas no así mi madre. De inmediato replicó, “¿Te gustaría que viniera? Si fuera así, la voy a buscar.” Se levantó y se fue, y en menos de cinco minutos estuvo de regreso con mi madre.

En mis estudios de ciencia psíquica, particularmente cuando era miembro de la Sociedad para la Investigación Psíquica en Londres, aprendí que en el plano astral, en donde las vibraciones son más altas y, por ende, la materia es más liviana y más fácilmente moldeable por el pensamiento, las personas son capaces de eliminar cualquier defecto de sus cuerpos, los cuales son una réplica de su último cuerpo en la tierra [El Dr. Benito Reyes, el gran devoto de Swami que solía viajar al más allá para ayudarle a las personas que estaban desorientadas –por haber muerto en un accidente, por ejemplo- a poderse acomodar en esa dimensión, denominaba ‘parasomático’ a este cuerpo – N. de la T.], y de asumir la apariencia de la edad que elijan; algunos, sin embargo, como Sri Yukteswar, el guru de Yogananda, eligen permanecer con la edad a la que fallecieran aunque otros prefieren rejuvenecer. Fue así que mi madre apareció viéndose casi de la misma edad que Iris, es decir entre los veinte y los treinta años. Por cierto que la clarividente, Joan, jamás había visto a mi madre en vida ni tampoco una fotografía, entonces ¿cómo podía estar segura que el espíritu o cuerpo astral que apareciera era en verdad mi madre? Sin embargo, la reconoció de inmediato y me la describió. Una cosa interesante que dijo fue, “Tu madre está rodeada por tanta dulzura. Me hace recordar a la Reina Madre”. En cuanto a mí, la identifiqué de inmediato por las cosas que me dijo. Cuando recién llegó, pareció olvidarse por un momento y me llamó, “Bebé”, como si el recuerdo de mi infancia hubiera sido muy fuerte. Noté con algo de sorpresa que llevaba su libro favorito bajo el brazo, la Sagrada Biblia. En todas las sesiones psíquicas que tuvimos después de esa, mi madre siempre aparecía muy poco después de Iris, llevando la Biblia en la mano o bajo el brazo, Iris respetuosamente dejaba la silla que habíamos dispuesto para ella y se la ofrecía a mi madre. Esta última siempre me mencionaba un texto de la Biblia, indicando el libro, capítulo y versículo que quería que yo leyera y acerca del cual meditara.

Durante el invierno de 1998, cuando pasé un par de meses en una casa en Oyster Cove, al norte de la Costa de Oro, hubo varias sesiones con la clarividente Joan que vivía en el área. En una de ellas sucedió algo extraño. No debiera haber sido extraño, puesto que en el bien conocido libro “Narada Bhakti Sutras” yo había leído algo en el sentido que, cuando uno llega a un progreso suficiente en la senda espiritual, ello se convierte en una bendición para sus ancestros por dos o tres generaciones y también para los descendientes de uno por varias generaciones. Tuve una prueba de esto en una de las sesiones. Mi madre estaba sentada en la silla que le había cedido Iris. Parado cerca de la silla, con Su espalda hacia la pared, estaba Swami en Su cuerpo sutil. Al término de la Sesión, Iris se levantó de donde estaba sentada, a los pies de una cama cerca de Joan y de mí, pasó por detrás de nosotros hacia donde estaba parado Swami y se arrodilló para tocar Sus pies. Joan había mencionado antes que había una fila de personas junto a una de las paredes, a las cuales no podía identificar individualmente, pero que sabía que eran mis ancestros. Joan no se sorprendió al ver que mi madre se levantaba de su silla para ir a arrodillarse ante Swami, pero si se sorprendió muchísimo al ver que los ancestros formaban una cola y se arrodillaban uno tras otro para hacer el mismo gesto que todos los devotos de Sai conocen como padanamaskar, o presentar un respetuoso saludo a los pies. Narada, el gran sabio de la antigüedad, había estado diciendo siempre la verdad y sentí una gran alegría al comprobar que estaba sirviendo de medio para ayudar a mis ancestros.

No obstante, para mí se produjo un evento aún más feliz durante la última sesión psíquica que tuve con mi difunta mujer y mi madre a través de Joan. Estábamos por cerrar la sesión y mi madre me estaba hablando acerca del último texto bíblico que me había señalado en una sesión anterior. Y dijo entonces, “Pero ya no voy a seguir trayendo más la Biblia, porque siento ahora que no es justo concentrarse en un solo libro espiritual. Incluso pensando que la Biblia es la mejor guía, siento que debiera ampliar mi punto de vista y voy a comenzar ahora a leer los libros de los que hablan tu y algunas de las personas que vienen acá.” Supe, por supuesto que quería indicar los libros sobre las enseñanzas de Sai. Pensando al respecto más tarde, sentí una profunda alegría sabiendo que mi bienamada madre parecía estar logrando un buen progreso espiritual que la llevaría a niveles superiores de alegría y bienaventuranza en el inmenso ámbito astral, conducente a los planos Dévico y Causal.

En el próximo capítulo revelaré la búsqueda psíquica de mi padre.

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2

MI PADRE

Si el rojo asesino piensa que ha matado,

y si el asesinado piensa que ha muerto,

ambos no conocen bien los sutiles

comportamientos que mantengo y uso y desvío.

“Brahma” de Emerson

Cuando era un niño de ocho o nueve años, una de mis alegrías era la de sentarme en el granero con mi padre, la puerta abierta de par en par para que pudiéramos ver como caía gentilmente la lluvia, mientras él me contaba Historias. Algunas eran acerca de los héroes troyanos, como Aquiles y Héctor, o del astuto Ulises : mi muy grata introducción a la mitología griega. A veces me relataba historias acerca de su propia niñez, sus días de escuela y las peleas a puñetazos que sostenía con niños de otras escuelas. Parecía que siempre ganaba estas escaramuzas, de modo que se convirtió en un héroe para mí, como Héctor y Ulises. Aquiles estaba algo más abajo en la escala, porque me parecía menos generoso, menos magnánimo. A veces me contaba acerca de los antepasados de la familia, pero todo lo que recuerdo al respecto es que su propio abuelo, con varios de sus hijos, se vino de Inglaterra a Tasmania en algún momento anterior a mediados del siglo diecinueve. Aparentemente provenían del Condado de Cambridgeshire. Deben haber sido granjeros, porque adquirieron terrenos en los ricos y fértiles distritos del norte de Tasmania. Recuerdo que uno de los hijos se llamaba Samuel, porque ese era el nombre de mi propio abuelo, pero nunca le conocí, porque murió muy joven, cuando mi padre no tenía sino cuatro o cinco años de edad. La granja del abuelo Samuel estuvo en alguna parte del distrito de Carrick. Esta aldea, según creo, había sido bautizada así por una aldea en Escocia. El nacimiento de mi padre fue registrado en una iglesia allí y se había producido en noviembre de 1872. Lo habían inscrito con el nombre de Edward Joseph Murphet.

El mayor de los hijos de la familia de Samuel había sido George y entre él y el joven Edward había cuatro o cinco hermanas. Estas se habían dispersado tanto en los años después de la muerte de su padre que llegué a conocer a sólo dos de ellas, las tías Lily y Ada, que vivían ambas en Melbourne cuando yo era niño. Mi abuela paterna, cuyo nombre era Susan, debe de haber tenido enormes problemas al quedar frente a una familia numerosa, huérfana de padre, en una granja que nadie podía manejar. El hermano de Samuel, David, cuya granja quedaba a varias millas de distancia, aceptó ayudarla llevando al hijo menor, Edward, llamado Teddy, para acogerlo en su propia familia consistente de dos hijos y dos hijas. Todos eran algunos años mayores que el pequeño Ted, tal vez como de la edad de nuestro tío George quien, presumiblemente, estaba en la mitad de su adolescencia. Fue así que mi padre se convirtió en parte de la familia del tío David. Recuerdo haber visto a este tío abuelo cuando mi padre me llevó a visitarle en un hogar para ancianos en la pequeña ciudad de Perth, en el norte de Tasmania. Para mí fue una figura impresionante, sentada en un sillón, dándole la espalda a un muro cubierto por enredaderas. Me pareció que su barba era muy larga. Era completamente blanca, salvo algunas manchas de tabaco de la pipa que fumaba. Estuvo allí sentado, hablándole de manera bondadosa y cariñosa a mi padre, quien había pasado sus años de niñez y de juventud en la extensa y aparentemente muy rica granja del tío David. Allí, junto a sus primos Horacio y Arturo había aprendido a ser granjero. Cuando oí una vez a un viejo jinete referirse al tío David como un ‘caballero granjero’, quedé con la impresión que este venerable anciano le había dejado la mayor parte, si no todo el trabajo a sus hijos y a los obreros agrícolas.

Mi padre me contó una vez que su tío le había ofrecido prolongar su educación como para que pudiera trabajar en un banco si quisiera, en lugar de ser granjero. Pero mi padre sentía que estaba en deuda con el bondadoso tío que había cuidado de él desde la niñez y que debía quedarse en la granja por todo el tiempo que su tío lo necesitara. Fue así que se convirtió en granjero en lugar de empleado bancario. Debo decir, sin embargo, que mi padre no tenía la contextura ni la apariencia del granjero típico, tal como les conocía. Tenía huesos pequeños y livianos, manos delicadas con los dedos largos de un músico y, en general, rasgos más bien finos. Pensaba para mí que era un hombre bien parecido, con cálidos ojos castaños, pelo negro, una nariz perfilada, bajo la cual usaba un bigote eduardiano con las puntas curvadas hacia arriba, como inclinado a ser un mostacho como manillar. Tenía una buena voz de barítono para cantar y le gustaba pararse al lado del piano y entonar himnos. Cuando el tío David se retiró de la granja, vendiéndola presumiblemente, mi padre fue a unírsele a Horacio, el primo hermano mayor, el que había comprado un ingenio molinero cerca de la aldea de Hagley. Rita y yo éramos niños aún cuando fuimos por primera vez a esta granja, uno de cuyos ángulos lindaba con la estación del ferrocarril y el otro, tenía un gran portón que llevaba a la aldea de Hagley. El tío Horacio, como se suponía que debíamos llamarle, tenía una inmensa barba negra y respondía más al tipo rudo de granjero que mi padre. Por alguna razón, Rita dio en llamarle tío Lobby y fue por ese nombre que le llamamos hasta que se retiró a la más grande de las casas de Hagley, en donde murió pocos años después.

Fue en esta granja donde mi padre conoció a mi madre, Carolina Mary Presnell. En la época ella vivía como compañera y ayuda para una anciana muy rica, la cual ocupaba una gran casa cerca de la estación del ferrocarril. La manera más fácil para Carolina, entonces una jovencita cercana a los veinte años, para ir hasta la aldea a hacer las compras necesarias, era atravesando la granja del molino para salir por el portón del otro lado. Era un paseo agradable, por suaves senderos flanqueados por setos de espinos que servían de cercos entre los diferentes campos. Un día en que cruzaba por ahí, vio a un joven que estaba quemando hojarasca en alguna parte del sendero. Cuando se acercaba, él lanzó otro montón a las llamas, haciendo que el humo se hiciera más espeso. Ella pensó que lo había hecho a propósito para que ella se dirigiera hacia el lado en que él estaba, para evitar pasar por el lado del humo. Para eludirlo, pasó justamente por el medio del humo espeso y acre, mas no pudo esquivarlo. Al salir de la espesa nube de humo, se encontró cara a cara con el joven que venía para presentarle sus disculpas por la humareda que había causado. De modo, que tal como él lo había planeado, se conocieron y muy poco tiempo después, el joven llamado Edward Joseph Murphet la fue a visitar en la mansión junto a la estación del ferrocarril.

El matrimonio que contrajeron, se celebró en Ross, la aldea nativa de mi madre. El abuelo John Presnell había fallecido algunos años antes, mas mi abuela Carolina y algunas de sus hijas estuvieron presentes. Mi bien parecido padre parece haberse hecho muy popular entre ellas, como lo era también entre la mayoría de las gentes.

Después de la boda, la pareja se fue a vivir en una granja en el noroeste de Tasmania que mi padre había estado compartiendo con su hermano George. Recuerdo muy vagamente a la familia de niños y algunas niñas del tío George, como asimismo a él, ya que falleció siendo yo aún muy pequeño, tal vez de tres o cuatro años de edad. Pero siguió siendo muy popular entre Rita y yo, porque, siendo muy práctico, nos había hecho una silla alta que heredé de Rita cuando tuve la edad suficiente como para sentarme a la mesa y ella ya podía utilizar las sillas corrientes. Pienso que la granja tuvo que ser vendida, porque, eventualmente, nos fuimos a vivir a la nuestra en el distrito de Westwood que quedaba a unas siete millas de Hagley y aproximadamente a otro tanto de Carrick. La granja se llamaba “Meadow Lynn” lo cual, aparentemente, significa ‘una pradera con una laguna en medio de ella’. En esta laguna fue que tuve la experiencia de muerte clínica que relato en mi libro “En Donde Termina el Camino”. En ese mismo libro cuento la extraña historia de mi visión de una gran ventana en el cielo a través de la cual veía figuras celestiales y escuchaba música sagrada. En la época esto me pareció como un testamento con las enseñanzas de mi madre, aunque tal vez deba considerarlo como el prefacio para mi viaje de regreso al hogar.

En esta granja pasamos muchos de los años de la infancia inocente con nuestros amantes padre y madre. En muchos sentidos, mi padre era más un compañero que un padre. No aplicaba disciplina alguna, salvo un grito de vez en cuando, aunque siempre apoyaba las medidas disciplinarias de mamá. Yo estaba como a dos meses de cumplir los diez años, cuando mi padre nos llevó a mi hermana y a mí al dormitorio matrimonial para ver algo maravilloso : una pequeña bebita con ojos negros y un mechón de pelo negro también. Mi madre la tenía en brazos en la cama. Con gran excitación le preguntamos a Papá de dónde había venido el bebé. Sabíamos que una enfermera había llegado a residir recientemente en casa y pensamos que tal vez ella la había traído. Pero no. Mi padre nos informó, “La encontré esta mañana bajo el macizo de lilas. Allí estaba en un agujero.” Salimos corriendo a mirar el hermoso y perfumado arbusto. Era primavera y estaba en plena floración. Bajo él había un agujero alargado, como una cuna, con la tierra recién removida. “¿Quién cavó este hoyo?” le preguntamos a papá que se había reunido con nosotros. “¡Vaya! ¡Por supuesto que lo hicieron los ángeles!”, replicó. Lo que se me pasó por la mente fue que los ángeles manejaban muy bien la pala, ya que yo mismo había aprendido a hacerlo. Como fuera, lo grandioso era que teníamos una nueva y maravillosa adición a la familia. También ella fue bautizada como Carolina y con el segundo nombre de Leone, por el que pasó a ser llamada. Nació el año 1916 y medio siglo después fue que Sathya Sai Baba me informara que mi hermana Leone era, de hecho, mi alma gemela. Entendí entonces la razón por la cual habíamos sido tan íntimos, sabiendo cada uno a menudo lo que el otro pensaba y por qué había ella sentido el golpe en la cabeza que casi la lanzara escaleras abajo, cuando yo, encontrándome a unas veinte millas de distancia, me había caído de mi moto y quedé inconsciente al lado del camino.

El efecto que produjera en mí la presencia de mi hermanita en el mundo fue el de hacerme sentir adulto y capaz de ayudarle a mi padre en cualquier labor que emprendiera en la granja. Mi madre lo notó con algo de alarma y, aparentemente, le había dicho a mi padre en una ocasión, “Recuerda que todavía no ha crecido”. Mas yo pensaba que sí era grande y mi padre pareció considerarlo así también. En los próximos cinco años me enseñó a usar cada uno de los implementos de la granja, salvo la máquina segadora y agavilladora. Para la mayoría de estos implementos tenía que conducir a un grupo de tres fuertes caballos de labranza. Por cierto que aprendí a montar a todos los caballos de la granja y a un caballo de carrera en una granja vecina. Mi favorito, empero, era un pequeño y gordo pony llamado Taffy, al que solía montar a pelo, cayéndome muchas veces. En ocasiones, Taffy esperaba hasta que me ponía de pie y montaba de nuevo. En otras, seguía galopando de vuelta a casa y yo tenía que caminar. Afortunadamente, jamás resulté lesionado por estas caídas mientras aprendía a montar un caballo, por lo cual me encantaba y me convertí en un buen jinete. No obstante, cerca de los once años, tuve muchos deseos de andar en bicicleta. El tener una me permitiría recorrer los campos y llegar tan lejos como las aldeas de Hagley o Carrick o, incluso recorrer las catorce millas hasta la ciudad de Launceston, en donde había visto la luz del día, hacía mucho tiempo, en casa de mi abuela. Mi padre podía haberme comprado fácilmente una, pero por alguna razón que sólo él conocía, dijo que debía ganarme el dinero para adquirirla. “¿Cómo voy a ganar dinero?”, le pregunté. Lo pensó por algunos minutos y me dijo, “Bueno, podrías ponerle trampas a los conejos que dejan su rastro bajo el seto entre campo de treinta acres y el matorral.” No dije nada, mas la idea me pareció como la imposición de una sentencia para mi buen corazón.

Algunos años antes, cuando tenía como cinco años, solía llorar cuando, inadvertidamente, llegaba a pisar a alguna pequeña araña en el suelo. En una época habíamos tenido algunos conejos entre nuestras mascotas, las que incluían cobayos y corderitos, cuando hubiera muerto una madre oveja o hubiera descuidado a sus crías. Y ahora se esperaba de mí que le pusiera trampas, matara y desollara a pequeños gazapos. “No se como armar una trampa”, le dije a mi padre. “Yo te enseñaré”, respondió. Y lo hizo, mas no fui un buen alumno y cogí muy pocos conejos en ellas. Al primero que cogí pensé en dejarlo ir, pero al darme cuenta que sus patas delanteras estaban quebradas, me forcé a matarlo. Esto me produjo una sensación de horror, en especial cuando sentí como su cuerpecillo peludo y tibio se estremecía sobre mi rodilla, cuando le quebré el cuello. Luego mi padre me enseñó a desollar al conejo que había matado y estaquillar la piel para secarla y dejarla vendible.

Pienso que la tan deseada bicicleta no habría sino quedado como un sueño si no hubiera sucedido algo especial. Una tarde, justo antes de la puesta del sol, cuando estaba tratando de poner mis trampas en el límite de la granja, se me acercó tranquilamente un hombre montado. Me saludó y, desmontando se acercó hacia donde me afanaba con las trampas. Yo le conocía y, en cierto sentido él se había convertido en mi héroe. Su nombre era Vern Jones. Yo sabía que había estudiado en la Escuela Secundaría Anglicana de Launceston y que había ido a la Universidad de Tasmania, después de lo cual había viajado por las áreas de las llanuras desérticas del interior de Australia, ‘on the track’ (recorriendo – N. de la T.) como se llamaba. Ahora había estado viviendo por algunos meses en Westwood con algunos amigos granjeros ayudándoles, como también a mi padre, en especial en la época de cosecha. Era un personaje conocido y muy popular en el distrito de Westwood. En las reuniones sociales, como los bailes organizados en la leñera de alguna granja, no resultaba difícil persuadirle para que cantara una de sus cómicas canciones. Una vez, cuando se quedó en el distrito durante los meses de invierno, hizo algo que le aseguró una popularidad permanente entre los granjeros. Estaban tratando de reunir un equipo de football para jugar con el equipo de Hagley. Incidentalmente, el football que se juega en Tasmania era el ‘Rules Football’ popular en Australia. No era fácil para los de Westwood el encontrar a dieciocho hombres aptos y que supieran algo del juego. Y fue así que Vern logró traer a ocho de los jugadores de su antigua escuela. Todos eran del Equipo de Honor de la Secundaria que parecía ganar siempre en todos los partidos interescolares de Tasmania y eran jugadores de primera clase. Alojaron en el distrito la noche previa al partido y, a mis ojos eran figuras muy atractivas con sus coloridos gorros escolares y uniformes de football, y anhelaba ser uno de ellos. Finalmente, con este tipo de ayuda experta, Westwood batió por amplio margen a Hagley. Los muchachos de la Secundaria junto a Vern habían jugado brillantemente y los granjeros junto con mi padre, tuvieron muy poco que hacer. Y bien, esta figura heroica era la que me comenzó a enseñar ahora a armar una trampa para conejos. Lo convertía casi en un arte, de modo que se volvió en un arte para mí en el futuro. Pero aún detestaba matar a los gazapos que cogía en gran número ahora.

Finalmente ya tenía un buen número de pieles secas para cuando el comprador pasara en su ronda regular, pero aún no reunía el dinero suficiente como para comprarme una bicicleta, de modo que mi padre decidió ayudarme. En las claras noches de luna, me llevó junto con su escopeta de dos cañones, a las colinas boscosas en el límite del distrito. Me encantaban estas caminatas por el matorral a la luz de la luna. Parecía que estábamos casi por llegar a los Western Tiers, el formidable muro azul que para mí, parecía formar el borde de las tierras agrícolas de Westwood. En un momento, durante nuestra primera noche de cacería de zarigüeyas, cuando la luna parecía estar ya muy cerca del horizonte, decidimos regresar a casa. Mi padre me pasó la escopeta para que yo la llevara, mientras él se colgaba del hombro la bolsa con cerca de una media docena de zarigüeyas de cola anillada y emprendió la marcha en lo que a mí me pareció una dirección totalmente equivocada. “¿Estás seguro, Papá, que este es el camino a casa?”, le pregunté. Se detuvo y apuntó hacia el cielo lleno de titilantes estrellas. “Me guío por las estrellas para encontrar mi camino” – dijo – “¿Ves esa muy brillante, allá, hacia el horizonte?” “Sí”, repliqué. “Bueno, si caminamos hacia ella, nos llevará hasta un punto en Westwood no lejos de casa.” Y comenzó a caminar de nuevo entre los helechos y troncos, mientras yo le seguía con la escopeta sobre mi hombro.

Mi padre era como los marinos de antaño, pensé, los que solían mantener el curso de sus barcos guiándose por las estrellas, antes de que se inventara la brújula. Esto me reveló una faceta suya que no conocía. Fue así que nos internamos muy lejos por el territorio en muchas noches hasta que, finalmente, tuve el dinero suficiente para comprar la ansiada bicicleta. Sentí una gran emoción hasta que aprendí a montar en ella y exploré todos los caminos del distrito, llegando por último a recorrer las catorce millas hasta la ciudad de Launceston hacia el norte.

En el libro “En Donde Termina el Camino” mencioné la forma en que la salud de mi padre se fue deteriorando cuando tenía poco más de sesenta años, de cómo renunció a la granja y se trasladó a Sydney, en donde yo estaba trabajando, y de cómo murió allí a la edad de sesenta y cinco años. Su muerte me causó un inmenso pesar, ya que no sólo se llevó al gran compañero de mi niñez, sino que también hizo sentir el primer quiebre en el círculo familiar que había significado tanto para mí. A medida que pasaban los años y mis pensamientos volvían atrás hacia nuestra perfecta camaradería, mi amor por él fue creciendo más y más y comencé a anhelar el momento en que volvería a verle al otro lado de la muerte. Luego llegó la época en que, como lo describí en el capítulo anterior, comencé a ver a mi fallecida mujer, a través de Joan Moylan, y como ella me relató acerca de encontrarse con mi madre y dos hermanas fallecidas en los ámbitos del más allá de la muerte. Comencé a preguntarme acerca de mi padre, ya que ella no lo había mencionado. Cuando pregunté si lo había visto, dijo, “No, pienso que debe haber reencarnado”. Entonces, mi fallecida hermana Carolina Leone atravesó el prado hacia el estudio en el jardín y se paró cerca de mí, le dije, “¿Qué has hecho con nuestro Papá?” Ella me contó que, algunos años atrás, él había reencarnado en un pequeño y montañoso país de Europa llamado Lichtenstein. “¿Y qué es lo que está haciendo un granjero australiano que jamás en su vida saliera de Australia en ese pequeño país montañoso?”, pregunté. Ella replicó, “Dijo que había una familia allí que podía ayudarle con uno de sus principales problemas y que sabía que él también podía ayudarles. Es por eso que fue a esa parte del mundo”. Leone me indicó su nombre actual y su edad aproximada. Qué extraño sería, pensé que fuera hasta allá y le dijera a ese joven que era mi padre. Mas yo ya estaba demasiado viejo para una tal aventura y tuve que contentarme con la idea de que lo ubicaría, nuevamente, en alguna forma, en el vasto para siempre que se extiende más allá de la existencia terrenal.

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3

DÍAS DE ESCUELA

Los pensamientos de la juventud son extensos, largos pensamientos.

Robert Louis Stevenson

Crucé el camino de gravilla roja desde el rincón apartado de la granja Meadow Lynn hasta un galpón revestido de tablas solapadas y no pintadas. Supe que había sido traído a este punto central en el distrito para que sirviera de escuela. Pasé la mayor parte de mi vida de escuela primaria en esta pequeña escuela galpón conocida como la Escuela Estatal de Westwood. No fue sino hasta mi último año de primaria que se levantó una nueva construcción para la escuela en el mismo terreno.

El primer día de clases, cuando mi madre consideró que teníamos edad suficiente para asistir a la escuela, caminó con Rita y conmigo por los campos y el camino hasta el galpón, en donde nos puso en manos de la profesora. Como era el caso en la mayoría de las pequeñas escuelas rurales, no había sino un docente para los siete años de escolaridad, desde la preparatoria al sexto año básico, y la valiente maestra que nos dio la bienvenida en la escuela de Westwood, era una inteligente y sonriente persona llamada Olive Doak. Debe haber tenido entre veinte y treinta años de edad y era respetuosamente apelada por padres y alumnos por igual como “Miss Doak”. Entre los quince o dieciséis niños que se sentaban en los largos bancos, se contaban varios muchachos algo salvajes, hijos de labriegos. Ellos consideraban a Miss Doak como el enemigo, en tanto que Rita y yo la veíamos como a una dulce y bondadosa amiga. Mientras ella ponía a trabajar a algunos alumnos, me puse a mirar a mi alrededor dentro de la sala. Era una sala grande que comprendía todo el frente del galpón y, como los muros estaban forrados con tablas de pino, despedían un agradable y sutil aroma. Nos sentábamos como seis niños en cada escritorio y, detrás de nosotros se encontraban las ventanas que miraban hacia el camino que llevaba a una intersección de rutas justo detrás de la escuela. En la mitad del muro frente a nosotros se abría una puerta que llevaba – como lo supe más tarde – hacia dos otras habitaciones traseras, que servían para distintos propósitos, como descubrí. Uno de ellos era el de la administración de castigos corporales, pero Miss Doak no aplicaba una disciplina rígida, de modo que no había muchos castigos corporales.

Ese primer día, cuando puso a trabajar a todos los demás niños, repartidos como estaban en cuatro largas mesas-escritorio, volvió hacia nosotros que nos sentábamos, con dos niños más, en lo que se denominaba la clase preparatoria. Recuerdo que tomó un gráfico y comenzó a enseñarnos el alfabeto, que ya habíamos aprendido con nuestra madre, de una nueva manera. En lugar de llamar a las letras a, b, c etc. iban adquiriendo nuevos nombres que, de hecho, eran los sonidos que adquirían cuando se pronunciaban en una palabra. Lo encontré muy interesante y fácil y ví que ayudaría mucho para la ortografía. La ‘m’, por ejemplo, venía a ser como el sonido que emite una vaca cuando muge suavemente y el sonido lo emitíamos con los labios cerrados. Los restantes temas de la escuela resultaron igualmente fáciles e interesantes para mí, en especial después de la buena base que nos había entregado nuestra madre-guru. Algunas veces, aunque no más de una vez al día, solíamos escuchar el golpeteo de las herraduras de caballos desde el camino. Miss Doak se bajaba de la tarima en que estaba su escritorio y miraba por la ventana, y los niños se levantaban de sus puestos para hacer otro tanto y observar al vehículo que pasaba, con su conductor y pasajeros. A veces no se trataba más que de un jinete en su caballo. Estos eran los días anteriores a los automóviles. Una vez satisfecha su curiosidad, Miss Doak nos ordenaba volver a nuestros puestos, con cierta severidad.

En lugar de volver a casa para almorzar, puesto que no teníamos sino una hora, nos parecía más agradable traer sandwichs de colación y comérnoslos con los demás niños, muchas veces sentados en las ramas de la encina o, cuando hacía mal tiempo, en una de las habitaciones de atrás, en donde había bancas para nosotros. Otro uso para la encina y las habitaciones de atrás, eran las clases de lectura. Mis Doak solía elegir al más extrovertido de la clase como monitor y hacer que todos fuéramos a sentarnos bajo la encina, los días de sol y en una de las habitaciones de atrás, en días de lluvia. Topsy Pontiac era casi siempre la elegida para la responsable posición de monitor. Topsy solía hacernos leer por turnos por un rato y luego, cuando nos mostrábamos aburridos, dejábamos de lado la lectura y nos poníamos a conversar. Cuando Miss Doak aparecía a la distancia, nos volvíamos a sumir en la lectura, de modo que nuestra maestra nunca supo cuan poca era nuestra práctica en ella. Nuestra pequeña y rubia monitora era también algo machota. A menudo solía balancearse por encima de nosotros de una rama a la otra de la encina, como un mono o, si estábamos en alguno de los cuartos de atrás, saltaba entre las vigas. No parecía preocuparle, o tal vez le agradaba, que su colorida ropa interior siempre se exhibiera durante estas proezas. Milagrosamente nunca la atraparon, sino que invariablemente estaba en el suelo, monitoreando muy seria al lector cuando aparecía Miss Doak. En algún momento durante los años de mi educación primaria, esta vivaracha y temeraria muchachita rubia se convirtió en mi secreto amor platónico. No recuerdo haberle contado nunca a nadie, ni siquiera a mi hermana Rita, acerca de este secreto, como tampoco creo que Topsy misma lo haya supuesto.

Estos felices y despreocupados días de escuela que eran más que nada días de juego, llegaron abruptamente a su fin, cuando Miss Doak se casó con un granjero del distrito. Yo estaba esperando que esto significara que no habría escuela por algún tiempo y, por ende, más días felices y libres en la granja con mi padre. Pero no pasó mucho tiempo sin que apareciera una nueva maestra. Su nombre era Flora Macarthur y era muy diferente de la soñadora Olive Doak, no sólo en cuando a su apariencia, sino también en muchos otros aspectos. Sus ojos grises nos indicaron cuan seria era y el sonido de su voz, aunque amable y con un dejo cariñoso, traslucía la firmeza misma. El mismo primer día nos mostró que había llegado la disciplina a la escuela. Durante los días de Miss Doak, entre los alumnos solíamos susurrarnos cosas todo el tiempo. El primer día del reinado de Miss Macarthur, uno de los niños susurró algo lo suficientemente alto como para que ella escuchara. De inmediato lo llamó adelante y, frente a todos, le dio un golpe con el puntero sobre la palma de la mano. La escuela enmudeció y nadie osó volver a susurrar algo en forma audible.

Debe haber pasado un año antes que yo mismo experimentara una prueba de su castigo corporal. Ella pensó que yo había trasgredido una de sus muy rígidas reglas : el que no debíamos escribir sobre los escritorios. Yo estaba sentado sosteniendo el lápiz entre los dedos, como si estuviera escribiendo sobre el escritorio, siendo que, de hecho, estaba completamente absorto en mis pensamientos. Me llamó a uno de los cuartos traseros y me propinó cuatro fuertes golpes en las palmas de mis manos. Me dolió muchísimo y, por un tiempo la odié, pero antes de terminar el día había retornado mi amor por ella. Creo que todos los niños la amaban, porque sabíamos que detrás de su disciplina había amor y que, debido a su amor, quería sinceramente educarnos lo mejor que sabía. De modo que, al igual que mi madre antes, ella demostraba lo que escuché decir a Swami casi una vida más tarde, “Los niños deben criarse bajo una disciplina firme, y si se la envuelve en amor, no la resentirán”.

Recuerdo un feliz día en el que Flora Macarthur me acercó un paso más a la meta de mi vida. Un día, yo estaba sentado en mi puesto en el escritorio, trabajando en silencio en una lección que la maestra me había asignado, cuando escuché su voz. Sonaba como música y me di cuenta que le estaba leyendo poesía a una alumna de otra clase. El poema resultó ser ‘La Sirena Abandonada’ (The Forsaken Mermaid) de Matthew Arnold. Nunca lo había escuchado antes y ahora, en la forma en que ella pronunciaba el ritmo de las palabras, me parecía escuchar el ritmo de las olas y el triste suspiro del mar. Detuve mi estudio personal y me quedé escuchando mientras el ritmo de las palabras traía el sonido del mar hasta mi corazón. Siempre había amado el mar y ahora se iniciaba mi gran amor por la poesía. Ya no se trataba simplemente de palabras colocadas de manera extraña para intentar decir algo que podría resultar mejor dicho en prosa. Después de aquel día quedó en mi sangre el amor por la buena poesía inglesa.

Fue gracias a esta mujer de severos ojos grises y de voz tranquilizante que comencé a tomarle el gusto a todo el trabajo escolar. Comenzó a atraerme casi tanto como el trabajo agrícola. Estos eran tranquilos y ordenados días de escuela con un toque de belleza que asomaba de tiempo en tiempo. No obstante sufrimos un golpe repentino que hizo añicos estos placenteros días. Flora Macarthur cayó gravemente enferma y hubo de ser internada en el hospital. Es posible que el Departamento de Educación pensara que estaría de regreso pronto y no envió ninguna reemplazante. Pasaron las semanas y la Escuela de Westwood permaneció cerrada. Por cierto que tuve libertad. Pasaba los días a campo abierto con mi padre. Por una parte, era lo que siempre había querido, pero ahora, de algún modo, echaba de menos la escuela. ¿Habría dado un paso o aunque no fuera sino un medio paso hacia lo que mi padre y todo el clan Murphet hubiera considerado como una dirección equivocada? Mi madre, por supuesto, habría aprobado este medio giro que diera.

Por último, fue abandonada cualquier esperanza en cuanto a la recuperación dentro de un plazo razonable de Flora Macarthur y el Departamento envió a otra maestra. Se trataba de una viuda de nombre Sra. Dunstan. Ella había tenido más experiencia docente que cualquiera de las dos profesoras anteriores y, pienso que era una maestra nata. Era firme, aunque no requería ejercer mucha disciplina : su fuerte personalidad y su aire de confianza eran suficientes. Era casi como si mi destino la hubiera llevado a la escuela para hacerme poner los pies en el punto de partida para mi primer paso hacia mi muy distante meta divina para esta encarnación. Una tarde, me pidió que me quedara algo más tiempo después de que los demás niños se fueran. Yo no tenía la menor idea de lo que tenía in mente y enmudecí de estupor cuando me dijo, “¿Qué te parecería presentarte a los Exámenes de Calificación de este año? Sé que has perdido varios meses de escuela, pero pienso que si trabajaras duro ahora, pasarías. ¿Qué me dices?” Muchos pensamientos y emociones se arremolinaron en mi mente. Sorpresa y orgullo porque me lo sugiriera, temor por fallarle y, muy adentro, una especie de inarticulada sensación de que se presentaba aquí una abertura hacia algo maravilloso. Mas, todo lo que pude decir, fue, “Bueno, tendré que preguntarle a mis padres. Si están de acuerdo, haré todo lo que pueda.” “Espero que estén de acuerdo”, dijo la maestra. “Diles que tendrías que venir al menos una hora antes del comienzo de clases en la mañana. Yo llegaré antes y tendré en el pizarrón notas y resúmenes de los temas en los que estás atrasado debido a los meses de clase que perdieras.”

Mi madre accedió con entusiasmo, mi padre lentamente y con dudas. Y así comenzó el plan. La noticia se esparció muy pronto por todo el distrito debido a que nadie antes había dado este examen, pese al hecho que la escuela secundaria estatal había funcionado por algunos años en la ciudad norteña de Launceston. Mas, ¿cómo se podía esperar que niños campesinos de una escuela con una sola maestra pudieran pasar el difícil examen de calificación para entrar en ella? Las lenguas de las amas de casa se ocuparon bastante para dictaminar que, en general, yo no tendría oportunidad alguna y que era una estupidez intentarlo. Sus maridos, como mi propio padre, parecían algo estupefactos y decían muy poco. Lo que sí expresaban, o murmuraban, era la pregunta, “¿Y para qué habría de perder su tiempo recibiendo una educación secundaria un muchacho destinado a ser granjero?”

Y bien, en los cinco meses de estudios apresurados, antes de clases, durante las clases y también en las noches, con el entusiasmo y la plena confianza en mi éxito de la Sra. Dunstan, disfruté realmente de estos estudios extra. Cuando llegó el momento para el gran examen, me sentí algo nervioso puesto que se rendían en la escuela de una gran ciudad y yo me sentía más bien como un palurdo entre la multitud de agudos y listos niños citadinos que iban a dar el examen. Había alojado la noche anterior en casa de mi tía Harriet, en la ciudad. Era una de las hermanas de mamá y mi tía favorita. Mi mamá me había aconsejado descansar bien esa noche, pero una amiga de la tía que alojaba con ella, me llevó al cine, en donde daban una película de horror que ella deseaba ver. Esto resultó en una noche de insomnio para mí, de modo que no estaba con la mejor disposición mental para dar el difícil examen. En todo caso, hice lo mejor que pude dadas las circunstancias y, una vez que terminó, me incliné a pensar con pesimismo que no había pasado.

Al día siguiente, cuando mi buena madre condujo desde Westwood para recogerme. Resolví decirle la verdad, aunque la pudiera entristecer. Estando ambos sentados en el pescante del recientemente adquirido faetón, sosteniendo mi madre las riendas del caballo de tiro, me preguntó con una voz seria y suave,”¿Cómo crees que te haya ido?” “Dudo que haya pasado realmente, Mamá”, repliqué. Se quedó en silencio por unos momentos y tuve la sensación que estaba rezando. Entonces preguntó, “¿Cuándo lo vas a saber?” Respondí que los resultados se publicarían en “The Examiner” una tres semanas más tarde. Este periódico circulaba a diario en todo el norte de Tasmania. En casa lo recibíamos regularmente y mi padre lo leía en las noches a la luz de la lámpara.

Aquel importante día en que serían publicados los resultados del Examen Calificatorio, no pude esperar que vinieran a dejarlo. Tomé mi bicicleta y conduje hasta la colina en donde dejaban los paquetes para su distribución y pude obtener un ejemplar tan pronto como llegaron. Me apoyé en la bicicleta, abrí el diario con dedos temblorosos y encontré la página en que se publicaban los nombres de quienes habían pasado. Casi no le podía creer a mis ojos cuando ví el mío. Era la primera vez que lo veía impreso, pero no cabía duda… ahí estaba. ¡Había pasado!

Bajé rápidamente la colina para transmitirles la noticia a mi madre y a mi padre. El rostro de mi madre se iluminó con la buena nueva. Hasta mi padre se veía complacido y más bien orgulloso de mí. Todo lo que dijo fue, “¡Felicitaciones! Lo hiciste bien, muchacho.”

Comenzaba la época de cosecha en la granja y trabajé con especial ahinco para ahorrarle a mi padre el salario de al menos un labriego, porque había accedido –tal vez persuadido por mi madre- a que yo asistiera a la secundaria por sólo un año. Eso era realmente todo lo que yo quería, luego regresaría a mi predestinada vida en la granja. Me encantaba la cosecha, pero lamenté ese año que mi héroe, Vern Jones, no hiciera su aparición en los campos. Para mí esto era un misterio y nadie parecía saber qué había sido de él. Uno de sus amigos, un granjero llamado Ron Wise, murmuró, como si él mismo no pudiera creerlo, “Creo que puede haber vuelto a la escuela”. Esto no tenía sentido, pero si se refería a la universidad, era menos comprensible, ya que las vacaciones eran más largas que las de la escuela. De modo que persistió el misterio.

Se esperaba que el padre acompañara a un nuevo alumno a la secundaria el primer día de clases. De manera que mi valiente madre, que era muy tímida cuando se trataba de encontrarse con desconocidos y en especial personas ilustradas, me llevó al despacho del director. Este resultó ser un hombre sonriente y afable, con cabello crespo y entrecano, enmarcando una alta frente y ojos bondadosos; de modo que mi madre se tranquilizó. En un local de libros junto a la oficina del director, mi madre me compró los libros de texto que requeriría ese año. Parecían muy numerosos, pero me sentí orgulloso de llevarlos bajo el brazo y hasta hoy día recuerdo el agradable olor a papel nuevo. Cuando mi madre me dejó para regresar a casa, la granja de Westwood se me antojó distante no sólo a catorce millas, sino a medio mundo. Se habían hecho los arreglos para que alojara en casa de mi tía abuela Mary, la hermana de mi abuela materna. Ella era una persona acogedora que vivía en una casa acogedora a corta distancia de la escuela. Mis padres me pasarían a buscar a Launceston para un primer fin de semana en casa. Después de eso, se harían arreglos para que viajara en bicicleta hasta Hagley, la dejara en el molino y viajara hasta la ciudad en tren, volviera en tren el siguiente viernes e hiciera el viaje en mi bicicleta desde el molino hasta mi hogar en Westwood.

