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viernes, 7 de enero de 2011

EL CONFUCIANISMO

EL CONFUCIANISMO
El confucianismo o confucionismo es el conjunto de doctrinas éticas, sociales y religiosas predicadas por Confucio en el siglo VI a.C. A diferencia de otros credos, su fundador no era ni místico ni iluminado, sino un hombre de conocimiento que se propuso rescatar aspectos de la sabiduría de los antepasados para restaurar el orden y la virtud en China.

Confucio vivió aproximadamente entre el 550 y el 479 a.C. A pesar de haber nacido hace 2500 años, su influencia en la cu
ltura china es innegable. Nadie alega que solo él la haya forjado, y hasta el propio Maestro minimizaba su originalidad diciendo que solo era “un amante de los antiguos”. Pero si bien Confucio no fue autor de la cultura, fue su editor supremo: indagó en el pasado, resaltó aspectos y descartó otros, reorganizó y anotó.
Sin embargo, cuando estudiamos su vida y sus enseñanzas, cuesta creer que el Confucionismo sea considerado una religión. De hecho, recién en el siglo IV de nuestra era se estableció como religión oficial de China, hasta el siglo VII. Pero esto no significa que el Confucionismo no haya sido la ideología oficial, ni que no haya impregnado la mentalidad china hasta nuestros días. Todo lo contrario.

CONFUCIO
Confucio se llamaba K'ung-Tze (Kong Zi, según el moderno sistema Pinyin de latinización del idioma chino, reconocido ya mundialmente, N.T.), o K'ung-Fu-Tze (Kong Fu Zi. Idem, N.T.), y su nombre fue latinizado por los primeros misioneros como Confucio. Nació alrededor del año 551 a.C. en el principado de Lu, hoy provincia de Shantung. A pesar de su fracaso como político, fue sin duda uno de los más grandes maestros del mundo. Preparado para impartir instrucción sobre historia, poesía, gobierno, propiedad, matemáticas, música, adivinación y deportes, Confucio constituía, a la manera de Sócrates, una universidad en sí mismo. Su manera de enseñar también era socrática. Siempre informal, no parece haber impartido clases sino más bien conversado sobre los problemas que le traían sus discípulos.

Un amante de la tradiciónMás que fundar una nueva doctrina o credo, Confucio se dedicó a rescatar la antigua tradición y darle un nuevo giro. Como aclaramos antes, Confucio no fue ni místico ni iluminado ni profeta, sino un aspirante a la sabiduría o, en sus propias palabras, a “ser completamente humano”.
Lo cierto es que el Primer Maestro es una de las grandes figuras de la historia del pensamiento humano, un pionero de la pedagogía, un rescatador de la tradición y un crítico social e investigador de la política y la ética. Consagró su vida al estudio de las antiguas tradiciones y de los ritos y tratados religiosos contenidos en los Cánones o King, y se propuso recuperar las antiguas normas de buenas costumbres morales y sociales.
Es sorprendente observar cómo sus enseñanzas fueron prácticamente ignoradas en vida pero tan reconocidas después, y en esto cumplen un papel fundamental las circunstancias histórico-sociales de China, que fueron un terreno fértil para las semillas que Confucio sembró mientras vivía. Lo cierto es que el confucianismo ha afectado profundamente a una cuarta parte de la población mundial durante más de dos mil años. Con el tiempo, ejerció una gran influencia sobre China, Corea, Vietnam y Japón. Aun hoy en día es difícil determinar el número de confucionistas en el mundo dado que, a diferencia de Occidente, en Asia oriental lo más común es que una misma persona reconozca e integre distintas religiones.

Su énfasis en la sociedad
Para Confucio el ser humano es ante todo un ser social: sus acciones no transcurren en soledad, sino que afectan a otros. El objetivo del Maestro era la restauración de un gobierno justo y la revivificación de la sociedad a través del cultivo de las virtudes.
Pensaba que la eficacia de su proyecto residía en el ejemplo personal; por esto, la clase gobernante debía cultivar las virtudes de la persona ejemplar. Advirtió las consecuencias sociales de ostentar el poder sólo en beneficio propio, pasando por encima de la piedad y de la justicia.
Confucio creía en la regeneración de las conciencias pública y privada mediante la educación, y en la influencia de ideales culturales unificados. La educación en su conjunto constituía el valor primordial del individuo y de los grupos sociales: la familia, la comunidad y la nación.
Elaboró las herramientas necesarias para que el desarrollo humano fuera más accesible mediante la transmisión de la tradición y de la cultura a todos los individuos, incluso a los más desafortunados, y no sólo a aquellos que tuvieran acceso por su pertenencia a una clase social privilegiada.

Un carácter único

Confucio nunca se asumió como un sabio: para él la sabiduría no era un cúmulo de conocimientos, sino una cualidad en el comportamiento y en el carácter. Como dijimos antes, él estaba dedicado a la tarea de ser completamente humano, pero era modesto en cuanto a lo que había logrado:
Hay cuatro cosas de la persona profunda que yo no he podido hacer. Servir a mi padre como quisiera que un hijo me sirviera a mí, servir a mi gobernador como quisiera que mis ministros me sirvieran a mí, servir a mi hermano mayor como quisiera que mis hermanos menores me sirvieran a mí. Ser el primero en tratar a los amigos como quisiera que ellos me tratasen. Estas cosas no las he podido hacer.
Al mismo tiempo era inflexible respecto de la importancia de la tarea que había emprendido. Esto lo llevaba a esperar mucho de sus discípulos. Confucio era amable, pero capaz de recurrir al sarcasmo si lo creía necesario. Sobre uno de sus discípulos que se había acostumbrado a criticar a sus compañeros, observó: “Es obvio que Tzu Kung debe haberse hecho muy perfecto para disponer de tiempo para esta clases de cosas. Yo no dispongo de tanto tiempo de ocio”.
Confucio también se destacó por sus actitudes democráticas. Además de ser el abanderado de las causas del pueblo contra la nobleza opresora de la época, en sus relaciones personales transgredía las divisiones de clases, y jamás menospreciaba a sus discípulos más pobres, ni siquiera cuando no podían pagarle las enseñanzas. 

SU VIDA 

Infancia y juventud
No sabemos nada de sus ancestros, pero es claro que, a pesar de pertenecer a una clase acomodada, su infancia fue modesta: “Cuando yo era joven no tenía rango y mis circunstancias eran humildes”. Su padre murió antes de que Confucio cumpliese los tres años, dejando su crianza a una madre amorosa pero empobrecida. La dureza de los primeros años lo vinculó a gente común, circunstancia que se refleja en el carácter democrático de toda su filosofía. Entre sus primeros recuerdos hay nostálgicas referencias a la caza, la pesca y al tiro al arco. Pero esto no le impidió iniciar sus estudios con éxito: “Al cumplir los quince años me dediqué a estudiar”. A los veintitantos años, después de haber ocupado varios cargos gubernamentales irrelevantes y de haber contraído un matrimonio no muy exitoso, se estableció como profesor. La reputación de sus cualidades personales y de su sabiduría práctica se difundió con rapidez y atrajo a un círculo de discípulos fervientes.

Los obstáculos
Pese a la convicción de sus discípulos de que “desde el nacimiento de la raza humana no ha habido un hombre como nuestro maestro”, la carrera de Confucio fue, teniendo en cuenta sus propias ambiciones, un fracaso. Su meta era el cargo público, porque creía – ya veremos cuan erróneamente- que sus teorías no echarían raíces si no demostraba que funcionaban. La verdad es que las autoridades de la época tenían demasiado miedo al candor y la integridad de Confucio como para nombrarlo en un cargo de poder. Sin embargo, su autoridad moral llegó a tal extremo que el propio gobernador de su estado, que había usurpado el poder, se vio obligado a pedirle consejo sobre la forma de gobernar. Confucio le respondió cáusticamente que sería mejor que aprendiese a gobernarse a sí mismo antes de gobernar a otros. El gobernador no lo hizo cortar en pedazos -como podría haber hecho- por la reputación de Confucio, pero tampoco lo nombró primer ministro. Lo que sí hizo fue concederle un cargo honorífico con un título rimbombante, pero sin poder efectivo. Una vez que Confucio descubrió la maniobra, renunció disgustado.