En mi memoria, mi primer año en la secundaria fue una época de alegría. Pienso que disfruté cada minuto. Los nuevos temas como Geometría, Álgebra, Física y Química e incluso Latín, parecían romper barreras y permitirle expandirse a mi mente y abrirse a mi poder de razonamiento, trayendo todo un mundo nuevo a la existencia. Conocí a Shakespeare a través de su drama ‘Julio César’ del cual memoricé largos pasajes y solía citar de ellos cada vez que se me presentaba la oportunidad. Teníamos un maravilloso equipo de docentes, todos los cuales vestían sus negras túnicas académicas sobre sus trajes. Teníamos un maestro diferente para casi todos los temas y yo les consideraba a todos como una brillante banda de ‘abridores de mentes’. Creo que mi favorito era nuestro ‘maestro de grado’ quien había regresado recientemente de la Universidad de Oxford en Inglaterra, a donde había ido becado y obtenido un diploma. Nos hacía clase de literatura inglesa y de química. Pienso que esta última era mi tema favorito en esa época y la literatura iba en segundo lugar. Eric Scott era el editor de la revista de la escuela ese año y me animó a escribir un artículo para ella. Este tomó la forma de una sátira acerca de nuestra profesora de francés, la cual siempre nos conmocionaba al esperar que nos pusiéramos de pie y recitáramos pasajes bastante largos de prosa en francés, los que nos forzaba a aprender además de las montañas de tareas que llevábamos para la casa cada noche. Una de las muchachas en clase se quebró en una ocasión y se puso a llorar, porque no había logrado recordarlo correctamente y yo representé al haragán una tarde, porque no había tenido el tiempo de aprenderme mi extenso pasaje. Con el tiempo, la maestra de francés cambió esta práctica docente, mas yo no era muy popular con ella. Esto me hizo sentir más bien orgulloso de mi primer artículo impreso. Este me redituó algo de fama entre mis compañeros de estudio, sin embargo ahora, en retrospectiva, siento más vergüenza que placer.

En cuanto al deporte, descubrí que disfrutaba más del cricket que de ningún otro. Este juego me lo había enseñado mi padre en el jardín de casa. Él mismo también era un gran entusiasta.

Después de un exitoso y feliz año en la secundaria, estuve de vuelta en los campos de cosecha para las vacaciones de Navidad. Entonces mi padre me dio permiso, tal vez a instancias de mi madre, para que volviera a mis estudios por un año más. Pero durante las dos o tres primeras semanas, sufrí un accidente. Tal vez se debió a algún mal karma que rodeaba a la bicicleta. Como sea, un lunes por la mañana, yendo a la estación y pensando quizás que iba atrasado para alcanzar al tren, rodaba a gran velocidad por una bajada bastante empinada, a cerca de una milla y media de casa. La rueda delantera golpeó dentro de un hoyo y yo volé por sobre el manubrio y aterricé de cara contra el camino. Cuando logré ponerme de pie, mi cara estaba tan hinchada que no podía ver para pedalear de regreso, de modo que me fui caminando y empujando la bicicleta. A la vista de mi cara hinchada y manchada de sangre, mi madre se alarmó, me metió a la cama y mandó llamar a un médico. El resultado fue que tuve que pasar algunas semanas en cama y que no se me permitió regresar a la escuela hasta cerca del final del primer período de clases. Recuerdo que a menos de una semana después de mi regreso comenzaron las pruebas del período. Durante mi estadía en casa había estudiado los libros de texto, particularmente el de química que seguía siendo mi tema favorito. Recuerdo que dejé asombrado a mi maestro de química del segundo año cuando saqué las mejores notas de la clase. Por supuesto que se sentía complacido, pero sentí que también algo molesto, ya que esto le hacía parecer como superfluo. Fue así que continuó el año de secundaria sin mayores inconvenientes. Seguía siendo estimulante y ampliador para la mente. No obstante, hubo un tema nuevo que se introdujo en matemáticas y que no me interesó mucho. Se trataba de trigonometría y, para mi gusto, requería de demasiadas fórmulas que memorizar. Llegó nuevamente la época de cosecha en la granja, después del año académico. Mi amigo Vern Jones seguía desaparecido. Me preguntaba, ¿por qué no estaba allí, entre las gavillas, asoleando su torso y sus brazos desnudos? El misterio se mantenía. Luego llegó una agradable sorpresa. Después de Navidad, antes de comenzar el año académico, mi padre me anunció que este año me enviaría a la Escuela Secundaria de la Iglesia Anglicana en Launceston. ¡Casi se me salió el corazón del pecho! Iba a estar entre los muchachos de las coloridas chaquetas y gorras.

Como ya antes, fue mi valiente madre la que me llevó a conocer al Director de la antigua Secundaria en la Calle Elizabeth, edificio que había ocupado desde 1842. El Director era un hombre tímido, casi tan tímido como mi madre. Su nombre era el Reverendo Bethune y era un ministro ordenado de la Iglesia Anglicana. Este año me alojaría con la tía Harriet, cuya casa quedaba en la misma calle de una de las entradas a la escuela. Para mí era un camino más corto que si me hubiera quedado con la tía abuela Mary. Mi padre le pagaba a la tía por mi alojamiento, al igual que lo había hecho antes con la tía abuela. Ahora me di cuenta que él tenía que pagar también el arancel de la escuela. Durante mi primera semana de clases descubrí por qué me había transferido a esta escuela. Yo estaba en el Quinto Grado, como se denominaban aquí. La sala estaba casi llena de muchachos, algunos de los cuales eran asaz revoltosos cuando el profesor no estaba presente. Habíamos terminado una lección y estábamos esperando que llegara el maestro para entregarnos la próxima, que era, según creo, Historia de Australia. Oí sus pasos al entrar por la puerta y dirigirse hacia el escritorio sobre el estrado al frente. A la vista del nuevo maestro, el cual era nuevo también en la escuela, se hizo el silencio en la clase. Le vi caminar hacia su escritorio y poner un libro sobre él, para luego darse vuelta. Para mi inmensa sorpresa, se trataba de mi amigo y héroe, Vern Jones. Al verme, bajó desde su escritorio y vino hasta donde yo estaba sentado. Se quedó allí, quizás unos cinco minutos, hablándome, mientras el resto de la clase observaba, en silencio, tal vez con algo de asombro. Como fuera, esto hizo mucho por mi prestigio. Años más tarde, Vern me confió que había sido igualmente una ayuda para él, el ver a alguien a quien conocía tan bien sentado en un escritorio frente a él. Entendí entonces, por qué había estado ausente de las granjas de Westwood. Había estado estudiando, principalmente en la universidad, para completar sus estudios y obtener el diploma que le permitiera obtener una posición como docente en su propia y amada escuela.

Mostró ser un muy buen profesor y, algunos años más tarde, después de haber dejado la escuela y haber comenzado con mis viajes al extranjero, supe por un ex-alumno de la Secundaria que Vern se había convertido en su Director. Escuché estas noticias con alegría. Y, luego, muchos años más tarde, después de que él se retirara y que yo volviera de mi último viaje alrededor del mundo, Vern consiguió mi dirección postal con mi primo Eliot, hijo del tío Horace de Hagley, y me escribió. Esto inició una maravillosa correspondencia entre ambos. Incluso le hice llegar un ejemplar de mi libro recién editado, ‘Sai Baba, El Hombre de los Milagros’. Lo hice con algo de reticencia, porque sabía que como Director de la Secundaria de la Iglesia Anglicana, debía ser miembro de esa iglesia. No obstante, puesto que había nacido en la granja de Meadow Lynn y que durante sus años de docencia en la Secundaria se había comprado una granja él mismo en Westwood, sabía que había compañerismo y comprensión entre ambos. Me escribió para señalarme su interés y apreciación por el libro. Esto me hizo sentir aliviado y feliz, porque este libro pareció marcar el comienzo del trabajo de mi vida por el género humano y por Dios.

Pasé los Exámenes Intermedios después del año en el Quinto Grado y pensé que eso sería probablemente el final de mi educación secundaria. No obstante, felizmente, me encontré allí para un año más. Puede haberse debido, tal vez, a que ese año nos trasladamos a los nuevos edificios de la escuela en las riberas del río Tamar. Se trataba de una escuela espléndidamente equipada, con edificios nuevos, canchas de tennis, un campo para cricket y campo para football, y el río Tamar corriendo a un costado y proporcionándonos facilidades para competencias de remo. El Examen del Certificado de Partida, que incluía la matrícula para la universidad, le tomaba normalmente dos años de estudio al alumno, después del Intermedio. Sin embargo, debido a que mi padre no era rico y que hubiera significado una sangría para su presupuesto el pagar los aranceles escolares, decidí estudiar duro y presentarme al Examen de Matrícula al final del primer año en la nueva escuela. Me encontraba ahora en el Sexto Grado de los muchachos brillantes y alumnos destacados. De hecho, uno de ellos era un genio. Le confié al Director lo que esperaba lograr y me dijo que me daría todo el apoyo que pudiera.

Poco después de comenzar el primer período de clases, también le dije al Director que tenía deseos de convertirme en un ministro de la Iglesia Anglicana. Había pensado al respecto por algún tiempo y decidido que era una manera, tal vez una humilde manera, de dedicarle mi vida al bien del hombre. El Reverendo Bethune pareció complacido por el hecho de haber decidido yo ingresar a su misma profesión y me dedicó tiempo ese año instruyéndome en las doctrinas y dogmas de la iglesia. También pasé por varios rituales, como la Confirmación que me fue administrada por el Obispo de Tasmania. Mi madre parecía especialmente contenta con mi decisión y las tías maternas ya me veían como el próximo Obispo de Tasmania.

De modo que mi último año de secundaría se mostró especialmente activo entre los estudios, las preparaciones para mi vida como ministro religioso y algo de deporte, el cual constituía casi en sí mismo una religión entre los alumnos.

Pues bien, pasé el Examen de Matrícula, obteniendo el Certificado de Partida al final del año. Sin embargo las exploraciones algo más profundas en el dogma y las doctrinas de la iglesia me habían conducido hasta una dolorosa decisión. Durante los últimos meses del año mi mente se había convertido en un campo de batalla entre la racionalidad de un muchacho, un muchacho de secundaria estudioso de la ciencia y las matemáticas, y los dogmas de la iglesia. Sentí, en verdad mi conciencia me dijo, que no sería justo que le enseñara a las gentes los dogmas y algunas de las doctrinas en las que ni yo mismo creía. El Reverendo Bethune se sintió algo decepcionado frente a mi decisión y mi madre también, para no hablar de las tías.

De modo que ahora habían terminado mis amados días de escuela. Había llegado otra época de cosecha en la granja y debía decidir respecto de una ocupación para mi vida. Mi padre, sin duda pensaba que ahora yo regresaría a la tierra. Mas, en mi fuero interno yo sabía que eso era imposible para mí. Por mucho que amara el olor de la tierra arada y del grano ensacado, sentía en lo profundo de mi mismo que el destino me tenía reservados planes de mucho más largo alcance.

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4

ESTUDIANTE, PROFESOR Y

NUEVOS PASTURAJES

Por último se levantó y sacudió su capa azul,

mañana iría hacia frescos bosques y pasturajes nuevos.

John Milton

Allí, en el soleado campo cosechado de ese año, al final de mis días de escuela, pensé mucho acerca del problema de buscar en qué ocupar mi vida. Hacia finales de mi adolescencia estaba aún centrado en la idea de ocupar mis años venideros haciendo de alguna manera el bien para el género humano. Puesto que la iglesia no parecía ser mi canal para esto, ¿cuál sería el indicado? Por último surgió la idea de que la educación infantil podría abrir un camino provechoso. De seguro que lo correcto sería trabajar sobre la mente elástica, impresionable y en desarrollo del niño. Si ella se pudiera moldear en base a ideales y entendimiento correctos, el resto se daría por añadidura. Mientras más pensaba en ello, más convencido estaba en cuanto a que la mejor ocupación era el enseñarle a los jóvenes. ¿Cuál era el camino para llegar a ser profesor?

Me enteré, indagando en algunos sitios que, como había calificado para entrar a la universidad, también podía dirigirme a la Escuela de Formación de Pedagogos. Además, hice el gran descubrimiento que si firmaba un documento ante el Departamento de Educación de Tasmania comprometiéndome a enseñar por un número de años después de terminar mis estudios, no sólo me resultaría gratuita la instrucción, sino también la matrícula y los aranceles académicos y, además, se me pagaría un estipendio que, aunque no era muy elevado, bastaba como para cubrir mis gastos de subsistencia durante los años que durara esta educación ‘terciaria’. Por ende, en adelante mi buen padre no tendría que desembolsar ni un centavo por continuar mi educación. Esto era bastante satisfactorio para mí, porque me sentía algo culpable por fallarle en cumplir con su sueño de que su único hijo se convirtiera en su socio en la granja. Fue así que después de Navidad comencé a organizar mis nuevos planes. En verdad me sentía jubiloso con la idea de convertirme en estudiante universitario y de formarme en pedagogía, aunque se produjo un atraso de un año antes de que pudiera comenzar la vida de estudiante. Tenía que pasar aproximadamente un año como docente subalterno, lo que venía a ser una especie de aprendizaje para la profesión. Fue así que pasé seis meses en la ciudad, en la escuela en la que había rendido mi Examen de Calificación y otros seis meses en una escuela rural. Al final del período fui aceptado por el Director de Educación, firmé el contrato requerido y comencé así mi feliz vida de universitario.

En esos lejanos años, la Escuela de formación de Pedagogos y el edificio de la Universidad colindaban sobre una colina del Hobart Domain, lo que facilitaba el moverse entre ambos según fuera necesario. El punto que quisiera enfatizar en estos recuerdos es el que, entre las muchas personas que influyeron en mi vida durante este período, hubo dos sobresalientes caballeros. Uno fue el inolvidable personaje que era el Director de la Escuela de Pedagogos, conocido afectuosamente entre todos los alumnos como ‘Johnno’. Él no solamente contribuyó a profundizar mi amor por la poesía inglesa, sino que pienso en él y lo recuerdo a lo largo de tantos años como un poema andante. Y no solamente esto, sino que también contribuyó a alimentar mi interés por convertirme en escritor al nombrarme editor de la revista de la escuela a las pocas semanas de mi llegada. Además, incrementó mi amor por la literatura inglesa a través de nuestros estudios, bajo su guía, de Shakespeare, Tennysson y numerosos otros grandes escritores ingleses. Le recuerdo, y estoy seguro que es el caso de muchos otros de los estudiantes de entonces y posteriores maestros, con enorme gratitud y con sincero amor.

El otro caballero que produjo un fuerte impacto en cuanto al futuro de mi vida, fue el Profesor Taylor, catedrático de inglés en la Universidad. En los numerosos ensayos que debíamos escribir como parte del curso de inglés, siempre me daba la nota A+ que era la máxima recompensa, y en mis exámenes finales descubría gozoso que había recibido las más altas calificaciones, de modo que la seguridad y confianza en mí mismo en cuando a que mi futura ocupación debiera ser la de escribir, iban en aumento. Recuerdo en este momento una cosa, y se trata de la gira de un frenólogo estadounidense. Les había hablado a los estudiantes desde el estrado de la sala de reuniones en la Secundaria. Yo asistí a todas sus charlas, porque me había interesado el tema y había adquirido varios libros al respecto. Gasté 5 chelines de mi mesada para que me permitiera consultarlo antes de que se fuera. Recuerdo que me dijo que yo sería un escritor, no un novelista, precisó que mis escritos no serían ficción, sino que relatarían hechos reales. Esto, pensé ahora, parecía encajar con mis ideales por ayudar a llevarle una conciencia superior, una conciencia espiritual al género humano. Mas, ¿cómo se conjugaría esto con mi decisión de convertirme en un profesor? El escribir podría resultar más efectivo que el enseñar a niños, concluí después de reflexionar bastante al respecto. No obstante, habiendo leído las biografías de una cantidad de famosos escritores, descubrí que ninguno de ellos podía haber tomado un rumbo directo hacia el convertirse en un escritor exitoso y haber logrado ganarse la vida inmediatamente después de finalizada su educación. No pudieron decir simplemente, “Voy a ser un escritor” y comenzar a escribir su primer libro, cualquiera que haya sido. Debían encontrar ya sea un patrono rico, una mujer de fortuna o algún otro apoyo con dinero suficiente. A falta de estos regalos del cielo, habían tenido que trabajar en algún tipo de aprendizaje como periodistas, como redactores de textos publicitarios o alguna otra ocupación pagada. Y fue así que diseñé mi plan de comenzar mis actividades de adulto en la profesión docente, haciendo el máximo por ampliar y profundizar la mente de la humanidad a partir de las aulas de Tasmania. Durante las vacaciones escolares, solía probarme a mí mismo con historias cortas o artículos que enviaba a los periódicos, revistas y diarios australianos. De esta manera, mientras enseñaba, me estaría preparando para el campo más extenso.

No cabe duda que, sea cual fuere la época del estudiante, es tanto tiempo para el estudio como tiempo para el juego. Un buen amigo mío que había estado conmigo desde la época del docente subalterno y estaba dedicado ahora a la ciencia en la universidad, simultáneamente con su instrucción como pedagogo en la Escuela, jugaba demasiado, fracasó en su trabajo científico práctico y, por ende, en sus exámenes universitarios. Yo también jugaba y mis días como estudiante eran felices, mas, afortunadamente, parte de mi felicidad siempre la encontraba en el estudio y en la adquisición de nuevos conocimientos. De modo que obtuve todos los certificados y diplomas necesarios y pasé mis exámenes universitarios para el Grado de Artes, dejando dos temas para tomarlos fuera de la institución. Uno de ellos, si mal no recuerdo, era Psicología Avanzada. Había pasado Lógica y Psicología en la universidad y encontraba tan fascinante el ramo que estaba convencido que no tendría problemas para aprobarlo estudiando en casa. El otro tema era Filosofía, presentada bajo la forma de Ética. Los estudios filosóficos absorbían mi interés y me sentí muy confiado en que podría abordarlos como un aprendizaje ‘de extramuros’.

Y fue así que fui finalmente lanzado al congelado mundo de salas de clases llenas de niños, la mayoría de los cuales realmente no deseaba aprender nada. Por supuesto que algunos deseaban aprender lo suficiente como para pasar los exámenes y obtener buenos empleos cuando, por último, los años les llevaran más allá de las paredes de la escuela, hacia el mundo libre. Los alumnos de secundaria, aunque se interesaban más por sus estudios que los de primaria, se veían obligados a trabajar duro estudiando intensamente, ‘aporreándose’ como lo llamaban, si querían pasar los exámenes que eran necesarios para alcanzar las ocupaciones futuras que anhelaban. Por cierto, era más fácil hacerles clases a ellos que a los niños de primaria, aunque yo sentía que éstos, al ser más jóvenes, deberían haber sido de un material más maleable en cuanto a moldear y formar la mente, como era mi ambición. Muy pronto, sin embargo, descubrí que el sistema de educación muy básico que prescribía el Departamento de Educación del Gobierno Estatal, no dejaba lugar para ningún ideal o idea individuales. Había que emplear el tiempo acumulando los temas prescritos en las mentes juveniles para que pudieran pasar los exámenes preestablecidos. En caso contrario, todos habrían pensando que el docente había fracasado en su labor. Había que enseñarles a los niños a como ganarse la vida y no a como vivir.

Y bien, me estaba ganando la vida como profesor, pero no estaba haciendo lo que había soñado hacer. Durante los días feriados y las vacaciones había una gran cantidad de trabajo que el maestro debía llevar a cabo, de modo que no era capaz de hacer actuar mi actividad como escritor independiente tanto como me hubiera gustado. Aún así, algo hacía. Los cuentos cortos que escribía se basaban, por lo general, en hechos reales, con algunos giros de la imaginación creativa para introducir algo de ficción. Los artículos que escribía eran hechos reales. Me las arreglé para vender ambas variaciones a numerosos periódicos en toda Australia. De este modo me las arreglé para meter la punta de los pies sobre la senda que llevaba hacia una carrera de escritor. Y de esta manera iban avanzando, lentamente, los años de mi contrato como maestro de escuela.

No obstante, sucedió una cosa que disfrué inmensamente y que, como lo veo en retrospectiva, formó parte de mi entrenamiento para la predestinada labor que había de hacer para Dios en años posteriores. En una ciudad grande, en la que enseñaba, se habían establecido clases regulares para adultos bajo el alero de lo que se denominaba Clases de Instrucción Universitaria. Uno de los temas era Literatura Inglesa. Por alguna razón, el Gobierno estaba haciendo economías y las clases se suspendieron mientras estuve allí. Un comité de ex-estudiantes me preguntó si yo podría hacerme cargo de ellas semanalmente. Me sentí feliz de dictarlas, debido a mi propio amor por el tema, de modo que por el resto del año, una tarde por semana, di estas clases para adultos. A diferencia de mi buen padre que era un orador nato, yo siempre había sido exageradamente tímido o consciente de mi mismo al intentar hablar frente a un grupo de adultos, por pequeño que fuera. Estas charlas obligadas para adultos por algunos meses eliminó en parte esta flaqueza mía. No obstante, como lo narraré en un capítulo posterior, tuve que pasar aún por una drástica cura para quitarme el miedo al público cuando me tocaba pararme ante una audiencia muy grande.

Cuando llegaba a su fin el número de años de docencia que estipulaba mi contrato, decidí definitivamente que esta ocupación no era para mí. No solamente estaba fracasando miserablemente en constituir un canal para mis ideales, sino que, además, me estaba comenzando a sentir atrapado entre las paredes de una sala de clases. Sabía que tenía que intentar una escapada hacia pasturajes más extensos que, por lo menos, me llevaran a viajes por el mundo que me pudieran dar un indicio respecto al significado de la vida y que me ayudaran a desempeñar algún papel en cuanto a elevar el entendimiento y la conciencia del género humano.

Sentía que el periodismo podría ser la senda indicada, aunque el problema radicaba en cómo llegar a él. Me daba cuenta que era demasiado viejo para llegar a un gran periódico como reportero novato. Tal vez existía alguna otra puerta por la cual pudiera ingresar al mundo de los diarios. Mirando hacia atrás ahora, siento que debe haber sido algún poder de la divinidad que estaba echando las cartas por mí en esto. En mi libro anterior “En Donde Termina el Camino”, describí como, mientras estaba de vacaciones en Melbourne, almorzando en un restaurante griego barato, me encontré con un inglés meticulosamente afeitado, Stan Perry. En la conversación que siguió, sugirió que me convirtiera en su socio para lanzar un periódico semanal suburbano en un área de Melbourne que carecía de este servicio. Esto pareció ser un regalo de Dios, lo que ciertamente fue, de modo que accedí y le dije que, una vez terminados mis asuntos en Tasmania, me sentiría feliz de volver y de ser su socio en este proyecto. También mencioné en el libro que, cuando regresé a Melbourne y tomé contacto con él, él ya había perdido interés por la idea. Por ende, decidí abordar el asunto solo. No voy a repetir aquí los detalles, pero el proyecto resultó eminentemente exitoso por un tiempo y me ayudó a traspasar las puertas de entrada al periodismo. Aunque Stan Perry no significó ayuda alguna, salvo en la distribución de este periódico gratuito, fue él quien me diera la idea y me trajera con ella desde Tasmania al mundo más amplio de Melbourne.

En Donde Termina el Camino” relata también el cómo el trabajo en el periódico suburbano llevó a que consiguiera empleo como reportero deportivo en un diario metropolitano de la tarde que había sido recientemente lanzado. Este diario fue pensado con mucha valentía como competidor de “The Herald”, el firmemente establecido diario de la tarde de Melbourne. Pensé que aunque tuviera una corta vida, ganaría alguna valiosa experiencia como miembro del equipo de un gran diario metropolitano. Fue durante esta época cuando, lo que debo llamar mi destino divino, jugó otra carta en mi favor. Pareció ser que por puro accidente leí un aviso anunciando el comienzo de un curso de tres meses sobre redacción de textos publicitarios y procedimiento. Era conducido por un publicista famoso en Melbourne, nada menos que el gerente de publicidad de los ferrocarriles Victorianos. Fue así que me inscribí y pasé muchas tardes disfrutando este nuevo estudio. Debo haber trabajado con empeño y haber tenido algo de talento para este asunto, porque en el examen al finalizar el curso, obtuve las más altas calificaciones en redacción de textos publicitarios y el segundo lugar en cuanto a procedimiento de avisaje. Me dieron un certificado como comprobación. No tenía la menor idea respecto a donde me llevaría esto eventualmente.

De modo que continué con mi vida de reportero en el diario de la tarde, hasta que la valiente publicación fue incapaz de seguir compitiendo con su rival de mayor antigüedad, y dejó de existir. ¿Qué hacer ahora?, me pregunté a mí mismo. De seguro que había una cantidad de buenos y experimentados periodistas buscando trabajo en Melbourne. Algo que me había estado dando vueltas en el fondo de la mente como una tentación, asomó a la superficie. Se trataba del recuerdo de las historias que mi muy amado héroe, Vern Jones, relataba acerca de sus días de trotamundos. Ansiaba ganar algo de experiencia de ese tipo de vida. No me cabían dudas que ella me proveería de material suficiente para hacer reportajes independientes. Todo lo que requería era tener un buen ojo para una buena historia, y pensé que para entonces ya lo había desarrollado. Por otra parte había ahorrado dinero suficiente de mi salario como periodista y de mis ganancias en la aventura del boletín suburbano.

Una cosa que se había ido afianzado claramente hasta entonces era la Gran Depresión, y estaba seguro que habría un gran número de hombres jóvenes y de edad mediana que perdieran sus empleos y que andarían errantes con la esperanza de encontrar un trabajo ocasional en distintos puntos del país. Por ende establecí contacto postal con los editores de diversos periódicos a lo largo y ancho de Australia y pareció surgir la promesa de que varios de ellos estarían llanos a aceptar algunos párrafos o artículos cortos sobre la base de un reporteo independiente. El más prometedor entre ellos fue el ‘Smith’s Weekly’ de Sydney. Incidentalmente, iba a conocer años más tarde al editor de este semanario, un renombrado poeta australiano, Ken Slessor, como corresponsal de guerra en el desierto occidental de Egipto. La Depresión que comenzara a fines de los años 20, creó en verdad un ejército de nómades errantes mucho más numeroso de lo que había esperado. De hecho me ayudó para un enriquecedor estudio de la naturaleza humana. Al respecto escribí mucho en el libro “En Donde Termina el Camino”. Algo que no mencioné fue que entre los ‘agentes viajeros’, como se llamaban a sí mismos, que andaban errantes por los apartados caminos de las llanuras desérticas del interior de Australia (el ‘Outback’ en la jerga local – N. de la T.), me encontré con un hombre al que había conocido bien en mis días de estudiante. Su nombre era Col. Ambos habíamos estado en la misma época en la Escuela de Pedagogía en Hobart y éramos buenos amigos. Al igual que yo, él se había cansado de las frustraciones de la profesión docente y, así como yo, estaba explorando ahora el interior de Australia. Teníamos muchos recuerdos en común y ahora nos unimos en algunas aventuras. Él necesitaba hacer algo de dinero en donde pudiera y yo no era reacio a unirme a él y poder sumar así algún dinero a lo que pudiera ganar con mi periodismo independiente. Por algunas semanas, por ejemplo, cosechamos uvas en los viñedos junto al río Murria y construimos una balsa para flotar río abajo hasta la desembocadura en el sur de Australia. No obstante, con el material en bruto que teníamos a mano o pudimos encontrar, la balsa no era muy eficiente, de modo que muy pronto la abandonamos y, entonces, caminamos juntos por un largo y lodoso camino en Nueva Gales del Sur, en el cual, junto con la noche se nos vino encima una lluvia torrencial. Calados hasta los huesos y avanzando a resbalones en la oscuridad, vimos finalmente una solitaria luz. Dirigimos nuestros pasos hacia ella y encontramos, no muy lejos del camino, una pequeña cabaña en la que vivía un hombre solitario. Nos recibió con la sincera hospitalidad del Interior y nos invitó a pasar la noche en su cabaña, en donde podíamos secar nuestras empapadas ropas. A la mañana siguiente nos llevó hasta una casa vacía que no distaba más de media milla de su cabaña. Nos indicó que allí podíamos descansar y terminar de secar nuestra ropa, antes de continuar el viaje. Descubrimos que la casa vacía y el jardín que la rodeaba estaban llenos de serpientes de diferentes variedades, entre ella la letal serpiente tigre. Sin embargo, observamos que salían, aunque de mala gana, cuando Col y yo entramos. Fue una muy extraña experiencia la de pasar todo ese hermoso y soleado día rodeados por ofidios, en lo que parecía ser parte del Reino de Naga [Nombre de una serpiente fabulosa con rostro humano, de la mitología hindú – N. de la T.]. Nos tomó otra larga caminata y el viajar a dedo en un camión rural antes de localizar y reunirnos con el resto del ejército de ‘agentes’ nómades.

En conjunto, los meses que pasé ‘errando por el Interior’ representaron una experiencia llena de valiosas lecciones que por nada me hubiera perdido, por lo que le estoy muy agradecido a mi viejo profesor, Vern Jones, por haberme dado la idea. También relato en mi libro anterior como llegué finalmente a Sydney y como, allí, por gracia divina, me instalé en un empleo como redactor de textos de anuncios en una gran agencia publicitaria. Durante los años que trabajé allí aprendí, bajo la tutela de un experimentado redactor que llegara de la oficina central en Londres, el arte de cortar en pedazos mi tan querida prosa, para recomponerla de una manera más cercana a un deseo de corazón. En otras palabras, a escribir en prosa condensada, en el estilo de la que se encuentra en los ensayos de Sir Francis Bacon, y pude ver como, el trabajar como redactor de anuncios constituye el mejor entrenamiento para un escritor profesional de libros sobre temas basados en hechos.

Narro también acerca de cómo mi trabajo con esta empresa de publicidad me puso en contacto con un buen número de ingleses de su personal, que provenían de las oficinas centrales en Londres, y como esto me estimuló para hacer mi primer viaje a ultramar antes de lo que normalmente hubiera hecho.

En la época, pensé que era en verdad una muy mala suerte el que la Segunda Guerra Mundial hubiera estallado pocos meses después de haber pisado por primera vez el suelo británico, porque me sacó del menguante mundo de la publicidad para lanzarme a la guerra misma. Ahora, sin embargo, veo que fue una gran fortuna, porque me condujo hacia campos mucho más amplios de viajes y experiencias. De hecho, me llevó hasta algunos países que probablemente no hubiera visitado o en los que no habría pasado mucho tiempo, si la guerra no me hubiera llevado allá. Algunos de ellos fueron Palestina, Egipto y Tunicia. Así también, en el frente europeo, me permitió llegar a conocer ampliamente países y gentes, como Alemania, Francia y Bélgica. Todo esto constituyó una gran ayuda para mi entendimiento del género humano y mi búsqueda de los propósitos fundamentales. El tiempo pasado en el campo de concentración de Belsen como oficial de relaciones públicas del ejército y los meses a cargo de la sección de prensa británica durante los juicios de Nürenberg, me permitieron ver hasta el fondo de la tenebrosa fuerza contra la cual luchábamos en este colosal Armagedon.

Me resultó difícil desprenderme de la interesante vida de posguerra en Europa, aunque logré retornar a Sydney en los años 50, a tiempo para estar junto a mi madre durante los últimos años de su vida y para conocer a Iris Godfrey, quien habría de convertirse en mi mujer e inspiradora compañera en la segunda ‘odisea’ mía, la que, finalmente, me condujo a los pies del Avatar Sri Sathya Sai Baba, cuando comenzó a abrirse la puerta de lo Irreal hacia lo Real, cambiando por completo nuestras vidas. Esto fue en 1965.

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SEGUNDA PARTE

HISTORIAS,

ENSEÑANZAS DE SAI

Y REFLEXIONES

5

EL JOVEN AVATAR

Resulta interesante y a primera vista inexplicable el que las pisadas de un Avatar deban ser seguidas desde los primeros años por amenazas contra su vida. Swami ha declarado que será imposible eliminarle de esta Tierra hasta que no haya sido cumplida su misión. Es ciertamente un pensamiento reconfortante para sus seguidores, aunque no tanto para sus enemigos, de los que siempre existen muchos. Voy a mencionar, hacia el final del relato, aquello que yo considero son las razones para los enemigos que constituyen una amenaza para su vida. Las amenazas serias en contra de la vida del joven Sathya Sai Baba comenzaron en su adolescencia, a comienzos de los años 40 – unos veinte años antes de que me fuera dado tener su primer Darshan, en 1965. Los eventos me fueron relatados por varias personas, incluyendo al ya fallecido Raja de Venkatagiri y sus dos hijos, a la ya fallecida Nagamani Purniya y a otros testigos confiables cuya integridad está fuera de todo cuestionamiento. En la época en que la conocimos, Nagamani Purniya estaba recopilando una serie de sus experiencias, las que publicara privadamente más adelante bajo el título de “Los Divinos Leelas de Bhagavan Sri Sathya Sai Baba”. Creo que el pequeño libro debe haber sido publicado de nuevo después de su muerte, ya que representa una mina de información sobre los más tempranos años de Swami.

El joven Sathya Sai Baba nació dentro de la casta de los Kshatriya – esta era la casta que desde los más remotos tiempos era responsable de la protección y del gobierno de los pueblos de la India. A diferencia de los Brahmines que eran sus consejeros en cuanto a gobernar, ellos no son vegetarianos. Ya desde sus primeros años, el pequeño Sathya Narayana Raju no soportaba comer la carne de nuestros hermanos menores los animales, de modo que comenzó a ir hasta donde una señora brahmín que vivía a sólo unas casas de distancia del hogar de sus padres. Esta señora llamada Subbamma, se encariñó mucho con el joven Avatar.

Después de haber anunciado su identidad como Sai Baba y llegar a ser conocido como Sathya Sai Baba, sus seguidores empezaron a reunirse en torno a él en números cada vez mayores. No cabe duda que el imán que los atraía en un comienzo era lo que él denominaba ‘sus tarjetas de visita’, vale decir sus milagros. Fue así que la amplia casa de los brahmines se transformó en el recinto en el que se reunían los primeros grupos Sai. Lamentablemente, la aldea de Puttaparthi, al igual que, sospecho, la mayoría de las aldeas indias, tenía más que un poco de conciencia de casta.

Una señora brahmín vecina de la misma aldea, pareció poner la pureza de su casta por encima de toda otra consideración (y no la voy a nombrar, no debido a sus acciones, sino debido a lo que sucediera como consecuencia de ellas). Ella resentía profundamente al joven Sathya Sai por ir él mismo y también por llevar a sus seguidores – que provenían de todas las castas – al puro hogar brahmín de Subbamma y sentía que si ésta no lo objetaba, la reuniones continuarían llevándose a cabo en su casa.

A ojos vistas, las multitudes irían en aumento y la contaminación del hogar brahmín se haría intolerable. No veía sino una manera de evitarlo. Obviamente, y lo que en mi opinión parece increíble, la fuerte creencia en la pureza de casta supera cualquier consideración dhármica o moral respecto a quitar una vida humana. En resumen, decidió envenenar a Sathya Sai. El plan para llevar a cabo su propósito no era tal vez digno de Lucrecia Borgia la reina de los envenenadores, mas adecuado quizás para eliminar a alguien en una aldea remota y primitiva como Puttaparthi.

Decidió preparar una cantidad de ‘vadas’ (unos sabrosos queques pequeñitos, con un agujero en el medio como los doughnuts) masitas que eran muy populares entre los niños y jóvenes de la aldea. Después, invitó a una cantidad de muchachos y a Sathya Sai entre ellos. Por supuesto que fueron muchos los que llegaron a la fiesta y se sentaron en grupos en el jardín para devorarlos animadamente. La anfitriona, a quien llamaré Lucrecia Borgia, llamó aparte al pequeño Sathya, diciéndole que tenía unos ‘vadas’ especialmente buenos para él. El fue y ella le ofreció los dos ‘vadas’ especiales en una cajita. Luego se sentó y se lo quedó mirando para asegurarse que los comiera. Sin vacilaciones, Sathya comenzó a masticar las dos masitas envenenadas. Mientras ella lo miraba, se comió hasta la última miga. Puede que haya sabido o no que estaba ingiriendo veneno, pero debe haber sentido que algo no estaba bien, porque inmediatamente después de haber comido los ‘vadas’, se fue y volvió a casa de Subbamma. Lucrecia Borgia, curiosa por saber lo que había sucedido, dejó a los demás niños y siguió a Sathya Sai. Para cuando llegó a casa de Subbamma, pudo escuchar que Sathya vomitaba en el jardín. Se ocultó para observarlo y, para su estupor y miedo, le vio devolver por la boca los dos ‘vadas’ enteros, siendo que ella misma le había visto masticarlos cuando los comiera. Comenzó a darse cuenta que no era un niño común, sino que alguien especial, por sobre cualquier casta.

Ella le siguió observando mientras él iba a sentarse para recuperar fuerzas. Ella se arrodilló ante él y suplicó por su perdón. Sathya la perdonó sin más, al igual que a lo largo de los años ha perdonado a otros que intentaran hacerle daño. Y fue así que esta supuesta asesina se convirtió en seguidora suya. El joven Avatar tenía plena conciencia, incluso antes de este atentado en contra de su vida, del hecho que había mucha gente, tanto dentro como fuera de la aldea, que le odiaba con marcada animosidad y violencia. Parecía que su propia aldea representaba un ejemplo a escala reducida de aquello en lo que habría de convertirse el mundo a medida que su misión fuera tomando dimensiones mundiales – algunos creyendo en él, amándole y sirviéndole en diferentes grados, en tanto que los no creyentes se burlan y lo menosprecian y que el odio violento de algunos pocos pareciera representar una amenaza para su vida misma.

El episodio del intento de envenenamiento hizo darse cuenta a Sathya que algunas de estas manifestaciones de odio en contra suya podrían dirigirse también en contra de su buena amiga y patrona Subbamma, por lo cual decidió que, aunque la visitara a menudo, había de encontrar otro lugar para las reuniones con sus devotos. Mas, ¿dónde? La cueva a la que solía ir a meditar era muy pequeña, de modo que decidió construir un santuario con la forma de una choza. Algunos buenos amigos llegaron para ayudarle y en muy poco tiempo, se construyó una cabaña adecuada. Era una edificación basta y primitiva, aunque adecuada para sus propósitos del momento. De modo que comenzó a tener sus reuniones en este pequeño y tranquilo santuario, en el límite de la aldea. Esto se desarrolló apaciblemente por un tiempo, mas sus enemigos no se habían retirado a dormir.

Un pequeño grupo de jóvenes entre los más violentamente activos miembros de sus enemigos, esbozaron un plan, un perverso plan que, estaban seguros, lograría el propósito de eliminar para siempre al joven ‘advenedizo’, Sathya Narayana, y que, al mismo tiempo les proporcionaría algo de entretenimiento. Fue así que una noche, cuando estaban seguros que Sathya estaba en su cabaña con un muy pequeño grupo de sus más cercanos devotos de la aldea, se acercaron sigilosamente hasta el santuario, premunidos de una lata de combustible y de un grueso madero. Primero apuntalaron la puerta, asegurándose de que no pudiera ser abierta desde adentro. A continuación empaparon los muros con combustible y les prendieron fuego. Una vez que las llamas hubieron cobrado fuerza, se alejaron y se ubicaron en un promontorio a cierta distancia, para observar el desarrollo de su broma. Muy pronto las llamas crepitaban alegre y ruidosamente envolviendo todo el muro del frente de la cabaña. Mas, ante el incrédulo estupor de los jóvenes, no se oían gritos ni pedidos de auxilio desde la cabaña. Resulta imposible adivinar que si los hechores hubieran pensado que ya habían humillado bastante a sus víctimas y probado que Sathya Narayana era un mortal común, habrían retirado el puntal para liberarlos.

Dentro de la cabaña, Sathya y sus amigos se dieron cuenta muy pronto que los muros estaban ardiendo y quemándose rápidamente. Uno de ellos se levantó para correr a abrir la puerta, mas el joven Sathya quien sabía que esta estaba bloqueada, le indicó que se sentara. ‘Simplemente esperen y no teman’, les dijo y agregó, ‘Todo va a estar bien’. Después que se abriera una brecha en una de las paredes y que el recinto se comenzara a llenar peligrosamente de humo, Sathya hizo girar su brazo. Todos tenían plena fe en su líder y se dieron cuenta que esto era un signo para traer lluvia. No pasó más de uno o dos minutos, cuando se escuchó el estruendo de truenos sobre la cabaña y la aldea. Los truenos continuaron con una violencia tal que parecía hender los cielos y hacer temblar a la tierra. Casi simultáneamente comenzó a caer una lluvia torrencial. Los que estaban adentro, no podían escuchar nada sino la celestial música de la lluvia salvadora. Otro sonido que se podía escuchar muy apagado, era el de los gritos e imprecaciones de los jóvenes delincuentes, los cuales calados hasta los huesos, corrían a buscar refugio en sus hogares. La tormenta terminó tan repentinamente como había comenzado y reinó el silencio, el cuerpo de bomberos celestial había cumplido con su trabajo. En la pared del frente había una grieta abierta lo suficientemente grande como para que pudieran salir por ella Sathya y sus amigos. Estos se sentían tan abrumados por lo sucedido que mantenían silencio : Él había salvado sus vidas con un mero giro de su mano y, por ende, la certidumbre respecto de su poder quedaba más allá de toda duda, tal vez incluso algunos de los jóvenes criminales pirómanos podrían estar comenzando a hacerse preguntas y a dudar de su propia arrogancia, pensando quizás que el odiado muchacho del cual se burlaban, podía en verdad ser alguien especial.

Los amigos del joven Avatar le ayudaron a reparar la cabaña, la cual sirvió a sus propósitos hasta que el número de sus seguidores hizo que se requiriera de recintos más grandes. Entonces, bajo la dirección de Swami construyeron lo que ahora se llama el “Viejo Mandir” – lo cual es otra historia.

Uno podría muy bien preguntarse ¿por qué los diferentes Avatares en el mundo, como Rama, Krishna, Jesús y Sathya Sai Baba tienen tantos enemigos y sufren tantos ataques en contra de sus vidas, a veces hasta a partir de su nacimiento mismo? A primera vista esto se nos antoja increíble – el que alguien que trae luz y redención desde el corazón de Dios para todo el género humano, pueda tener siquiera un enemigo. No obstante, si reflexionamos al respecto con cierta profundidad, veremos que dentro del plan de Dios de la evolución de la conciencia y el desarrollo de seres con conciencia divina, necesariamente debe darse la lucha y el conflicto en este campo de instrucción de la Tierra. Sin lucha, la conciencia permanecería estática y sin desarrollo alguno y, por supuesto, la lucha requiere la presencia tanto de fuerzas positivas como negativas. Y, por lo tanto, existe el gran drama divino a través del cual nosotros los terrícolas aprendemos nuestras lecciones. A veces, la pugna entre las fuerzas buenas, las que tiran hacia adelante, y las malas o las que tiran hacia atrás, se sale de control, rompe el equilibrio y entonces los Asura o fuerzas demoníacas alcanzan tal fortaleza que amenazan el plan de Dios. En esos momentos, Dios entra directamente en acción y hace que aparezca en la Tierra un ser divino con la misión de restablecer el equilibrio, mediante la reducción del mal y la ayuda y fomento del bien. En cierto sentido, trae una elevación de la conciencia de la humanidad y, gracias a ello, cambia al mundo.

No obstante, las fuerzas oscuras atrincheradas que tienen el poder y la mayor parte de las riquezas terrenales, no quieren este cambio. Cualquier cambio amenazaría su estilo de vida ignorante y egocéntrico, y por ello lo impugnan tanto como pueden, incluso hasta el grado de atacar a la vida misma del Hombre-Dios. Mas éste no dejará la tierra sino hasta que su misión esté completa. La crucifixión de Jesús representó una parte de su misión, en verdad la más importante, de modo que no constituye una derrota, sino más bien su victoria. Incidentalmente, puede que se pregunten por qué estos ataques se dirigen en contra de los más grandes de los maestros espirituales, los Hombres-Dios, y no en contra de los menores. Debe ser, porque solamente los grandes representan una amenaza real para el orden mundial : mientras más fuerte brille el sol, más oscura será la sombra. De modo que, debido a la luz misma que traen, los Avatares crean a sus propios enemigos mortales.

“Enseñar la verdad – dijo un antiguo sabio – es como entrar con una vela encendida a un polvorín”. Solamente Uno con el poder absoluto de Dios todopoderoso, puede llevar la vela encendida de la Verdad absoluta al polvorín de las fuerzas oscuras de la Tierra.

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6

LA CURA DE SAI PARA EL

MIEDO A HABLAR EN PÚBLICO

Una clara y soleada mañana en el año 1966, estando sentado frente a mi escritorio en los Leadbeater Chambers en los terrenos de la sede Central de la Sociedad Teosófica, llegaron a mi puerta dos caballeros indios. Como les conocía y respetaba a ambos como seguidores de Sathya Sai Baba, les indiqué que pasaran y me levanté de detrás de mi escritorio para saludarles. Sus rostros y miradas resplandecían como si fueran portadores de buenas noticias. No obstante, la noticia que traían resultaba más alarmante que buena desde mi punto de vista. Uno de ellos, Sri Venkatamuni, en cuyo hogar solía permanecer Swami cuando visitaba Madras (Chennai ahora) en aquellos días, me dijo, “Swami querría que Ud. dictara una corta charla, una de las dos que precederán a su discurso, mañana en el Osborne House. Confiamos en que acepte.” Y sonrió. Cuando recobré el habla después de este apabullante anuncio, hice una o dos preguntas, ¿Dónde va a dictarse este discurso? ¿Cuánto tiempo quiere Swami que yo hable? ¿Quién es la persona que va a dar la charla preliminar? Pensaba que, después de haber recibido los detalles más importantes, tal vez podía rehusarme cortésmente. “Se va a llevar a cabo en el Osborne House aquí en la ciudad” – respondió Venkatamuni, y prosiguió – “Le gustaría que hablara por unos quince a veinte minutos. El otro orador será el Dr. T.M. Mahadevan, quien es el Jefe del Departamento de Filosofía Superior en la Universidad de Madras.” Pareció esperar que me mostrara complacido con esto, mas, de hecho, me sentí aún más alarmado. Continuando la conversación se mencionó que se iba a hablar en el recinto exterior del Osborne House y que se esperaba que asistieran unas veinte mil personas. Ambos esperaron en silencio oír mi más que complacida aceptación.

No obstante, a pesar de haber dado charlas y dictado clases tanto para niños como para adultos por años en Australia y haber disertado ante miembros de la Sociedad Teosófica en su sede en Adyar, podría decir que siempre me sentía extremadamente nervioso, pero este pedido era totalmente diferente. Si aceptaba, me encontraría hablando ante el gran Avatar, para ni hablar siquiera del Jefe del Departamento de Filosofía Superior de la Universidad de Madras, y la audiencia no se compondría de unos cientos o de algunas docenas de personas, como hasta entonces, sino de veinte mil o más. Mi primer impulso, muy fuerte, fue el de encontrar alguna forma en que pudiera decir no. Pero habría de descubrir allí, por primera vez que cuando Swami pide algo uno nunca puede decir que no. De modo que me encontré accediendo a la solicitud. Sus expresiones se iluminaron aún más, aunque sentí que mi propio rostro estaba como paralizado.

Mi otro visitante, el cual no había hablado aún, era el Mayor Rama Rayaningar. Durante nuestra estadía en la India, mi mujer Iris y yo habíamos tenido algunos agradables encuentros con Rama y su mujer Mathara. Ahora habló él, “Voy a enviar mi coche y mi chauffeur para que los recoja a usted y su mujer mañana en la tarde, con el tiempo suficiente para que lleguen a buena hora al Osborne House.” Se lo agradecí sinceramente, porque no tenía idea en que parte de esa enorme ciudad podía estar situado. Los embajadores de Swami se despidieron entonces y me dejaron solo con una muy importante tarea frente a mí.

Aparté lo que había estado haciendo hasta que llegaran y me senté frente al escritorio para pensar en un tema para mi disertación y tomar algunas notas. Tenía aproximadamente un día y medio para preparar una charla de veinte minutos, de modo que esa parte no debía resultarme muy difícil. Pensé en un tema. Debía ser acerca de uno de los mayores milagros de Swami, vale decir la forma en que cambia la naturaleza de la gente. Todos los alquimistas de antaño se esforzaban por transmutar el plomo en oro, Swami no solamente lo intentó, sino que tuvo éxito en transmutar el vil metal de la naturaleza humana en el oro de la naturaleza humana divina. Por ende, titularía esta charla como “Plomo en Oro”. Comencé a tomar algunas notas. Entonces se me ocurrió que como probablemente iba a sentirme en un estado de pánico al estar parado sobre una plataforma, cerca de Swami y frente a una multitudinaria audiencia, lo mejor era escribir toda mi intervención. Como había sido mi experiencia anterior cuando dictaba charlas por radio, había cultivado el arte de leer una charla como si estuviera hablando sin un texto escrito. Esto era algo que, estaba seguro, podía hacer con plena confianza. Procedí entonces a escribir toda la charla, calculando que no me tomara más de veinte minutos el leerla, y me sentí bastante satisfecho.

Mas mi satisfacción recibió un duro golpe la noche siguiente, cuando conducíamos entrando por las puertas del Osborne House y pude ver el extenso recinto y a una inmensa muchedumbre sentada en el césped bajo los árboles y bajo las estrellas allá en lo alto. Todo lucía como una gala, con luces colgando de los árboles y una iluminada plataforma cerca del gran edificio mismo. Algunos amigos me guiaron hasta la plataforma, en la cual ya estaba sentado Swami con el Dr. Mahadevan a su lado. Iris fue conducida hasta un lugar reservado en la primera fila de la audiencia. Todos nos trataban como invitados de honor, aunque yo me sentía más como un cordero conducido al matadero. Mientras subía a la plataforma, Swami me saludó con una afectuosa sonrisa de bienvenida. Me dí cuenta más tarde, que debiera haberme hincado frente a él y haber tocado sus pies, mas todo lo que hice fue unir mis manos haciendo una tiesa venia. Swami me invitó con un gesto a sentarme a su derecha. Por unos momentos miré los rostros frente a mí. Parecían extenderse hasta la eternidad. Swami le pidió al filósofo que hablara primero. Me sentí contento y apesadumbrado al mismo tiempo. Contento porque me quedaban aún veinte minutos de respiro, y apesadumbrado, por estar tan pendiente de mis propios pensamientos y temores que no podía prestarle la debida atención a lo que el filósofo decía. De seguro que era interesante, pero mi mente estaba demasiado agitada como para seguir su exposición.

Los veinte minutos parecieron volar en un par de segundos y llegó el momento en que fue mi turno para ponerme de pie e intervenir. Swami me lanzó una afectuosa sonrisa, como la de una bondadosa madre, mientras hacía un ademán para que fuera hacia delante y diera mi charla. Sé bien ahora lo que no sabía entonces, que él es el testigo dentro de nosotros y que estaba al tanto de la agitación que sentía dentro de mí. Antes de yo empezar, el levantó su mano junto a mí, con la palma hacia arriba, como si estuviera levantando los pétalos de mi aura. Esto tuvo el sorprendente efecto de calmarme considerablemente. La multitud pareció refundirse en uno y me pareció que a ese le iba a hablar, de modo que comencé mi alocución lleno de confianza. A ciertos intervalos, pude ver la mano de Swami haciendo el mismo movimiento como de levantar algo, lo que mantuvo mi pánico bajo control. Así y todo, estuve muy contento cuando todo terminó y pude retomar mi asiento. Ahora fue Swami el que se levantó y fue hacia el frente de la plataforma. Un profundo susurro pasó por sobre la multitudinaria congregación, todos esperaban con alegría escuchar las palabras de Dios. Se mantenía un silencio total, salvo cuando Swami intercalaba alguna broma. Frecuentemente surgía la risa que agitaba a la muchedumbre. Yo me sentía muy aliviado de haber pasado ya mi prueba y de poderme relajar y escuchar. Swami hablaba en telegu, de modo que no podía entender lo que decía, pero era una felicidad el poder estar sentado cerca de él, escuchar su voz de oro y estudiar las reacciones de las gentes. Esperaba haber cumplido yo mismo a su satisfacción… mas, ¡cómo poder saberlo! Iris probablemente me diría que lo había hecho muy bien, mas en esto era un poco prejuiciosa y de corazón muy generoso.

Cuando descendí de la plataforma y caminaba hacia la casa, me encontré con el Rajkumara o Príncipe Heredero de Venkatagiri. Había conversado con él en algunas ocasiones y admiraba su conocimiento del Sanathana Dharma y del Vedanta. Ahora se acercó a mí y dijo, “Fue una muy buena charla. Debieras imprimirla.” Sabía que no era una mera alabanza, de modo que me sentí feliz de que, pese al pánico escénico, no había fracasado. El texto fue editado algunos meses más tarde en el “Sanathana Sarathi”, la revista del Ashram de Sai Baba.

La cura de Swami para la enfermedad del pánico escénico que consiste en empujarle a uno, con una dulce sonrisa y una mano suave, en el lado profundo de la alberca y, si fuera necesario, ayudarle a nadar, no me curó por completo esa noche, pero me hizo avanzar bastante en este sentido. Swami por su parte persistió. Cada vez que me encontraba junto al lado profundo de la piscina, me hacía caer en ella. En muchas ocasiones, cuando se presentaba la oportunidad, me hacía hablarle, improvisadamente, a grupos de estudiantes o de adultos. Una noche, por ejemplo, tenía a todos sus estudiantes de la Universidad de Whitefield reunidos en el comedor de su albergue en el Ashram de Brindavan y me divisó detrás del grupo, tratando de que no me viera. Envió a uno de los alumnos para llamarme. Cuando llegué a su lado, me dijo con una dulce sonrisa, “Dale a estos estudiantes algunos buenos consejos, ¿quieres?”. Sólo por unos diez minutos”. ¡Entonces desapareció y me dejó ahí parado frente a ellos! No sabía qué decirles. Entonces, repentinamente, recordé algo que el Dr. Bhagavantam me había dicho ese mismo día. De modo que les hablé de lo muy afortunados que eran al estar en un colegio universitario bajo la guía y la protección de Swami. El uso de drogas había llegado a la India desde Occidente y otras universidades del país estaban siendo afectadas por esta peligrosa plaga. Me las arreglé para llenar diez minutos hablando sobre esto y sobre las demás ventajas con que contaban al estar bajo la influencia del Avatar. Fueron una buena audiencia, como generalmente lo son los indios. Podía ver como brillaban de alegría sus ojos. Cuando Swami retornó y se hizo cargo, comentó, “Fue un buen consejo el que les dieras.” Luego les habló como durante una hora, mientras sus rostros permanecían arrobados de alegría. Más tarde le pregunté a mi amigo Narender, director de la escuela, sobre qué había hablado Swami. “Oh –dijo- principalmente estuvo reconviniendo a varios de ellos por su conducta indisciplinada.” “Pero si estaban escuchado con atención y hasta arrobamiento”, protesté. Replicó, “Ellos escuchan felices a Swami ya sea que los esté regañando o hablando sobre cualquier tema.”

Y así fue que siguieron mis lecciones y el pánico fue desapareciendo en gran medida. Por el camino fui descubriendo que no era el único que estaba pasando por este tratamiento curativo. El Dr. Samuel Sandweiss de los Estados Unidos, un psiquiatra y autor de dos impresionantes libros sobre Swami, me confió una vez que cuando Swami le llevara en una gira por el Ashram, pasando entre grupos de estudiantes y adultos, en sus propias palabras, “caminaba aterrado”, porque sabía que Swami podía detenerse en cualquier momento y pedirle que le hablara improvisadamente a cualquier grupo. Sabía por experiencia propia que Swami podía decir repentinamente, “Dile algunas palabras a estos estudiantes o a estas personas, Sandweiss”, lo cual sucedía a menudo. Al igual que yo, había nacido con un innato temor a hablar frente a un grupo de personas en público. Al parecer la cura había tenido éxito en él cuando ambos tuvimos que hablar desde el estrado en Roma, durante la Conferencia Internacional Sai en 1983. Me confesó, sin embargo, que muy en su fuero interno aún guardaba un cierto grado del antiguo pánico. Supongo que a mí me pasa otro tanto, aunque nadie parece creerlo.

Ciertamente, a medida que pasaban los años, pude ver que parte de mi trabajo para el Avatar y para el cual él me había estado entrenando, al igual que a mi amigo Sam Sandweiss, era el hablar en público, el viejo pánico se fue evaporando y todo lo que sentía era una especie de tensión cuando recién me paraba frente a una audiencia. Algunos de los grandes actores que han pasado años sobre el escenario, me han dicho que cuando recién suben a él para interpretar sus roles, siempre sienten esta tensión, este pánico escénico inicial, mas lo consideran algo positivo puesto que les inspira para dar lo mejor de sí mismos. Me sentí feliz al ver al Dr. Sandweiss como orador invitado en la Conferencia Nacional Sai realizada en Australia del Sur. Tuvo que hablar mucho desde el estrado y le dije, “Dudo que Disraeli o Gladstone o cualquier otro de los grandes oradores podrían haber mantenido a sus audiencias en una tan arrobada atención, haciéndolas reír y llorar, como lo has hecho tu aquí. De seguro que has logrado deshacerte hasta de la más mínima traza de tu antiguo pánico escénico”. “No totalmente – replicó – todavía siento algo de él cuando subo a un estrado para hablar.” Pensé que tal vez hasta los más grandes oradores sintieron el mismo temor al iniciar sus grandes discursos, no obstante es indudable que desaparece después de las primeras frases introductorias. Y tal vez hablaron por horas, haciendo disfrutar a sus audiencias. Si existe algún orador inspirado que no sienta tensión inicial alguna, no puede ser sino Sai Baba mismo.

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7

EL YOGA DEL AMOR

Se ha dicho que el Bhakti Yoga es el más esencial de todos. Fui introducido a la filosofía del Bhakti Yoga por el ya fallecido Dr. I.K. Taimni, en la “Escuela de la Sabiduría” (School of the Wisdom) en la ciudad india de Adyar. El Dr. Taimni, quien era científico, ocultista y teósofo, mostraba permanentemente la expresión feliz y sonriente que es a menudo la característica de un Bhakta. Me parecía que su vida era inspirada y gobernada por algún Amor divino viviente.

El intento del Dr. Taimni para interesarnos en el Bhakti tomó la forma de discutir algunos de los aforismos de los clásicos “Narada Bhaktí Sutras”. Yo, sin embargo, junto con la mayoría de sus otros alumnos, temo haber estado demasiado inmerso en la ‘cabeza’ como para estar interesado en la filosofía del ‘corazón’. Estaba fascinado por la teosofía del Absoluto, la emanación de los universos, los siete principios del hombre etc. Las antiguas verdades del Oriente cristalizadas en la Teosofía, parecían ofrecer todas las respuestas. Los estudios producían una expansión mental que desprendía los antiguos grilletes de los dogmas religiosos y conducía por excitantes caminos hacia los más amplios panoramas del entendimiento.

La devoción por un Dios-con-Forma y la filosofía del Yoga que va con ella parecía ser una intrusión innecesaria en mi recientemente encontrado mundo teosófico. Decidí que, ciertamente, el Bhakti Yoga no era para mí.

Uno de los Narada Sutras declara que el amor divino “es como la experiencia de la alegría que siente un hombre mudo cuando saborea algo dulce”. El hombre tiene una fuerte necesidad por expresar lo que siente, mas es incapaz de hacerlo. Cada hombre es de hecho un mudo cuando se trata de describir la experiencia íntima de hasta el amor común, y para qué hablar del amor divino cuando este rompe el embalse del corazón. Esta inefable experiencia la viví por primera vez cuando estaba solo en la presencia de Sri Sathya Sai Baba.

Este fue el comienzo de un giro total que cambió mi actitud frente a muchas cosas, incluyendo el Bhakti Yoga. En lugar de considerar al Bhakti, como lo había hecho antes, como un baño emocional para los necios, comencé a entender lo que los sabios querían significar cuando decían que era el Yoga más efectivo para la mayoría de las gentes en esta oscura Era de Kali.

Aprendí también otra lección. El filosofar acerca del amor y la devoción sirve, en realidad, de muy poco hasta que no haya nacido el niño-Cristo del Amor Divino en el corazón individual. Ese niño usualmente es procreado por alguna Forma que transpire Divinidad. Ella puede ser un Guru autorrealizado, un gran santo, un Hombre-Dios o Avatar del pasado, alguna otra Forma elegida de Dios o, por sobre todo, un Avatar viviente.

Ha habido grandes bhaktas en la religión cristiana que encontraran su inspiración en la imagen de Jesucristo. Así también, las Formas de Krishna, Rama y otros han abierto los corazones de millones de personas en Asia. Prácticamente en todas las religiones se encuentran grados de bhakti dirigido hacia alguna Forma predilecta de Dios. No tienen necesidad de conocer a un Avatar viviente para ser iniciados en el Yoga de la Devoción, no obstante creo que representa una enorme ventaja el que lo hicieran. En lo que a mí atañe, probablemente necesitaba de una bomba espiritual para demoler las gruesas armazones mentales que rodeaban mi corazón. Fue por ello que encontré a una Forma Divina Viviente que encendiera la mecha necesaria para la explosión.

En lo principal, el Bhakti Yoga trata del control y de la purificación de las emociones. El medio para la purificación es una siempre creciente devoción por Dios. Las ayudas y etapas para fortalecer y acrecentar la devoción son explicadas por Narada y los demás sabios que escribieran acerca de la senda del Bhakti. Sai Baba confirma y aplica las antiguas enseñanzas, y también va más allá de ellas.

Uno de los reconocidos apoyos para promover la devoción es el ‘Satsang’ o la reunión de personas espiritualmente afines, especialmente aquellas que siguen a un mismo Pastor o Forma elegida de lo Divino. Se ha enseñado que estos encuentros deben ser usados para relatar y escuchar historias del Bienamado común, para hablar de sus divinos atributos y para cantar a las glorias de Dios. El devoto debiera entonar cantos de alabanza a la Divinidad cada vez que le sea posible, incluso cuando esté sumido en las actividades comunes de la vida.

Los seguidores de Sai Baba en todos los países se reúnen regularmente para cantar bhajans, los que son canciones de alabanza a las glorias de Dios en sus múltiples Formas y bajo sus múltiples Nombres. Porque, como dice Baba, el Dios Único llena todas las Formas y responde a todos los Nombres. Se les indica a los devotos de Sai que canten bhajans en familia al menos una vez por semana y se junten regularmente con otros devotos para cantar en grupo.

Los bhajans están principalmente en sánscrito, pero Baba anima la composición de estos cánticos en otros idiomas para sus diferentes seguidores, ya que el Movimiento Sai es internacional. Es así que muchos se cantan ahora en inglés, castellano, chino y otros idiomas.

Así como la compañía de gente espiritual es beneficiosa, la de grandes almas, santos o personas divinas es de un valor inestimable para acrecentar el bhakti, como nos dice Narada. No es fácil encontrar a estos Seres tan elevados en los ámbitos normales en que uno vive; en verdad, un buscador habrá de ser extraordinariamente afortunado si llega a encontrar a uno solo durante su vida. Y esto es indudablemente una de las razones importantes por las cuales los devotos viajan desde países muy distantes, tan frecuentemente como les sea posible, para pasar un tiempo cerca de Sathya Sai Baba, y poder recargar así sus baterías de bhakti.

Por otra parte, “La mala compañía habrá de ser rehuida por todos los medios” - escribe Narada -

“porque ella lleva al despertar del deseo, de la ira, el engaño, la pérdida de la memoria, la pérdida de la discriminación y, finalmente, a la ruina total”.

Un estudiante habrá de estar muy bien plantado en la senda de la devoción antes de que esté aislado con seguridad en contra de los efectos de la mala compañía. Incluso un bhakta avanzado está en peligro de sucumbir a las malas influencias de quienes le rodean, porque los impulsos sensoriales en su subconsciente no hacen sino dormitar, y se les puede despertar fácilmente. Es por ello que representa una norma tan importante el que haya que evitar en todo momento la mala compañía.

Más aún, el mayor de los enemigos de un devoto es en realidad él mismo, vale decir su yo inferior o ego. Sai Baba enfatiza constantemente la necesidad de trascender a este ego, a este atado de deseos sensoriales, apegos e ilusiones engañosas que se ha estado acumulando en cada individuo a lo largo de su vida, y por muchas vidas, como dice Baba. La indagación en uno mismo y el auto-examen son armas importantes en la batalla contra el ego. El devoto habrá de mantener un ojo avizor sobre sus motivaciones, detectando cualquier contenido de interés propio, hasta en pensamientos y acciones aparentemente altruistas. Deberá buscar de disminuir el contenido egocéntrico y de incrementar el elemento de amor genuino y de servicio a Dios.

Cuando emociones de arrastre descendente como la ira, el orgullo, el afán de dominio y el resto de su calaña hacen su aparición, habrán de ser dirigidas – según dice Narada – hacia la Forma Divina que es objeto de devoción. Debe parecerle muy extraño a un novicio el que se le enseñe a volver las púas de sus más chocantes pensamientos y sentimientos hacia su bienamado guru. Mas Sai Baba confirma esta antigua enseñanza. Le he oído decir a sus devotos, “Traigan sus peores pensamientos y emociones y pónganlos a mis pies. Yo los incineraré en el fuego eterno.”

Hasta los más avanzados devotos caen a veces en actitudes mentales nocivas. Cuando ello sucede, debieran pensar en el Nombre Divino que le es caro a sus corazones y ofrecerle sus errores a Él. Esto, hecho con amor y entrega, lleva a la purificación.

Otra importante disciplina yoga en la senda hacia la purificación emocional, se entrega en el Sutra 74 de Narada, en donde declara, “No entres en polémicas acerca de Dios o de verdades espirituales, ni acerca de comparaciones entre méritos de diferentes devotos.” Resulta claro ver que tales controversias pueden provocar fácilmente sentimientos de ira, de desprecio, de superioridad o inferioridad – todos los cuales estimulan y acrecientan el ego.

Además, como lo subraya Baba, la sola razón no puede resolver los misterios espirituales o encontrar la Verdad última. Inevitablemente habrá una diversidad de puntos de vista sobre tales asuntos y el devoto habrá de ser tolerante frente a las creencias religiosas de otras personas. Lo adecuado es una discusión amigable, mas no un debate o conflicto. En cuanto a la comparación entre los méritos de los devotos, sólo Dios mismo podrá juzgarlos.

Pese a que la mayor parte de las personas, como se dijera antes, necesitan de la gran inspiración de una Forma Divina para que nazca en ellas el bhakti, este puede ser desarrollado e incrementado mediante prácticas espirituales. “La devoción se manifiesta en uno – quienquiera que uno sea – cuando uno se ha hecho apto para una tal manifestación a través de un sadhana (disciplina espiritual) constante”, dice Narada en el Sutra 53.

En este mismo sentido va la declaración de un gran obispo cristiano a quien uno de los sacerdotes le preguntara en repetidas ocasiones sobre el tema de cómo desarrollar Amor Divino. El obispo respondió reiteradamente del mismo modo : “Ama a Dios con todo tu corazón y a tu prójimo como a ti mismo”. “Sé que debo hacer eso” – replicó el sacerdote – “pero dime como hacerlo.” Finalmente, el obispo le dio la única ayuda que se puede dar para este problema. Dijo : “Aprendes a caminar, caminando, a nadar, nadando, a montar, montando; del mismo modo debes aprender a amar, amando. Practica sentimientos de amor, habla con amor y lleva a cabo a diario acciones de amor desinteresado. A través de estas acciones disciplinadas va a ir creciendo en ti el amor a Dios y al hombre, hasta que te conviertas en un verdadero maestro en el arte de amar.” El conocimiento, la voluntad y la acción pueden conducir, si no al nacimiento, al menos al desarrollo de la devoción por Dios.

El hombre no es todo emoción, posee también un intelecto discriminatorio y poder de voluntad. Ellos debieran ejercitarse en el yoga del amor. Narada ciertamente que indica esta enseñanza en algunos de sus aforismos. Declara, por ejemplo, que el aspirante debiera prestar constantemente un servicio de amor, debiera renunciar a los frutos de sus acciones y, gracias a la discriminación, pasar más allá de los pares de opuestos, como el placer y el dolor. El estudiante deberá empeñarse en alcanzar ese estado de constante alegría íntima que forma parte de su verdadera naturaleza. No debiera sentirse afectado por el placer o el dolor, la alabanza o la censura, o cualquier otro par de opuestos. El camino del Sai Bhakti, que confirma esta verdad, tiene aún un mayor contenido en Jnana, Karma y Raja Yogas que los que se encuentran en los Narada Sutras.

Aunque el hombre no pueda esperar entender a Dios, y ni siquiera a sí mismo, a través de su mente racional, de todos modos debe intentar al menos lograr algún conocimiento de Dios, o de su propia relación con Dios y con el mundo. En otras palabras, Sathya Sai enseña que el hombre deberá sondear en el Sathya o la verdad espiritual del Ser. De lo contrario, su Bhakti Yoga se mantendrá a un mero nivel emocional y, por ende, será inestable y – flotando en un vacío de ignorancia – le conducirá a todo tipo de creencias y prácticas supersticiosas.

La verdad básica del Ser es que el hombre es uno con Dios, no obstante a través de un velo de ignorancia llamado ‘maya’ se ve a sí mismo como separado y, por ende, se identifica con el transitorio mundo de las formas que llega a él a través de sus distorsionantes sentidos. En especial, el hombre se identifica con su cuerpo, con sus hijos, sus posesiones, sus ambiciones. En base a todo esto se forma una imagen de sí mismo y un ego que no se relacionan con su Sí Mismo verdadero. El Sí Mismo verdadero es el Sí Mismo Divino, y cuando el hombre llega a identificarse con Aquello, pierde el falso concepto de separación y vuelve a la sintonía, a la uni-ficación con su Creador. Esta es la meta de todos los Yogas.

Por otra parte, el entendimiento que el hombre tiene del universo que le rodea es erróneo. Aun aceptando que un Divino Artista lo creara, no percibe normalmente que el Creador está dentro de su propia creación, que en grados variables lo Divino está en todas las formas, desde el santo, a la estrella, a la piedra. Por momentos, el hombre logra un atisbo de esto y lo llama Belleza o, como lo expresara Wordsworth, “La Luz que jamás estuvo ni en el mar ni en la tierra.” El yogi, sea cual fuere el camino que recorra, llegará por último a ver a Dios en todas las cosas y realiza que no existe sino Una Realidad eterna.

Sin embargo, antes que alcance hasta ese nivel de realización, alumbrará sus pasos una aceptación mental de esta Verdad espiritual básica y le prestará apoyo a la sabiduría del Amor que lleva hasta la gran Visión de la Verdad.

Al mismo tiempo que la mente tiende hacia fuera para alcanzar el conocimiento que ansía, también debe tender hacia adentro, dice Sai Baba. Deberá llevar a cabo ese viaje de descubrimiento hacia el interior que llamamos meditación. En tanto que la meditación devocional responde al tipo más comúnmente practicado por sus devotos, Baba enseña diferentes variedades para responder a los requerimientos individuales. Sin embargo su práctica regular se le prescribe casi a todos.

El Amor, el Amor Desinteresado, constituye la torre central de Sai, y se sigue construyendo cada vez más alto, hacia las alturas divinas. Todas las estructuras que se levantan al lado suyo, son estructuras de apoyo, siendo su propósito el de fortalecer y facilitar el trabajo en la torre central.

En tanto que una de las estructuras de apoyo es el conocimiento correcto, otra es la acción correcta. Puesto que el hombre tiene una mente que requiere ser satisfecha, también tiene manos que deben encontrar un trabajo por hacer. El antiguo proverbio dice muy apropiadamente que ‘el diablo encuentra trabajo para las manos ociosas’, de modo que el Sai Bhakti no las deja ociosas. Enseña que las manos, tanto como la mente y la lengua, deben trabajar para Dios, y la mejor manera de hacerlo es trabajando para los congéneres, sin pensar en recompensas. El trabajo debe convertirse en una forma de adoración, de culto. Dice Sai Baba : “El Amor a Dios debe manifestarse como Amor al Hombre, y el Amor debe expresarse como servicio.”

Los estudiantes en las escuelas y universidades Sathya Sai, por ejemplo, se han ido entrenando a través de trabajos voluntarios para convertirse en verdaderos bhaktas en acción. Entre otras cosas, ayudan a organizar y a atender centros médicos de campaña en los que los pobres reciben tratamientos gratuitos y asistencia para males como la polio y enfermedades a los ojos que son tan comunes en la India. Estos estudiantes, siempre impecablemente vestidos de blanco, también viajan hasta las más remotas y primitivas aldeas para llevar a cabo grandes operaciones de aseo, desde barrer las callejas y retirar las basuras, hasta destapar desagües y cloacas de la suciedad acumulada por años. Este es el tipo de trabajos inferiores y desagradables que en la India se le dejaría normalmente a los parias, sin embargo los bhaktas estudiantes los llevan a cabo, al igual que sus labores diarias mundanas, como un servicio a Dios – como una expresión del amor que se siente por lo Divino en el hombre. De esta manera la acción se transforma en alegría y no produce ‘karma’.

En cualquier parte debiera llevarse a cabo todo trabajo voluntario y social con este mismo espíritu de dedicación altruista; de esta manera será un buen yoga que le traerá plenos beneficios tanto al actor como al receptor. Si, por el contrario, las acciones estuvieran viciadas por deseos y motivos mundanos, se desvanecerán los beneficios yóguicos para el actor y, debido a que está ausente el amor, los receptores ganan menos. Esta es una enseñanza de Sai.

El Bhakti, que proviene de la Fuente de Amor en el corazón espiritual individual, fluye hacia afuera a través de todo pensamiento, palabra y acción. Sathya Sai nos exhorta a recordar, cada vez que miremos nuestros relojes-pulsera que, simultáneamente con indicar la hora, nos están entregando un mensaje : ‘Vigila tus Palabras; vigila tu Acción; vigila tus Pensamientos; vigila tu Carácter; vigila tu Corazón’ [Sai hace aquí un juego de palabras con el término watch en inglés que significa tanto ‘reloj pulsera’ como ‘vigilar’ y, además, las primeras letras de las palabras que designan aquello que ha de vigilarse, componen nuevamente el mismo término : Words, Action, Thoughts, Character, Heart – N. de la T.] De esta manera, toda la vida se puede transformar en un curso en Yoga, como debiera ser en verdad para aquellos que perciban que el hombre se encuentra sobre una senda evolutiva y que puede acelerar conscientemente su avance por ella.

Muchos sabios han declarado que en este actual Kali Yuga la manera más fácil de unión con Dios lleva por la Senda de la Devoción hacia una Forma de Dios que despierte amor en el corazón. Dios tanto tiene como no tiene forma, es tanto manifiesto como no manifestado. En esta era, no obstante, empapada como está en su conciencia corporal, le resulta difícil a la persona común el tomar el camino de ‘jnana’ directamente hacia el Dios No Manifestado o Sin Forma. Este camino es para los menos. “La meta del No Manifestado es muy ardua para ser alcanzada por los encarnados”, dice Krishna en el Capítulo 12 del Bhagavad Gita.

Es mucho más fácil adorar a una Forma Bienamada y alcanzar la meta por esta vía, como lo declara Sri Ramakrishna – “Aquel en quien está surgiendo el Bhakti con fervor, habrá llegado ya al umbral de la Divinidad. Sépanlo con certeza que ese llegará muy pronto a la unión con Dios.”

Entre los seguidores de Sri Sathya Sai Baba he conocido a aquellos en los que el bhakti pareciera estar surgiendo con fervor. “Ellos conversan entre sí con voces quebradas y ojos llorosos” y describen como “sus cuerpos se estremecen y sus cabellos parecen erizarse”. Estas, según Narada, son manifestaciones de una devoción suprema. Continúa para decir que cuando un devoto logra los más altos niveles por esta senda y se alcanza la cima del Bhakti, santificará a su familia, a su país y, en verdad, al mundo entero y “Esta Tierra consigue a un Salvador”.

El logro del Amor Divino lleva al Bhakta a la unidad con Dios. Sabe que no existe sino el Bienamado y que él y todas las cosas están en unicidad con el Bienamado. Un santo así, carente ya de todo motivo egoísta, le ayudará al género humano, a través de todos sus pensamientos y acciones, a salvarse de la ceguera, la servidumbre y el sufrimiento.

El Bhakti no sólo representa el Camino más fácil, es también un Camino gozoso, porque va acompañado constantemente de una alegría subyacente, por adversas que sean las circunstancias.

Aquellos para quienes se han abierto las puertas del Sai Bhakti conocen con luminosa certeza la meta hacia la cual se dirigen. El camino hacia ella está lleno de una luminosidad y de un profundo contento que le es propio. Cierto que se encuentran algunas agudas espinas en esta angosta senda, y hay veces en que algunas oscuras nubes cubren su luminosidad. Mas, en lo profundo de su corazón, el caminante sabe con seguridad, en las palabras de John Masefield, que, “Aunque las tinieblas se cierren, hasta la noche habrá de florecer como una rosa.”

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8

LA GUERRA Y LA PAZ

Desde tiempos inmemoriales ha habido guerras en la tierra, primero entre tribus y luego entre las naciones (que, en realidad, no son más que tribus desarrolladas). Sin embargo, la gran mayoría de los pueblos del mundo desean la paz y no la guerra. Si esto es así, ¿cómo es que se producen las guerras y como se podrán prevenir? El siglo pasado ha probado que no se pueden evitar mediante organizaciones tan bien intencionadas como la Liga de las Naciones y las Naciones Unidas. Se requiere algo más que la organización de líderes para evitar la guerra. El plan de Hitler era el de crear una raza superior en sus granjas de reproductores humanos, haciendo uso de lo que él consideraba como el tronco ario en la raza germana. Esta raza superior había de proporcionar a los regentes de los pueblos esclavos en el resto del mundo. Puede que esto hubiera traído consigo la paz, mas no el tipo de paz que querría el género humano. Habría sido una paz de la servidumbre. Los seres humanos han sido definidos como espíritus divinos que pasan por una experiencia humana. Anhelan tanto la libertad individual como la paz. El mismo error se encuentra en la dominación comunista, porque el comunismo, en la práctica se convierte en una tiranía en la que unos pocos gobiernan a la mayoría y la libertad democrática individual desaparece rápidamente. Por ende, ¿Cuál es la raíz de la guerra y cómo se puede eliminar esta raíz?

Swami nos dice que la raíz de todo conflicto entre razas y naciones reside en el individuo. ¿Cómo es que pueden comenzar los conflictos, ya sea armados u otros, en el pecho individual? ¿Puede cambiarse esto? ¿Puede cambiarse este conflicto interno dentro del corazón de la humanidad? ¿Puede arrancarse tanto de tu pecho como del mío la raíz de todas las guerras, grandes o pequeñas?

¿Quién es el enemigo interno – aquel al que todos debemos derrotar antes de que se pueda establecer realmente la paz en la tierra? Swami nos dice que se trata de nuestros propios egos. Este es el nombre de aquello que algunos maestros han denominado nuestros ‘yo inferior’. Ese conglomerado de deseos egoístas, ambiciones egocéntricas, estrecho orgullo, prejuicios ignorantes, ansias de poder y riqueza y otros demonios internos que motivan nuestras vidas. Este ego está trenzado en una eterna batalla interior con nuestro Yo superior, que es también conocido como la conciencia y el espíritu divino de nuestro ser. Es una extraña disposición : este divino centro nuestro, conocido también como el Jivatma, representa nuestra verdadera y eterna identidad, mas debe librar una batalla constante en contra de esta horda de enemigos demoníacos que, en su conjunto constituyen la maléfica fuerza que llamamos el diablo interior o ego. En términos simples es una batalla entre el bien y el mal dentro de nosotros. El Poeta Laureado Masefield lo llamo, “La larga batalla bajo las estrellas”. A lo largo de muchos períodos de vida, cada uno de nosotros ha sido un campo de batalla para esta guerra interna. Por ende, si Swami tiene la razón, y estoy absolutamente seguro que la tiene, esas guerras que se han desarrollado desde tiempos inmemoriales entre grupos de gentes son, de hecho, una expresión externa de esta larga guerra bajo las estrellas que ha tenido lugar dentro de nosotros mismos, desde que la humanidad comenzara a recibir sus primeras lecciones en esta sala de clases que es la tierra.

Mientras que la guerra interna se libra usualmente entre el Yo superior y el ego, entre Dios y el diablo dentro del hombre, aquella entre pequeños o numerosos grupos de gentes se libra a menudo entre ego versus ego. Sin embargo, las guerras que siempre parecen surgir con el advenimiento de un Hombre-Dios o Avatar en la tierra, representan definitivamente el combate entre las fuerzas de Dios o Divina y las fuerzas contrarias a Dios. Piensen, por ejemplo, en Rama el primer Avatar humano de Dios sobre la tierra. Siendo la personificación del ‘dharma’ o conducta correcta, era esencialmente un guerrero y su principal propósito en la tierra parece haber sido la eliminación de lo que Swami denomina un tronco enfermo dentro de la humanidad. El género humano no podía llevar una vida dhármica mientras estuviese activo este tronco enfermo, esta fuerza antagónica a Dios. El líder de esta fuerza ‘atea’ era Ravana y sus seguidores fueron los rakshasas o demonios que habitaban en Lanka en esa época. Por ende tuvo que librarse una larga y ardua guerra para eliminar esta impureza del cuerpo del género humano. Sólo así podía ser posible una paz justa sobre la tierra.

Se daba una situación similar cuando el próximo Avatar humano, el Señor Krishna, vino a la tierra. Esta vez, el tronco enfermo en la humanidad lo constituía una casta que había abandonado su dharma y, en lugar de gobernar y proteger al pueblo, lo explotaba para su propio beneficio egoísta. Krishna intentó reformar a esta casta sin la necesidad de una guerra, aunque supiera que era un imposible. En el campo de batalla, justo antes del comienzo de la lucha, le entregó a la humanidad esa inmortal enseñanza conocida como el “Bhagavad Gita”. Es significativo que lo haya entregado allí, en vísperas de la terrible matanza que habría de venir. Pienso que nos enseña cual ha de ser la actitud del hombre divino frente a cualquier sacrificio de vida. Esto no sólo vale para el sacrificio humano o animal, sino también del vegetal. Ya sea que estemos echando abajo un árbol o que matemos a una vida vegetal más pequeña, no es necesario que recitemos todo el Bhagavad Gita, pero debiéramos ofrecerle esa vida a Dios con una oración apropiada, que puede ser oral o silenciosa.

Después de que fuera eliminada la casta malvada y se hiciera posible una paz justa y dhármica, Krishna continuó su maravillosa misión para el género humano creando ese Amor Divino en el corazón humano que sentimos aún en nuestros días.