Sus últimos añosImpulsado como por una llamada -“a los cincuenta años sentí la misión divina”-, dedicó los siguientes trece años al largo camino que lo llevó de Estado en Estado, dando a los gobernantes consejos inconsultos sobre las formas de mejorar sus maneras de gobernar y buscando oportunidades para poner sus ideas en práctica. Pero la oportunidad no se presentó nunca, y solo un pequeño grupo de discípulos se mantuvieron fielmente junto a él durante esos tiempos de desaires, desaliento y de casi inanición.
Con el tiempo, se produjo un cambio de gobierno en su propio Estado, y se invitó a Confucio a regresar a él. Allí reconoció que ya era muy mayor para ocupar un cargo público, y pasó tranquilamente los últimos cinco años de su vida enseñando y editando los clásicos chinos del pasado. Murió en el año 479 a.C. a los setenta y tres años. 

SU INFLUENCIACon su muerte comenzó su glorificación. Entre sus discípulos el movimiento fue inmediato. Tzu Kung dijo “Él es el sol, la luna, sobre los cuales no pueden treparse de ninguna manera. La imposibilidad de equipararnos con nuestro Maestro es como la imposibilidad de llegar al cielo subiendo por una escalera”. Otros estuvieron de acuerdo con él. Pasadas unas pocas generaciones se lo veía como el “mentor y modelo de diez mil generaciones”. Pero lo más importante –y lo que más le hubiera gustado saber al propio Confucio-  era la atención que se prestaba a su enseñanza. Prácticamente todos los estudiantes chinos han pasado horas leyendo sus dichos, que llegaron a formar parte de la mentalidad china: hasta los analfabetos conocen sus frases en forma de proverbios orales.
También los gobiernos fueron influenciados por él, más que cualquiera. Desde el inicio de la era cristiana, se exigió a los que ocupan cargos oficiales, incluidos algunos de los más altos, que conocieran los clásicos confucianos. También ha habido intentos, algunos cuasi oficiales, de elevar a Confucio a una divinidad.
¿Qué produjo esta influencia? Apenas puede haber sido su personalidad. Si bien fue ejemplar, estuvo desprovista de todo dramatismo o misticismo que justifique su impacto histórico. Si nos fijamos en sus enseñanzas, la sorpresa es aún mayor. Sus frases, aunque moralmente edificantes, son tan didácticas y pedestres que parecen refranes forjados por el sentido común, amén de resultar familiares  para la mentalidad occidental. Aquí van algunos ejemplos:

¿No es un verdadero filósofo aquel que, aunque no sea reconocido, no guarda resentimiento alguno?

No hagas a otros lo que no te gustaría que te hicieran a ti.

No desees resultados rápidos ni busques pequeñas ventajas. Si buscas resultados rápidos, no lograrás el objetivo final.

Las personas más nobles practican primero lo que predican y luego predican de acuerdo con su práctica.

Si cuando miras en tu propio corazón no encuentras nada malo, ¿por qué preocuparte? ¿por qué tener miedo?

Cuando sabes algo, reconoce que lo sabes; y cuando no, sabe que no lo sabes: eso es saber.

Ir demasiado lejos es tan malo como quedarse corto.

Cuando veas a alguien de valor, piensa cómo puedes emularlo. Cuando veas a alguien que no tiene valor alguno, examina tu propio carácter.

Riqueza y rango son lo que desea la gente pero, a menos que se obtengan en la forma debida, no deben poseerse.

Sé bueno con todos, pero íntimo solo con los virtuosos.