El siguiente Hombre-Dios que cambiara la historia del mundo llevándola a un nivel espiritual superior, en particular en el mundo occidental, fue Jesucristo. Declaró abiertamente que él no venía a traer la paz, sino una espada. No obstante, su misión para el género humano, entregada principalmente a los hebreos en Judea, duró solamente tres años, un poco menos de tres años. Y aunque muchos de sus discípulos y otros seguidores esperaban que tomara la espada y les liderara en contra de los romanos que ocupaban el país, él sabía que eso no era practicable ni era el camino a tomar. Jesús previó la futilidad de desafiar al poderío romano. No obstante le siguió un desafío exitoso al poder romano y ayudó a proteger a la incipiente religión cristiana. La espada de la que hablara Jesucristo vino después de su crucifixión, después que los iniciadores de la nueva religión, denominada El Camino y llamada más tarde Cristianismo, fueran expulsados de Palestina y echaran raíces en Bretaña, en un lugar conocido hoy en día como Glastonbury en Avalon, al oeste de Inglaterra. El emperador romano Claudio sabía con certeza que Glastonbury en donde se estaban reuniendo los líderes de El Camino, representaba la base desde la cual la nueva religión de extendería a todo el mundo. Y, sabiendo que esta religión constituía una amenaza para el poder ateo del imperio romano, Claudio declaró que había de ser erradicada. Con este objetivo envió a las mejores legiones del ejército romano con sus mejores generales a Bretaña con la orden de destruir las raíces de la nueva religión. No obstante, debido a que la venida del Mesías había sido profetizada en sus propias escrituras, conocidas como las “Tríadas”, los líderes de las naciones celtas o Britanos, aceptaron rápidamente a Jesús o Jesu como era llamado en sus escrituras y lucharon bravamente en contra de las bien entrenadas legiones romanas. En nueve largos años de una guerra amarga y sangrienta, los romanos no lograron diezmar las filas de valientes guerreros celtas, hombres y mujeres, como para llegar hasta la sagrada tierra de Glastonbury. Fue de esta manera en que la espada de que hablara Jesús salvó al incipiente cristianismo y fue desde Glastonbury que los Apóstoles del Cristo llevaron el mensaje de amor y de paz hacia muchas partes de Europa y del norte de África. En esto se puede ver el choque de las oscuras fuerzas de la codicia y ansia de poder de Roma en contra del pueblo celta leal a Dios y amante de la libertad.

Y bien, esa gran lucha entre la oscuridad y la luz se produjo como hace dos milenios, pero podemos echar un vistazo a la paz y la guerra en nuestro propio tiempo. Mirando hacia eventos del penúltimo siglo, vemos el brote de las simientes para un tremendo conflicto entre el bien y el mal, entre la luz y la oscuridad, en el siglo pasado. Por una parte, observamos el repentino surgimiento de la ciencia moderna y, con él, la emancipación de la mente humana que condujo a la aparición de una gran ola sobre cuya cresta se erguía el intelecto. Los ‘asuras’ de las fuerzas oscuras guiaron esta ola hacia las costas del materialismo y del ateísmo. Los hombre llegaron, eventualmente, a decir e incluso a escribir, “Dios ha muerto”. ¿Qué necesidad habría de Dios cuando todo es explicable mediante las leyes de causa y efecto a lo largo de eones de evolución? Por otra parte, Dios Mismo vino a la tierra en la forma de un Avatar : Sai Baba de Shirdi, para contrarrestar esta marejada de oscuridad, esta negación de la dimensión espiritual. Como asistentes en este campo de fuerza de la Luz, estaban Paramahamsa Ramakrishna, Paramahamsa Yogananda y los Mahatmas de la Gran Hermandad Blanca de Adeptos. Las viejas formas de la religión estaban debilitadas y aparentemente listas para desvanecerse. El choque entre los intereses materialistas de las naciones culminó en 1914 con el increíble horror de la guerra de trincheras que durara cuatro largos años. Ambos bandos declaraban que Dios estaba de su lado, mas ¿era algo más que el dios de la guerra complaciéndose ‘con sangre y acero’, parafraseando a Otto von Bismark?

No obstante fluía una corriente más profunda, por debajo de este choque de intereses materiales : una corriente que proviene al menos desde la era de Rama, la subterránea pugna entre Poder y Justicia, entre la Luz y las Fuerzas Oscuras. La Primera Guerra Mundial no constituyó sino un precursor de la siguiente que involucró a casi todo el mundo y que se conoce como la Segunda Guerra Mundial. En ella podemos observar más claramente la pugna entre la Luz y la Oscuridad. El joven Avatar Sathya Sai Baba tenía veinte años cuando esta guerra terminó. No cabe duda que su poder espiritual ayudó a la victoria de las fuerzas de la Luz. Otro gran líder espiritual de la época, Sri Aurobindo, a quien Swami ha denominado como un Avatar de lo Individual, declaró durante la guerra que si las fuerzas de la tiranía y las tinieblas del Eje ganaban la guerra, el plan divino retrocedería en mil años. De modo que él mismo desempeñó un poderoso rol para asegurar que la victoria quedara con las fuerzas Aliadas de la libertad individual y democrática.

Se cortaron dos troncos enfermos en la vida de un crecimiento espiritual del género humano en esa guerra : el Nacismo y el Fascismo. Aún así quedó atrás uno, y de esta manera comenzó la Guerra Fría que empezó a mostrar los dientes en los años 50 y llegó a convertirse en una pesadilla para las gentes amantes de la libertad en los años 60. Vivimos al límite del estallido de la Tercera Guerra Mundial, enfrentando el horror de una guerra en la que ambos bandos estarían empleando armas atómicas y nucleares, lo que habría conducido a la devastación del planeta y a la destrucción de una gran parte, si no de toda, la raza humana. Fue en esta época en que mi mujer Iris y yo estábamos viviendo en la India y viendo permanentemente a Sathya Sai Baba. dios te ama

En una ocasión memorable, cuando ambos estábamos sentados solos con Sai Baba en una habitación del Ashram en Brindavan, le hicimos la vital pregunta : “Swami, ¿estallará realmente esta terrible Tercera Guerra Mundial, con armas nucleares, que nos amenaza?” Casi no respirábamos aguardando la respuesta que llegó rápidamente y en un tono decidido de su voz : “Habrá algunas guerras menores en el mundo, pero no una Tercera Guerra Mundial atómica.” Nos sentimos aliviados y nos quedamos en silencio por unos instantes. Entonces, Iris dijo, “Swami, sabemos que todas las gentes quieren la paz, mas ¿qué hay de los gobiernos? Parecen estar manipulando las cosas para la guerra.” “Bueno” – dijo Sai Baba – “los gobiernos tendrán que ser cambiados” Hablaba de una manera liviana y casual, como si estuviéramos hablando de algo tan fácil como el arreglo de una edificación en el Ashram. Le miramos estupefactos y en silencio. Es que este pequeño hombre, envuelto en una bata roja, descalzo y con una voluminosa cabellera oscura, ¿estaba hablando de que él cambiaría al gobierno de Rusia? (Porque de ese gobierno estábamos hablando). Hasta ese instante, pensábamos en él como en un hombre, un amable y bien intencionado amigo dotado de poderes sobrenaturales… mas el que implicara que podía cambiar el gobierno de Rusia era algo que, en esos momentos, no podíamos aceptar. Habíamos olvidado que, como a menudo había dicho, podía invocar todos los poderes del Dios sin Forma para hacer cualquier cosa que fuera justa. Incluso sabiendo de la divina omnipotencia que poseía, nuestra débil fe no podía creer que podía cambiar al gobierno de Rusia. Poco tiempo después tuvieron que llegar a su fin nuestros seis años de residencia en la India. Nos despedimos de Swami y, después de pasar un tiempo de ocio en Inglaterra y Estados Unidos, regresamos a nuestro hogar en Australia.

En los años que siguieron hicimos muchos viajes de regreso a los pies de nuestro Sadguru, Sai Baba. Uno de esos regresos se produjo sólo unos días después de que Mikhail Gorbachev apareciera en el escenario ruso y que en ese país comenzara el cambio gubernamental que le pusiera fin a la Guerra Fría. El día de nuestro arribo, sin duda sabiendo que yo tenía una pregunta que hacerle, Swami me llamó a la sala de entrevistas, pero llamó también a varios otros hombres. De alguna manera, sentí que no era correcto plantearle esta gran interrogante frente a otros, de modo que, mentalmente, le pregunté muy claramente si él había producido el cambio de gobierno en Rusia. Para Swami, una pregunta mental es tan buena como una verbal. Sus ojos me dieron la respuesta afirmativa, mas todo lo que salió de sus labios fue, “Gorbachev es un buen hombre”. Supe entonces que había tocado alguna maravillosa y poderosa melodía en las cuerdas akashicas, las que influyeran en las circunstancias y produjeran el gran cambio. Con el paso del tiempo me fui sintiendo más seguro respecto de este estupendo hecho y mi corazón agradece sin cesar a nuestro Dios viviente sobre la tierra por el don de la continuidad de la vida y la raza humana sobre ella.

Mas, ¿y que hay de futuras guerras que hagan uso de las letales armas que ha hecho posible la ciencia? No me cabe duda que la única manera de prevenirlas es poniéndole fin a la guerra interior que se ha mantenido por tantos siglos bajo las estrellas. No obstante, sabiendo que esa lucha forma parte del plan divino para el desarrollo y la evolución de la conciencia del género humano, veo que esa pugna no podrá terminar hasta que, y recurriendo de nuevo a las palabras de John Masefield, “Hasta que este estuche, esta forma coagulada, no sea reforjada por entero en majestuoso oro.” Puede que esto no lleve un tiempo muy largo en la eternidad de Dios, pero ¿no parecerá un período muy largo en siglos para el tiempo humano? Sin embargo, no necesitamos esperar individualmente tanto para alcanzar la paz interior. Hay una frase en una bendición que a menudo oyera en los días en que era miembro de la Iglesia Católica Liberal. Es la siguiente : “Existe una paz que supera todo entendimiento. Ella mora en los corazones de aquellos que viven en lo eterno.”

El vivir en lo eterno es vivir en el Sí Mismo divino, nuestra verdadera naturaleza. La meditación nos conducirá hacia este centro divino, pero, por supuesto no podemos estar sentados en meditación durante todas nuestras horas de vigilia. En su maravilloso libro “Sai Gita” Swami declara que no sólo debiéramos meditar cuando nos aislamos en un cuarto para hacerlo, sino también mientras circulamos durante nuestras actividades normales. Vale decir, mientras nuestras manos y pies y mentes inferiores estén ocupados en los asuntos del mundo que comprende nuestro trabajo diario, nuestras mentes superiores debieran elevarse y fundirse con Dios, el Atman, que es nuestro Sí Mismo real. Una vez que logremos hacerlo, ciertamente que encontraremos la paz. Además, esta práctica lleva a una firme conciencia de la unicidad de toda la vida y, consecuentemente, promueve ese Amor divino hacia todos sin excepción. Esto es lo que nos lleva a la alegría y la paz interior que es la generadora de la paz en el mundo. En el libro que acabo de mencionar, Swami deja muy en claro esta conexión. Dice, “Si quieren paz y felicidad, deben vivir en el Amor. Sólo a través del Amor encontrarán la paz interior.”

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9

RETRATO DE UN KARMA YOGI

Algunos hombres nacen con el don de hacer dinero, un montón de dinero, ¿será esto una bendición o una maldición? Puede ser cualquiera de ambas. Si una gran riqueza es utilizada únicamente para la gratificación de los propios deseos egoístas de uno, se mostrará como una terrible maldición que no conducirá a la alegría, sino hacia la infelicidad, a veces hasta una trágica infelicidad. Esto fue el tema de la novela de Charles Dickens, “Cuento De Navidad”. Por otro lado, si la riqueza se empleara para llevar felicidad y una vida más plena con progreso espiritual a otras personas, ella se convertirá en una verdadera bendición, proporcionándole alegría y contento a su dueño, puesto que él sería un real ‘karma yogi’ que, a través de su servicio al hombre le estaría sirviendo a Dios. Algunos descubren esta gran verdad durante sus vidas, como le sucediera a Scrooge el héroe de la novela mencionada, en tanto que otros parecieran nacer con esta sabiduría.

Una de estas personas parece haber sido John Fitzgerald. John, quien reside ahora en Queensland en Australia, es – como lo descubriera con cierta alegría – descendiente del Fitzgerald quien hiciera la más popular de las traducciones del “Rubáiyát” del antiguo poeta y místico persa Omar Khayyam. Es posible que algo de su sabiduría y su buen karma los haya heredado de su famoso antepasado, aunque haya enfrentado una gran tragedia cuando no era más que un niño de ocho años. Su padre, a quien amaba mucho, murió en un accidente automovilístico en una carretera de Victoria, en donde naciera y creciera John. Sus dos hermanos mayores lloraron amargamente cuando supieron que habían perdido a su padre, John en cambio, pienso que sintió algo demasiado profundo como para ser expresado con lágrimas. Uno puede fácilmente imaginarse los sentimientos de una joven madre que se queda repentinamente sola con una familia de cinco niños, tres muchachos y dos niñas. Quedó también con varias tiendas de vestimenta masculina en Melbourne, como para venderlas o administrarlas. Decidió administrarlas, pero al mismo tiempo quería tener a sus cinco hijos cerca suyo. Logró hacerlo por dos años, pero entonces, dándose cuenta que la tarea estaba más allá de sus fuerzas, envió a los tres muchachos a un conocido colegio-internado católico romano en Melbourne y mantuvo en casa a sus dos hijas. Para John, quien tenía diez años ahora, esta separación de su madre constituyó una penosa prueba, no obstante representó posiblemente algo positivo para desarrollar la fortaleza de su carácter. En este mundo de niños y de hombres solamente tuvo que desenvolverse en todo tipo de situaciones inesperadas y aprendió a una temprana edad algunos aspectos desagradables de la vida. Descubrió, por ejemplo, que uno de los profesores explotaba sexualmente a algunos niños. Esto, por cierto, le produjo una gran conmoción, mas como sucede con la mayoría de los niños cuando se les cruza en el camino algún descubrimiento desagradable e inesperado, lo desechó. Luego encontró un escape y una compensación dedicándole más tiempo a los deportes. Sus dos hermanos mayores, uno que le llevaba dos años y el otro, cuatro, representaron, como dice, una gran ayuda y guía en algunas situaciones difíciles.

Cuando tenía dieciséis años, llegó al término de su educación secundaria en el colegio católico y calificó para la universidad, pero sentía que la educación terciaria no era para él. Albergaba una sensación interna que era como el llamado a viajar y a buscar su destino más allá de la ciudad de Melbourne. Específicamente, parecía ser el estado de Queensland el que lo atraía, pero no tenía dinero para llegar allá y no quería pedirle ayuda financiera a su madre, de modo que durante las largas vacaciones que siguieron al término de sus días de escolar, le dijo a su madre que planeaba viajar ‘a dedo’ a Queensland. Sin duda que le produjo una gran impresión con la noticia, como recuerdo que le sucediera a mi propia madre cuando le anuncié algo similar. La madre de John, al igual que la mía, bajó la cabeza de cara al ventarrón y, sabiamente, dio su cariñoso consentimiento para la aventura. Una simple aventura, pensó en el momento, sin tener idea en qué iba a desembocar realmente.

El dios de los hermosos comienzos, llamado Janus por los antiguos romanos y Ganesha por los indios, le sonreía. Sin dificultades viajó solicitando transporte por el camino, desde Melbourne en el sur hasta Coolangatta, justo más allá de la frontera entre Nueva Gales del Sur y Queensland.

La Costa del Sol se extendía frente al joven aventurero con sus limpias y brillantes construcciones y sus playas de arenas doradas y filas de rizadas rompientes. Parecía estar brindándole a John una sonriente y feliz bienvenida. Él se sintió dichoso y confiado – este era su territorio.

El empleo en la oficina de propiedades parecía haber estado esperándolo y era un tipo de trabajo para el que tenía un real talento. La fortuna le favoreció también en otro sentido. Durante los pocos años que siguieron, conoció a dos diferentes gurus de los negocios o mentores que le enseñaron mucho acerca de la naturaleza de este mundo especial. : el negocio de propiedades de la Costa de Oro. Aprendió que había aquí muchas grandes oportunidades para aquel que tuviera la confianza, la percepción correcta y el buen juicio como para coger y sacar el mayor provecho de lo que ellas ofrecieran. Después de unos cuantos, en realidad muy pocos años, estuvo en posición de abrir su propio negocio de propiedades y para cuando tenía veinticinco años de edad, ya era un millonario. Vale decir, en menos de diez años desde que saliera de Melbourne buscando transporte al azar y sin un céntimo, se encontraba inserto en ‘el gran dinero’ y había aún cosas mayores por venir. Yo mismo pienso de él como en un segundo Dick Whittington, un triunfador histórico en más de una manera.

Fue muchos años más tarde, de hecho no antes de 1998 que tuve el placer de conocer a John Fitzgerald. Le conocí a través de otro hombre notable, el Dr. Ron Farmer, un psicólogo clínico y verdadero devoto de Sathya Sai Baba. Poco después de conocernos, John me invitó a almorzar a su casa junto a la ribera del río Nerang. Durante mis muchos años de viajes, rara vez había visto una casa tan encantadora y acogedora. Mientras caminábamos por los bellos y paisajísticos jardines, la casa lucía un exterior perfectamente proporcionado que parecía elevar el espíritu. Dentro de ella, definitivamente los colores y proporciones me producían una sensación de descanso. Cuando estábamos sentados en el comedor, con vistas hacia el río y el soleado cielo bendiciéndonos desde lo alto – prácticamente toda esa área estaba llena de clara luz exterior – no pude dejar de preguntar, “¿Quién fue tu arquitecto celestial, John?”. “Ningún arquitecto – replicó – yo mismo diseñé la casa”. Me dio esta objetiva, aunque extraordinaria respuesta, sin ningún dejo de orgullo en su voz. Después de haber explorado toda la casa, luego del almuerzo, no pude dejar de comentarle a John, de quien sabía estaba más que interesado en Sai Baba, “Si Swami alguna vez viniera a Queensland de visita, mencionaré esta casa como el lugar apropiado para que él se aloje.” Entonces la cara de John se iluminó con una sonrisa de alegría. Durante esta visita mía tuve también el placer de conocer a su atractiva mujer y a sus pequeños hijos, un niño y una niña.

A una corta distancia caminando por la ribera del río se encuentran las oficinas de su empresa y, bajo el mismo techo, la clínica del Dr. Farmer. No fue de John mismo, sino que por el Dr. Ron Farmer que supe todo acerca de su reconfortante labor filantrópica, mas antes de entrar en detalles, quisiera mencionar algo acerca de la primera visita que John le hiciera a Swami.

Esto sucedió al año siguiente, es decir en octubre de 1999, cuando me encontraba de nuevo en Queensland, en mi residencia de verano de Oyster Cove, hacia el norte de la Costa de Oro. John me vino a visitar como una semana antes de viajar a la India, y observé que estaba realmente entusiasmado con la idea de pasar cerca de una semana en el Ashram del gran Avatar. Debe haber meditado mucho sobre el proyecto, porque el día antes de partir, le dijo a Ron Farmer, “He decidido invitar a Swami para que venga a Australia, diciéndole cuánto es lo que Australia Le necesita. Le pediré que aloje en mi casa cuando esté en Queensland, haciéndole saber que Howard Murphet había dicho que sería una casa adecuada para él y para los seguidores cercanos que desee llevar. Por supuesto que le ofreceré pagar por su viaje y por el viaje de hasta cien de los seguidores que quisiera traer consigo.’ Se detuvo y observó el rostro de Ron para ver sus reacciones. En su bondadoso estilo, Ron Farmer dijo, “Debes entender John, que es muy improbable que llegues a hablar con Sai Baba durante esta tu más bien corta visita.” “Bueno – dijo John – lo escribiré todo en una carta y veré que le llegue de alguna manera, mientras yo esté allá.” Cuando Ron me habló sobre ello, dije, “Por supuesto que Swami sabe que Australia le necesita, al igual que cualquier otro país del mundo. Esto es un muy bien intencionado gesto de John y estoy seguro que Swami lo apreciará, pero dudo que tenga algún efecto en sus planes de viaje por el mundo. Viaja por el mundo cada día en su cuerpo sutil, mas el único país al que ha ido en su cuerpo físico es Uganda, y me atrevería a decir que la única razón que le llevó allá, fue que cuatro

años después el dictador Idi Amin expulsaría a todos los indios del país. Eran tiempos de gran peligro para ellos y un amigo indio mío que vivía allá por aquel entonces fue muy afortunado en escapar con vida. El ofrecimiento de pagar por el viaje de cien de sus seguidores no hará cambiar ningún plan de Swami. Una vez, hace ya varios años, Swami me dijo que no viajaría al extranjero hasta que su propia casa no estuviera en orden, y por supuesto que se refiere a la India. Y que piensas, ¿está en orden? Fue la compasión por los miles de indios que vivían en Uganda la que le llevó allá, a advertirles. Por otra parte, el ofrecerle a Swami un boleto de avión y una casa en donde alojar, no pesa para nada en la balanza de las cosas de Swami. Recuerdo una vez, en los primeros días, que Walter y Elsie Cowan le enviaron un pasaje de ida y vuelta a los Estados Unidos y esperaban que fuera, pero Él usó el pasaje para enviar a mi amigo el Dr. V.K. Gokak a visitar a los seguidores de Sai en los Estados Unidos. En todo caso, puede que me equivoque en todo, espero. Pero no debemos desilusionar a John en su gesto generoso, aunque exageradamente optimista.”

Por supuesto, John no logró conversar con Swami, pero su visita fue muy feliz. Todos los días le había tocado una muy buena ubicación durante los Darshan y me contó que Swami le había mirado a los ojos de manera tan profunda y penetrante, que parecía haber visto dentro de su mente y su alma. Sea lo que fuera que pasara con la mentada carta y la invitación, no cabe duda que Swami lo sabía todo al respecto. Mi propia sensación es que Swami debe haber oído todo lo que John le dijera a Ron el día antes de su partida, porque sé que ha escuchado cosas que le he dicho a Iris, especialmente en asuntos que conciernen a nuestra relación con Él. Además, aunque nos agrada que reciba nuestras cartas, no necesita leerlas para saber su contenido.

Bueno, vamos ahora al trabajo filantrópico de John, su trabajo para Dios a través de su trabajo para el género humano. “Porque aquello que le hagas al más pequeño de estos, Me lo habrás hecho a Mí”, dijo Jesús. Por cierto que hay muchas maneras en que el hombre le puede ayudar a sus congéneres, pero John debe haber sentido la mayor de las compasiones por los niños sufrientes de esta época. Parecen haber nacido en circunstancias desafortunadas, más allá de su control. Generalmente, en mi opinión, son sus progenitores los que les han fallado por completo y es así que abandonan el hogar y, naturalmente, se unen a sus pares en la calle. Esto lleva casi con certeza a la drogadicción, a una vida de delincuencia, de crimen y, por ende, el camino de regreso a una vida normal, útil y feliz se vuelve casi imposible.

John quería saber en qué forma él, con su don para hacer millones, podía ayudar mejor a esta terrible situación. Esto lo hizo pedir consejos en cuanto a quien podría ayudarle y por esta vía fue dirigido hacia Ron y Swanny Farmer, quienes vivían en Sydney por entonces. Bueno, de seguro que debe haber sido Dios mismo el que estaba guiando a John, porque creo que solo no podía haber encontrado a un mejor par de ayudantes. No voy a decir mucho de ellos ahora, ya que intento dedicarles un capítulo posterior del libro. Baste con decir que, además de ser devotos de Sai, ambos eran psicólogos clínicos altamente calificados.

Fue durante una conversación con Ron y con Swanny que John le dijo a esta, “¿Quieres ser mi navegador?” Sabía que ella trabajaba a sueldo en una casa de reposo y le estaba ofreciendo el empleo a jornada completa para pilotear su proyecto, ante todo encontrándole a los niños adecuados y, al mismo tiempo, la mejor manera de ayudarle. De manera espontánea había sentido una gran confianza en su juicio e integridad. Ron, su marido, quien entendía muy bien a su mujer y la amaba profundamente, permaneció en silencio, dejándole por completo la decisión a ella. Incidentalmente, Ron tenía todo su tiempo ocupado con su clínica profesional. La súbita propuesta con todas sus implicaciones debe haber conmocionado a Swanny, pero no lo pensó mucho. Su corazón estaba en el tipo de trabajo que John sugería y su intuición le decía que podía confiar plenamente en él, de modo que la respuesta fue “Sí”. Ron se sintió tan contento como ellos por su decisión, ya que pensaba ayudarles en lo que pudiera, de modo que se convirtió en una sociedad de a tres. Tengo entendido, por Ron, que Swanny pasó todo el año indagando acerca de los niños indicados para darles ayuda y sobre la mejor forma de ayudarles. Decidió que los niños no habían de ser reclutados en las calles, sino después de que hubieran sido expulsados de las casas de acogida y antes de que dieran el paso fatal de vivir en las calles. La tarea de reformar a los niños de las calles era casi imposible, “De modo que le ganaremos a la calle interviniendo antes que lleguen a ella”, decidió John. Y agregó, “Si puedes encontrar niños que hayan sido expulsados al lo menos de dos casas de acogida, dales prioridad”. Este fue, entonces, el plan sobre el que comenzaron a trabajar.

Aunque John quería que ambos se trasladaran a Queensland para establecer allí una casa de acogida, en donde pudiera tener más control y jugar un papel más importante en el trabajo, accedió finalmente a instalar este hogar en Sydney, en donde ellos vivían y en donde el trabajo profesional de Ron estaba bien establecido. De modo que comenzaron a trabajar en Sydney con un hogar de acogida, recibiendo a una serie de niños muy difíciles que habían sido expulsados de más de una institución similar. Swanny encontró a una muy buena encargada o ‘madre’ para el hogar y, con la afectuosa supervisión de Ron y de ella misma, junto con John quien volaba frecuentemente desde Queensland, este hogar funcionó exitosamente por varios años. Cuando llegó a su fin el contrato por el edificio y tuvieron que buscar otro local, John trató de nuevo de persuadirles para que se trasladaran a Queensland, en donde, decía, él podría dedicarle más tiempo a esta labor. En un comienzo, Ron y Swanny que estaban muy afincados en Sydney, pensaron que podían ayudarle a montar un hogar de acogida en algún lugar cerca de la Costa de Oro y ayudarle volando para allá con frecuencia, pero John que quería tenerles en Queensland, les dijo algo como, “Si vienen a vivir allá, podemos hacer una maravillosa labor, una labor como la que ni siquiera han soñado. Veo en el futuro que vamos a ser capaces de hacer un magnífico trabajo juntos.” Ron me contó que les hablaba de esta labor futura de los tres de una manera tan entusiastamente visionaria, que ambos comenzaron a encantarse con la idea de trasladarse al norte y ayudar a este joven tan apasionado con su trabajo para Dios. Sintieron ser una parte de ello, de modo que decidieron partir hacia el norte, hacia el filantrópico sueño de John Fitzgerald, el ‘karma yogi’.

Después de buscar, encontraron lo que Ron llama, “Una grande, anticuada e irregularmente construida casa australiana”, con ocho habitaciones, y establecieron su segundo hogar de acogida en un suburbio costero de Brisbane. Ese hogar funciona hasta el día de hoy, no obstante, después de que funcionara por algunos años, se dieron cuenta que los niños que recibían no sólo habían sido expulsados de casas de acogida, sino también de las escuelas, y descubrieron que existía también la necesidad de proveer escuelas para niños expulsados, antes que estos llegaran a las calles. De modo que instalaron su primera escuela en una propiedad perteneciente a John en un lugar llamado Ormeau. Esto exigió, por supuesto, una gran cantidad de trabajo preparatorio, en especial para encontrar a los profesores adecuados y más apropiados. Swanny Farmer es la directora de la escuela y el Dr. Ron Farmer, el consejero y también el tutor de cualquier alumno que requiera de una tutela especial, en tanto que John paga las cuentas de ambos establecimientos. John también desempeña un importante papel en la instrucción de los muchachos (es una escuela para varones). Los lleva a caminar los fines de semana y les enseña, a los que quieran, a montar sus caballos de polo. Además, los muchachos que deseen aprender a jugar polo, reciben lecciones de John mismo. Toda la instrucción y la formación se entregan siguiendo los lineamientos del programa de Educación en Valores Humanos de Swami, de manera que Ron dice, “Es tanto ‘educare’ [‘cuidado educacional’, porque hay que considerarlo como un término en inglés y no tender a tomarlo por latín – N. de la T.] como educación, haciendo que surjan y desarrollando los buenos rasgos del carácter que se encuentran ocultos en lo profundo de cada alumno”.

Hubo un tiempo en que John, llevado por su optimismo, sintió que podía interesar a otros millonarios en este trabajo. En una reunión de negocios de un grupo de hombres adinerados, cuando John intentó captar el interés en esta labor filantrópica, los perspicaces empresarios le preguntaron acerca de los costos y los resultados. Luego uno de ellos, interpretando, según creo, los sentimientos de todos ellos, le dijo a John, “¿Cómo puedes hacer eso, cómo puedes gastar todo ese dinero para tan exiguos resultados? ¡Es una gota en el océano, no guarda proporción alguna!” John le replicó, “Bueno, sólo puedo responder de este modo. Si fueras caminando por la calle y delante de ti una débil anciana se cayera, cómo podrías ayudar, levantándola y viendo que estuviera bien para seguir caminando sola. ¿Podrías no hacerlo? Esa es mi única respuesta. ¡Cómo podría no ayudar a estos infortunados niños!” Esta pareció ser la reacción típica de las personas adineradas a las que trató de interesar en el trabajo. Él sentía que su propia escuela, bajo la dirección del comité de tres, andaba bastante bien. John la había bautizado como “Toogoolawa”, una palabra aborigen que significa algo así como “un lugar en el corazón” – y por cierto que tiene su lugar en el corazón del trío que la dirige.

John Fitzgerald y Ron Farmer, en cierto sentido, se han convertido en algo así como hermanos espirituales y un día, hace algún tiempo, John le dijo a Ron algo como, “He llegado a un punto en que debo tomar una seria decisión. Sabes, Ron que he hecho suficiente dinero para mí y mi familia, por no decir mucho y el simplemente seguir haciendo dinero porque sí no tiene sentido. No tengo deseos en ganar más dinero que se vuelva superfluo cuando están bien cubiertas tus propias necesidades y las de tu familia. El dinero se convierte únicamente en cifras sobre el papel y no tengo interés alguno en perseguirlo por sí mismo. De modo que, realmente no se qué hacer con mi vida en este momento. Debo pasar algún tiempo pensando al respecto y tomando una decisión en cuanto a qué debiera hacer por el resto de mi vida.” Después de lo cual John partió para estar consigo mismo en el desierto australiano. Esta era su manera de contemplar y decidir. Tres semanas más tarde volvió e invitó a Ron y a Swanny a su oficina. Dijo, de manera muy positiva, “He decidido qué hacer. No voy a seguir haciendo dinero para mí mismo y no huiré del mundo. Todo lo que produzca será para el proyecto de la escuela Toogoolawa y mi empresa deberá hacer aún más dinero para ampliar y extender el proyecto. Como parece que no habrá ayuda de otros empresarios, me doy cuenta que debo hacerlo todo por mí mismo”. Al contármelo, Ron dijo, “Se produjo un aceleramiento y una afirmación en su intención por hacer más dinero y todo para el proyecto de la escuela.’ Y así empezó la expansión.

John ya tenía sucursales de su compañía en Sydney, en Melbourne y también en Perth. Decidió establecer una escuela Toogoolawa en Sydney y otra en Melbourne. Sus amigos Ron y Swanny accedieron felices a viajar a estas dos ciudades y comenzar con la difícil tarea de encontrar los locales apropiados para escuelas y de reclutar al tipo adecuado de maestros. Esto resultó un asunto mucho más difícil de lo que parece a primera vista. A menudo, cuando les parecía que habían encontrado el lugar adecuado, la ubicación correcta, el edificio apropiado y disponible para ser arrendado como colegio, chocaban contra el obstáculo de las gentes del vecindario en que se abriría la escuela. Estas personas sentían, evidentemente, que constituiría una amenaza real para el vecindario el tener a niños tan recalcitrantes y potencialmente delincuentes en la vecindad. Y así todo el asunto se venía abajo. De hecho, resultaba más fácil el reclutar a los docentes que arrendar un edificio en el que pudieran operar. De modo que el Dr. y la señora Farmer tuvieron que hacer repetidos viajes aéreos a Sydney y a Melbourne, y yo comencé a entender por qué era tan grande la cantidad de dinero que se requería para lanzar una extensión de este trabajo filantrópico y cuanto más costaría el operarlo una vez establecido.

El trabajo preparatorio fue un regalo para mí en lo personal, porque cada vez que Ron y Swanny venían a Sydney, tenía la alegría de verles y de conversar con ellos acerca de los progresos del proyecto y de muchas otras cosas. Mas John y sus dos ayudantes no se han dado por vencidos. Eventualmente lograrán el éxito y no me siento demasiado optimista al esperar grandes cosas, magníficas cosas, como John dice, como logros de esta labor. John cuenta con una mente inventiva y mucha imaginación para este tipo de desarrollo práctico de la beneficencia. Como supe, ya ha pensado en nuevas fórmulas para producir el dinero requerido y me atrevo a predecir que todas las dificultades serán superadas y que el proyecto de escuelas Toogoolawa se expandirá para ayudar y redimir a los niños perdidos de Australia.

En lugar de filosofar acerca del ‘nishkama karma’ es decir el llevar a cabo un trabajo desinteresado sin el deseo de obtener sus frutos, él lo lleva a la acción. Es por eso que aviva el amor en mi corazón y le presento un ‘namaste’ como a un verdadero ‘karma yogi’.

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MEMORIAS DE UNA DAMA CHINA

Cuando mi mujer Iris y yo viajamos desde Inglaterra a la India en 1964, planeábamos quedarnos por un año, pasando seis meses en la Escuela Teosófica de la Antigua Sabiduría y otros seis meses visitando cualquier ashram de interés, pensando que podíamos encontrar direcciones para algunos a través de gentes de las sedes Teosóficas de Madras y Adyar. Así lo hicimos, mas también conocimos a Sathya Sai Baba durante ese primer año con el resultado que nuestra estadía se extendió por seis años. Finalmente, a comienzos de 1970, tuvimos que hacer un esfuerzo por desprendernos y entonces, después de pasar algún tiempo en Inglaterra y más de doce meses en los Estados Unidos, principalmente con amigos Sai en California, llegamos a nuestro destino en Australia hacia fines de 1971.

Más o menos un par de años más tarde, estábamos planeando visitar de nuevo a Sai Baba en la India y pasar unos seis meses allá. Esperábamos llegar tan lejos como Singapore en el barco griego ‘Patris’, el mismo en el que habíamos hecho el memorable viaje en 1960, al comienzo de nuestra búsqueda espiritual : yo por mi ‘Estrella en el Este’ profetizada e Iris en busca de un maestro que la guiara hasta Dios. El ‘Patris’, en ese tiempo, tomaba pasajeros australianos sólo hasta Singapore, desde donde debían seguir viaje en avión a Inglaterra. Nosotros iríamos en avión a la India.

Logramos conseguir pasajes en el ‘Patris’, y justo antes de hacernos a la mar, un amigo que había vivido un tiempo allá nos indicó que si queríamos salir de compras, debíamos dirigirnos a una cierta tienda en Northbridge Road, cuya administradora sentía simpatía por los australianos y siempre les daba muy buenos precios. No pudo recordar su nombre, pero siendo jefe en el local, no debíamos tener problemas. Por cierto que deseábamos hacer compras en Singapore, como todos en esos años. Sería nuestra primera visita a la ciudad y habíamos oído decir que a los pasajeros del ‘Patris’ se les ofrecía alojamiento por varios días en un buen hotel, de modo que tendríamos tiempo suficiente para visitar tiendas y otros lugares antes de tomar nuestro vuelo al Madras de entonces y Chennai de hoy en día.

Fue una maravillosa travesía de cerca de tres semanas a bordo de ‘Patris’ de felices recuerdos. El Capitán, Ichiadis, quien había sido Primer Oficial durante nuestro viaje anterior, nos brindó un tratamiento especial y nos sentamos en varias oportunidades a su mesa. Nunca me voy a olvidar de la primera de estas oportunidades, Iris estaba sentada a la derecha del Capitán y yo a cierta distancia en la mesa, cuando después de la sopa, vino un plato de pescado. ¿Qué haríamos? Habíamos sido vegetarianos desde 1964. Yo me había decidido a comerlo, pero Iris quien era más estricta, le dijo al Capitán que siendo vegetariana tendría que omitir el plato. Su inesperada respuesta fue, “Bueno, no me gusta su aspecto, de modo que tampoco me lo serviré”, y le hizo compañía como vegetariano por el resto de esa comida y también durante las otras en que la invitaba a sentarse a su derecha. Era un perfecto caballero, como lo son todos los griegos educados que hemos conocido.

Nos dio pena cuando el ‘Patris’ comenzó su navegación de regreso a Australia, mientras que nosotros nos quedábamos en Singapore, pero pasamos una muy agradable semana allí con algunas giras de conocimiento y haciendo nuestras compras. Para estas nos fuimos directamente en busca de la tienda en Northbridge Road recomendada por nuestro amigo y preguntamos por la administradora. Se llamaba Jenny Tay y no tuvimos necesidad de entrar en los habituales regateos que son costumbre allá, porque Jenny nos hizo buenas rebajas en los precios, sin necesidad de solicitarlas; incluso con artículos que no tenía en su tienda y por los que tuvo que enviar. Al final de nuestras compras, Jenny miró el anillo en mi dedo y dijo, “Es un hermoso anillo - ¿puedo preguntar en dónde lo obtuvo?” Le conté como había sido milagrosamente creado para mí por Sathya Sai Baba, en la India, unos siete u ocho años antes. Le pasé el anillo para que lo examinara – estaba hecho de Panchaloha, la inalterable aleación empleada en la India para la fabricación de ídolos. El metal estaba bellamente grabado, rodeando una hermosa figura del Sai Baba de Shirdi en oro. Como su interés no disminuyera, ambos le contamos más acerca de Sai Baba y de sus enseñanzas espirituales. Al final de la conversación, dijo con un suspiro, como si lo lamentara, “Ay, bueno, por supuesto yo soy budista”, aunque agregó, “vengan a verme cada vez que vengan a Singapore”. Decidimos que ciertamente lo haríamos, aunque había muy poca esperanza de que se convirtiera en una devota de Sai.

Hacia el final de nuestra planeada estadía de seis meses en la India que se prolongó bastante más allá, logramos establecer un breve contacto con mi hermana menor Leone, quien había intercalado una breve estadía en la India, durante su viaje alrededor del mundo. Ella planeaba pasar unos días en Singapore y luego proseguir hacia la China – país por el que siempre había mostrado un gran interés. Le dijimos que si quería hacer algunas compras en Singapore, fuera a la tienda en Northbridge Road atendida por nuestra amiga Janny Tay. Dijo que lo haría, pero más adelante, por carta, nos hizo saber que Jenny Tay había dejado la tienda y que, como su estadía iba ser muy breve, no intentó ubicarla. Estas noticias nos sorprendieron y pensamos que mi hermana podía haberse equivocado de tienda. Esperábamos encontrar a Jenny atendiendo aún el local en el que la conociéramos. Por ende, en nuestro viaje de regreso a Australia, aunque nos quedaríamos sólo un día en Singapore y no teníamos nada que comprar, nuestra primera visita fue a la tienda de Northbridge Road, mas Jenny no estaba allí. Les preguntamos a los dependientes si nos podían indicar su actual dirección, pero dijeron desconocerla y, si lo sabían, no nos la quisieron dar. En varias pasadas subsecuentes por la ciudad, visitábamos la tienda esperando que hubiera retornado, pero nunca estuvo allí, de modo que finalmente decidimos que habíamos perdido a una posible amiga y pensamos que nunca la volveríamos a ver.

Años más tarde cuando pasábamos un tiempo más largo de lo acostumbrado en Singapore, sucedió algo totalmente inesperado. Estábamos alojando en un agradable apartamento, a cierta distancia del centro de la ciudad, situado entre el verdor de los jardines de un recinto perteneciente a una organización religiosa. Como teníamos algunas conexiones con ella, nos fue posible conseguir este apartamento por algunas semanas.

Un buen día recibimos la sorpresiva visita de un prominente devoto Sai a quien conocíamos superficialmente. Era el Dr. Kanda Pillay, un conocido cirujano ortopédico con su práctica en Singapore. Cómo y por qué nos había rastreado hasta este remoto lugar constituía un enigma para nosotros, pero nos alegramos muchos de verle. Después de una grata conversación, en especial sobre actividades de Sai y seguidores de Sai, nos preguntó por qué nos quedábamos esta vez tanto tiempo en Singapore. “Bueno – explicamos – estamos tratando de ponernos al día con todos los sitios interesantes que no habíamos tenido tiempo de visitar anteriormente” y le hablamos de nuestros planes para ese día. “Pueden usar mi coche y mi chauffeur para ir – nos dijo – yo no los necesito hoy.” Pese a nuestras protestas, insistió en su amable gesto. Después de un muy grato viaje, enviamos el automóvil de vuelta al hogar del Dr. Pillay en Singapore. Al día siguiente nos visitó de nuevo en el apartamento, esta vez trayendo una invitación. Nos dijo que había organizado una reunión almuerzo en un restaurante y que le gustaría que asistiéramos, si nos era posible. Nos indicó que las personas presentes serían en su mayoría seguidores de Sathya Sai Baba y que sería una espléndida oportunidad para nosotros el conocer a algunos de sus amigos Sai. Nos enviaría su coche para que nos condujera allá. ¡Cómo podíamos negarnos!

Al día siguiente, el Dr. Pillay no nos envió su automóvil, sino que vino él mismo a buscarnos. En el restaurante nos llevó hasta un comedor privado en el que encontramos aproximadamente a unas veinte personas, hombres y mujeres, sentadas alrededor de una gran mesa ovalada. Antes de llevarnos hasta nuestros asientos nos fue presentando a cada una de ellas. Los invitados eran una mezcla entre indios y chinos. Cuando llegamos hasta dos señoras chinas sentadas juntas, presentó a una de ellas diciendo, “Esta es mi amiga Janny Tay”. Quedé sin aliento y oí que Iris emitía un sonido ahogado – ninguno de nosotros había reconocido a la Janny Tay que encontráramos años atrás. “No es la Janny Tay de Northbridge Road?”, pregunté. Pareció sorprendida y replicó, “Bueno, yo solía estar en Northbridge Road”. No cabía duda alguna que se trataba de ‘nuestra’ Janny Tay – la perdida había sido encontrada y, además, encontrada como una en un grupo de seguidores de Sai Baba. Esto fue un regalo adicional para nuestro agrado.

Después de un delicioso almuerzo, Janny nos llevó junto a unos pocos más, a su hogar, en el cual su marido, el Dr. Henry Tay, pensaba exhibir una película en video sobre Sai Baba esa noche. De modo que teníamos tiempo el resto de la tarde para conversar, y era muchos lo que había para contar. No le preguntamos como llegara a ser, después de todo, una seguidora de Sai Baba, aunque no cabe duda que su interés había comenzado con la conversación sobre mi anillo y las enseñanzas de Sai Baba en la tienda de su suegro, años atrás, en Northbridge Road. Lo que pudiera haber sucedido a partir de entonces parece haberla convertido en una firme devota del Señor Sai. Según nos dijo, Henry, a su manera, también era un seguidor. Durante la larga conversación supimos algo del pasado de Janny. Ambos, ella y Henry, habían obtenido sus diplomas médicos en una universidad de Melbourne, de hecho, creo que fue allí en donde se conocieran, aunque Janny nunca llegó a practicar la medicina. Había entrado directamente a los negocios administrando la tienda de su suegro. Conocimos a dos de sus tres hijos, cuando llegaron de la escuela. Audrey era la mayor y Michael era un chico muy simpático.

Durante sus años perdidos – vale decir, perdidos para Iris y para mí – Janny no había estado ociosa, no sólo se había hecho devota de Sai Baba y Lo había visitado en la India, sino que había lanzado la primera etapa de una cadena de tiendas que se extendería en Singapore mismo y también a otros países. Se especializaba en la venta de relojes y era conocida como ‘The Hour-Glass’. Con el pasar de los años se fueron agregando otras cosas, como una fábrica de relojes en Suiza y, al final, llegó a persuadir a Henry de dejar su práctica médica y unirse a ella en su negocio en expansión. Se fueron agregando otras ramificaciones comerciales lo que llevó el negocio a ser tan grande como para convertirse en una compañía. Janny que continuaba siendo el faro guía de la compañía llegó a ser bastante famosa en los círculos empresariales del Asia cuando sus inversiones y otras actividades se extendieron hasta Australia. Su nombre se hizo muy conocido allá, particularmente en Queensland, Nueva Gales del Sur y Victoria.

Nuestra propia amistad con esta cálida dama china fue madurando con los años y, de hecho, siempre tomábamos contacto con ella en Singapore, ya sea al pasar hacia la India o al volver a casa. Si teníamos poco tiempo, ella siempre nos prestaba su coche y a su chauffeur, cuyo nombre era Mr. Wong, para transportarnos al restaurante en que nos encontraríamos. Si nos quedábamos por una noche o más, Janny nos invitaba a alojar en la mansión que se construyera en los prósperos años después de nuestro primer o segundo encuentro. Cuando se encontraba en viaje de negocios, nos quedábamos a menudo en casa de su hermana Anne, una muy hermosa dama. El marido de Anne también era médico, especialista en otorrinolaringología. Además, durante una de nuestras muchas visitas a Singapore, hubo un momento en que se convirtió en el Presidente del Centro Sai de allá, un numeroso y muy activo grupo de devotos a quienes visitamos cada vez que se daba la oportunidad.

En una ocasión, cuando Janny nos había convidado a alojar en su casa y había sido llamada a un repentino viaje al exterior, nos encontramos con que nuestro anfitrión era Henry y nuestra anfitriona la segunda hija, Sabrina. Henry la vigilaba de cerca, mas comprobó ser una perfecta pequeña dueña de casa. Audrey y Michael estaban ausentes, porque se encontraban en Inglaterra completando su educación. Uno de los muchos recuerdos gratos de nuestras visitas donde Janny eran los almuerzos fríos que organizaba en torno a su suntuosa alberca. Allí conocíamos a sus amistades y también a algunos de sus asociados en sus actividades comerciales : todos eran personas cultas e interesantes. Una tarde, cuando ya todas las visitas habían partido y estábamos allí conversando agradablemente con Janny, nos hizo un pedido inesperado. Inesperado, porque era una persona más dada a hacer favores que a pedirlos. Partíamos al día siguiente a la India y, por supuesto, donde Sai Baba. “Sé que siempre tienen una entrevista con Swami mientras están allá – comenzó – por lo que les estaría muy agradecida si quisieran hacerme un favor.” Habíamos estado esperando alguna oportunidad para poder retribuirle algún favor, de modo que se lo dijimos. “Bueno – dijo – he comprado una gran extensión de terreno en Australia, en Queensland, en la parte norte de la Costa de Oro. Me gustaría desarrollar allí un tipo de granja para la atención de la salud y un centro de curación holística. Esto representaría un proyecto de gran magnitud y no nos atrevemos a intentarlo sin el consentimiento de Swami, por ende, ¿podrían preguntarle si debo seguir adelante o no? Si dijera que ‘No’ vendería el terreno y si dijera que ‘Sí’, que siga adelante, lo haría. ¿Les molestaría hacerlo por mí? Si esperara viajar yo misma, pasaría tiempo y puede que ni siquiera obtuviera una entrevista.” Calló y nos miró. Ambos accedimos de inmediato a hablar con Swami, si nos daba la oportunidad, como pensábamos que lo haría, mientras estuviéramos allá. “Sin embargo – interpuso Iris – sería una buena idea el que nos dieras una fotografía tuya. Sabemos que has estado personalmente frente a Baba, pero tal vez ayudaría mostrarle una foto tuya para que te recordara.” Iris era bastante astuta en estas cosas. Janny encontró una foto apropiada suya y se la dio a Iris. Ambos nos sentimos felices de tener una misión que cumplir para nuestra amiga.

Y bien, llegó el momento en que estábamos sentados, a solas con Swami, en la salita privada (allí a donde invita a pasar a las personas después de verlas a todas en la sala principal de entrevistas). Era el momento para plantearle a Swami la disyuntiva de Janny. Iris le pasó la foto y le contamos en donde había adquirido el terreno, en Oyster Cove, al norte de la Costa de Oro de Queensland. Swami miró en silencio la foto de Janny y luego pareció perderse en una profunda cavilación. Le había visto hacer eso antes, y pienso que es más que el que esté simplemente pensando en algo, en el sentido común del término. Por cierto que tiene el poder de adentrarse tanto en el pasado como el futuro en estos casos, Esperábamos ansiosamente su respuesta. De pronto, su mirada que había estado perdida en la lejanía, volvió al presente y Swami sonrió… contuvimos la respiración…. “Sí” – comenzó – díganle que siga adelante y desarrolle el centro de salud, pero díganle que no desarrolle un lugar solamente para los desposeídos; será un lugar espiritual y los ricos requieren de una guía espiritual tanto o quizás más que los pobres, de modo que también debe apuntar a ellos. Ella entenderá lo que quiero decir.” De modo que le escribimos una carta a Janny indicándole la respuesta de Swami y, en nuestro viaje de regreso por Singapore, unas seis semanas más tarde, lo conversamos con ella, dándole todos los detalles. Se mostró muy agradecida y feliz. “Sí, lo haremos un lugar espiritual – dijo – y lo planificaremos para que resulte atractivo tanto para ricos como pobres. Cuando el tiempo sea el indicado, iniciaremos un Centro Sai ahí y tu vendrás y serás mi presidente, Howard, se convertirá en un gran Centro Sai en todo sentido y con una atmósfera sanadora.” Le respondí que, si era posible, aceptaría ser su presidente, pensando que se refería sólo al Centro Sai. “Gracias. –dijo – Construiré una casa para ustedes en Oyster Cove.” Pensé que se expresaba algo metafóricamente y no tomé su declaración de manera literal.

Y bien, pasaron los años, un buen número de años durante los que no vimos a Janny. Paramos a veces en Kuala Lumpur en Malasia en lugar de Singapore en nuestros viajes hacia Sai, que de todos modos se habían vuelto menos frecuentes. Cuando llegábamos a parar en Singapore, Janny parecía haber viajado por negocios hacia alguna parte del mundo. Oímos decir que estaba desarrollando un Centro en St. Kilda en Melbourne, y que parecía ser un Super Baño Romano, con agua de mar caliente para nadar, centro de masajes y todo el resto. En una ocasión en que pudimos hablar con su hermana, en tránsito por Singapore, se nos dijo que Janny trataba de avanzar lo más rápidamente posible con su proyecto de Oyster Cove. Nuestro informante nos dijo que parte del proyecto serían también una cancha de golf y un campo de polo. Sonaba como si Janny estuviera cumpliendo con las instrucciones de atraer también a los pudientes. Esperamos tener la suerte de visitar el lugar algún día, cuando Janny misma estuviera allí. Mas, antes que esto sucediera, Iris había partido hacia el vasto y feliz para siempre, dejándome solo para arreglármelas con las luces y sombras de la tierra.

Aunque dejé de ver a mi amiga por varios años, sí supe de ella. Llegaron noticias de que estaba vendiendo algunas de sus propiedades en Australia, como un lujoso apartamento en Surfer’s Paradise y una costosa casa en los suburbios del este de Sydney. El ‘correo de las brujas’ informaba también que había vendido algunos locales de su cadena de tiendas. Aparentemente esto respondía a los serios problemas monetarios que se presentaron en algunas de las economías asiáticas. Me preguntaba si también habría de ser vendido o abandonado el proyecto de Oyster Cove. Debe haber sido hacia fines de noviembre o comienzos de diciembre de 1997 que recibí una llamada telefónica con la conocida voz de Janny Tay. Después de unos cuantos saludos, dijo, “Tu casa está lista, Howard, ¿puedes venir acá para Navidad?” Bastante confundido, le pregunté de qué casa me hablaba, qué quería decir y dónde. “La casa que prometí construirte, Howard, en Oyster Cove, por supuesto… Ya está terminada… ¿Cuándo puedes venir?” Volvió a mí el débil recuerdo de que había dicho que me construiría una casa, y que yo no había tomado en serio. Ahora estaba la casa ahí, lista, y se me estaba invitando para hacerme cargo de ella de inmediato. Al mismo tiempo de expresarle mis agradecimientos, tuve que decirle que me era imposible ir para la Navidad, ya que tenía otros compromisos. Recordando que con Iris considerábamos que Queensland era demasiado caluroso en verano, le dije a Janny que trataría de llegar allá en junio del año siguiente, vale decir en 1998. Así lo hice y encontré una colonia de cerca de un centenar de atractivas casas sobre las playas de un lago que, según me informaron, era en gran parte artificial. Cerca de uno de los extremos del lago se levantaban dos grandes casas de dos pisos, una de ellas era una residencia temporal para Henry y Janny Tay. La corta calle que llevaba hasta ella había sido bautizada como Tay Court. Desde allí uno podía llegar hasta otras dos residencias palaciegas sobre la playa del lago, las que habían sido construidas por ricos amigos de Janny, de Singapore. La única otra calle en ese tiempo, en la que se levantaba ‘mi casa’, se llamaba ‘Wiseman’s Court’. Vecina a mi muy atractiva casa se encontraba otra muy similar ocupada por la media hermana de Janny, llamada Helen Richie Robbins. Ella era la viuda de un militar australiano de ese nombre. Originaria de Malasia, Helen se consideraba ahora como residente permanente de Oyster Cove, siendo que su trabajo era el de velar por los intereses de Janny mientras esta se encontraba ausente en Singapore u otros lugares por motivo de sus negocios. Nuestras dos casas estaban conectadas por un patio pavimentado y ella se mostró como una excelente amiga, siempre rebosando alegría, pese al no lejano dolor de la muerte de su marido.

Supe que se había retrasado algo el progreso del magno plan de construir un hotel de lujo, establecer la cancha de golf, levantar un edificio adecuado para albergar el centro holístico. No se me habló del por qué y supuse que podía deberse a dificultades financieras derivadas de la crisis monetaria en el Asia, aunque Helen me dio a entender que no se debía a problemas de capital para el desarrollo del proyecto. Aunque las dos bellas calles de Tay Court y Wiseman’s Court se veían tan benditamente libres de tránsito motorizado como lo habían estado los caminos de Tasmania durante los primeros años antes del auge de los automóviles, los dos edificios de intendencia oficiales se veían en verdad muy activos. Uno de ellos funcionaba para la venta de propiedades y el otro se ocupaba en esos momentos de otros planes y desarrollos. Después de haber estado en mi nueva y encantadora residencia por algunas semanas, Janny misma llegó desde Singapore.

Poco después de su arribo vino a mi casa y tuvimos una buena conversación en la sala de estar. Ante todo me preguntó si estaba cómodo – le aseguré que lo estaba y le expresé de nuevo mis agradecimientos por este desarrollo tan inesperado. Replicó que no debía haberme sorprendido, puesto que ella había prometido construirme una casa, hacía ya tiempo. Entonces recordé algo más, y dije, “Eso fue hace mucho tiempo, por ahí por los años 70 y recuerdo vagamente haber dicho que sería tu presidente en alguna cosa - ¿en qué era? Pareció encantada. Dijo, “Prometiste ser presidente de mi centro de curación holística” y llamó de inmediato a Helen y le indicó que me había hecho presidente del centro que esperaba poder abrir hacia fines del año. Helen expresó su alegría por mi nombramiento y dijo que se pondría en contacto con el arquitecto para que cambiara sus planos incluyendo un despacho para mí. Pareció algo sorprendido por el hecho que Janny dijera que se abriría hacia fines de año. El gerente de la agencia de propiedades no sólo se mostró sorprendido, sino que cien por ciento escéptico.

Janny que, fuera de ser optimista estaba siempre atareada, no se quedó por mucho tiempo. Debía bajar hasta Melbourne para inspeccionar el avance de su proyecto de baños de St. Kilda y ver a Sabrina quien estaba aún en la escuela en esa ciudad. Oyster Cove demostró ser un lugar delicioso para pasar los peores meses del invierno, ya que siempre parecía mantener un clima cálido y cielos azules. Aunque el Centro Sai en Oyster Cove iba a ser algo para el futuro, había varios otros centros a los que podía ir al menos una vez por semana mientras estuve allí, que no estaban muy lejos.

Mi salud comenzó a mostrar los signos de mi edad avanzada hacia mediados del año siguiente, es decir 1999, y no me fue posible viajar a Oyster Cove sino hasta cerca de mediados de julio. Me quedé, sin embargo, por más tiempo, aunque había más señales de deterioro en mi salud. En algún momento durante el mes de septiembre llegó a mi casa Joan Moylan, quien vivía en Paradise Point no muy lejos de Oyster Cove, a organizar una sesión con mi mujer Iris. Fue una sesión no sólo muy grata, sino también muy instructiva. Iris llegó y se sentó en una silla que habíamos puesto para ella, contra el muro, aproximadamente a dos metros y medio de donde estábamos sentados nosotros. Entonces, entró mi madre con su Biblia debajo del brazo. Iris se levantó y de inmediato le ofreció su silla, viniendo a sentarse más ceca de nosotros, a los pies de una cama. Comenzó a aparecer otra gente, incluyendo a mis dos hermanas fallecidas y la madre de Iris, Eve. Entonces, repentinamente estaba Swami, de pie junto a la silla que ocupaba ahora mi madre. Parecía una buena oportunidad para hacerle una pregunta importante, porque como iban las cosas no había prospectos de que se abriera el centro holístico ese año, y yo estaba comenzando a dudar de mi capacidad para hacerme cargo del trabajo que me ofreciera Janny. De modo que le pregunté a Swami si iba a estar lo bastante bien de salud como para desempeñar la posición de presidente del centro que se abriría. Dio su respuesta en tres palabras, “Sólo de nombre”. Poco después desapareció de la habitación, pero tuvimos una sesión muy interesante con visitantes inesperados. Creo que fue en esa oportunidad en que apareció una fila de antepasados míos junto a la pared y Joan indicó que eran ancestros de varias generaciones, mas que no podía identificarles por sus nombres. Hacia el final de la sesión, todos ellos formaron una fila para tocar los pies de Sai Baba, el que había reaparecido. Me sentí muy feliz porque mis antepasados de varias generaciones se encontraban en el camino de regreso al hogar en Dios.

Sentí que debía informar a Janny de lo que había dicho Swami acerca de mi posición como presidente, para que ella pudiera pensar en buscar a alguien idóneo para el cargo. Sabía que Helen la esperaba para la semana próxima en Oyster Cove. Tenía que encontrar la oportunidad para hablar con ella para explicarle la situación, ya que sabía que iba a estar muy atareada hablando con los que ya estaban trabajando en el proyecto – ‘transformando la energía negativa en energía positiva’, como ella lo llamaba. Durante el segundo día de su estadía, fui a almorzar con ella y con varios de sus amigos a un excelente restaurante. Logré decirle que necesitaba conversar con ella y ella entendió que no podía hacerlo en medio de todos los demás, de modo que cuando conducíamos hacia su mansión y todos los demás se habían dispersado, me tomó del brazo y me llevó hasta el diván-columpio en la terraza mirando hacia el lago. No perdí tiempo, sabiendo que el suyo siempre era contado, de modo que le dije simplemente lo que Swami había dicho, que me sería posible actuar de presidente ‘sólo de nombre’. Ella se dio cuenta, tal como yo, que había problemas para sustentar el centro holístico y ninguno de nosotros estaba seguro de los años que podría tomar antes de que se construyera, porque ahora había que trazar un nuevo camino antes de obtener el permiso oficial para comenzar con el movimiento de tierras para poner los cimientos del edificio que habría de ser el corazón y el propósito mismo del Centro de Salud de Oyster Cove.

Janny guardó silencio por unos instantes mirando hacia el lago, mientras ambos nos mecíamos suavemente hacia adelante y hacia atrás. Repentínamente se volvió y me miró a los ojos, diciendo, “Howard, si no puedes sino ser Presidente de nombre y en espíritu, eso es todo lo que necesito. Si en algún momento, en el futuro, necesitara de un hombre de negocios más activo como presidente, siempre me queda el recurso de nombrar a un asistente”, me palmoteó el brazo de manera amistosa, y concluyó, “De modo que aún eres presidente del centro holístico como también del Centro Sai de Oyster Cove, cuando llegue el momento de formarlo.” Quedé sorprendido y me sentí muy gratificado por el hecho que esta maravillosa dama china, a la que había querido como a una hermana por tantos años, quisiera tenerme aún conectado oficialmente con el centro holístico para el que Swami diera sus bendiciones. ‘Holístico’ es una palabra de la filosofía de la ‘New Age’ o Nueva Era, que pareciera reunir los términos ‘whole’ [entero, todo; ileso, intacto – N. de la T.] y ‘holy’ [santo, sagrado, bendito – N. de la T.]. Aplicado a la curación señala una práctica que es tanto física como espiritual. Pensé que, eventualmente, encontraría a alguien calificado como para dirigir un trabajo así para Dios.

Cierro este capítulo con el feliz recuerdo de este estar sentado en el columpio y del suave balanceo al borde de un lago centellante, junto a la maravillosa dama a quien había conocido tantos años atrás, tras el mostrador en una tienda, sobre Northbridge Road en Singapore.

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11

DOS ESTRELLAS DE SAI

Existe una divinidad que le da forma a nuestras extremidades,

que las modela en bruto, como queramos.

- Shakespeare

Concuerdo con el Bardo en esto y, además, siento que hay un momento en que la modeladora fuerza divina hace resonar la nota que inicia algo de importancia.

Había conocido al Dr. Ron Farmer y a su mujer Swanny unos diez años antes, pero el tiempo aún no estaba maduro para que comenzara nuestra especial hermandad espiritual. Ahora, en junio de 1998 era el momento preciso. Éramos los únicos comensales invitados a comer en casa de un amigo en Queensland, de modo que teníamos la oportunidad para una larga conversación. Al final de ella, sentí que tenía que verles de nuevo y, ojalá, verles a menudo. Deben haber sentido algo similar, porque no pasó mucho tiempo antes de que me fueran a visitar en mi casa en Oyster Cove.

Ron y Swanny me invitaron a pasar el siguiente fin de semana con ellos, en su hogar de Willow Vale, a la distancia de una media hora en coche. Iba a ser el primero de muchos agradables fines de semana pasados en el fresco y tonificante aire y la paz espiritual de su residencia. Uno se acercaba a ella entre suaves lomajes verdes y se encontraba con su bella y extendida casa de un piso, sobre una de estas lomas cubiertas de hierba. Parecía no haber otra casa en los alrededores, sólo el amplio panorama campestre, con la vista, hacia un lado, de una cadena montañosa que formaba parte de la Gran Cordillera Divisoria. Me hacía recordar mis años de niñez en Tasmania, en donde las casas vecinas no se veían detrás de los árboles a la distancia y, hacia un lado, el glorioso muro azul de los Western Tiers [literalmente : las ‘hileras occidentales’ – N. de la T.]. Sin embargo, muy pronto descubrí que el aislamiento que me había llamado la atención en mi primera visión de la residencia de los Farmer, de ninguna manera se traducía en soledad, de hecho, dos casas que no se veían, no quedaban muy lejos. Una estaba al otro lado de una alta reja blanca, apoyada en dos elevadas palmeras, en tanto que la otra se encontraba loma abajo, escondida detrás de un recodo de la ladera y de cercas hechas con raíces de árboles. La casa detrás del enrejado era ocupada por dos damas y dos seres más de cuatro patas : un perro y un gato.

No veíamos mucho a las dos damas, aunque sí bastante a las dos entidades cuadrúpedas, en especial al perro. Era un labrador totalmente negro, de pelo lustroso, llamado Yang. Era un nombre apropiado, ya que parecía la personificación de todas las cosas amablemente masculinas. Me parecía que también demostraba tener buen gusto al elegir a Ron como su señor y amigo. Pienso que iba a casa solamente para sus comidas y pasaba el resto del día con Ron. El día de ambos comenzaba temprano, cuando Ron le encontraba esperándole tendido sobre el felpudo frente a la puerta principal. Entonces comenzaban las mutuas demostraciones de afecto con palmaditas, caricias y meneos de cola entretejidos con una conversación entre ambos – Yang en su propia versión del lenguaje humano que de seguro esperaba que su amado señor entendiera. Ron me contó que si él y Swanny subían al auto para ir a alguna parte, Yang solía darles la espalda y mirar hacia otro lado, como si no soportara ver este terrible evento. La mayor parte del día, si uno llegaba ver a Ron, allí estaba también Yang. Yo también sentí amor por este animal casi humano, desde el momento en que di las primeras palmaditas sobre su lustroso costado negro.

Sucedió que una vez me acerqué a la casa, cuando la señora Diana estaba alimentando a su preciado Yang. Me hizo el siguiente comentario, “Yang es un perro con alma, ¿sabe?” Concordé de todo corazón, aunque pensé para mis adentros, ‘De seguro que todos los perros domesticados tienen alma’ y también muchos gatos, incluyendo al que estaba sentado con aire indiferente en el prado de Ron, cuando le viera por primera vez.

Era una gata y mi corazón dio un brinco cuando la miré, “Era ese objeto de belleza que es una alegría para siempre”, como lo expresara el poeta Keats. Le hablé desde cierta distancia, ella volvió la cabeza y me lanzó una mirada desdeñosa desde sus luminosos ojos azules, luego giró la cabeza hacia otro lado. Recordé de pronto la técnica que Iris – una gran amiga de los felinos – me enseñara hacía mucho, para atraerlos. La intenté con Yin y, después de unos cinco minutos de esta magia gatuna, ella caminó lentamente por el césped hacia mí y se sentó a mis pies. Pude acariciar su cabeza oscura y su aterciopelado lomo de un color blanco marfileño. Antes de terminar mi fin de semana en Willow Vale, Yin venía a tumbarse de espalda invitándome a rascarle el vientre. Ya no se mostraba indiferente con Ron y Swanny y, tiempo más tarde, seguía a Ron por todos lados al igual que Yang y otro perro labrador que se había unido a la familia.

A diferencia del negro lustroso de Yang, este era de color rojizo como oxidado, por ende se había ganado el nombre de Rusty. Este vivía en la otra casa que quedaba fuera de la vista, a los pies de la verde loma de Ron, y su dueño era otro devoto de Sai llamado Kevin Dillon. Dillon, sin embargo, se ausentaba frecuentemente para ir a otra propiedad suya situada más al norte en Queensland, de modo que Rusty comenzó a apegarse a Ron la mayor parte de su tiempo. Este me contó que Rusty era extraordinariamente útil en el sentido de que mantenía un ojo avizor para los reptiles venenosos que a menudo se encontraban entre la hierba alta entre los árboles del límite bajo de la propiedad. Cuando Ron comenzaba a cortar su pasto, Rusty solía salirse por un hueco en el seto y observaba de cerca la operación. Solía detectar a una serpiente que se ocultara en el pasto frente a Ron justo antes que este, empujando la cortadora, llegara hasta un lugar en que estuviera en peligro de ser mordido. Rusty, entonces, la cogía entre los dientes, desde algún punto en que ella no pudiera morderle, y la sacudía hasta que estuviera muerta. He visto a los kookaburras volar hasta la rama de un árbol, con una serpiente en el pico, y sacudirla vigorosamente del mismo modo antes de convertirla en su cena. No obstante, el único propósito de Rusty al matar una serpiente, parecía ser el proteger a su amigo Ron.

Algunas semanas más tarde, cuando volvía para otro celestial fin de semana en Willow Vale, le sucedió algo trágico a nuestro amado amigo Rusty. Alguien que venía manejando un auto en la propiedad de Dillon, no alcanzó a ver a Rusty y, aunque afortunadamente no iba muy rápido, alcanzó al perro con una rueda delantera lesionándole los cuartos traseros. El resultado fue que Rusty quedó con una marcada cojera y, a veces, caía y no seguía caminando. Ron me llevó ladera abajo a ver al perro. Le llamamos por su nombre y llegó cojeando a través del agujero en el seto, moviendo la cola y pareciendo sonreír. Repentínamente sentí una enorme simpatía por este amigo sufriente y se me pasó por la mente poner mi mano sobre su lomo, cerca de la cola. Ron hizo otro tanto, y ambos teníamos la esperanza de poseer suficiente poder curativo en nuestras manos como para ayudar a que su lesión mejorara. El perro pareció disfrutarlo y se quedó muy quieto. Después de este primer intento, pareció disminuir su cojera y sus cuartos traseros no cedían repentinamente bajo él, cuando trataba de caminar. El resto del fin de semana, Rusty salía a nuestro encuentro para su sesión curativa, cada vez que nos acercábamos a la casa de Dillon y hubo una notoria mejoría en su lesión para cuando mi estadía llegó a su fin. Ron me contó más tarde que había continuado solo con esta práctica curativa y que, llegó un momento en que Rusty ya no cojeó más. Después de esto pasaba mucho más tiempo con Ron y Swanny, e incluso les acompañaba en sus caminatas. Yang, quien antes había disfrutado aparentemente de la compañía de Rusty, comenzó a mostrar signos de estar celoso. Ron desempeñó el rol de ‘padre espiritual’ con él y le dio una charla sobre ‘valores humanos’ y en contra de la negativa emoción de los celos. Yang pareció entender, o tal vez fue el tono de la voz de Ron, mas, como fuera, bajó la cabeza en señal de vergüenza.

Después de mi regreso a las Blue Mountains en Nueva Gales del Sur, recibía telefónicamente ‘boletiners’ regulares sobre las aventuras de la familia Farmer cuadrúpeda : Yang, Yin y Rusty. Las cosas marchaban armónicamente entre ellos y tengo la sensación que gracias al amor y la comprensión de Ron y Swanny Farmer, algunos, si no fueran los tres, serán elevados a una encarnación humana en su próximo nacimiento o poco después. Siento la tentación de seguir escribiendo acerca de estas amadas entidades, mas siento que he dicho lo suficiente como para mostrar la parte que desempeñan en las vidas de mis dos amigos estrella, de modo que relataré algo de los antecedentes de cada uno y mostraré como se involucraron en la labor para Dios de John Fitzgerald.

Entonces, veamos primeramente algunos interesantes hechos biográficos del Dr. Ron Farmer. Nació en el estado de Queensland y fue a la escuela allí hasta los dieciséis años. Luego viajó a Melbourne y se unión a la Real Fuerza Aérea Australiana. Esto fue alrededor del año 1954 y su mayor ambición al entrar a la Fuerza Aérea fue la de aprender tanto como pudiera acerca de electrónica radial. Después de cerca de tres años en esto dejó de interesarle, de modo que se retiró de la Fuerza Aérea y trabajó para una serie de empresas que le servían a la Fuerza Aérea. Una de ellas era el Laboratorio de Investigación Aeronáutica en Fisherman’s Bend en Melbourne. Aquí se encontró sirviendo con el Departamento de Juegos de Guerra, en donde parte de sus deberes consistían en entrevistar a pilotos de helicóptero. Este trabajo le llevó a Sydney, en donde se le pidió que estudiara psicología para ayudarle en su labor de entrevistas. Estos estudios de psicología en la Universidad de Nueva Gales del Sur representaron un cambio en su vida que podría tildarse de “afortunado”, aunque yo prefiero llamarlo como “el dedo de Dios” que le llevó ahí a donde debía estar. Le tomó tanto amor a la psicología que, después de dos años bajo los auspicios del Departamento, sintió la imperiosa necesidad de continuar sus estudios y lo hizo en la Universidad de Queensland en la que recibió un estipendio por un tiempo, pero luego se hizo acreedor a una beca que mantuvo hasta obtener su doctorado en Psicología.

No mucho después volvió a la Universidad de Nueva Gales de Sur como catedrático para graduados en Psicología sobre el tema que él llama Terapia Conductual. Anteriormente esto se había considerado como una rama muy complicada de la Psicología Clínica, mas el Dr. Farmer tenía el don de hacerla parecer muy simple e interesante. El resultado fue que se encontró dando charlas radiales y siendo entrevistado por la prensa sobre este fascinante tema. Su nombre se hizo muy conocido para el público y eran muchas las personas que se acercaban a él en busca de ayuda para sus problemas mentales y psicológicos. Por esta vía terminó construyendo una clínica en donde trataba con pacientes que provenían de este público, al mismo tiempo de seguir con su labor universitaria. Se encontró así en medio de un período de trabajo de mucha presión que le llevó a un ‘surmenage’ o colapso nervioso. Echando mano a parte de la terapia que empleara en sus pacientes, transformó el ‘colapso nervioso’ en lo que llamó un ‘escape nervioso’. Cuando llegó a recuperarse por completo escribió un buen artículo sobre este método de tratamiento para un surmenage. Lo conservo grabado en una cassette de audio y probablemente está al alcance de cualquiera que lo necesite.

Una parte importante de este ‘escape’ de Ron fue su despertar espiritual. Aunque siguió dictando charlas en la universidad por un tiempo, encontró que este trabajo así como las demás limitaciones de la vida académica representaban un impedimento para el desarrollo que se le hacía fascinante ahora, de la dimensión espiritual que iba mostrándose cada vez más claramente en el mundo a su alrededor. Fue así que, después de seis meses de cátedra universitaria, renunció y comenzó con su clínica propia en Sydney. Así y todo no sentía que este trabajo fuera por completo satisfactorio y, después de aproximadamente un año de profesión como psicólogo clínico, sintió una urgencia compulsiva por salir a explorar. Tal vez fuera, en verdad, la urgencia por involucrarse más de algún modo en lo que ha sido denominado la Nueva Era. De modo que se fue a vivir en una comunidad en un lugar llamado Nimbin, al norte de Nueva Gales del Sur.

Mientras se dedicaba a leer muchos libros sobre el tema de la Nueva Era, se construyó una casa en Nimbin y abrió una clínica para tratar profesionalmente a pacientes que lo requirieran. Además, con la ayuda de dos amigos, abrió lo que debe haber sido la primera tienda de libros sobre la Nueva Era en Nueva Gales del Sur. Tanto su tienda como la clínica estaban situadas en Lismore. Con el objeto de surtir la librería, fue ordenando libros desde todas partes del mundo y tuvo así también el placer de leer su creciente provisión de libros, la que comprendía el trabajo de los principales autores espirituales de todos los países. Pasó cerca de ocho años empapándose en esta literatura mundial de la Nueva Era en desarrollo. Inevitablemente se fue abriendo camino hasta los libros de Sai Baba. Esto fue en el año 1984, un hito muy importante en su vida. El dedo de Dios debe haber estado también activo en esto, porque poco después de la llegada de los libros, se encontró viendo un video sobre Sai Baba en casa de un amigo. Durante la película hubo un acercamiento al rostro de Sai Baba en que miraba directamente a la cámara y, por ende, a Ron le pareció que miraba directamente a lo profundo de sus ojos. “En ese momento casi me caí de la silla”, dijo. Al preguntarle por qué había reaccionado así, replicó, “Cuando me miró directamente a los ojos, sentí la seguridad de que lo sabía todo acerca de mí y de todos los demás. De hecho, que lo sabía todo. Supe que este era el hombre al que debía seguir y que no había nadie más como él.” Ahora comenzó a leer ávidamente todos los libros sobre Sai Baba que tenía y sintió que Nimbin, Lismore y los alrededores no eran un lugar adecuado para él. Tenía que estar en donde hubiera más gentes de Sai y actividades de Sai, y fue así que regresó a Sydney y reabrió su clínica allá. Y, por supuesto, asistió a cualquier reunión de Sai y otras actividades en su área.

Fue durante su visita a una reunión de Sai Baba en Homebush, un suburbio de Sydney, que conoció a la Dra. Devi, la mujer del muy conocido Dr. Sara Pavan, el anestesista. Una noche, la Dra. Devi les anunció a los asistentes en Homebush que al día siguiente iría a un hospicio en el que los pacientes tenían todos serios impedimentos mentales. Agregó que cualquiera que quisiera ir con ella, sería cordialmente bienvenido. Una persona fue y ella era el Dr. Ron Farmer. No tenía ni la más leve sospecha del hecho que en esa casa de reposo se iba a producir una de las cosas más importantes de toda su vida. Hacia el final de su visita en ese primer día, la encargada del hospicio le dijo que le gustaría presentarle a la psicóloga clínica que trabajaba regularmente ahí. Ron no tenía deseo alguno de conocerla. Todos los miembros de la profesión que conociera en años recientes no tenían interés alguno en ningún aspecto de Dios o de la vida espiritual del hombre. Por lo tanto le presentó una excusa a la encargada. No obstante, se había interesado en el hospicio mismo, de modo que no pasó mucho tiempo sin que volviera. Esta vez la encargada le dijo, “Le hablé a mi psicóloga de usted y ella está ansiosa por conocerle.” Esta vez Ron no tuvo excusas de modo que subió mansamente escaleras arriba tras de la encargada. Ella le condujo hasta la clínica y le presentó a la sonriente Swanny, de oscuros ojos. Según me contó Ron, de inmediato tuvo una profunda sensación de que algo importante, algo inexplicable iba a suceder. Nunca había sentido algo así en el momento de conocer a alguien. Según explicó, esta sensación era como el presagio de una profunda paz, y quiso verla de nuevo. Al preguntarle que había sentido ella en este primer encuentro, Swanny dijo, “Su rostro tenía una expresión tan triste que sentí una fuerte necesidad por hacerle feliz”. De modo que comenzaron a verse con frecuencia, por lo regular a la hora de almuerzo. Una de las cosas más importantes que tenían en común era el hecho de que ambos usaban principios espirituales en donde les era posible, al tratar a sus pacientes, aunque no pasó mucho tiempo antes de que el sentimiento recíproco del uno por el otro, se profundizara hasta algo más importante que sus intereses académicos. Esto era amor, del tipo que, aun incluyendo al amor romántico, va mucho más allá. Era el verdadero amor de la unión que incluye el compartir y el preocuparse.

Después que se casaran, Swanny comenzó a tener sueños acerca de Sai Baba, los que la llevaron a la senda de Sai junto a Ron. Habían estado casados unos tres años, trabajando ambos felices en su profesión de la psicología clínica, cuando sonó la campana para anunciar un nuevo capítulo en sus vidas. La campana en este caso, fue la del teléfono en su hogar. Ron fue a contestar. Del otro lado de la línea sonó la voz de un hombre joven diciendo, “Usted no me conoce, pero mi nombre es John Fitzgerald. Tengo una gran cantidad de dinero y quiero ayudarle a los niños de la calle, pero no sé por donde empezar.” Se produjo un completo silencio por unos momentos y entonces, la voz continuó. “Un amigo mío, de hecho mi arquitecto, llevó a su hijo a una de sus reuniones. Era una reunión sobre Valores Humanos y me dijo que usted y su mujer eran las dos mejores personas en Australia para ayudarme con mi proyecto.” John Fitzgerald siguió para invitarles a visitarlo en su oficina en la Costa de Oro tan pronto como pudieran, si se interesaran en ayudarle. Ron respondió que Swanny y él planeaban ir a la Costa de Oro la semana siguiente y que estarían felices de ir a su despacho y hablar con él. Cuando volvió donde Swanny, Ron dijo, “He estado hablando con un joven de Queensland que, o está loco o es un hombre muy sabio.” Le resumió el contenido de la conversación telefónica y ambos decidieron ir a visitarle cuando fueran a la Costa de Oro, a la semana siguiente, por otros asuntos. Y fue así que, a su debido tiempo, estaban sentados en el despacho de John Fitzgerald escuchándole hablar de su sueño filantrópico. Una cosa que les impresionó a ambos fue oírle decir, “Mi don para hacer millones es algo que Dios me ha dado, de modo que debo emplearlo haciendo el trabajo de Dios.” La entrevista duró tres horas y al final de ella, se habían convertido en sus socios en el trabajo ‘karma yógico’ que planeaba emprender. Swanny sintió tal confianza en este amigo recién encontrado que, a su pedido, accedió a renunciar a su trabajo y dedicar todo su tiempo para ayudar a John. El Dr. Ron Farmer accedió de todo corazón a esta moción, ya que también él sintió plena fe en John Fitzgerald. Y así fue que tuvo su comienzo esta asociación divina.

Ahora me gustaría dar algunas informaciones sobre los antecedentes de Swanny Farmer, quien, no puedo dejar de decirlo, es una de estas raras personas cuya prístina belleza interior se trasluce y la dota de una belleza externa muy especial. Siento que debe haber sido para alguien como ella a quien Shakespeare dirigiera las palabras, “Lleva a cabo nobles obras, no sólo las sueñes todo el día y haz de este modo que la vida, la muerte y el vasto para siempre sean una grandiosa y dulce canción”.

Swanny nació en Indonesia en el año 1952. Su padre, un comerciante en Jakarta, encontró que su fortuna se acrecentaba notoriamente después de que naciera su tercera hija y, de este modo, pudo enviar a sus dos hijas mayores a completar su educación en la Universidad de Hannover en Alemania. Cuando Swanny cumplió diecisiete años, en 1969, también fue enviada a reunirse con sus hermanas y a completar su educación terciaria. Se especializó en psicología, porque le parecía que este era el tipo de instrucción que necesitaba para ayudarle a la gente en su vida. Obtuvo un ‘Master of Arts’ en Hannover y trabajó por un tiempo en Alemania. Se la invitó a nacionalizarse, sin embargo decidió viajar a Inglaterra para obtener otro diploma en psicología. Fue así que asistió a la Universidad de Manchester y, después de aproximadamente dos años, recibió su diploma de Master of Science en psicología. Con estos dos diplomas estaba ciertamente calificada para trabajar en su campo profesional, en muchas partes del mundo. Su corazón la llamó de regreso a Indonesia, en donde trabajó por cerca de dos años en su campo. No obstante, Swanny sintió que no estaba haciendo un uso pleno de su potencial en Indonesia y, como una de sus hermanas estaba practicado como médico en Australia, decidió trasladarse a ese país en donde, ciertamente, no tuvo dificultad para encontrar trabajo profesional y donde terminó en el hospicio para niños discapacitados mentales en Liverpool, cerca de Sydney, donde, finalmente, conoció a Ron Farmer.

Como se mencionara, Swanny cambió una vez más de trabajo durante esa crucial entrevista con John Fitzgerald, cuando él la invitara a ser lo que él denominó su ‘copiloto’ para encontrar a los niños adecuados para lanzar su esquema del Toogoolawa o sea, proveer escuelas, como asimismo hostales o alojamiento para los infortunados niños que muy a menudo, por carencia de un medio familiar responsable, no tenían hogar, no iban a la escuela o estaban a punto de convertirse en niños de la calle. Ron quien apoya plenamente el proyecto y le entrega también mucha ayuda voluntaria, lleva a cabo también otros trabajos para Swami. Uno de ellos es el de dirigir un pequeño negocio de imprenta, conjuntamente con su mujer y un amigo Sai llamado Ross Woodward. Ya han publicado un muy buen libro destinado a ayudar a gentes de cualquier parte del mundo para que conduzcan círculos de estudio sobre la literatura de la Nueva Era, en particular las enseñanzas de Sai Baba. La calidad de este libro encierra la promesa de próximos tesoros por aparecer.