EL PROBLEMA SOCIALSi bien los proverbios presentados son inobjetables, es delicado deducir que, por sí solos, hayan tenido tanta influencia durante miles de años. Para analizar la clave del poder y la influencia de Confucio, debemos examinar tanto su vida como sus enseñanzas, teniendo en cuenta el problema que tuvo que afrontar: la anarquía social.
La China de los primeros años no fue ni más ni menos turbulenta que otras tierras. Sin embargo, del siglo VIII al III a.C. se produjo el colapso del poder de la dinastía Chou. Las baronías rivales se vieron libradas a su propia voluntad tal como en Palestina durante el período de los Jueces, cuando no había rey en Israel y cada hombre hacía lo que a su juicio estaba bien.
La guerra casi continua de esa época empezó con demostraciones de caballerosidad. Sus armas eran los aurigas, su código, la cortesía, y se honraban los actos de generosidad. Hoy por hoy, sus prácticas parecen inverosímiles. Por ejemplo, cuando un barón se hallaba frente a una invasión enviaba, a modo de fanfarronada, un convoy de provisiones para el ejército invasor.
Pero en los tiempos de Confucio, la situación había degenerado en el incontrolable horror del Período de los Estados en Guerra. El horror alcanzó su máximo nivel en el siglo posterior a la muerte de Confucio. Los aurigas dieron paso a la caballería, con sus ataques sorpresivos. Poblaciones enteras eran capturadas y decapitadas -incluidos los niños, las mujeres y los ancianos-, sin mencionar las crueldades a las que eran sometidos.
En semejante época, la cuestión del momento era: ¿cómo podemos dejar de destruirnos? Confucio vivió en un tiempo en el que la cohesión social se había deteriorado hasta un punto crítico. El “pegamento” ya no servía. ¿qué había mantenido unida a la sociedad hasta ese entonces?

LA FUERZA COHESIVAA los animales los mantiene unidos el instinto, pero los humanos ya no cuentan con esta fuente automática de cohesión social. ¿Qué puede controlar entonces a la anarquía? Cuando la especie estaba en sus comienzos, la respuesta era la tradición espontánea o, como dicen a veces los antropólogos, el peg
amento de la costumbre. Ciertos comportamientos demostraban contribuir al bienestar de la tribu, y estos se transmitían naturalmente de generación en generación, la mayoría de las veces de forma implícita.
Es probable que en los albores de la civilización china, la costumbre y la tradición también ofrecieran una cohesión suficiente como para mantener intacta la comunidad. Hay datos que evidencian el poder de la tradición, como el caso registrado de una mujer noble que murió quemada en el incendio de su palacio por negarse a abandonarlo sin su dama de compañía.
En la época de Confucio ya casi nadie prestaba atención a la tradición. China había alcanzado un nivel de cambio social marcado por el surgimiento de grandes cantidades de individuos en el pleno sentido de la palabra. Conscientes de sí mismos más que de su grupo, estos individuos pensaban en primera persona del singular, no del plural. La vieja amalgama que mantenía unida a la sociedad se agrietaba. Como todo cambio cultural, la ruptura no ocurrió de la mañana a la noche. Sin embargo, una vez iniciada era cuestión de tiempo: el individualismo es contagioso y se disemina como una epidemia.

RESPUESTAS ANTAGÓNICAS AL PROBLEMA SOCIAL

El realismo
Frente a esta crisis social, aparecieron dos propuestas antagónicas. Una de ellas fue presentada por los realistas. Ellos aseguran que lo que la gente comprende mejor es la fuerza. Un sistema así no puede dejar nada librado al azar: la lista de leyes debía ser obviamente larga y detallada. La aplicación de la filosofía de los realistas se llevó a cabo mediante un complicado mecanismo de castigos y recompensas. Los obedientes debían ser recompensados y los desobedientes, castigados.
Pero esta filosofía política surgía de una estimación pobre de la naturaleza humana. En primer término, daba por descontado que los bajos impulsos predominan sobre los altos. No es que los realistas desconocieran los sentimientos nobles, sino que veían que no había suficientes personas con esos sentimientos como para mantener el orden en el Estado, y menos en medio de las duras circunstancias de la época.

El moísmo
Por otro lado, en la China de Confucio existía otra filosofía junto con la de los realistas, tan distintas entre sí como el fuego y el hielo. Conocida como moísmo, por Mo Tzu o Mo Ti, su principal portavoz, proponía como solución al  amor -el amor universal o chien ai- y no la fuerza. Uno debía sentir “por toda la gente del mundo exactamente lo mismo que siente por su propia gente y considerar a otros estados exactamente como uno considera al propio”. Mo Tzu no concordaba con los que acusaban su filosofía de poco práctica: “Si no fuese útil hasta yo la reprobaría. Pero, ¿cómo puede haber algo que sea bueno y no sea útil?”. Dado que el amor es evidentemente bueno, y que Dios también lo es, es inconcebible que tengamos un mundo en el que el amor no compensa porque “quien ama a otros es amado por otros; quien beneficia a otros es beneficiado por otros; quien injuria a otros es injuriado por otros”.

LA RESPUESTA DE CONFUCIONinguna de estas propuestas antagónicas al problema de cohesión social impresionaron a Confucio. Rechazó el
 uso de la fuerza de los realistas porque era torpe y externa. La fuerza regulada por ley puede poner límites a los tratos entre los pueblos, pero es demasiado brutal para el intercambio diario entre las personas. En lo referente a la familia, por ejemplo, puede estipular condiciones de matrimonio y divorcio, pero no puede generar ni amor ni compañerismo.
El cuanto al moísmo basado en el  amor, Confucio concordó con los realistas en descartarlo por utópico. Cuando se le preguntó: “¿Debe uno amar al enemigo, a aquel que nos hace daño?”, contestó: “De ninguna manera. Respondan al odio con justicia, y al amor con benevolencia. De otra forma desperdiciarán su benevolencia”.
Confucio creía en la tradición. La veía como el principal moldeador de las inclinaciones y actitudes, y como un medio de inyectar en el presente los modelos de conducta que habían sido perfeccionados durante las épocas doradas del pasado chino, la Era de la Gran Armonía. Como las costumbres eran obligatorias la gente las respetaba, y dado que estaban muy bien elaboradas, el respetarlas producía paz y felicidad.

Hacia una tradición deliberadaEl cambio de una tradición espontánea a una deliberada requiere que la inteligencia crítica se dirija tanto a mantener intacta la fuerza de la tradición como a determinar los fines hacia adelante. Esta es la razón por la cual el estudio de las actitudes correctas era un asunto de importancia primordial. Después, todos los medios de educación –formales e informales, desde la cuna hasta la sepultura- deben ser transformados para interiorizar por completo estos nuevos valores. De igual manera, las interminables anécdotas y máximas de las Analectas de Confucio estaban destinadas a crear el prototipo del carácter chino ideal:

Tsu Kung preguntó: “¿Qué dirías tú de una persona a quien todos sus conciudadanos aman?”
“Eso no es suficiente”, fue la respuesta de Confucio: “Es mejor que los buenos lo amen y que los malos lo odien”. 

Confucio creía en una segunda naturaleza, la de la gente civilizada:

               “Esta segunda naturaleza es la imagen de aquello por lo cual la gente vive y en lo que debería convertirse… el compromiso total de una comunidad puede ser celebrado solo por la segunda naturaleza de un hombre, dominando a la primera y primitiva naturaleza y no tratándola como si fuera la única o principal. Es entonces cuando las disciplinas, las necesidades y las restricciones de una vida civilizada han dejado de serle extrañas e impuestas desde el exterior. Se han convertido en sus propios imperativos internos”.