El Dr. Farmer, por supuesto que continúa en forma regular con su actividad profesional principal, viendo pacientes en su clínica, la cual se ubica en el mismo edificio de las oficinas de la empresa de John, en la ribera del río Nerang. En su labor terapéutica hace un uso frecuente tanto de las enseñanzas de Sai como de las de otras concepciones espirituales. Me habló acerca de varias de ellas mientras caminábamos por las empastadas laderas en torno a su casa en Willow Vale. A pedido mío, grabó varias en una cassette de audio. A continuación, brevemente, el meollo de uno de estos tratamientos.

Un ministro de la Iglesia Unitarista le preguntó al Dr. Farmer si trataría a su hija de doce años. Accedió y al poco tiempo la chica estaba sentada frente a él en su clínica. Su problema principal era que en la sala de clases, cuando se le pedía que se pusiera de pie, ya sea para leer o recitar algo o para responder a una pregunta, el mero hecho de estar parada en medio de la clase, desencadenaba en ella un tal terror escénico, que quedaba bañada en sudor frío y era incapaz de emitir una sola palabra, por lo que debía volver a sentarse. Puesto que ni maestros ni alumnos muestran alguna comprensión o simpatía en estas situaciones, la niña vivía en un sufrimiento constante.

Finalmente, después de hacerle numerosas preguntas para encontrar alguna puerta que pudiese abrir para ella, Ron le preguntó, intuitivamente, “¿Tienes algunas pesadillas que se repitan?” La respuesta fue afirmativa, había un sueño espantoso que se repetía cada semana o cada quince días. En este sueño ella caminaba al borde de un precipicio y llegaba un momento en que perdía el equilibrio y caía al fondo, en medio de un terror inexpresable. Siempre despertaba antes de llegar al fondo, pero era una experiencia que la llenaba de un profundo horror. Ron sintió que si la podía curar de esta pesadilla, también terminaría con su temor en la sala de clases.

Ron recordó una de las enseñanzas de Swami en cuanto a que no tiene importancia alguna la forma o el nombre de Dios que uno adore, pero que se habrá de recordar que Él está siempre con uno y que uno debe confiar en Su amor y Su ayuda. Esta chica era hija de un ministro de una iglesia cristiana y probablemente consideraría a Jesús como su guía y salvador divino. De modo que Ron le preguntó, “¿Crees en Jesús?” “¡Oh, sí!” fue la respuesta. Entonces Ron le preguntó, “¿Amas a Jesús?” Y ella le respondió con entusiasmo, “¡Sí! ¡Le amo de todo corazón, Él es mi vida!” Entonces, Ron le explicó el principio enseñado por Swami en cuanto a que si nos aferramos del nombre y la forma de Dios, llevándolos a todo lo que hagamos, la vida se llenará de armonía y cualquier problema se resolverá.

Además, Swami dice que, contrariamente a lo que se enseña en la psiquiatría moderna, el subconsciente es benévolo. De modo que Ron hizo que su paciente se relajara y le pidió que cerrara los ojos. Luego la llevó a que recorriera en su imaginación los detalles de la recurrente pesadilla. Caminaba al borde del abismo y entonces su pie resbalaba y comenzaba a caer, mas ahora, se asía de la mano de Jesús mientras caía. Ron le iba repitiendo, “Estás tomada de la mano de Jesús, estás cayendo, pero estás tomada de la mano de Jesús” y se lo fue repitiendo como por unos diez minutos. Observando su rostro mientras le afirmaba la imagen de Jesús, vio que la expresión de miedo se transformaba en una de paz y felicidad. Finalmente, le pidió que abriera los ojos y le preguntó, “¿Qué sentiste ahora?” Ella replicó que había olvidado que estaba cayendo y que se sentía feliz bajo la protección de Jesús. Al preguntarle qué sentía en su cuerpo, respondió que se sentía relajada, profundamente relajada. Luego Ron le pidió que se imaginara estar en la sala de clases y que la maestra le había pedido que se pusiera de pie para leer algo, pero que al estar de pie, pensara en la escena en que caía al precipicio asida de la mano de Jesús, de manera que se sintiera relajada y sin preocuparse por la situación en la clase, porque, tomada de la mano de Jesús sentía alegría y protección. Después de esta imaginería guiada, le volvió a pedir que abriera los ojos. Entonces le dijo, “¿Sientes ahora que vas a estar bien en la sala de clases cuando tengas que ponerte de pie y hablar?” Ella sonrió contenta y replicó, “Sí, estoy segura que estaré bien, porque voy a tener a Jesús cerca de mí, tomando mi mano”. “Muy bien – le dijo Ron – si alguna vez vuelves a tener el más mínimo problema, toma contacto conmigo y te daré más ayuda.” Ella le prometió que lo haría, mas nunca tomó contacto con él y Ron sintió que su terapia espiritual había surtido efecto. Ha descubierto que el uso del nombre y la forma del Dios que uno adore producen un efecto muy poderoso. Ello libera el estupendo poder del amor divino que siempre conquistará al temor.

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SIGNOS, EXTRAÑOS Y SIGNIFICATIVOS

En las Montañas Azules, justo al oeste de Sydney en Australia, tengo a varios amigos, la mayoría de los cuales son seguidores de Sai Baba. En la época de este episodio no habría llamado devoto de Sai a Peter, aunque estaba interesado en Sai Baba y fue tal vez para estimular este interés que Rocky Bugmann, un activo miembro del centro Sai en las montañas, le regaló una muy bonita fotografía de Sathya Sai Baba, de un tamaño más bien grande. Sin enmarcarla, Peter la colgó en la pared de su dormitorio, en una posición en que podía verla fácilmente estando acostado en su cama. A propósito, Peter es un solterón de edad madura y vive solo, a excepción de su amigo cuadrúpedo, un perro llamado Adam. Es posible que el perro haya sido bautizado como Adam debido al odio que sentía hacia las serpientes – el Adan del Jardín del Edén no tenía razón para amarlas, puesto que por causa de un reptil había sido expulsado de allí hacia el vasto y terrible mundo.

Aunque Peter tiene una casa grande, habitualmente le permite a Adam dormir en el suelo de su dormitorio. No debe haber sido más que una o dos noches después de que colgara la foto, que comenzó el extraño fenómeno. Mientras estaba confortablemente tendido en su cama con la luz encendida y mirando fijamente la foto de Swami, de pronto esta se volvió tridimensional, vale decir sobresalía una pulgada aproximadamente de la pared. Al mismo tiempo, la imagen de Swami se transformó en un hombre que parecía ser un personaje histórico a juzgar por su vestimenta, dijo Peter, aunque no pudo reconocerlo. Después de unos instantes, la fotografía volvió a quedar pegada al muro y Swami estaba en ella. Durante las siguientes cinco o seis noches, la foto de Swami siguió haciendo estos extraños trucos, aunque la diferencia estribaba en que no era siempre la misma persona la que aparecía en lugar de Swami. Cada noche era alguien diferente, pareciendo ser siempre algún personaje de algún período histórico anterior y nunca identificable por Peter. Este se sentía bastante fascinado, aunque intrigado también. Debía tratarse de alguna señal de Swami, pero no podía imaginar que trataba de decirle. Y, ¿quién podría ayudarle? La única otra persona en la habitación que veía esta pantomima era Adam el perro y este parecía bastante indiferente a las extrañas bufonadas de la foto.

Entonces llegó la noche en la que, en lugar de aparecer otro ser humano en la foto tridimensional, se mostró una enorme cobra en el lugar de Swami. Estaba erguida y su caperuza, dilatada, como si estuviera a punto de atacar a su víctima. Peter estaba horrorizado. Pensó que esto era un símbolo del mal y apagó de inmediato la luz del cuarto, pero pasó mucho rato antes de que pudiera conciliar el sueño. Él como muchos seguidores del credo cristiano, tal vez debido al mito del Jardín del Edén, consideraba a las serpientes como animales maldecidos por Dios y, por ende, malvados. Por último se durmió. No aparecieron sueños para ayudarle con su problema y, tan pronto como despertó, con las primeras luces del amanecer, se levantó de la cama con la intención de sacar la foto – mas ya no estaba en la pared. Sabiendo que no la había asegurado al muro, buscó en el suelo, debajo del lugar en que estuviera. No estaba muy lejos, pero rota en pequeños pedazos. Debe haber sido obra de Adam, el que estaba acurrucado no lejos del montón de papeles, como para proteger a su dueño de cualquier mal que pudiera permanecer en la destrozada fotografía. Peter recogió los trozos y los quemó.

No pasaron muchos días después de esto y Peter nos informó a Rocky y a mí acerca del episodio, acerca de lo sucedido con la fotografía. Ambos le confirmamos que para Swami, quien es una encarnación del Señor Siva y de Su consorte Parvati o Shakti, las serpientes ciertamente no representan el mal, sino, en verdad, lo contrario. Las imágenes del señor Siva a menudo le muestran con un collar de serpientes en torno al cuello. Ellas son uno de sus símbolos y se les ha aparecido, realmente, a numerosas personas, entre las que me incluyo, como una cobra. La que se me apareciera, en el jardín de Brindavan, fue una bella cobra blanca. Se había mostrado amigable, más que enemiga del hombre. Peter lo entendió de inmediato y se mostró feliz. Estuvo muy contento cuando Rocky le regaló otra foto. Mas, al parecer había recibido su ración de signos y prodigios y esta segunda fotografía se comportó como se espera que se comporten las fotos.

Pienso que Peter se llamaría ahora a sí mismo un devoto Sai. Existen, por supuesto, muchos diferentes tipos y clases de devotos los que llegan hasta los pies de nuestro Señor por muchos tortuosos y extraños, aunque interesantes caminos.

* * *

Los signos Sai que llegaron hasta el matrimonio de Syd y Karen Paterson también fueron extraños y, ciertamente, significativos. Los Paterson vivían cerca de mí en las Montañas Azules y les considero sinceros devotos que están haciendo progresos por la senda Sai que conduce de regreso a Dios. Extrañamente, ambos también fueron testigos de algunos leelas fotográficos, mas a diferencia de Peter eso sucedió después de que ya eran devotos. En este caso se trató de una fotografía enmarcada que colgaban de la pared en su pieza de estar. Un buen día, en que estaban sentados allí discutiendo las enseñanzas de Swami, mientras miraban la foto, esta comenzó a hacer bromas. Comenzó a moverse, por ejemplo, a lo largo de la pared, hacia la derecha y luego hacia la izquierda, y de pronto parecía apartarse para acercarse a ellos. En otros momentos, aparecían luces brillantes alrededor de la foto, ya sea rosadas o verdes, o simplemente blancas. Por cierto que se contaban lo visto después que sucediera, mas para comprobar que no se trataba de una ilusión óptica, decidieron discutirlo en el momento en que se produjera. Por ejemplo, Syd podía decir, “El color se ha vuelto plateado”, o “La foto se está moviendo por la pared hacia la derecha”, y Karen confirmaría que estaba viendo lo mismo. De modo que decidieron que lo que veían sucedía realmente y creyeron que era una señal de la presencia de Dios en sus vidas.

Otros signos se les aparecían por separado. Por ejemplo Syd –quien era pintor de oficio– vio aparecer un día (durante todo el día) el rostro de Swami sobre toda superficie que estuviera pintando, ya fuera una puerta, una pared o un armario. Esto le produjo una inmensa alegría y tuvo un día maravilloso.

Otro signo del que me habló, fue que, un buen día, repentinamente experimentó el adwaitha o la no dualidad : todo era uno. Esto le produjo una inmensa sensación de dicha, una elevación de conciencia. Lamentablemente, comentó, no duró por todo el día sino sólo por un corto período. No obstante lo puede recordar siempre y sabe que la verdad del Ser, está más allá de lo que vemos con nuestros ojos y que es, en verdad, la unicidad de toda vida.

Más adelante, a mediados de 1990, Syd tuvo su primer sueño con Swami y, para él, fue un sueño profético muy importante y ha permanecido vívidamente grabado en su memoria. Me relató que parecía comenzar cuando él estaba parado conversando con un vecino que había vivido en la casa contígua a la suya en un suburbio de Sydney. De pronto vieron la figura de Sai Baba, parado en el pavimento frente a ellos en la calle. Swami tenía puesta una bata blanca, dijo Syd, pero no sé si él tenía conocimiento en esa época que blanco es el color de duelo en la India. Entendiera o no el significado del color blanco, Syd supo instintivamente que el viejo gabán que Swami llevaba colgado al hombro, representaba el cuerpo de su propio padre. Swami les lanzó una sonrisa y movió la mano como despedida, caminando calle abajo. Syd estaba tan sumido en sus sentimientos, que se olvidó de agitar la mano devolviendo el gesto de Swami, mas su vecino lo hizo y comentó que sabía que era la cabeza de algún misterioso culto en la India. Syd no contestó, pero recuerda haber pensado, “¡Si sólo supieras la verdad!” En el cruce, Swami se volvió como para tomar por la calle transversal, sin embargo, giró mirando hacia Syd y su amigo y volvió a agitar la mano. Esta vez, ambos hombres devolvieron el gesto y Swami desapareció.

Para Syd fue un sueño muy triste, porque se sintió seguro que Swami le estaba dando un signo de que su padre, quien estaba muy enfermo en un hogar-hospital, no duraría mucho más. Pensando en esto, Syd le rogó fervientemente a Swami para que le concediera cuatro cosas. La primera fue que el hospital le advirtiera de la inminencia del deceso con una antelación suficiente como para podérselo comunicar a su anciana madre, para que ella pudiera llegar a tiempo al lado de su marido. La segunda fue que él mismo pudiera estar en la habitación, con ambos, cuando su padre muriera. La tercera, era que su padre tuviera un final apacible, sin dolores. La cuarta era que él, Syd, pudiera tener conciencia del momento preciso en que su padre abandonara el cuerpo. Tal vez era mucho pedir, pensó, mas se sintió seguro que, de algún modo, Swami le iba a conceder sus deseos.

No mucho después, llegó el llamado del hogar-hospital informándole que la condición de su padre se había deteriorado tan rápidamente que tenían la certeza que no iba a vivir mucho más. De modo que Syd no solamente tuvo el tiempo para avisarle a su madre, sino también a su hermano. Esa mañana estaban todos sentados en la habitación de su padre. El hermano de Syd había traído también a su mujer, pero Syd no había traído a Karen, porque estaban recién trabando amistad y ella no conocía a sus padres. El anciano parecía no darse cuenta de su presencia. Dormía apaciblemente, sin señales de dolor y así fueron pasando las horas, con una enfermera que entraba cada media hora más o menos, para comprobar la condición del paciente, lo que le pareció a Syd indicar que el fin no estaba muy lejos.

Después de varias horas de montar guardia, en silencio la mayor parte del tiempo, Syd sintió que su madre que tampoco gozaba de muy buena salud, parecía requerir descanso. De modo que le aconsejó irse a su habitación y recostarse; él la llamaría más tarde. Ella salió y el hermano de Syd quien tenía cosas que atender, también se marchó con su mujer. Syd se quedó solo con sus pensamientos. Su buen padre, por quien sentía mucho amor, estaba vivo aún y respiraba tranquilamente. Entonces, como diez minutos después, sucedió algo extraño. Un haz de lo que semejaba ser una energía azul oscuro, de aproximadamente una yarda de largo y tal vez unas seis pulgadas de ancho, comenzó a emanar desde el chakra de la garganta de su padre, a un ángulo de unos cuarenta y cinco grados respecto del cuerpo. Se desvaneció en instantes y la respiración de su padre cesó. Tiempo después, Syd supo por alguien que había tenido mucha experiencia con la muerte, el morir y el más allá, que se había tratado del cuerpo astral de su padre que abandonaba el cuerpo físico. No obstante, Syd debe haberlo intuido en el momento, debido a lo que sucediera después.

El próximo evento se produjo casi de inmediato. Swami entró a la habitación. No el Swami habitual, sino uno de aproximadamente la mitad de su tamaño : un Swami enano y vestido de verde – que no es el color que usa siempre. Syd interpretó esto en el sentido que su padre había tenido un ‘tránsito’ apacible, porque para él el verde significaba paz, como la paz que se siente en medio de una pradera. Para enfatizar aún más este punto, el diminuto Swami flotó sobre el lecho y se sentó con las piernas cruzadas sobre el pecho del difunto. Luego de subrayar así el hecho de la tranquila partida del padre de Syd, Swami desapareció. Poco después, dos enfermeras entraron en el cuarto. Una se paró detrás de Syd y le puso las manos sobre los hombros, en tanto que la otra fue a examinar a su padre. La que estaba detrás suyo le preguntó amablemente, “¿Dónde está su madre?” “Se fue –respondió Syd– y también se ha ido mi padre”. Ella le dijo que pensaba que su padre estaba vivo aún, pero la enfermera junto al lecho, confirmó que había fallecido. Syd se quedó unos momentos recordando a su querido padre y, mentalmente, le agradeció a Swami por haberle concedido los cuatro deseos que había formulado, como también por haber estado presente, bendiciendo la partida de su padre, quien ni siquiera había sido un seguidor de Sai Baba.

Karen, quien es muy estudiosa y dulce, ha tenido sus propias experiencias de la mano de Dios en su vida. En tanto que Syd llegó a sentir la unicidad de toda vida, ella ha logrado traspasar el Maya de manera diferente. Cuenta, por ejemplo, que un buen día, en el trabajo, cuando todo parecía andar a un ritmo de locura, como si los asuntos mundanos en su vida – vale decir el Maya – giraran en torno a ella a una velocidad creciente y parecieran imposibles de manejar, su mente pasó más allá de todo ello. Ella lo pudo ver como lo que era, una ilusión irreal y demencial. Tuvo ganas de reírse frente a las alocadas bufonadas de las gentes, incluyéndose. Era algo irreal y ella dio un paso atrás, apartándose hacia la quieta paz de la realidad. Descubrió que, en ocasiones venideras, cuando el carrusel del mundo parecía descontrolarse, sólo el enfocarse en el recuerdo de esa ocasión le ayudaba para tratar de restablecer esa paz.

El mismo año que falleciera el padre de Syd, pero antes, Karen también había sido testigo de la compasiva mano de Swami para la muerte de su propio padre. “Ninguno de mis padres era seguidor de Sai Baba y sólo oían hablar de él cuando estaba yo en casa con ellos y no podía dejar de hablar a veces de él”, me dijo Karen. Su padre hubo de ser hospitalizado debido a un enfisema y al ataque de unos misteriosos virus tropicales. De alguna manera, ella presintió que la enfermedad era terminal, pero el personal del hospital no cooperó mucho en cuanto a informarle a ella ni al resto de la familia sobre el estado de su salud. Por ende, la madre de Karen, su hermana, ella misma u otros miembros de la familia, pasaban mucho tiempo en su cuarto de hospital para velar por su estado de salud. Un día, estando sola en la habitación de su padre, este, para gran sorpresa suya, le preguntó de pronto, “Ese individuo al que fuiste a ver a la India… ¿cuál era su nombre, porque se me ha olvidado?” Karen se lo dijo. “Cierto –observó– tuve un sueño con él la otra noche.” Karen se asombró y alegró de oír que Sai Baba había visitado realmente en un sueño a su padre ‘no-Sai’. Le preguntó acerca de la naturaleza de su sueño. Su padre replicó, “Oh, simplemente entró, se acercó a mí y me saludó con un apretón de manos”. El placer que sintió Karen tuvo un leve tinte de tristeza. Estaba segura que este apretón de manos significaba que su padre habría de dejar muy pronto su cuerpo. Le preguntó entonces, “¿Cómo te hizo sentir, Papá, el que te diera la mano? ¿Fue una sensación grata?” “¡Oh, por supuesto!” dijo su padre. Había tal entusiasmo en la voz del anciano que Karen se sintió confiada y entregada, invadiéndola una oleada de gratitud hacia el Señor, debido a que parecía que estaba cuidando de su padre en momentos en que él lo necesitaba.

Pocos días después de esta grata aunque preocupante conversación, el padre de Karen dejó de existir. Sólo su madre estaba a su lado en esos momentos y ella le contó a Karen que había sido una muerte fácil y apacible – simplemente había dejado de respirar, según lo expresó. Karen supo, íntimamente, que Swami había estado invisiblemente presente y que había facilitado y bendecido la partida de su querido papá. Se sintió muy agradecida y algo sorprendida por el hecho que Swami le hubiera ayudado de esta manera a alguien que nunca había mostrado algún interés en él.

Para mí, el hecho que Swami les hubiera ayudado con amor y compasión a los padres de ambos, representa un signo que Syd y Karen tienen los pies firmemente puestos en la senda espiritual y que están avanzando por ella. El antiguo sabio Narada en sus “Bhakti Sutras” (*) declara que cualquiera que haya avanzado lo suficiente por la senda de la devoción le proporcionará una ayuda divina a varias generaciones de ancestros y de descendientes. Es así que siento que las bendiciones de Swami para una generación anterior, vale decir los padres de Syd y de Karen, son el resultado del trabajo y progreso devocional de ambos. Swami demuestra así su interés y da sus bendiciones a los miembros de las familias de sus devotos.

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(*) Sutra nº 71 de Narada : Sus ancestros se regocijan, los dioses danzan de alegría y la tierra consigue a un Señor y Salvador. Un devoto así que esté lleno de la realización de Dios, le da la salvación a siete generaciones de ancestros y a siete de descendientes en la familia. Los dioses se alegran de ver a un hombre realizado, puesto que es uno con Dios. La tierra obtiene con él a un salvador que puede bendecir a todo el género humano.

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EL MISTERIO DEL VIBHUTI

“Cenizas a las cenizas, polvo al polvo”. Con estas palabras del rito fúnebre, es entregado el cuerpo humano a su forma sin-forma final. En algunas denominaciones del cristianismo, las cenizas bendecidas por los sacerdotes se convierten en Ceniza Sagrada y es empleada como símbolo de penitencia, recordándole al hombre que su tiempo en esta tierra es corto y que debiera usarlo para buscar los verdaderos valores eternos. Antes, en la inmemorial mitología de la religión hindú, la ceniza era usada por el Señor Siva como un símbolo o estandarte de victoria. Después de su victoriosa batalla con el dios Kama, el dios del deseo, Siva reduce el cuerpo de su enemigo a cenizas y con ellas embadurna su propio cuerpo, demostrando la victoria sobre el deseo. Sin embargo, como todos sabemos, Kama, al igual que el Fénix, renace de sus propias cenizas y se muestra muy vivo y activo dentro de cada uno de nosotros, en donde se le conoce como ‘Kama Rupa’ o cuerpo de deseos. En verdad, como le oyera decir a mi ya fallecido amigo el Dr. V. K. Gokak, “él vive, por nosotros, nuestras vidas”. Solamente aquel que ha alcanzado el estado de la iluminada autorrealización podría, como lo hiciera Siva, adornarse con ceniza sagrada, como signo de su victoria sobre los deseos. Entonces, ¿por qué marcamos nuestras frentes con él o nos llevamos a la boca algo de este símbolo de victoria y de pureza que Swami ha llamado Vibhuti? Y, ¿por qué lo ha llamado así?

Esto es una parte del magno e importante misterio que quisiera invitarles a considerar.

Revisando los diccionarios sánscritos en busca del significado de este vocablo ‘vibhuti’, uno se encuentra con definiciones como ‘manifestación de poder divino’ u ‘opulencia mediante la que Dios controla todo el universo’. Otras palabras usadas para definir el término, son gloria, esplendor y magnificencia divinos. En algunas traducciones del Bhagavad Gita nos encontramos con que el título del Capítulo X es “El Yoga del Vibhuti”, en tanto que en otras reza “Manifestaciones de la Gloria y el Poder de Dios”. Por ende aprendemos que la unión con lo divino que buscamos recibe la ayuda o tal vez se logra gracias al poder, la gloria, el esplendor y la munificencia de Dios, y esto es llamado Vibhuti.

En ninguna parte de las grandes Escrituras de todas las naciones, he leído personalmente o he sabido de un hombre-dios o un santo que produjera ceniza sagrada desde una dimensión invisible, ya sea mediante un movimiento de su mano o por cualquier otro medio.

Es interesante el hecho que durante el casi medio siglo que Sai Baba viviera en Shirdi, usara ceniza de un fogón que mantenía encendido, para ayudarle a las gentes con problemas de salud u otros. Llamaba ‘udi’ a esta ceniza que tal vez guarde alguna relación con el término ‘vibhuti’. Entonces, ¿por qué bautizó Sri Sathya Sai Baba con este nombre a la ceniza que manifiesta en numerosas ocasiones al día con un mero giro de Su mano? Por cierto que debe querer que entendamos que este maravilloso material que viene en variadas gamas de color, aroma y sabor, lleva en sí el poder, la gloria y el esplendor divinos que encierra el significado de la palabra misma. Y seguramente esto es algo de lo que debiéramos estar plenamente conscientes cuando usamos, ya sea externa o internamente, el Vibhuti.

No debiéramos ser como era yo cuando me dijo, el primer día de encontrarnos, en una habitación de Madras [Chennai ahora – N. de la T.], “¿Te gustaría algo de Vibhuti?” Dije, “Sí”, porque quería verle como lo creaba de la nada. No tenía idea respecto a que hacer con él, como tampoco de su poder. Mas descubrí su poder curativo al día siguiente, cuando materializó vibhuti para mi mujer y la curó en el acto de una hepatitis. Resulta extraño que Swami frecuentemente, aunque no siempre, manifieste Su divino poder y compasión a través de cosas materiales, como hojas y flores de plantas, agua, lingams y amritha (néctar), pero más a menudo a través de la ceniza sagrada.

A menudo he oído decir a las gentes que el poder del vibhuti reside en su efecto de placebo, su efecto sobre la mente del paciente, creando así una fe y una expectativa mayores. Pero sé de casos en que el receptor no tenía expectativa alguna, al menos no de una curación. Mi mujer, Iris, fue alguien así en el caso del que hablaba antes. No obstante, en mi experiencia, la más asombrosa fue la curación del paracaidista y Jefe de Escuadrón A. Chakravarthy y de su mujer ausente que describo en detalle en mi libro “Sai Baba – Invitación a la Gloria”. Repetiré aquí los hechos salientes.

Chakravarthy junto a dos hombres de ciencia con los que había llegado al Ashram, fue llamado a entrevista la primera tarde de su estadía. Swami materializó varias cosas para sus dos amigos y luego le indicó a Chakravarthy que uniera las palmas de sus manos, como para formar una escudilla. Luego Swami hizo girar Su mano en pequeños círculos sobre el cuenco que formaban sus manos. Fue cayendo vibhuti de las manos de Swami hasta llenar el hueco de las de Chakravarthy y, entonces, Swami le dijo que lo comiera. El Jefe de Escuadrón quien también era director de la escuela de salto en paracaídas de la Fuerza Aérea India, no tenía la menor idea de por qué había de ingerir el vibhuti, mas provenía de una familia espiritual y tenía la sensación de estar frente un hombre-dios, de modo que hizo lo que se le ordenaba. Se comió hasta la última manchita de cenizas que tenía en las manos. “El sabor era bastante agradable y pensé que estaría recibiendo algún beneficio espiritual al ingerirlo”, me contó.

Tuvo otra entrevista a la mañana siguiente y volvió a suceder lo mismo. Nuevamente Chakravarthi hizo lo que se le ordenaba y consumió todo el vibhuti que tenía en las manos, sin tener idea de cual sería su provecho específico. Después de pasar esa noche única en el ashram, él y sus amigos regresaron a Bangalore. Entonces se quedó sobrecogido y rebosante de alegría al descubrir, después de un par de días, que había sido completamente sanado de una enfermedad que los médicos le habían diagnosticado como incurable. Quedó aún más asombrado al encontrar que su mujer había sido curada de la misma dolencia incurable. Numerosos médicos les habían dicho que la dolencia que les aquejaba, no sólo era incurable, sino que les impediría tener hijos. Y bien, como para confirmar la curación, Swami les dijo que iban a tener un hijo que nacería el día de Su cumpleaños, ese mismo año. Cosa que se produjo como predicho. Ningún efecto placebo podría haber intervenido en esta doble curación de dos personas, mediante una doble dosis de vibhuti que se le diera a una de ellas.

Varios amigos me han relatado la forma en que han curado dolencias en animales, principalmente de perros y gatos, gracias a la aplicación de vibhuti y esto parece indicar que el poder curativo existe en el vibhuti sin ayuda alguna de expectativas, sugestiones o, incluso, de fe.

La cantidad de vibhuti que se requiera o el tiempo que tome una sanación, también forman parte del misterio divino. En el caso de Chakravarthy, dos porciones en el cuenco de sus manos, sanaron a dos personas casi de inmediato. En el caso de Mayan Waynberg (también relatado en “Sai Baba – Invitación a la Gloria”) otro ejemplo de la curación con las cenizas de una enfermedad incurable (vale decir, incurable por medios médicos comunes), Swami instruyó al paciente de tomar una pizca de vibhuti en agua, diariamente, pero le llevó cerca de dos años lograr una cura completa. Diferentes dolencias, diferentes métodos y sólo el Divino Curador Mismo conoce la razón. Todo lo que podemos saber es que esta sagrada substancia que hemos aprendido a llamar Vibhuti, está impregnada del poder, la gloria y el esplendor divinos para obrar grandes milagros.

Por otra parte está el asombroso fenómeno de alcance mundial de la aparición de vibhuti sobre diversos artículos, principalmente imágenes sagradas, hasta bajo el vidrio, cuando están enmarcadas. Estas cosas le suceden a seguidores de Sai Baba desde Rusia, a Malasia y Australia. Puede que pregunten por qué y cómo pasa esto.

Bueno, diría que ciertamente cimenta la fe e incluso lleva a la gente hacia Sai Baba. Mi famoso amigo Jagadeesan de Malasia, me contó que cuando oía a la gente hablar de Sai Baba, su reacción era negativa, mas cuando comenzó a aparecer vibhuti sobre las fotos de Swami y otras figuras santas en casa de uno de sus parientes en Malasia, nació la fe en su corazón y de inmediato viajó para ver “al Dios Viviente en la India”. Y bien, todos sabemos del maravilloso trabajo que ha llevado a cabo Jagadeesan para la misión Sai en el mundo.

En lo que respecta al ‘cómo’ de la operación, he oído a más de una persona decir que la tarea la ejecutan otros seres y no Swami. La ciencia psíquica en tanto, ha probado más allá de cualquier duda que, en general, los espíritus descarnados no poseen el poder psicoquinético como para mover ni siquiera un objeto liviano como una pluma.

Una excepción a esta regla la constituye el Poltergeist que lanza piedras, mas no está en la naturaleza del Poltergeist el esparcir ceniza sagrada sobre objetos santos con el propósito de incrementar la fe en Dios del hombre.

Sabemos que Swami Mismo puede viajar en un abrir y cerrar de ojos hasta cualquier punto del globo y, cuando esté allí, hacer uso de Su divino poder psicoquinético para llevar a cabo cualquier trabajo físico que desee. Sabemos también que tiene ayudantes, multitudes de ayudantes, tanto en los planos sutiles como en el plano terrenal. Él podría dotar a cualquiera de estos ayudantes, ya sean descarnados, angélicos o dévicos, con el poder de diseminar vibhuti sobre o bajo el vidrio de imágenes santas, dentro de libros o sobre sus cubiertas, cuando estén debajo de otros volúmenes, sobre las manos de piadosos devotos Suyos que estén agonizando (como sucediera con un devoto Sai que estaba al borde de la muerte en Melbourne, Australia). Por ende, ya sea que haga el trabajo Él Mismo o lo delegue en alguno de Sus innumerables ayudantes sutiles, no es algo que pueda saberse, y no pienso que importe, puesto que todo trabajo divino es obra de Dios.

Recuerden la historia del hombre que, sentado en el techo de su casa durante una inundación, rehusó toda ayuda de los hombres que venían en botes y helicópteros y que trataban de rescatarlo, diciendo, “No se molesten, le he pedido a Dios que me salve”. Cuando terminó por ahogarse y su alma estuvo en la presencia de Dios, le dijo al Todopoderoso, “Te rogué que me salvaras, pero no lo hiciste”. Dios replicó, “Envié botes de rescate y un helicóptero para sacarte del techo de tu casa y salvar tu vida, pero te habías olvidado que todas las manos que ayudan son Mis Manos.”

Otro misterio es ¿por qué aparece el vibhuti en algunos hogares y no en otros? ¿Con qué criterios selecciona Dios los hogares? ¿Son las personas bendecidas con el vibhuti más espirituales que las que no lo son? En base a mis observaciones, no lo creo.

He notado que quienes reciben la ceniza en la India, parecen ser más humildes y más carentes de ego que lo usual. Por ejemplo, observé el fenómeno por primera vez en un hogar brahmín en Coimbatore. Parecía haberlo cubierto prácticamente todo en el cuarto del santuario y, mientras yo estaba sentado observando, caía a montones de una pequeña estatua del Sai Baba de Shirdi.

Muchos años atrás, a mi llegada a Prasanthi Nilayam me encontré con un joven en la aldea fuera de los muros. Me contó la historia de su tía que vivía en una humilde morada dentro de la aldea. Me señaló que mientras Swami estaba fuera en gira, comenzaba a aparecer vibhuti y amrith sobre las fotos en la casa de su tía. No pasó mucho tiempo sin que multitudes de personas llenaran su patio para ver el fenómeno y para recibir presentes de vibhuti y amrith, de los que siempre había bastante para todos. El atender al creciente número de personas se fue haciendo demasiado para la pobre señora, quien era viuda. Terminó por sentirse abrumada e incapacitada para seguir adelante.

Entonces, repentinamente, Swami quien estaba aún de viaje, se le apareció en Su forma sutil y dijo, “Voy a detener esto ahora. Cierra tus puertas y no dejes entrar a nadie.” Desde ese momento no hubo más manifestaciones de vibhuti o de amrith. Se había ya publicado mi primer libro y el joven conocía mi nombre, de modo que, muy amablemente, me llevó para conocer a su tía. Todo estaba tranquilo allá. Aunque sus imágenes ya no producían ceniza o néctar, ella tenía cantidades guardadas en frascos y, generosamente, me dio algo. La señora pertenecía a la clase de los mansos, los humildes, los entregados a Dios, los amantes de los buenos. Swami la había tanto bendecido como protegido.

Así también en otros países del mundo como en otras partes de la India, me he encontrado con vibhuti apareciendo en los hogares de personas a las que no podría clasificar como humildes o

entregadas. De hecho, parecían tener tanto ego como el buscador promedio en este campo. Por ende, se mantiene el misterio y tengo la sensación que sólo Dios conoce la respuesta.

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UN PAR QUE SE ENCUENTRA

East is East and West is West – and Never the Twain shall Meet” [Oriente es Oriente y Occidente es Occidente – y nunca el par se encontrará – N. de la T.] reza la famosa frase de Rudyard Kipling, aunque no continúa hasta profetizar un tiempo en que sí se encontrarán y que ello se producirá a los pies de Dios. Hoy en día el par sí se está encontrando, en verdad, a los pies de Dios, y no solamente Oriente y Occidente, sino las razas de todo el mundo están llegando a los pies del Avatar Viviente de Dios. Esto debe significar, ciertamente, la aproximación de un gran cambio en la conciencia del género humano. No obstante, antes de entrar a considerar esto, hablemos de lo que entendemos por el término de ‘Avatar’ y de lo que ha significado siempre en la historia del hombre.

Fue durante mi primera visita al Ashram de Prasanthi Nilayam en 1966 que escuché por primera vez que a Swami se le tildaba de ‘Avatar’. Estaba sentado con un pequeño grupo de jóvenes indios, por el lado de las damas del mandir, cuando Swami apareció de pronto y comenzó a caminar por el amplio cuadrilátero de arena que se ha convertido en un parque verde ahora. Caminaba descalzo y envuelto en una bata roja, dirigiéndose hacia una de las habitaciones con terraza situadas de espaldas al camino, con sus puertas y ventanas mirando hacia el cuadrilátero de arena. Observamos por unos instantes en silencio el avance de Swami, entonces el joven sentado junto a mí con quien había entablado conversación antes, dijo en voz baja, “Muchos de nosotros Le consideramos un Avatar”. Esto me produjo una conmoción - ¿estaba diciendo que esa pequeña figura, con la maraña de pelo negro sobre sus dulces y luminosos ojos, era Dios? Miré de nuevo a quien me hablara y me encontré con la seria expresión del Príncipe Heredero de Venkatagiri. De conversaciones previas había aprendido a respetar el conocimiento y la intuición de este joven. Y ahora me hablaba con absoluta seriedad acerca de uno al que yo había considerado ser un gran Yogi, con poderes y entendimiento milagrosos, como siendo un Avatar de Dios. Permanecí en silencio, pero en mi fuero interno decidí que volviendo a la sede Teosófica me iba a conseguir en la biblioteca todos los libros que pudiera encontrar para poder llegar a aprender todo lo que necesitaba saber acerca del término ‘Avatar’.

No obstante, no aprendí mucho de los libros disponibles. El Señor Krishna quien viviera hace unos cinco mil años atrás, parecía haber sido el último de los Avatares. El produjo grandes cambios entre las gentes que habitaban la tierra en esos tiempos, como lo hiciera también el anterior Avatar – Rama. ¿Sería que cuando venían a la tierra estos Seres, siempre conmocionaban, sacudían y cambiaban al mundo? Más adelante, recuerdo oír decir a Swami que Jesucristo era un Avatar parcial – de hecho, Jesús cambió a la mitad occidental del mundo desde los valores paganos, ávidos de poder y egotistas del Imperio Romano al compasivo cristianismo. Si un Avatar parcial pudo hacer tanto, ¿qué podría hacer un Avatar total por todo el mundo? Mas, ante todo tenía que aclarar en mi mente qué era lo que se significaba con un ‘Avatar’, y descubrir si esta pequeña figura de bata roja a la que había comenzado a respetar y a amar profundamente, era realmente uno. Mientras reflexionaba sobre esta cuestión, continuaba estando lo más posible – lo que era casi todo el tiempo – con Sai Baba.

‘¡Dios como Hombre en la tierra!’ – esto me parecía ciertamente una idea improbable e incomprensible en mis primeros años. La teología cristiana me había enseñado que Dios había venido en una oportunidad a la tierra, en la forma de Jesucristo, y que no vendría nunca más, salvo para el fin del mundo. Por supuesto que mi propia razón y la teosofía habían expulsado esta idea de mi mente. Ya no formaba parte ahora de mi sistema de creencias. Sabía que la teosofía aceptaba la verdad de los Avatares anteriores Krishna y Rama – pero todo eso era tan remoto.

La idea de Dios Mismo viniendo a la tierra como un hombre en este mundo moderno, era un concepto que me parecía imposible aceptar. Y si Dios Todopoderoso decidiera de hecho una movida tan improbable como esa, ¿por qué elegiría nacer en una aldea remota, primitiva, escondida en el sur de la India, en donde sería improbable que la masa del género humano llegara a oír de Él en muchísimo tiempo, si es que alguna vez llegaba a hacerlo?

Entonces, repentinamente, toda esta idea se volvió aceptable para mi entendimiento y mi creencia. Sucedió así. Un día, estaba paseando en silencio, en un grupo, dentro de un pequeño jardín frente a la puerta de la sala de entrevistas de Swami en el edificio de dos pisos que se levantaba en donde se yergue hoy el Mandir con forma de loto en Brindavan, Whitefield. Todos estábamos esperando que Swami emergiera en cualquier momento por esa puerta. Apareciendo de pronto, Swami caminó hacia nosotros. Se detuvo no lejos de donde yo estaba parado. Un joven indio, de unos veinte años, se adelantó audazmente y, parándose frente a Swami, le preguntó casi descaradamente, “¿Eres Dios Tú?”. El silencio que cayó sobre todo el grupo de hombres estaba lleno de un suspenso expectante, aunque de alguna manera también de temor. Pero Swami siguió tan calmo y normal como siempre. Apuntó con el índice hacia el joven y replicó, “¡Tú eres Dios!”

Luego, parado entre nosotros en ese pequeño y tranquilo jardín, nos dio una simple y reveladora charla que me enseñó muchísimo acerca de la naturaleza del hombre y de Dios. En esencia, decía que Dios encarna en cada hombre y cada mujer nacidos en la tierra – mas no somos conscientes de esta maravillosa verdad, aunque tal vez, por momentos, nos demos vagamente cuenta de ello. Nuestro verdadero propósito al nacer como seres humanos, nos dijo, era el trabajar hacia la realización de la magna verdad de nuestra Divinidad. De hecho, cuando nacemos, ¡somos Avatares, sin el conocimiento de esta prodigiosa verdad! Aquellos que son llamados Avatares son los que nacen con el conocimiento de esta grandiosa verdad de su identidad con Dios. Y es así, dijo, “La única diferencia entre ustedes y Yo es que, siendo Avatares no lo saben, en tanto que Yo lo supe desde Mi infancia. Cuando les digo, como lo estoy haciendo que son Dios, que Dios está dentro de todos ustedes, puede que lo crean o no, pero deberán hacer más que creerlo, deberán llegar a través de la vida que lleven y su disciplina espiritual al punto en que experimenten su propia Divinidad. Entonces, no solamente creerán que son Dios, sino que lo realizarán. Ese es el paso que deberán dar en sus mentes y experimentar en su conciencia toda – el que Yo y ustedes somos uno.”