SUS ENSEÑANZASEn el confucionismo lo interior y lo exterior obran juntos. El mundo interior se profundiza y se hace más gratificante y refinado a medida que se expanden las virtudes aplicadas a las relaciones sociales. La tradición deliberada requiere más atención que la espontánea para detener el individualismo que amenaza con erosionarla, y este objetivo se logra a través de la educación. Pero en segundo lugar, requiere que se le preste atención al contenido de la educación. Sus pautas principales pueden resumirse en cinco virtudes:
1. Jen. Jen, que etimológicamente es una combinación de “ser humano” y de “dos”, denomina la relación ideal que deben tener las personas. Aunque se la traduce por bondad, benevolencia y amor, lo que mejor la define quizás sea cordialidad humana. Para Confucio, Jen era la virtud de las virtudes. En la vida pública inspira la diligencia incansable, y en la privada se expresa en la cortesía, la generosidad y la empatía, o capacidad de “medir los sentimientos de otros por los propios”, que se tradujo en la frase “nunca hagas a los demás lo que no te gustaría que te hagan a ti”.
2. Chun tse. El segundo concepto es Chun tse. Si jen es la relación ideal entre los seres humanos, Chun tse se refiere al ser humano ideal. Es lo opuesto de la persona mezquina, malvada, de espíritu pequeño. Dueña de un respeto por sí misma que genera el respeto a los demás, la persona Chun tse se acerca a otros pensando “¿qué puedo hacer por ellos?” en lugar de “¿qué puedo obtener de ellos?”. Confucio creía que solo una persona así puede sentar las bases de una sociedad civilizada, y solo si quienes integran la sociedad se convierten en chun tses, podrá encaminarse el mundo hacia la paz:

Si hay rectitud en el corazón, habrá belleza en el carácter
Si hay belleza en el carácter, habrá armonía en el hogar.
Si hay armonía en el hogar, habrá orden en la nación.
Si hay orden en la nación, habrá paz en el mundo.

3. Li. El tercer concepto, Li, tiene dos significados. El primero es corrección, el modo en que deben hacerse las cosas. El segundo es ritual, que en realidad se fusiona con el primero porque cuando nos desenvolvemos con corrección, según los conceptos confucianistas toda la vida se convierte en una danza sagrada, es decir, en un ritual. La corrección o Li se propone coreografiar cada paso de la vida social, dejando poco margen para la improvisación. Cubre una amplia gama de aspectos, incluido el lenguaje:
          
          Si el lenguaje no está de acuerdo con la verdad de las cosas, los asuntos no pueden llegar a buen término… por tanto, un hombre superior considera necesario utilizar correctamente los nombres de las cosas cuando habla y, también, que lo que dice pueda cumplirse adecuadamente. Lo que el hombre superior necesita es que en sus palabras no haya ninguna incorrección.

Dentro de la corrección, Confucio indicó el valor de la Doctrina del Medio. Tan importante era para él, que un libro con ese título
 destaca como esencial en el canon confuciano. La traducción es chun yung, literalmente “medio” y “constante”, es decir, nunca dejarse llevar por los extremos. El medio proporciona un equilibrio que nos mantiene alejados del exceso y la indulgencia y con esto detiene el florecimiento de la depravación. El libro de Li advierte: “No debe complacerse el orgullo. No debe satisfacerse la voluntad por entero. No debe practicarse el placer en exceso”. El respeto al “medio constante” produce armonía y equilibrio, fomenta el compromiso y propicia una contención beneficiosa.
Otro aspecto de la vida donde es indispensable la corrección es en las Cinco Relaciones Constantes que constituyen el entramado de la vida social. Estas son, en el proyecto confuciano, las que se mantienen entre padre e hijo, marido y mujer, hijo mayor e hijo menor, amigo mayor y amigo menor, y gobernante y súbdito. Es vital para la salud de una sociedad que estas relaciones clave se constituyan bien. Los padres deben amar, los hijos, adorar; los hijos mayores deben ser gentiles, los menores, respetuosos; los maridos deben ser buenos, las mujeres “oyentes”; los amigos mayores considerados y los menores, deferentes; los gobernantes benevolentes y los súbditos, leales.
De estas relaciones, vemos que tres se ocupan de la familia y tres del respeto hacia los mayores. Para Confucio tanto la familia como la edad son los factores más importantes a ser respetados para lograr la armonía social. Creía que los jóvenes debían reverenciar a sus ancianos no solo para saldar una deuda, sino para reconocer el valor intrínseco de la vejez, portadora de la madurez y sabiduría que traen los años, dos de los valores más altos en la escala confuciana. 
Como dijimos antes, Confucio aseguraba que uno nunca está solo cuando actúa. Toda acción afecta a alguien. La más fundamental es la acción de los hijos hacia los padres: “El deber de los hijos para con sus padres es la fuente de la cual emanan todas las virtudes”.
Esta visión es tan opuesta a la que tiene Occidente, que venera la juventud, que nos es casi imposible imaginarnos cómo sería la vida si pudiésemos aspirar a ser servidos y respetados más con cada año que pasara.

4. Te. El cuarto concepto que Confucio propuso fue Te. Su significado literal es poder. Sin embargo, hemos señalado el rechazo de Confucio a los gobernantes opresores y a la idea de los realistas de que la única medida eficaz es el empleo de la fuerza física. Confucio señalaba que los tres elementos esenciales de un gobierno exitoso eran la capacidad económica, la suficiencia militar y la confianza del pueblo. Este último era el más importante porque “si el pueblo no tiene confianza en su gobierno, este no podrá sostenerse”. El consentimiento del pueblo surge solo si siente que sus líderes son capaces, que se dedican con sinceridad al bien común. Por consiguiente, el verdadero te es el poder del ejemplo moral. El bien no echa raíces en la sociedad ni por la fuerza ni por la ley, sino por la influencia de las personas a quienes admiramos. Si las sanciones del rey surgen de una rectitud inherente, inspirará no solo a los líderes locales sino a toda la ciudadanía:
Cuando el barón de Lu le preguntó cómo debía gobernar, Confucio le respondió: “Gobernar es mantener la rectitud. Si tú, señor, conduces a tu gente con rectitud, ¿cuál de tus súbditos se atreverá a abandonar esa línea de conducta?”

5. Wen. El último concepto es wen, que se refiere a las “artes de la paz”, por contraste con las artes de la guerra. Es decir, a la música, la pintura, la poesía, la literatura, en suma, a la cultura en su expresión estética y espiritual. Para Confucio, la victoria es del país que desarrolla el wen más alto, la más exaltada cultura – la nación que tiene el mejor arte, la filosofía más noble, la poesía más excelsa, la ética más perfecta: “es el carácter moral de un vecindario lo que constituye su excelencia”.

LOS TEXTOS CONFUCIANISTAS
El Confucianismo abraza no sólo las enseñanzas inmediatas de Confucio, sino también los documentos, costumbres y ritos tradicionales que él ratificó con su aprobación y que hoy se apoyan sobre todo en su autoridad. Por esta razón, entre los textos reconocidos como confucianistas se cuentan varios que aún en sus días eran venerados como herencia sagrada del pasado.
Los textos están divididos en dos categorías conocidas como los seis Clásicos o "king" (ching. Idem, N.T.) y los cuatro Libros o "shuh". Comúnmente se reconocen cinco, y a veces seis "king", que son los primeros en importancia.

Los seis clásicos (Liu King)Se trata de la recopilación más antigua, que se vio afectada por la quema de libros del año 213 a. C., en la que desapareció el Yüeh King (Libro de la música).

El primero de ellos es el "Shao King" (Shuh Ching. Idem, N.T.) (Libro de la Historia), una obra religiosa y moral que detecta la mano de la Providencia en una serie de eventos grandiosos de la historia e inculca la lección de que el Dios-cielo concede prosperidad y larga vida únicamente al gobernante virtuoso que es motivado por el verdadero bienestar de su pueblo. La unidad de su composición puede muy bien ubicar la fecha en algún punto alrededor del siglo sexto a. C., aunque las fuentes en que se basan los primeros capítulos podrían ser casi contemporáneas a Confucio.