En ese momento supe que Sai Baba era un Avatar. Y entonces, cuando fueron pasando las semanas, los meses y los años en íntima cercanía a Él, fue echando firmes raíces en mi sistema de creencias la convicción de que Él era el Avatar de esta era, que había venido con algún maravilloso propósito. Ahora, después de más de treinta años de Su Presencia, física o sutil, se ha vuelto más firme, más amplio y más entendible tanto la idea como la creencia de que Sai Baba es Dios en la tierra.

Permítanme entregarles ahora, en unas pocas palabras, un panorama general del trabajo cotidiano de un Avatar en esta era moderna, el trabajo especial para el mundo, la manera en que va a cambiar al mundo antes de abandonar Su cuerpo como Sathya Sai Baba. Cuando hablo de Su trabajo cotidiano, les ruego que recuerden que se trata de una semana de siete días, durante cincuenta y dos semanas cada año, porque jamás se toma unas vacaciones. El trabajo cotidiano de Dios trata de la transformación de individuos. Su objetivo es el de poner los pies de cada individuo, que esté preparado, en lo que Él llama “el antiguo camino de regreso a Dios”. Nunca ha existido ningún otro camino que no sea este, aunque en él haya muchas sendas o vías laterales. Él guía los pies del individuo por cualquier vía o senda de yoga que sea más adecuada para su temperamento. Para la mayoría de las gentes de esta era, la senda de yoga más apropiada es la de la devoción.

Esta se puede llamar el yoga del amor. Para esto, Swami abre el Centro del Corazón de cada individuo que esté preparado y deja que el amor salga fluyendo hacia Él como Dios y hacia cada individuo en el mundo en cuyo centro existe Dios. Esto lo sé, porque esto representó mi propia iniciación durante mi primera visita al ashram en 1966. El Amor es el ‘superadhesivo’ que nos une a todos a Dios. El Karma Yoga o el yoga de servicio al género humano es una parte muy importante de esta senda devocional. De modo que el Bhakti Yoga o Yoga del Amor en combinación con el Karma Yoga representan la principal senda devocional para la mayoría de las gentes de esta era.

Como parte de Su trabajo a nivel del individuo, está el establecimiento de un Hospital de Super-Especialidades en Prasanthi Nilayam y otro cerca de Whitefield. También está su notable labor en el campo educacional. Como es sabido por todos los devotos, Sus instituciones educacionales abarcan desde jardines infantiles hasta universidades, entre las que se cuenta el Instituto de Aprendizaje Superior. Se agrega a la excelencia académica la guía y la autoridad espirituales del Avatar. Años atrás, cuando la universidad recién se fundara, escuché decir a uno de los muy ancianos y doctos devotos que uno de los grandes milagros de Sai Baba es el que un muchacho que haya pasado sólo un año en una escuela secundaria se convierta en canciller de una universidad. Para mí, empero, hay algunos milagros que parecen aún mayores y que Le muestran, incuestionablemente, como Dios Todopoderoso en forma humana. Tales son, por ejemplo, la suspensión de Sus propias Leyes de la Naturaleza, al hacer que crezcan manzanas, peras y otras frutas desde las ramas de un árbol silvestre cualquiera.

Este trabajo divino entre tantos individuos sobre la faz de la tierra ha hecho que ya se haya cumplido la profecía de Rudyard Kipling – “Oriente es Oriente y Occidente es Occidente y nunca el par se encontrará, hasta que la Tierra y el Cielo estén presentes ante el magno Trono del Juicio de Dios”. El par se está encontrando – Oriente y Occidente se están reuniendo a los pies de Dios. Mas, ¿significará esto el fin del mundo como parece sugerirlo el poeta? Por cierto que no significa el fin del planeta, pero creo que sí significa el final del viejo mundo y el comienzo de uno completamente nuevo. En los primeros días, cuando no había muchos de nosotros reuniéndonos a Sus pies, Le he oído decir, “La Edad de Oro comenzará antes que Yo deje este cuerpo”. Lo ha reiterado desde entonces y ha dicho varias veces que el nuevo mundo será introducido antes de dejar Él Su actual cuerpo. Lo ha dicho en un tono tranquilo e informal, como si no se tratara de nada fuera de lo común. Sin embargo este es el estilo en el que ha hecho todos los anuncios más perturbadores para el mundo. No ha dicho en qué año se produciría este gran cambio en el mundo, sino sólo que se presentará durante las dos primeras décadas de este siglo XXI – el comienzo del nuevo milenio.

Son muchos, muchos los que trabajan en lo que el ya fallecido Sir George Trevelyan solía llamar ‘el Campo de Fuerza de la Luz’ que le ayuda al gran Avatar viviente en su tarea de cambiar al viejo mundo en uno nuevo. Entre estos asistentes de primer grado de Dios Todopoderoso se cuentan dos de aquellos llamados Maestros Ascendidos. Ellos son el Maestro Kuthumi y el Maestro El Morya. En el libro titulado “La Luz te Liberará”, ellos han hecho dos interesantes declaraciones que les entrego aquí. Una es “El Avatar Sai Baba es quien porta hoy en día la Conciencia Crística en el mundo.” La Conciencia Crística, por cierto, significa lo mismo que la Conciencia de Krishna o Conciencia Divina en el hombre. La otra declaración que hacen es que “la Edad de Oro comenzaría en 2011 o 2012”. Se explica en otras partes del mismo libro como asimismo en otras obras espirituales que, hacia el año 2011, gracias al trabajo de Sai Baba y de Sus Ayudantes en la Luz, habrá elevado su conciencia un número suficiente de seres humanos como para crear lo que denominan una ‘masa crítica’ que llevará a un ‘salto quántico’ en la conciencia de todo el género humano, para movernos de la tercera dimensión en la que estamos actualmente, a la quinta. Y, puesto que la conciencia del hombre es la que crea el mundo en el que vive, la Edad de Oro o el nuevo Sathya Yuga iniciará un nuevo mundo. Todos los extraviados serán elevados al quinto nivel dimensional por Prema Sai (la próxima encarnación de Sai Baba). Y, pareciera ser que, en el nuevo siglo, los miembros de la raza humana que han padecido el infierno mismo en el anterior, se encontrarán de nuevo en el metafórico Jardín del Edén, caminando junto a Dios y conversando con Él. [Este capítulo fue publicado antes, por primera vez, en el “Sanathana Sarathi”]

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¿QUÉ ES LA VERDAD?

Cuando durante su juicio, ante Poncio Pilato, Jesús declaró que había venido para enseñar la verdad, Pilato le respondió, “¿Qué es la Verdad?” y se alejó de él. Aparentemente, no pensó que este espigado y manso judío, a quien los sacerdotes del Templo le habían enviado para ser condenado a muerte por incitar al pueblo en contra del dominio romano, podría tener una respuesta para esta profunda interrogante. Resultaba risible que pudiera tener una respuesta para una cuestión que los filósofos griegos, a partir de Sócrates habían fracasado en responder satisfactoriamente. Y bien, ¿qué es la verdad? ¿Lo sabemos ahora, dos mil años después que la burlona pregunta fuera formulada en Jerusalén? ¿Enseñó Jesús la verdad que decía haber venido a enseñar? Creo que lo hizo para aquellos que tenían oídos para escuchar. Tal vez no enfatizó suficientemente el significado, mas ciertamente enfatizó la importancia de conocer y de vivir la verdad, puesto que dijo, “Si conocéis la verdad, la verdad os hará libres”.

La mayor parte de los hombres y las mujeres anhelan conocer la verdad acerca de su propio ser – quiénes son realmente y cuál es el propósito de su vida en la tierra. ¿Es que toda esta lucha y empeño termina en nada, o es que algún destino importante, feliz, espera al final de este largo camino, de este viaje aparentemente insensato de dolor y de placer? ¿Existe alguna fórmula para vivir que les conduzca con matemática precisión hasta la meta que les otorgue una satisfacción y felicidad permanentes?

Muchos hombres y mujeres han buscado por el mundo a un maestro sabio que les pueda dar las respuestas para tales cuestiones, que les revele la verdad del existir y les entregue una receta para vivir que les asegure la libertad y la alegría que ansían. Y bien, yo como uno de esos sadhakas errabundos, encontré finalmente al Uno, Bhagavan Sri Sathya Sai Baba. Sabía que había encontrado a mi maestro, pero no Le reconocí de inmediato como un hombre-dios o un Avatar.

Muy pronto, no obstante, Bhagavan Sri Sathya Sai Baba me dio las respuestas para la mayoría de mis principales interrogantes; los misterios que se mantienen, quedan probablemente más allá de mi entendimiento consciente. Me indicó que no había sino un propósito en mi vida, que era el de desarrollar y expandir mi conciencia, hasta que llegara a ser una con la Divina Conciencia de Dios y, así, ser una con el Ser Divino que se conoce por tantos nombres. No hay sino un Ser, me dijo, Uno sin un Segundo. En la tiniebla de nuestra ignorancia, pensamos que somos separados y que hay muchos miles de millones de otros seres, mas en verdad, no existe sino Un Ser. Era difícil el aceptar una declaración tan ilógica frente a la evidencia de mis sentidos. A lo largo de los años que he pasado en torno a Su Presencia física, comencé a realizar la verdad de esta declaración tan asombrosamente paradójica. Aunque tanto ustedes como yo vemos a muchos, tocamos a muchos, oímos a muchos, nos comunicamos con muchos, en verdad no existe sino Uno. Si esto es verdad, entonces, ciertamente, debemos ser parte del Uno.

Recuerdo que un buen día, hace algunos años, en el Ashram, estaba sentado en el pórtico del Mandir mientras Swami llamaba a Su presencia a una cantidad de niños que habían ingresado recién a Su escuela primaria. Él estaba de pie a quizás unos tres metros de donde me encontraba sentado. Recuerdo que le preguntó a cada niño dos cosas : su nombre y de donde era. Cada uno daba su nombre y su dirección en la India. Cada uno mostraba un enorme regocijo por estar en presencia de Swami, en tanto que un pequeñuelo, aunque era más chico que el resto, parecía ser el que lucía la mayor de las sonrisas. Dijo prontamente su nombre y cuando Swami preguntó, “¿De dónde vienes?”, replicó “De Ti, Swami”. El Señor Sai se sonrió también y dijo feliz, “Miren… aquí hay uno que sabe que es de Dios.”

Este chico no podía haber tenido más de seis años y, allí estaba yo, con sesenta y tantos y tratando aún de entender y de realizar que era de Dios – que, en verdad, todos lo somos. Entonces, provenimos de Dios y, sin embargo, seguimos siendo una parte integral Suya – el Ser Único; y, además, en el actual estado de nuestra conciencia humana, no nos damos cuenta de tener alguna conexión con Él; en cierto sentido, somos como el príncipe de la historia que fuera secuestrado de su hogar por una banda de forajidos. Creció con ellos y creyó que era uno de ellos; en verdad, no tenía idea de su identidad como miembro de la casa real – y no fue sino hasta muchos años después, cuando un vuelco de las circunstancias le trajo de regreso al hogar, que pudo darse cuenta de su verdadera identidad.

¿Debemos acaso volver a nuestro hogar espiritual antes de darnos cuenta de quienes somos? Por el contrario, pienso que debemos realizar nuestra identidad antes de que podamos volver. Y bien, si hemos venido de Dios, como lo declarara ese pequeñuelo y Swami lo aceptara, ¿cómo es que sucedió o pareciera haber sucedido esto?

Hay tres explicaciones principales planteadas por algunos de los grandes Rishis del pasado que entregaron sus comentarios sobre el Vedanta. Entre paréntesis, la palabra ‘Vedanta’ significa el fin de los ‘Vedas’, porque esta filosofía proviene de los Upanishads que se encuentran al final de cada ‘Veda’. La palabra ‘Upanishad’ significa que estas enseñanzas son para aquellos que se sientan cerca de los pies del Maestro. Ello implica que se sitúan más allá del entendimiento del hombre o mujer comunes. Los grandes sabios se empeñan por entenderlos, mas ¿tienen siempre éxito? Muy bien, brevemente, aquí están las tres explicaciones acerca de cómo pareciera haber una tal diversidad de vida cuando, en verdad, no puede haber sino unicidad o unidad.

En pocas palabras, la primera explicación es que Dios, a través de Su shakti creó un maya o ilusión en la que nos vemos a nosotros mismos como separados, cuando, en realidad, todos somos sólo uno. Esto es llamado a veces ‘el sueño mortal’. Nuestra conciencia cotidiana en su estado de vigilia es, en realidad, un estado onírico y, sólo cuando despertemos de este sueño podremos ver la verdad de la unicidad; esto es lo que se denomina el Adwaitha Vedanta o la no-dualidad.

La segunda gran teoría entregada en el Vedanta es que siempre, a lo largo de la eternidad fuimos almas separadas, aunque parte del Dios único. La mejor analogía que se me ocurre para esto es la de la fruta del granado con sus muchas semillas dentro de la misma piel, todas formando parte de un fruto. Aún somos parte del fruto único o del Ser único sin un segundo, al que llamamos Dios. Nosotros, las semillas separadas, no somos conscientes o nos hemos olvidado de alguna manera de quienes somos.

La tercera de las grandes teorías es esta : El solo y único Dios creó o emanó desde Sí Mismo a la miríada de almas separadas, ellas son parte de Su aliento mismo, de Su esencia, como lo declara el Viejo Testamento de los Hebreos; y para toda la eternidad seguirán separadas de su creador, vale decir, separadas en cuanto a la forma, en tanto que son unas con Dios en cuanto a espíritu o esencia. Esta comprensión particular del Vedanta parece constituir la base de algunas de las grandes religiones del mundo. Por alguna razón conocida sólo por Dios Mismo, las almas separadas en este mundo nacen en la gran ilusión de creerse separadas o aparte de Dios. Esta equivocada creencia de ser algo aparte del Uno representa el ‘pecado original’, o error del que emanan todos los demás errores. Cuando, a través de la disciplina de la formación espiritual llegamos a entender y a realizar que, aunque separados aparentemente en la forma, somos en esencia y verdad uno con Dios y entre nosotros, entonces llegamos al Reino de los Cielos que, simplemente es el estado de Amor Divino, o el sentimiento de unicidad con todo. Sathya Sai Baba cuyas enseñanzas se alinean con las principales enseñanzas del Vedanta, junto con el amor que despierta en cada corazón espiritual, no ha dicho – hasta donde yo sé – cual de estas tres explicaciones es la correcta. Puesto que todas ellas enseñan del Dios único y de nuestra eterna unicidad con Él, tal vez no sean importantes las teorías de la creación.

Aunque las enseñanzas de Sai han lanzado una gran cantidad de gozosa luz sobre tan fundamentales cuestiones como la de de dónde venimos, quienes somos realmente y el propósito de nuestro largo viaje a través de esta escuela de la tierra, me parece que queda aún en suspenso una gran interrogante. Ella es la de ¿por qué tenemos que venir a la tierra con una amnesia total respecto a nuestra unidad con el Divino Único o – mirando el asunto desde una óptica evolutiva – por qué tenemos que comenzar el viaje en el reino mineral con sólo un asomo de conciencia?

¿Por qué hemos tenido que desarrollar esa conciencia a través de la vida en los reinos vegetal y animal antes de llegar a la etapa humana, y luego seguir esforzándonos por ascender en la escala evolutiva hasta que alcancemos la conciencia divina? Siendo que Dios es Chit o Concienciación Absoluta y se ha enseñado que nosotros, cada uno de nosotros, es plenamente Dios, ¿por qué la necesidad del largo ascenso a lo largo de eones de tiempo, desde el asomo de conciencia en el mineral hasta la conciencia plena del hombre que ha realizado a Dios? En pocas palabras, lo que los Maestros llaman ‘el viaje por necesidad’, ¿por qué era realmente necesario?

Tal vez esta es una de las interrogantes que, en los términos de Paramahamsa Yogananda “serán dejadas para la eternidad”, o tal vez, cuando hayamos alcanzado esa adultez de conciencia en cuanto individuos realizados en Dios, sabremos la respuesta.

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LA NAVIDAD ESOTÉRICA

Es indudable que los muchos millones de cristianos por todo el mundo saben que el 25 de diciembre representa la fecha tradicional para la celebración del nacimiento de Jesús. Deben ser muy pocos quizás los que saben que esto no siempre ha sido así. De hecho no llegó a ser una fecha aceptada para las festividades de Navidad sino hasta cerca de mediados del siglo IV DC. En su libro titulado “Cristianismo Esotérico”, la Dra. Annie Besant , quien fuera presidente de la Sociedad Teosófica Internacional por más de un cuarto de siglo hasta 1934, cita a Williamson Gibbons, autor de “El Ocaso y la Caída del Imperio Romano” y a numerosos otros autores con respecto a este interesante tema. De aquí he conseguido los siguientes hechos que debieran ser de interés para todos los que celebran la festividad de la Navidad. En verdad, también otras gentes espirituales que consideran que la Navidad le pertenece únicamente a los cristianos, también podrían sentirse inclinados a celebrar el 25 de diciembre cuando conozcan su verdadero significado e implicaciones.

Al no saber la fecha exacta del nacimiento de Jesús y encontrando que era imposible determinarla, los cristianos de los primeros siglos eligieron cualquier fecha. Se dice que más de un ciento de fechas fueron elegidas por las sectas de la iglesia cristiana – fechas en septiembre y agosto, febrero, marzo, junio y julio fueron elegidas por diferentes grupos en distintos países. Tal vez no era muy importante, pero era mejor que todos celebraran una misma fecha. Fue así que en el año 337 DC, el Papa Julio I, residente en Roma, decidió el 25 de diciembre para que todos los cristianos celebraran el nacimiento de su Salvador y líder Jesucristo. Para ese tiempo, casi la mitad de los habitantes de Asia Menor, Europa y el Norte de África se habían hecho cristianos, en tanto que otros retenían sus antiguas religiones, en especial la de la antigua Grecia. Alrededor de esa época o algo antes, el cristianismo se había convertido en la religión oficial de Imperio Romano, de modo que le convenía a quienes detentaban el poder o lo buscaban, el adoptar esta nueva religión.

Ahora bien, ¿por qué razón se eligió esta fecha del 25 de diciembre por sobre todas las demás posibles? Debe haber habido seguramente una razón de peso, como de hecho la hubo. La razón viene de muchos siglos antes, de hecho desde tiempos inmemoriales, en verdad se remonta a la adoración del Dios Sol o del héroe solar que reencarnaba cada año en esa fecha. Por supuesto que esto se refiere al renacer del sol en el hemisferio norte. Los hombres sabios de los tiempos antiguos, al igual que los que poseen un saber esotérico, creían en la máxima : “Como es arriba, es abajo y como es abajo, es arriba”. Entendían que lo que sucedía abajo en la tierra era, en cierto sentido, una sombra de sucesos más importantes allá arriba. Así como ustedes y yo, al tener cuerpos tridimensionales proyectamos una sombra bidimensional, así los eventos en el multidimensional mundo espiritual superior, proyectan sombras tridimensionales aquí en la tierra. Nos referimos aquí al renacer del sol físico el 25 de diciembre y al renacer paralelo del héroe solar – uno trayendo la luz terrenal y el otro, la Luz espiritual.

A medianoche del 24 de diciembre, conocida como el solsticio de invierno en el hemisferio norte en donde tiene sus raíces nuestra cultura, renacía súbitamente el sol el que parecía estar cerca de abandonar la tierra para siempre, después de haber ido declinando paulatinamente por seis meses. El sol reencarnado se elevaba sobre el horizonte oriental, avanzando por el medio de la constelación de Virgo, situada justo por encima del horizonte. De modo que era en la mañana del 25 de diciembre que el sol renacía a través de una virgen. Este era el gran y maravilloso evento para la tierra aquí abajo. Mas, para el mundo de arriba, había un evento paralelo, aún mayor. Para los sabios entre los antiguos al igual que para los esotéricos modernos, un sol salvador y dador de vida es el cuerpo del espíritu conocido como el Logos. El diccionario nos entrega dos significados para este término – uno es el Hijo de Dios y el otro, la Palabra de Dios. Es el Hijo de Dios, ya sea que se le considere un Mensajero o un Avatar, el que le trae al hombre la sabiduría de Dios en palabras. El recién nacido sol físico es, en un comienzo, un débil infante. Parece luchar en contra de la oscuridad, que es predominante mientras las noches sean más largas que los días, y esta valiente brega del juvenil sol continúa hasta que alcanza la línea del equinoccio de primavera. Cuando la cruza, se dice que es crucificado y se levanta triunfante para hacer madurar el grano y las frutas, trayéndole de esta manera el calor y el sustento a las criaturas de la tierra. Su ascensión dadora de vida hacia los cielos continúa hasta el solsticio de verano en junio, entonces comienza su declinar de seis meses hasta el nuevo solsticio de invierno en diciembre.

El Logos u Hombre-Dios que desciende a la tierra para traer la Luz divina y salvar de esta manera al género humano de la muerte espiritual, tiene muchos paralelos en cuanto a nacimiento y vida con su símbolo – el sol físico. Como primera cosa, siempre e inevitablemente nace de una virgen, así como el sol nace en medio de la virgen cósmica. La madre del Hombre-Dios puede no ser una virgen en el sentido fisiológico, mas siempre lo es en el sentido espiritual. Pensemos en algunas de las que nos son conocidas, la Isis del antiguo Egipto era la madre virgen de Horus, uno de los hombres-dioses que trajeran la luz. Devaki, la madre de Krishna era de una pura naturaleza espiritual virginal y en algunos de los relatos del nacimiento de Krishna, se dice que era una virgen fisiológica. La crónica china del nacimiento de Buda sostiene que su madre, Mayadevi, era una virgen pura. María, la madre de Jesús, era una virgen de acuerdo a los relatos bíblicos, y todas las narraciones la muestran como pura y virginal de corazón. Aquellos de nosotros que fuimos afortunados como para haber conocido a Easwaramma, la madre de nuestro Avatar, Sathya Sai Baba, sabemos que era pura y virginal de corazón. Pareciera ser que ninguna de las santas madres del los hombres-dios tenían algún mal karma que afectara sus cuerpos, al llegar a la tierra a través de sus úteros.

Al saber algo de las vidas de los grandes Avatares de la historia, podemos ver con más facilidad a través de ellas el contínuo paralelismo entre sus vidas y la del sol naciente. Ellos también sufrieron, al comienzo de sus vidas, las amenazas de la oscuridad espiritual a su alrededor. Por supuesto que los Avatares no nacen todos los años como el sol físico, pero reencarnan al final de un año cósmico, cuando la luz espiritual se desvanece y el poder de las tinieblas está cercano a eliminar las últimas trazas de espiritualidad en el corazón de los hombres. Entonces, en la niñez del joven Avatar, continúa el paralelo con el sol. Su vida aún es amenazada por el poder de la tiniebla. Sabemos que las amenazas al joven Krishna por parte de su malvado tío Kamsa estaban allí desde el comienzo mismo de su vida y que continuaron durante su niñez. Sabemos que, cuando supo del nacimiento del niño Jesús, el príncipe de las tinieblas, el Rey Herodes, habiendo oído la profecía que este niño sería una amenaza para su trono, hizo matar a todos los niños varones nacidos en Israel más o menos en la misma fecha, para asegurarse de haber eliminado cualquier amenaza a su poder. Mas un mensajero angélico había prevenido a los padres y estos se llevaron al niño a Egipto en donde vivió hasta que despareciera el peligro que se cernía sobre su vida. También sabemos como las fuerzas de la oscuridad actuaron a través de ciertos aldeanos ignorantes y equivocados, para eliminar al pequeño Sathya Sai por medio de veneno y de fuego.

Mas, ¿se reconoce este interesante y extraño paralelo con la vida del sol también en los muchos héroes solares que han venido durante eras pasadas a ayudarle al género humano? Annie Besant señala que es así y que la similitud en los patrones de sus vidas es demasiado grande como para ser considerada mera coincidencia. Hoy en día, por supuesto, no pensamos en un héroe solar, un salvador, como era llamado, nacido cada año durante el solsticio de invierno, como lo hacían tal vez algunos de los pueblos antiguos. Mas es bastante raro que, en un sentido metafórico, pensemos en que él nace cada Navidad. Como lo señala Rudolph Steiner, en algunos de los villancicos que entonamos, decimos “Cristo ha nacido hoy en la tierra”, “Hoy los ángeles se regocijan y cantan tanto en la tierra como en el cielo”.

Quizás en eras pasadas muchos de los antiguos pueblos celebraban el 25 de diciembre [El solsticio, por supuesto, ya que la fecha de diciembre corresponde recién al calendario Gregoriano, establecido por el Papa Gregorio XIII -1572/1585- para reemplazar al Juliano por el que se marcaban previamente los meses del año, en tanto que solsticios y equinoccios se calculaban y celebraban prácticamente desde la Edad de Piedra – N. de la T.], no debido a que naciera un nuevo héroe solar, sino para alegrarse por uno nacido en años anteriores. Los pueblos celtas, por ejemplo, solían encender fuegos en las montañas de Escocia y en otros países, para celebrar el solsticio y hacían sonar campanas como señal de regocijo y de gratitud hacia Bael, uno de los antiguos Portadores de Luz. Cuando se convirtieron al cristianismo, los celtas continuaron encendiendo estas fogatas en honor al nuevo salvador y redentor, Jesucristo. ¡Fue muy apropiado el que los líderes cristianos de Roma eligieran esta fecha, en el 337 DC, para celebrar el nacimiento de Jesús! Sin importar en qué fecha hubiera nacido realmente, ¿no era él el grande y más reciente portador de Luz espiritual y, por ende, el Salvador y Redentor del género humano?

Otro de los portadores de Luz o héroes solares de la antigüedad era Dionisos en la antigua Grecia, rebautizado como Baco por los romanos. En la Roma misma, parecía útil y adecuado el que en este día cualquier celebración ritual por parte de los cristianos pasara casi desapercibida y no recibiera ataques de los romanos paganos, que celebraban ruidosamente el nacimiento de Baco, el cual junto con ser un dios solar, era también el dios de los viñedos. Buena parte de la ruidosa celebración y las copiosas libaciones eran muy apropiadas. También los deportes y juegos formaban parte de la celebración romana del nacimiento de Baco. De modo que era seguro para los cristianos el llevar a cabo sus tranquilas reuniones espirituales en ese día. Los cristianos no estaban todavía completamente a salvo de la violencia en la primera mitad del siglo IV DC.

Por lo tanto, los festejos y celebraciones de esta época del año se pueden retrazar hasta los albores del tiempo. Podemos escuchar el tañido de campanas a través de muchos siglos, dándole una dimensión mayor. Junto con esta mayor dimensión en el tiempo, el concepto de Navidad también gana una mayor amplitud. Abarca no solamente el nacimiento de Jesús, sino el de todos los demás portadores de Luz espiritual. Podemos incluirlos a todos, Rama, Krishna, Buda, Sai Baba en sus dos nacimientos (hasta ahora) y a otros a quienes tal vez no conozcamos, en nuestros cánticos de alegría en ese día especial del año, honrado y santificado a lo largo de tantas generaciones de nuestros antepasados y, tal vez por nosotros mismos en anteriores encarnaciones. No necesitamos pertenecer a una denominación cristiana. Ni siquiera tenemos que pensar en nosotros como cristianos para poder abrir nuestros corazones y mentes en unidad con todos nuestros hermanos y hermanas sobre la tierra, y en todo tiempo, y sentir nuestra unicidad con el solo y único Dios, que ha hecho Sus apariciones especialmente compasivas en la tierra, en las múltiples formas y bajo los numerosos nombres que conocemos, y tantos otros de los que nada sabemos.

Sai Baba nos enseña esto al celebrar la Navidad en Prasanthi Nilayam cada año. Y, aunque he pasado la Navidad en muchos países y entre muchas gentes, las pasadas en Prasanthi Nilayam han sido las más espirituales y significativas que jamás haya experimentado. Pensando en la Navidad desde este punto de vista esotérico, nos ayuda a sentir en nuestros corazones espirituales la unidad y el amor en todas las religiones, como Swami nos enseña a entender y aceptar

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WENSLEY GANA MÁS QUE UNA CURACIÓN

Wensley Roth vive en Nueva Gales del Sur cerca de la frontera de Queensland con su marido y sus hijos. Fue durante el tiempo que estuve en esa área a comienzo de los años 90 que me contó una interesante historia. Hace ya casi una década, pero no la he relatado en un libro anterior, porque había algo que parecía detenerme. El lector se dará cuenta hacia el final del capítulo el por qué de este impulso interno que me instaba a esperar. Wensley no solamente me narró su historia, sino que me la dio por escrito, con todos los detalles.

Fue en octubre de 1990 que ella notó una hinchazón al lado derecho de su cuello. Según le dijeron, era un nódulo linfático que había crecido. Al mes siguiente le fueron sacados varios nódulos linfáticos de la axila derecha y del hombro. El especialista que la atendía le explicó que sufría de una enfermedad conocida como una forma menos agresiva del Linfoma de Hodgkins. Le dijo, además, que era una dolencia tratable, mas no curable, ya que siempre era recurrente. Wensley le comentó, “Me encantaría ser la excepción a esa regla”.

Durante los primeros meses del año siguiente, 1991, oyó hablar de la clínica para pacientes cancerosos de Ian Gawler y en marzo de ese año visitó ese centro por dos etapas consecutivas de cinco días cada una. Me gustaría presentar aquí a Ian Gawler, porque le había conocido personalmente algunos años antes. Él estaba sufriendo entonces de un serio cáncer a los huesos y había estado en tratamiento por varios meses en manos de diferentes curanderos psíquicos en Filipinas. Ahí le aconsejaron viajar a la India para ir a ver a Sathya Sai Baba para completar su curación. Así lo hizo y Swami le aseguró que estaba curado. Ian confió totalmente en esto y, después de haber recuperado algo de sus fuerzas, regresó a su práctica como cirujano veterinario en Victoria. Entonces se le ocurrió la idea de abrir una clínica para ayudar a pacientes que sufrieran de cáncer. Por eso sentí interés por saber como le había ido a Wesley en la clínica de Ian Gawler. Ella me contó brevemente que había valido la pena y que había ganado una serie de beneficios de su estadía allí. Por una parte, le habían enseñado algunas técnicas muy útiles para la meditación y la visualización. Una mujer a la que había conocido en la clínica le mostró una fotografía de Sathya Sai Baba y le dio algo de Vibhuti que Él había creado. Además, parece ser que a través de esta misma mujer había recibido un ejemplar del libro de Samuel Sandweiss , “El Santo y el Psiquiatra”. Un día, mientras descansaba con los ojos cerrados, se dio cuenta que había un hombre parado frente a ella, con una mirada muy compasiva en sus ojos. Llevaba en la cabeza un arreglo muy peculiar como un paño atado en torno a ella. Cuando abrió los ojos, la visión desapareció. Le contó a su amiga de la visión y esta se preguntó si podía haber sido Sai Baba. Más adelante, cuando vio una fotografía del Sai Baba de Shirdi, reconoció al hombre en su visión. Comenzó a sentir un anhelo de ir a ver a Sai Baba, a quien sentía como siendo su Sadguru en esta vida. Mas parecía tan remoto, tan lejano allá en la India, que desistió de su intento por ir a verlo.

Los beneficios que fue ganando en el Instituto Gawler forman una lista demasiado larga para ser mencionada aquí. No obstante, uno de ellos es que Ian Gawler le enseñó una serie de afirmaciones que ella usó y que le parecieron muy útiles para luchar contra su dolencia. Por ejemplo, una era ‘Finalmente puedo ser yo misma’, otra, ‘Tengo mucho que alcanzar en esta encarnación’ y una tercera, ‘Mi desarrollo espiritual es la prioridad numero uno en mi vida’. Al regresar a casa en abril del mismo año, descubrió que el tumor o hinchazón en su cuello se había reducido a la mitad del tamaño que tenía ocho semanas antes, cuando fuera a la clínica de Gawler. Su oncólogo se mostró muy contento y le dijo que continuara con lo que fuera que estuviera haciendo. De modo que se atuvo a una estricta dieta vegetariana con jugos de frutas y complementos de minerales y vitaminas. También continuó con la meditación y la visualización que había aprendido. Esto lo hacía dos veces por día por períodos de media a una hora por sesión. A menudo su meditación se centraba en la luz blanca que Ian Gawler le había enseñado. “Visualizaba la luz como proviniendo de Baba” dijo, y a veces se le aparecía Su forma como Sathya Sai mientras meditaba en la luz. Y a veces, lo que la sorprendía, escuchaba con absoluta claridad una voz interior que decía “Jesús” cuando aparecía la forma de Swami. “Al comiezo yo no entendía esto” me dijo, “mas, después me pregunté si Jesús era el que me había enviado a Swami o si quería decir que Swami era el Padre que había enviado a Jesús.”

Wensley continúa su historia : “Mientras estaba en el Instituto Gawler aprendí que la enfermedad se produce cuando la energía divina que está fluyendo constantemente dentro del cuerpo se ve bloqueada en algún punto o por algún motivo. Entonces, en el punto de bloqueo de esta energía que es probablemente la que llaman ‘prana’, se forma un abultamiento. De modo que intentaba visualizar la energía divina fluyendo de nuevo por mi cuerpo, impulsada por Sai Baba o por Jesús, para que se eliminara este bulto.”

“Algunas semanas más tarde, las pruebas mostraron que la hinchazón en mi cuello se había reducido al tamaño de un guisante y mi oncólogo me indicó que este era el tamaño normal para mucha gente. Una semana después no podía sentir nada allí en donde el abultamiento había estado. Y todo esto a sólo seis meses del primer diagnóstico.”

“Cerca de una semana después de este desarrollo tan alentador, iba conduciendo mi auto por un camino, cuando vi un cartel sobre la entrada a un recinto, que decía ‘Campo Sathya Sai’. Aunque el nombre de Sathya no me era familiar, la palabra Sai retuvo mi atención. Había algunas personas paradas en la entrada, bajo el cartel, de modo que hice algunas preguntas. Los dos con quienes hablé eran Arthur y Poppy Hillcoat, quienes se convirtieron en mis amigos más tarde. Me confirmaron que era el Campo de Sathya Sai Baba y me invitaron a unirme a él. Me alegró su invitación y les dije que asistiría al día siguiente. Fue un maravilloso día para mí el estar en medio de una multitud de devotos Sai, escuchando Bhajans por primera vez y disfrutando de una charla de Arthur Hillcoat. Él y Poppy me regalaron una bella foto de Sai Baba, sentado en una posición con las piernas cruzadas. También me regalaron dos de tus libros, Howard, “El Hombre de los Milagros” y “Sai Baba Avatar”. Gracias a una foto en uno de ellos fue que pude comprobar que el que había aparecido en mi visión cuando estaba en el Instituto Gawler era el Sai Baba de Shirdi.”

“Fue en octubre del mismo año que tuve mi primer sueño con Sathya Sai Baba. Me miraba fijamente y estaba rodeado por un aura de luz rosada. Luego extendió Su aura para envolverme. (Wensley, sin duda, debe haber aprendido más adelante que el color rosado es el del aura del amor). Fue en diciembre del mismo año que mi oncólogo no pudo encontrar traza alguna de mi reciente dolencia. Por ende, pensé con alegría que estaba curada. El comentó que desearía que todos sus pacientes pudieran manejar sus enfermedades en la forma en que lo había hecho yo. Mi alegría por haber sanado se desinfló cuando escuché que mi oncólogo le decía a mi médico general que yo estaba en remisión. Recordé que me había dicho anteriormente que esta enfermedad no tenía cura, que podía entrar en remisión y luego volver.”

“Continué leyendo regularmente los libros sobre Sai Baba y disfruté de muchos sueños y visiones Suyas. Como consecuencia, mi amor por Él fue creciendo más y más y estuve segura que Él era el Sadguru que yo esperaba encontrar. De modo que decidí que mi búsqueda había terminado y que debía visitarlo en la India, tan pronto como me fuera posible.”

“En los primeros meses del año siguiente, 1992, intensifiqué mi meditación tanto en las enseñanzas de Sai Baba como en Su forma actual. Mientras hacía esto, me sorprendió escuchar varias veces el nombre de Jesús, y me sentí segura en cuanto a que debía haber alguna conexión entre ambos. Anhelaba saber cual era. Me preguntaba si sería que Sai Baba era una reencarnación de Jesús ¿o significaría que Sai Baba era el Padre Dios quien enviara a Jesús? Entonces se me dio una visión, en ella, Jesús estaba parado frente a mí, vestido con una larga túnica blanca. Sostenía los brazos como para formar una cruz. Luego ví a Sai Baba, sentado con las piernas cruzadas, como en la foto, y flotando hacia la figura de Jesús. Entonces, en mi oído interno escuché las palabras, ‘Sai Baba crucificado’. Estas palabras lanzaron como un latigazo de tristeza y de compasión a través de mi corazón, ante el pensamiento de que Sai Baba también había sufrido los dolores de la crucifixión. Mas, ¿cómo podía haber sucedido? Seguramente debía significar que ambos eran uno, uno en la conciencia crística y la conciencia cósmica. Había algo más en esa visión. Cuando Swami estuvo cerca de Jesús, oi que este decía, ‘Sai Baba es el Señor’. Cuando pensé en estas palabras, decidí que debían significar que Sai Baba era el Avatar portador de la conciencia divina en el mundo de hoy.”

“Un día durante la Semana Santa de 1992, me sentía algo decaída por lo que puse una dosis mayor de Vibhuti en un vaso de agua, la bebí y me tendí para descansar. Más tarde, despertando de un sueño, escuché una voz diciendo, ‘intervención divina’. Luego, pocos minutos después, mirando el vaso en que había bebido el agua con Vibhuti, vi dos imágenes, la de Swami y la de Jesús. El fruto de mis múltiples visiones y sueños fue mi primera visita a Sathya Sai Baba en Su ashram en la India, es decir el ashram principal conocido como Prasanthi Nilayam. Esto fue en noviembre de 1992. El día de mi llegada se me concedió una entrevista. Nunca me voy a olvidar del júbilo y la gratitud que sentí cuando escuche que Swami me decía, ‘Tu cáncer ha sido curado’. De modo que no era sólo una remisión, sino que por Su Gracia, una cura.”

“Algún tiempo después tuve un sueño, un sueño muy vívido, en el cual una dama que era india aunque vestía a la manera occidental, se me aparecía y me decía con una sonrisa, ‘El objetivo de tu enfermedad era el de llevarte hasta Sai Baba’. Cuán bendecida he sido por que Él a quien Jesús llamara el Señor, me haya revelado Su divinidad de tantas maneras y que, con Su misericordia, convirtiera una remisión en una curación. Me siento muy insignificante al ser receptora de tanto de Su Gracia. Ahora, cuando despierto cada mañana a la gloria del amanecer, me siento feliz de despertar hacia un nuevo día durante el cual puedo amar a Dios. Mi último mensaje en sueños fue que, al igual que el Dios Madre-Padre-Siva-Shakti me ama, así debo esforzarme por reflejar ese amor por Él hacia todo el género humano sobre el planeta Tierra. Esto será una expresión del Uno Divino dentro de mí. Gracias, bienamado Swami.”

Nota del Autor: Hace ahora casi una década desde que Wensley me entregara su historia y, mientras escribía este capítulo, en octubre del 2000, intenté tomar contacto con ella a través de amigos en Queensland, pero nadie pareció ser capaz de rastrearla. De modo que, con tristeza, comencé a pensar que, tal vez, después de todo, la letal dolencia había retornado y se la había llevado al igual que ese mismo linfoma de Hodgkins lo hiciera con mi mujer. Y entonces, alegría de alegrías, recibí una llamada telefónica de los “gemelos rosados” de Brisbane, contándome que Wensley había entrado a una función de Sai Baba, llevando en sus brazos un ramo de hermosas flores y sonriente como la imagen misma de una salud radiante. Le dijeron que yo deseaba saber de ella y ella me llamó por teléfono al día siguiente. Ahora puedo terminar felizmente este capítulo diciendo que la esperanza de Wensley en cuanto a ser la excepción de la regla, se había hecho realidad. La así llamada remisión había sido una cura, como Swami se lo dijera durante la primera visita que Le hiciera.

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SEMANA SANTA Y LA

VIDA ‘DHÁRMICA’

Un buen día, algo más de medio siglo atrás, estaba sentado en una cafetería en la maravillosa ciudad de Jerusalén Viejo. La mesa en que me encontraba miraba por el frente abierto hacia una calle con pavimento de adoquines. Esta era la calle que había venido a ver y que anhelaba recorrer. Su nombre es la Via Dolorosa. Este era la calle por la que caminara Jesús de Nazareth, cargando la pesada cruz, en ese primer Viernes Santo de hace dos milenios. Su espalda estaba cubierta con la sangre de las heridas que le infligiera el látigo con puntas metálicas con que había sido azotado y había sangre en su rostro debido a la corona de espinas que había sido incrustada en su cabeza. Aunque era un hombre de vigorosa contextura, estaba muy debilitado por las torturas sufridas a manos de los soldados romanos y la cruz que llevaba era muy pesada. La historia nos cuenta que cayó al menos una vez durante el trayecto ladera arriba hacia el sitio llamado el Calvario o Gólgota. Habiendo alcanzado esa altura, fue clavado a la cruz que cargara y permaneció allí en agonía hasta la puesta del sol de ese primer Viernes Santo. En aquel entonces, como no se permitía que los cuerpos quedaran en la cruz durante el Sabbath (o sábado) judío, Jesús fue rematado con un lanzazo por un legionario llamado Longinus. Su cadáver fue bajado de la cruz y Jesús fue llevado por su tío abuelo José de Arimatea y su amigo Nicodemo, otro de sus seguidores, hasta una tumba privada en el jardín de la casa de José en Jerusalén. Luego hicieron rodar una gran piedra para cerrar la entrada. Por último, una escuadra de soldados del Templo fue dejada allí para montar guardia.

Todo estuvo tranquilo durante el Sabbath, pero las primeras horas de la mañana del domingo trajeron consigo los comienzos del acto final de este drama mundial, a partir del cual naciera una gran religión. De alguna manera, la piedra había sido desplazada y la tumba estaba vacía. No había nadie allí. Algo más tarde ese mismo día, Jesús entró a través de una puerta cerrada a una habitación en la que se encontraban reunidos algunos de sus discípulos. Su cuerpo físico había sido transmutado en un cuerpo sutil que algunos han denominado cuerpo espiritual, cuerpo de gloria o cuerpo de luz. Este es un fenómeno que Swami ha demostrado muchas veces. Vale decir, Él viaja a través de murallas o puertas cerradas en Su cuerpo sutil y, cuando es necesario, baja sus vibraciones para crear un cuerpo sólido que puede ser sentido por manos humanas y visto a través de la visión humana normal. Algunos días después, luego de comunicarse con sus discípulos y con otros, este cuerpo de Gloria o de Luz ascendió al más alto de los ámbitos espirituales, como lo hicieran el Señor Rama y otros.

¿Cuál, si la tuviera, es la importancia de esta historia de Semana Santa para ustedes y para mí? ‘Jesús murió en la cruz y fue resucitado para salvar a todo el género humano’ escriben los teólogos cristianos. ‘Mas –predican los evangélicos cristianos– para ser salvados, deben creer en Él, en Jesús’ Quisiera llevarles, si no lo hubieran hecho ya, a dar un paso más profundo en esta gran e importante interrogante. De hecho, Swami ya nos ha mostrado ese paso por si podemos darlo. Él nos enseña que todos somos uno y siento que la mayoría de nosotros lo acepta, aun cuando no lo hayamos experimentado. Mas si nosotros los humanos comunes somos todos uno bajo la superficie, entonces ciertamente los Hombres-dios también son todos uno y están conscientes de ello. Swami se ha mostrado en las formas de Rama y de Krishna y de Dattatreya y de Jesús. Todas las formas físicas no son sino las vestimentas de un hombre-dios, un Avatar de Dios. Swami ha indicado, no sólo al tomar la forma, sino de otras maneras, que Él y Jesús son uno.

En una oportunidad, en el estrado de Prasanthi Nilayam el día de Navidad, pronuncié unas pocas palabras acerca de .los diferentes nombres con los que Jesús fuera conocido cuando estaba en la tierra y después. Uno de ellos fue Isa, como era llamado en la India y el Medio Oriente. Swami inició Su propio discurso diciendo que el verdadero nombre de Jesús era Isa – las letras de ese nombre también forman el de Sai. Isa y Sai son uno. De modo que el hombre-dios que puede salvarnos de nuestras iniquidades y conducirnos hacia la meta no requiere ser llamado Jesús o Isa. Hoy en día su nombre es Sai y por Su amorosa Gracia, Su infinita Misericordia, nos está conduciendo hacia nuestro hogar espiritual.

Ahora bien, podrían preguntarse, ¿por qué este Hombre-dios lleno de amor, en el cuerpo llamado Jesús o Isa, tuvo que sufrir la Via Dolorosa y la Crucifixión?

Mucho tiempo antes de la época de Jesús, en los templos del antiguo Egipto, había hombres que pasaban por el ritual de la crucifixión como una iniciación hacia algo más alto. ¿Pero, por qué tendría uno que sufrirlo como una agonía real en el nivel humano? ¿No sería, simplemente, que una gran Luz espiritual debía llegar hasta el oscuro mundo de occidente bajo el Imperio Romano? Era eso y también mucho más que eso. Maestros espirituales como Rudolph Steiner han dado interesantes razones esotéricas del por qué la Crucifixión de Jesús es de beneficio para toda la humanidad, pero aquí me gustaría únicamente entregar la explicación dada por nuestro propio gran Maestro, quien, como dijera antes, pasó él mismo por todo aquello en un cuerpo anterior. Y, ¿por qué digo que ustedes y yo estamos transitando por la Via Dolorosa hoy día, transitándola voluntariamente como lo hiciera hace dos mil años el Hombre-dios? Hemos llegado, a través de un cierto umbral en la conciencia, desde la conciencia de sí mismo común del género humano a un nivel en que nos hemos dado cuenta del propósito de nuestras vidas y de hacia donde vamos. Sabemos que nuestro destino es la unión con Dios. Sabemos que estamos recorriendo la senda hacia nuestro hogar espiritual. Hemos descubierto también, más allá de toda duda, que somos dos personas. Cada uno de nosotros es, al menos, dos personas, la una es la obvia y auto-asertiva que hace gran cantidad de ruido sobre el escenario de la vida – la que Swami denomina el ego personal. Esto lo hemos heredado desde hace mucho tiempo atrás, cuando formábamos parte de la conciencia animal. Esto era necesario para esa fase de la vida, aunque ahora, con nuestros pies sobre la senda espiritual, nos damos cuenta que este ego que domina nuestras vidas, es realmente un anacronismo. Es un anacronismo y un impostor que pertenece a una época pasada. No tiene un lugar en la eternidad. La otra, en cambio, sí pertenece a la eternidad. Este Sí Mismo ha estado encerrado en las mazmorras de la falsedad y el Maya, en la oscuridad de nuestra ignorancia, por tanto tiempo que rara vez escuchamos su voz. Y, cuando lo hacemos, le llamamos ‘conciencia’. En verdad, es la voz de Dios y, por ende, es la raíz de todo estado consciente. Sabemos ahora que el sí mismo-ego ha de ser eliminado con el objeto que el Sí Mismo-Dios pueda tomar el mando y guiarnos hacia el puerto espiritual que es nuestro destino. No obstante, no es una lucha fácil mientras nuestros pies estén sobre esta resbalosa y estrecha senda. Hay algunos que la han bautizado como ‘el filo de la navaja’. Jesús mismo decía que era un camino que era recto y estrecho. Yo prefiero llamarlo la Via Dolorosa.

Swami ha dicho que el placer no es más que un intervalo entre dos pesares, y que aquí conocemos el significado del pesar, las dificultades y la adversidad. Sabemos lo que significan y lo que valen para ayudarnos en nuestros pasos tambaleantes para subir por el resbaloso, duro y empedrado camino hacia el Calvario. Sabemos que debemos empeñarnos en vivir aquí la vida ‘dhármica’ o sagrada que nos llevará en el menor tiempo posible hacia la cruz sobre el monte y lo que se extiende más allá de él. Swami hace una cruz con Sus dos dedos índices y declara que la cruz representa la muerte definitiva el ego personal. Cuando este falso ego es aniquilado finalmente en el cuerpo que es su sepulcro, se levantará ese glorioso Ser espiritual eterno que es nuestro verdadero Sí Mismo. Y este, como lo ilustrara el Hombre-dios Jesús, será capaz de comunicarse y de inspirar a sus prójimos que se hallan aún en la senda humana, para que despierten y se conviertan en parte del Dios único.

Es así que este gran drama de la Semana Santa es importante para cada uno de nosotros, porque ilustra por lo que cada ser humano ha de pasar antes de llegar a su gloria. Constituye nuestro modelo. Me parece que debemos empeñarnos con toda la voluntad divina que está en cada uno de nosotros para vivir la vida del Dharma, la vida especialmente sagrada, mientras nos esforzamos con un corazón valiente y un entendimiento divino en seguir hacia la cruz de la victoria final que se levanta allá en el monte. Todos conocemos esos valores divinamente humanos y nos empeñamos por practicarlos, esos cinco luminosos faros que nuestro Señor nos ha entregado para que podamos mantener nuestros pies firmes sobre el resbaloso camino. Sólo me resta decir aquí que nos compete sondear tan profundamente como nos sea posible en su significado.

Tomemos, por ejemplo, el primero, Sathya o Verdad. Fue Jesús quien dijera “Conoced la verdad que la verdad os hará libres”. ¿Cuál es esta verdad que nos habrá de liberar de nuestra esclavitud? Para mí, se trata de la verdad fundamental de la unicidad. Si nos pudiéramos sumergir en las titilantes luces de la diversidad y hacernos de esta verdad de la unicidad, empeñándonos en vivirla, habríamos progresado bastante en el camino hacia la libertad.

El último de estos cinco faros es Ahimsa o No Violencia. Esto parece bastante directo, mas ¿lo es? Uno de nuestros más grandes líderes entre los Hombres-dios, el Señor Krishna, fomentó la destrucción violenta de una gran parte de la casta Kshatriya con el objeto de liberar al mundo de un grupo que se había vuelto malvado más allá de toda redención. Estaba decidido a cortar de raíz al árbol enfermo, como dice Swami. Mas Krishna alentó el entendimiento justo y la actitud correcta cuando haya que emplear una violencia necesaria. Sabemos que hay vida que tiene que destruirse para que el hombre coma y viva. Cuando nuestras manos ejecutan actos violentos, desde el picar una espinaca hasta el talar un árbol o el matar hombres en una batalla, debemos hacerlo con amor y reverencia, sin ningún sentimiento violento hacia la forma de vida que necesitamos destruir para un bien mayor. Porque todas las formas de vida, desde la brizna de pasto hasta el más grande de los sabios, son parte de Dios. Siento que sería verdad decir que mientras más podamos atenernos a una vida de dharma, más podremos debilitar a nuestro falso ego mientras intentamos recorrer el angosto camino, y menos dolorosa será la crucifixión final del ego.

Aquí tenemos la clave para el verdadero Shanti o Paz. Mientras nuestros pies y manos desempeñan sus roles en la crítica lucha entre el bien y el mal, permitamos que nuestras mentes estén en lo eterno, lo infinito. Un verso de una antigua oración dice, “Existe un poder que hace nuevas todas las cosas. Vive y actúa en aquellos que conocen al Sí Mismo como uno”.

Dios quiera que ese poder crezca en todos mientras nos esforzamos en ascender por la Via Dolorosa con la gran visión de la unidad frente a nosotros.

[Esta es una versión ligeramente condensada de la charla que dictara el autor en la Conferencia Sai de Australia, en Mittagong, Nueva Gales del Sur]

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EL AVATAR SAI Y EL MISTICISMO

Me gustaría bosquejar aquí una interesante comparación entre las enseñanzas y misiones del Avatar Sai Baba, que camina en la tierra hoy en día, y las del misticismo. El misticismo comenzó hace aproximadamente mil años como un poderoso movimiento espiritual que afectó a todas las religiones monoteístas. Cualquier cosa que hubieran enseñado los fundadores de estas religiones, los miembros comunes de la iglesia, la sinagoga, la mezquita o el templo adoraban a un Dios de algún lugar ‘de allá’, de alguna parte más allá del claro cielo azul. Los Místicos que surgieron de entre los miembros de las variadas religiones, encontraron, en cambio, a un Dios dentro de sí mismos, muy adentro, al parecer más cercano que su respiración, más próximo que manos y pies.

Podría ser que los padres del movimiento Místico en cada religión hayan tenido un sentido intuitivo de la divinidad interior; o podría ser que el movimiento haya nacido entre aquellos que habían meditado en profundidad y descubierto la Presencia interna. Como quiera que haya sido, el movimiento creció rápidamente en algunas religiones y lentamente en otras. En la mayoría de ellas no fue bienvenido, en algunas fue condenado como blasfemia el que se trajera al austero y juzgador Dios desde su puro trono muy lejos de la tierra, hacia la intimidad del cuerpo personal de uno, hacia un cuerpo de pecado, como muchos lo consideraban. Esto no era aceptable para un gran número de religiosos ortodoxos, pero pese a esta oposición, el movimiento Místico siguió creciendo y llegó a tener, por último, bastante influencia en cada una de las religiones monoteístas.

Por alguna razón creció con más fuerza y más rápidamente en la religión musulmana y una buena proporción de los seguidores de Alá se convirtieron en Místicos o Sufis, como fueron llamados. También en la religión judía, el Misticismo fue y sigue siendo un movimiento fuerte; se le conoce como la Cábala. No tenía un nombre particular en la religión cristiana, mas los individuos que seguían la senda mística de una cercana unión interior con Dios, a menudo eran llamados Santos. Algunos que respondían a la divina voz dentro de sí mismos, como en el caso de Juana de Arco, eran martirizados y luego canonizados como Santos.

Se daba, además, una amplia diferencia entre el Dios del fanático común como se enseñaba en las instituciones religiosas y el Dios interno del Misticismo. El primero era un Dios juzgador que le otorgaba recompensas celestiales a quienes acataran sus Mandamientos y terribles castigos, a menudo para siempre, a quienes desobedecieran sus leyes; en tanto que el Dios interno de los Místicos parece haber sido un amigo íntimo y amoroso, conduciendo a sus hijos humanos de regreso a su hogar espiritual, por las sendas del amor y del entendimiento en profundidad. Parece extraño que una mayor proporción de las gentes no se sienta atraída hacía el íntimo Dios de los Místicos y no se aleje del tirano juez residente en cielos remotos. Esto tal vez se deba a que para la mayoría no es fácil encontrar a la divinidad interior, y tal vez muchos más lo lograrían si contaran con líderes que los guíen.

Cuando en mis días de estudiante investigaba todas las iglesias de todas las denominaciones posibles para encontrar una que me atrajera más, nunca escuché desde ningún púlpito alguna mención del Dios que reside en el corazón del hombre. En verdad, tuvieron que pasar muchas décadas de mi vida y tuve que viajar por muchos países, antes de encontrar al Uno, vale decir a Sai Baba, quien me revelara el gran secreto, que es el secreto de la vida misma y que es tan simple que debiera dársele a conocer a cada niño.

“Dios está en todas partes – dijo Swami – aunque el lugar más fácil para encontrarlo es dentro de uno mismo”.

Tiempo después, a lo largo de los años que pasé con Él, me hacía recordar frecuentemente, de muchas maneras, a ese Dios interno que es nuestra real identidad. En una oportunidad dijo, “Mi tarea como tu Guru, es la de guiarte hacia tu Guru interno”. Y luego, muchos años más tarde, dijo, “Te he traído hasta tu Guru o Dios interno y no existe ya razón espiritual alguna por la que tengas que venir hasta Mí de nuevo.” Y agregó, como si lo hubiera pensado mejor, “Pero a nivel humano, por supuesto que siempre me gusta verte.” Es así que allí estaba Sai Baba revelándome, muy poco después de haber llegado hasta Él, la realidad del Dios interno descubierta por los Místicos a través de la búsqueda interior, pero que nunca es mencionada ni en las Escuelas Dominicales ni en las Iglesias. Por cierto que a cada niño debiera explicársele esta maravillosa verdad acerca de sí mismo.

Es así que veo al Sai Avatar como a un Super-Místico y me pregunto cuál sería la diferencia entre un Avatar y un Místico – sus enseñanzas, ¿son diferentes o son las mismas? Sus misiones en la tierra, ¿son diferentes o son las mismas? Considerando en primer término su misión en la tierra, veo que la del Avatar de hoy, como las de todos los anteriores, es más vasta, más extensa que la de un místico. Sai Baba, el Sai Avatar cuenta con el carisma necesario para atraer a inmensas multitudes desde todas partes del mundo y con enseñanzas como para transformar la conciencia de millones. Ha dicho que él es el Avatar de las masas, en tanto que alguien como Aurobindo es el Avatar de los individuos. A diferencia de Aurobindo, las enseñanzas de Sai Baba se expresan en un lenguaje simple que no requiere de contorsiones filosóficas de la mente para que se aprecien y se entiendan.

Para todas las personas de percepción espiritual profunda, los signos en el mundo de hoy no son los de la ruina y la destrucción como pudieran parecer superficialmente, sino que corresponden a los de un gran cambio. Un cambio que podría ser descrito como la muerte del viejo mundo, o la muerte del viejo orden mundial, y el nacimiento de algo totalmente nuevo, estupendo, maravilloso, de hecho algo que ha sido denominado como la Edad de Oro. El actual Avatar ha dicho, y yo se lo he oído decir a menudo, que la Edad de Oro nacerá antes de que abandone Su cuerpo actual en el año 2021. Otros grandes trabajadores en lo que Sir George Trevelyan denominara “el Campo de Fuerza de la Luz” están actuando para esta nueva era y saben que no está muy lejana.

Ningún Místico, sea Cristiano, Sufi, o Judío llegó al mundo con una tan magna misión como esta. El objetivo del Místico, cualquiera sea el siglo en el que haya nacido, era el enseñar a tantas personas y el cambiar las vidas de tantas personas como le fuera posible durante su período de vida. Mas él pensaba en términos de individuos, tal vez cientos o hasta quizás, miles de individuos, pero su misión no era la de elevar el nivel de la conciencia de todo el género humano en unas cuantas décadas.

Uno de ellos que a mi entender se cuenta entre los más grandes, me refiero a Rumi de la orden del Misticismo Sufi debe haber llevado a muchos hasta la luz a través de las Danzas Derviches que comenzara en Turquía, de sus poéticas enseñanzas y su enorme influencia en el mundo del arte, mas sus ambiciones fueron insuficientes como para que la conciencia mundial pudiera dar un salto quántico hacia arriba. De modo que, aun siendo diferentes las misiones de los Avatares y de los Místicos, sus enseñanzas son muy parecidas en general. Las diferencias son pocas, mayormente es cosa de grados y pueden referirse a sus misiones.

Aunque a lo largo de los años he leído algunos escritos de los Místicos, particularmente de los Sufis y de algunos Santos Cristianos, aquel a quien he estudiado más ampliamente es un Místico cristiano moderno llamado Joel Goldsmith. Aunque se le clasificaría como cristiano siendo que Jesucristo era el maestro al que seguía, era judío de nacimiento y vivió en nuestro tiempo aproximadamente entre 1890 y 1964. En lo que podría parecer una coincidencia – aunque creo que cuando se está en la senda espiritual no hay nada que pueda tildarse de coincidencia – la mayoría de sus libros así como gran parte de sus enseñanzas en cintas de audio, estuvieron repentinamente a disposición de amigos Sai míos. Estudiamos los libros y las grabaciones juntos. Lo más notable acerca de ello es la manera en que encajan en las enseñanzas avatáricas. Aunque expresadas con otras palabras, lenguaje y estilo, representan un excelente suplemento para lo que Swami ha enseñado acerca de la relación entre hombre y Dios y, aunque entregan una razón diferente para la gran ilusión de la separación, enseñan las verdades del Adwaitha o la unicidad esencial, bajo el velo de la ilusión, de todo el género humano. La única diferencia entre las enseñanzas del Místico y del Avatar que he podido notar, se refiere al asunto de la oración o de las comunicaciones verbales del hombre con Dios.

El Místico –Goldsmith– sigue de cerca su entendimiento de las enseñanzas de Jesús en el Nuevo Testamento, que dice cosas como, “Así que, buscad primero el Reino de Dios y su justicia; y todas las demás cosas se os darán por añadidura.” Su Maestro Jesús también dice en otros lugares que el Reino de Dios está dentro de tí y que Dios Mismo está dentro de tí y que en la oración debiéramos pedir, dice, por mayor entendimiento e iluminación y por ayuda para llevar una vida espiritual de compasión, perdón etc. Si lo hacemos, señala Joel Goldsmith, no hay necesidad de rogarle a Dios por ninguna ventaja material, como un mejor empleo, un salario más alto o ninguna otra cosa de naturaleza mundana, porque Dios ha dicho a través de Jesús, que todas esas cosas le serán dadas a uno, si uno se concentra en emplear la oración para el progreso de su evolución espiritual. Sai Baba por Su lado, anima a Sus devotos a pedir todo lo que deseen, sea material o espiritual. Dice que Él le dará a las personas lo que quieran si no les perjudica, con el objeto que, con el tiempo, pidan aquellas cosas que Él quiere darles. Esas cosas, por supuesto, son los tesoros espirituales. Es así que los devotos de Sai le piden muy contentos a Dios las cosas materiales que les puedan ayudar en sus vidas diarias. Muchos incluso piden cosas simples, como un lugar para estacionar su coche y creen que Swami les ayuda.

Es posible que esta mayor latitud concedida por Sai Baba se deba a que llama a las gentes hacia Él en etapas más tempranas de su desarrollo espiritual, más temprano en su trayecto espiritual hacia el hogar que quienes se sientan atraídos hacia las enseñanzas de Goldsmith. Las gentes habrán de estar preparadas, dice Swami, antes de que las llame hacia Él, mas puede que estén preparadas a un nivel anterior que aquel en que lo estarían para las enseñanzas del Místico. De modo que, por analogía, gozarían de los privilegios de un jardín infantil o una escuela primaria más fáciles. Además, al concederles las bagatelas materiales que desean, establece con mayor firmeza su amor por el Avatar viviente, asentando sus pies con mayor firmeza en la senda espiritual. Resulta interesante que yo descubriera, cuando mucho más tarde me dijo que Él estaba ahora en mi corazón y que las visitas físicas ya no eran necesarias, que las cosas materiales como anillos y relojes y las muchas otras baratijas, actúan ciertamente como una especie de talismán para ayudarle al aspirante a llegar hasta su Dios interno.

Hablando del canto védico del Gayathri Mantra he escuchado a Swami alabarlo porque contiene sólo una rogativa y ella es la petición por Luz espiritual. A medida que nuestros pasos avanzan por el camino al hogar, nuestras peticiones a Dios se volverán automáticamente solicitudes espirituales y dejarán de ser de naturaleza mundana.

Los otros tipos de comunicación entre hombre y Dios, las que generalmente llamamos meditación o contemplación, Joel Goldsmith enseña que debieran realizarse al menos dos veces al día, por un período de un cuarto de hora o más cada vez, y luego, a lo largo del día, cada vez que sea posible y aunque no sea sino por un minuto o algo más. Esto, en cierto sentido, es como la práctica del ‘recibir’ en el Subud, por el Maestro Pak Subuh, quien decía que debíamos empeñarnos en recibir el espíritu y la gracia de Dios mientras estuviéramos ocupados en nuestras tareas diarias, especialmente al cocinar o preparar los alimentos. Tales bendiciones divinas, decía, serían saboreadas por quienes ingirieran los alimentos.

Joel, como Swami, dio instrucciones específicas en cuanto a diferentes formas de meditación y decía que cada estudiante descubriría, a su debido tiempo, la mejor forma y la técnica más fructífera y apropiada para sí mismo. Estas enseñanzas realmente no difieren en esencia de las del Sai Avatar, salvo que éste tal vez adapte las instrucciones del tipo, manera y períodos de meditación a las necesidades del individuo, aunque anima a todos Sus devotos a intercalar comunicaciones con Dios en sus vidas diarias, como la repetición del nombre divino, tranquilos momentos de meditación y dulces intercambio con la divinidad. Cualquier cosa que pueda ser acomodada entre las tareas mundanas necesarias en la vida de uno, ayuda a incrementar la fuerza de nuestra vida divina a lo largo del camino de regreso al hogar.

Resulta interesante notar que este moderno Místico estadounidense pone tanto énfasis en el amor o prema para el desarrollo de la vida divina como el que pone el Sai Avatar. Joel es más severo que Swami en su condenación del amor humano como demasiado teñido de egoísmo o del elemento de interés propio, como para equipararlo a la desinteresada pureza del amor divino. El hombre no habrá de sentirse satisfecho con nada menos que el logro de este amor puro y desinteresado. Swami, mientras dice, en principio, lo mismo, es algo más tolerante y comprensivo frente a ciertas clases de amor humano. El amor de madre o, más correctamente, el amor parental, es lo más cercano al puro amor de Dios y, en algunos casos en que un padre está preparado para sacrificar su propia vida por la del hijo, el amor alcanza su más alto nivel. Como dijo Swami cuando estuvo en la tierra como Jesús el Cristo, “Ningún hombre muestra un amor mayor que el de entregar su vida por un amigo”. Y ha habido ejemplos entre exploradores del mundo, entre guerreros en el campo de batalla y entre miembros de una familia, en quienes el amor ha sido tan grande que han dado voluntariamente sus vidas por salvar las de otros. Aquí, el mayor de todos los valores humanos alcanza su cenit en el puro Prema Divino.

En verdad, entibia el corazón llegar a saber, a través del estudio y la experiencia, que la maravillosa misión del Avatar del mundo está siendo apoyada, aunque sea de manera humilde y relativamente modesta, por los Místicos del mundo tanto del presente como del pasado.

Me gustaría terminar este capítulo confesando que yo, personalmente, he encontrado una inmensa alegría en la realización de que el Misticismo le está entregando un apoyo incondicional a la tarea del Sai Avatar, así como debemos empeñarnos por hacerlo también nosotros los trabajadores en la divina senda humana.

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20

LOS MILAGROSOS NIÑOS INICIADOS DE SAI

Ha sido lanzada una fase completamente nueva y fascinante de la tarea de Swami a favor del género humano. Está llevando a nacer en diferentes partes del mundo a los que yo he denominado “los milagrosos niños de Sai”. Se sabe que le dijo a uno de Sus devotos quien ha pasado un largo período junto a Swami en el Ashram, en la India, que habrá trece de estos niños y entiendo que ya hay cinco de ellos encarnados actualmente. Uno de estos cinco se encuentra en Holanda, otro en la India, dos en países sobre los que no estoy seguro y un quinto en Australia. Me asiste la mayor certeza acerca de este último, puesto que he hablado con su madre y he recibido informes de varios de mis amigos íntimos que le han ido a visitar y hasta tengo una foto del pequeñuelo mismo.

La historia de su nacimiento que me fuera relatada por su madre y el relato de sus posteriores manifestaciones milagrosas son de naturaleza tan extraordinaria que le podrán parecer tal vez increíbles a cualquiera que no sea un devoto Sai de larga experiencia y profundo entendimiento, aunque haya muchos testigos irrefutables de ellas. Primero, entonces, el nacimiento. Cuando estaba encinta de seis meses y medio y, ciertamente no esperaba el parto, estaba un día cenando con su marido y, creo, algunos amigos, en un renombrado restaurante. Me contó que, de pronto, tuvo la visión de un grupo de monos frente a ella, que gesticulaban y emitían excitados chillidos, mientras que el que parecía ser el líder se le acercaba y le hablaba en un extraño idioma que no pudo entender. No pudo sacar conclusiones de esta rara visión del grupo de monos. Aunque era devota de Sai, supongo que no había leído acerca del Señor Rama y su ejército de monos comandado por el gran devoto Hanuman, en cambio a mí me parece que el niño en el vientre materno debía tener alguna conexión cercana con el Señor Rama. Como quiera que fuera, al día siguiente la madre fue llevada de urgencia al hospital, ya que parecía inminente el nacimiento de su hijo. Me contó que mientras se desvestía para acostarse en la cama del hospital, vio que salía Vibhuti de su cuerpo, en especial sobre su vientre. De inmediato pensó que debía tener alguna conexión con el niño que llevaba en él. No sintió que ella misma fuera merecedora de tal manifestación, por ende el niño dentro de ella debía ser muy sagrado. Sin embargo, sintió algún temor puesto que llegaría tan prematuramente. El niño nació ese mismo día y era, en verdad, muy pequeñito, ya que no pesó sino un kilo y medio. Le pusieron en una cuna y, como en este hospital en particular se acostumbraba anotar la religión del recién nacido en una etiqueta que se aseguraba a ella, para que los diferentes ministros que visitaban el hospital cada día pudieran impartir bendiciones cualquier niño nacido en su respectiva grey. Esta madre y su marido eran seguidores de Sai Baba, de modo que fue ‘Sai Baba’ lo que se escribió en la etiqueta. Se sintió inmensamente feliz, porque todos los representantes religiosos, incluyendo a un monje budista y los de varias denominaciones cristianas que visitaron el hospital ese día, además de bendecir a los bebés de sus respectivas denominaciones religiosas, pasaron todos a bendecir al pequeño bajo la etiqueta de ‘Sai Baba’. Este primer día de su vida hubo algo más que la sorprendió, cuando al inclinarse sobre él que estaba en la cuna, encontró una cruz de oro sobre su frente. Había aparecido simplemente mientras el bebé dormía, de modo que la tomó y se la puso al cuello a su hijo.

Aun siendo tan pequeño al nacer, el niño era perfectamente sano y creció rápidamente hasta una talla normal. En sus padres se habían unido Oriente y Occidente : la bella y espiritual madre es cingalesa de Sri Lanka, en tanto que el espigado y bien parecido padre proviene de Grecia. A su pequeño niño milagroso lo bautizaron como Alexander Saisha, aunque se le llama Alex, en general. Como tengo una foto del pequeño tomada cuando tenía entre dos y tres años, sé que es un muy bello niño en verdad.

El relato de los milagros que fluyen de él proviene en parte de su madre y es complementado por los amigos míos que le han ido a visitar. Pienso que el Vibhuti debe haberse comenzado a manifestar en su piel desde que era aún un lactante. Sé que el Vibhuti que aparecía en su cara y cabeza no podía ser tan molesto como lo era para el pequeño lactante que sus padres indios llevaron ante Swami hace veinte años atrás. Pude ver como surgía de su piel, tan pronto como su madre terminaba de limpiarlo. Ella y su padre habían venido a Prasanthi Nilayam para suplicarle a Swami que hiciera que la manifestación de la sagrada ceniza fuera menos frecuente. Sobre este caso hablo en mi libro “Sai Baba Avatar”. Diría que el pequeño Alex de Australia no es la reencarnación de un yogi caído, como dijera Swami que era el bebé indio. Alexander Saisha es uno del grupo auspiciado por Sai Baba para encarnar, con un propósito particular acerca del cual diré algo más adelante.

Algún tiempo después de la manifestación de Vibhuti en su piel, comenzó a surgir Amrita, más o menos desde el área del ‘tercer ojo’. Este líquido es llamado a veces ‘el Néctar de los Dioses’. Luego, comenzó a surgir desde la coronilla de su cabeza un aceite sanador, maravillosamente aromático. Este aceite, del cual también se me diera un poco, es reputado de haber curado casos de cáncer. Por cierto, ni el Amrita ni el aceite fluyen contínuamente, algo que el niño difícilmente podría soportar. Lo hacen intermitentemente, en cantidad suficiente como para que los padres puedan guardar porciones de ambos como regalo para algunos afortunados visitantes. Yo mismo he recibido algo del Vibhuti y puedo decir que su sabor no se parece a ningún otro Vibhuti que haya tenido. Es dulce, con algún sabor indefiniblemente agradable.

Otro fenómeno sorprendente manifestado por este pequeño niño australiano que aún no cumple los tres años [en el 2001 – N. de la T.] es la producción de Shiva Lingams. Estos no surgen de su interior ni de un giro de su mano, como lo hacen los manifestados por Sai Baba, sino que aparecen simplemente en la palma de su pequeña manito, mientras duerme en su cama. Puede que esté dormido o despierto cuando aparecen, pero tiene tamaños notables : algunos son más grandes que un huevo de pata, según me cuenta su madre, y están todos hechos de bello cristal de gloriosos colores. Swami mismo, quien a menudo está en la casa, le dice a la madre a quienes debe dar esto sagrados símbolos del Señor Shiva. Realmente es un gran honor recibir uno.

Otra asombrosa producción recientemente iniciada por el pequeño niño de milagros, es la de artículos de joyería. Aunque hay algunos medallones entre ellos, la mayor parte son anillos – anillos de oro. Entre treinta y cuarenta de ellos han provenido del pequeño Alex hasta el momento en que escribo esto, o sea mayo de 2001. Algunos de estos anillos llevan piedras preciosas, y todos se ven de primerísimo calidad. “Del tipo que uno encontraría en las mejores joyerías”, observó un amigo mío. A veces, los anillos pueden aparecer en su pequeña mano, parcialmente cubiertos por Vibhuti, o puede que estén tirados junto al niño dormido. A menudo se encuentran pétalos de rosa, esparcidos por algún poder invisible, a cada lado de la pequeña forma sagrada. A veces se encuentran anillos de oro entre los pétalos. ¿Quién recibe estos valiosos y bellos anillos? En una o dos oportunidades, el pequeño mismo le ha pasado uno de ellos a alguna señora de entre las visitas diarias, aunque generalmente, según entiendo, el Señor Sai, a menudo presente en Su forma sutil, le indica a la madre a quien está destinado cada uno de estos anillos. Algunas de las señoras se sienten abrumadas al recibir tan precioso regalo. El lector podrá imaginar muy bien que este pequeño australiano, miembro del equipo de milagros de Swami, recibe muchos visitantes. El hecho es que, aunque no se haga ninguna publicidad salvo la comunicación verbal, hay gentes de toda Australia y muchos extranjeros que vienen a diario a verle. La casa en la que vive es muy pequeña y sólo unas treinta personas pueden entrar para sentarse con comodidad. La generosa y abnegada madre atiende a las personas que llaman por teléfono y anota a treinta para cada día, por seis días cada semana. El domingo es un día de descanso. Las solicitudes han llegado a tal escala que la lista está siempre copada por adelantado hasta por unos nueve meses. Ciertamente que no pueden soportar más de ese número y es por ello que los padres han solicitado no entregar ninguna indicación sobre la ubicación del pequeño o sus nombres en este capítulo.

Estos jóvenes padres no son ricos, de hecho son todo lo contrario, no obstante le sirven comidas, “Prasad”, cada día a sus visitantes. Mi cuidadora, Sita Iyer, junto a dos buenas amigas mías, tuvo la bendición y la alegría de visitar recientemente ese hogar, durante un día en que estaban presentes principalmente amigos de la familia. Describieron la comida recibida como ‘más como un banquete’. En general, la joven madre cocina ella misma, con algo de ayuda de algún miembro de su familia. Una de mis amigas la oyó decir, “Cocino para Swami y Él está a menudo aquí mientras lo hago, para dirigirme. Luego sirvo el ‘prasad’ a los visitantes de mi hijito.” Gracias a una larga experiencia, sé que sólo la mejor comida se sirve en presencia de Swami y que, cuando van a comer amigos de visita, usualmente Él mismo va a la cocina primero y ya sea le ayuda al cocinero o le da consejos. Es así que entiendo que cuando supervisa lo que se prepara para las visitas de Su niño de milagros y cuando tal vez se queda por algún tiempo mientras se sirve, la joven madre considere que nada sino lo mejor es aceptable. No obstante queda en suspenso la interrogante, ¿cómo es que una joven pareja con entradas exiguas provee de comidas tan caras a tantas personas durante seis días por semana? Sé que algunos de mis amigos se acuerdan de los “panes y pescados” con los que Jesús alimentara a una multitud. Yo mismo pienso que algo así debe ser la respuesta. He conocido casos en la India en donde Swami ha multiplicado la comida y recuerdo la asombrosa historia de Jack Hislop, cuando acompañara a Swami en una visita y la anfitriona se mostrara angustiada, porque no tenía alimento suficiente como para servirles a todos; entonces Swami le dijo, “Hislop, ve hasta el auto y trae la comida”. Jack sabía perfectamente que no había comida en el auto, pero obedeció y fue hasta él. Se encontró, parados junto al automóvil de Swami, con dos ángeles que sostenían una bandeja con comestibles entre ellos. Era una bandeja enorme, pero Jack logró llevarla hasta la casa, mostrando aún en su rostro una expresión tal de sorpresa que Swami comentó, “Ya puedes cerrar la boca, Hislop. Siempre están ahí, sólo que tu no los ves.”

Los padres del pequeño Alex no cuentan acerca de cómo se logra este milagro. Este, como tantas otras cosas de las que no hablan, son asuntos privados entre ellos y Swami. De modo que, para su tranquilidad y ciertamente para la del pequeño Alex, sólo puedo decir que viven en algún punto del vasto continente de Australia. Además, nada sé de los otros cuatro niños milagro, salvo que existen. Como son todos patrocinados por Sai, presumo que sus poderes milagrosos deben ser los mismos o similares a los del pequeño Alexander Saisha. Cualquiera puede llegar a saber por vía oral de la ubicación de cualquiera de los niños milagro del equipo de Sai, mas si fuera la del australiano, que por favor recuerde que los padres, que son genuinos devotos de Sai Baba, no aceptarán ninguna donación,

ya sea en alimentos, dinero o de otro tipo.

Veamos ahora, brevemente, lo que Swami puede haber tenido in mente al iniciar esta nueva e inesperada fase en Su misión. Hasta donde sé, Swami no le ha hablado a nadie acerca de ninguna razón especial que pueda haber tenido, de modo que únicamente puedo entregar aquí mi propia opinión. He declarado en varios sitios en mis escritos que Swami ha dicho, de hecho lo dijo tan anticipadamente como 1960, que la Edad de Oro va a comenzar antes que Él abandone Su cuerpo, lo que hará en el 2021. De modo que espero que cada devoto Sai bien informado tenga conciencia de que este será el punto culminante de Su misión para el género humano. Es una misión mucho mayor que la que cualquier Avatar haya intentado antes, mas, como le oyera decir a Sir George Trevelyan desde una tribuna Sai en Roma (III Conferencia Internacional de la Organización Sai – N. de la T.), “Los Avatares no fracasan, no está en la naturaleza del Avatar el fracasar en Su misión”, o palabras en este sentido. Si leyéramos los escritos sagrados con algo de intuición, sabríamos que los Avatares precedentes no han fracasado en lo substantivo de sus misiones para el género humano en la Tierra. Por ende, tengo inmensa confianza en que este Avatar viviente tampoco fracasará en la Suya.

Sin duda, muchos de mis lectores pueden haber oído hablar de la gran campaña de propaganda en contra de Sai Baba que fuera lanzada en tiempos recientes. Las fuerzas oscuras o las que actúan en dirección contraria, obviamente estaban apuntando a arruinar, de una vez por todas, la misión del Avatar. Mas, ¿pudieron arruinarla? Los fuertes vientos que aventaron la paja y dejaron atrás el grano, deben haber ayudado a Su misión más que obstaculizarla. Tal vez Él decidió que estos vientos aventaran la paja, es decir aquellos de poca fe y menor entendimiento, en las palabras del antiguo himno, ‘aquellos que nunca Le amaron bien y aquellos que perdieron el amor que sentían’. ¡Qué valor tendría esa paja aventada en la constitución de la ‘masa crítica’ que Sai Baba debe crear en el corto período de años que tiene a Su disposición! Si la Era de Oro ha de tener su comienzo, como Él lo ha declarado, en los pocos años que quedan entre ahora y el 2021, ¿cuál será la función de la ‘masa crítica’, como la denomina la ciencia?

Una buena analogía familiar la representa la pequeña cantidad de fermento o levadura que se requiere para hacer subir la plana masa de una hogaza hasta la altura del molde del panadero. Del mismo modo, el nivel actual de la conciencia del género humano puede ser elevado por un salto quántico hasta el nivel requerido por la Edad de Oro, gracias al poder de la ‘masa crítica’. ¿De qué deberá consistir esta ‘masa crítica’, tanto en cantidad como en calidad? Nada sabemos de la cantidad en números, mas no cabe duda que Dios sí lo sabe. Puede que, tal vez, tengamos alguna idea respecto a su calidad, acerca de su contenido; ciertamente debe tratarse del trigo puro sin ninguna mezcla de paja. Deben ser aquellos devotos de Dios que posean un profundo entendimiento, una fe firme, aquellos que están empeñados con todo el poder de su voluntad en vivir según los altísimos valores de la verdad y el Amor Divino. En breve, aquellos devotos que se encuentran decididamente encaminados en el viaje de vuelta al hogar.

De modo que bien pudiera ser, pienso, que este equipo de trece niños milagro esté destinado a ser un arma poderosa para la constitución de la masa crítica y, de este modo, para ayudar a producir el más grande de todos los milagros. Vale decir, el hacer leudar la grandiosa hogaza de la conciencia humana y, con ello, hacer surgir ese nuevo mundo de paz, de contento y de alegría que todos estamos anhelando. Esto es, al menos, mi opinión y mi gran esperanza.

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Nota final : Hoy, 29 de septiembre de 2004, Howard Murphet se refugió finalmente en el regazo de Dios. Tenía casi 98 años de edad y había sido un fiel devoto de nuestro Amado Señor, Sri Sathya Sai Baba, por más de cincuenta años. Este especial hermano le mostró a muchos el camino a través, tanto de su ejemplo personal de vida como de sus libros, como “Sai Baba, el Hombre de los Milagros”, “Sai Baba Avatar”, “Invitación a la Gloria”, “Ahí Donde Termina el Camino” y “Las Luces del Hogar” que, por la Gracia de Swami, tuve el privilegio de traducir.

¡Sai Ram!

Herta

INDICE

Pag.

PREFACIO 3

RECONOCIMIENTOS 4

PRIMERA PARTE – REMINISCENCIAS DE LOS PRIMEROS AÑOS

1. Algunos Recuerdos de mi Madre 6

2. Mi Padre 9

3. Días de Escuela 14

4. Estudiante, Profesor y Nuevos Pasturajes 20

SEGUNDA PARTE – HISTORIAS, ENSEÑANZAS DE SAI Y REFLEXIONES

5. El Joven Avatar 26

6. La Cura de Sai para el Miedo a Hablar en Público 29

7. El Yoga del Amor 32

8. La Guerra y la Paz 36

9. Retrato de un Karma Yogi 40

10. Memorias de una Dama China 45

11. Dos Estrellas de Sai 51

12. Signos, Extraños y Significativos 57

13. El Misterio del Vibhuti 61

14. Un Par que se Encuentra 64

15. ¿Qué es la Verdad? 67

16. La Navidad Esotérica 69

17. Wensley gana más que una Curación 72

18. Semana Santa y la Vida Dhármica 75

19. El Avatar Sai y el Misticismo 77

20. Los Milagrosos Niños Iniciados de Sai 81

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