El segundo "king" es el así llamado "Shi-king" (Shi Ching. Idem, N.T.) (Libro de los Cantos), frecuentemente mencionado como las "Odas". De sus 305 breves poemas líricos, algunos pertenecen a la época de la dinastía Shang, (1766-1123 a.C.). El resto, y quizás la mayor parte, a los cinco siglos de la dinastía Chow (Zhou. Idem, N.T.), o sea, hasta cerca del año 600 a. C.

El tercer "king" es el famoso "I-king" (conocido como el I Ching. Idem, N.T.) o Libro de las Mutaciones, un tratado sobre adivinación utilizando tallos de una planta nativa que, una vez arrojados y según se conformen, dan alguno de los sesenta y cuatro hexagramas formados por tres líneas continuas y tres discontinuas. Se ubica en el tiempo de Wan y de su ilustre hijo, Wu, fundadores de la dinastía Chow (1122 a.C.). Desde el tiempo de Confucio, la obra se ha visto acrecentada por una serie de diez apéndices de los cuales ocho se atribuyen a Confucio. Sin embargo, probablemente solo una porción de éstos es auténtica.


El cuarto "king" es el "Li-ki" (Li-chi. Idem, N.T.) (Libro de la corrección o de los Ritos). En su forma actual el libro data del siglo segundo de nuestra era. Constituye una compilación de un amplio número de documentos cuya mayor parte se remonta a la parte inicial de la dinastía Chow. La obra proporciona normas minuciosas de conducta en todas las esferas de la actividad humana. Continúa siendo aún la guía más autorizada del comportamiento correcto para todo chino cultivado. En el "Li-ki" se encuentran muchos de los dichos atribuidos a Confucio y dos largos tratados compuestos por sus discípulos, de los que se puede decir que reflejan con substancial acierto los dichos y las enseñanzas del Maestro. Como mencionamos antes, uno de ellos es el tratado conocido como "Chun yung " (La Doctrina del Medio) y conforma el libro 28 del "Li-ki". El otro tratado, que forma el libro 39 del "Li-ki", es el llamado "Ta-hio" (Ta Hsüeh. Idem, N.T.) (Gran Aprendizaje). Contiene la descripción de un líder virtuoso hecha por el discípulo Tsang-tze, basado en las enseñanzas del Maestro.

El quinto "king" es el breve tratado histórico conocido como "Ch'un-ts'ew" (Ch'un Ch'iu. Idem, N.T.) (Primavera y Otoño) y del que se dice que fue escrito por el mismo Confucio. Consiste en una serie interrelacionada de simples anales del reino de Lu que van del año 722 al 484 a.C.

A esos cinco "king" se les añade un sexto, el así llamado "Hiao-king" (Hsiao Ching. Idem, N.T.) (Libro de la Piedad Filial). Los chinos atribuyen su composición a Confucio, pero en la opinión de los investigadores, es el producto de la escuela de su discípulo, Tsang-tze.
Se acaba de hacer mención de los dos tratados incorporados en el "Li-ki": "La Doctrina del Medio" y "El Gran Aprendizaje". En el siglo XI de nuestra era esas dos obras fueron unidas con otros textos confucianistas en lo que se conoce como los Cuatro Libros o "Sze-shuh" (Shih Shu. Idem, N.T.).

Los cuatro libros
El primero de estos es "Lun-yü", más conocido como Analectas. Esta es una obra de veinte breves capítulos que recoge las charlas que Confucio dio a sus discípulos, así como las discusiones que mantuvieron entre ellos. Muestra a Confucio en la vida diaria y conserva muchos de sus dichos referentes a temas morales e históricos. La obra, escrita por la generación siguiente, incorpora el auténtico testimonio de sus discípulos.
El segundo lugar en el "Shuh" se le da al "Libro de Mencio". Mencio o "Meng-tze" (Meng-zi. Idem, N.T.), no fue discípulo directo del Maestro; vivió cerca de un siglo después. Sin embargo, adquirió gran fama como exponente de la enseñanza confucianista. Sus dichos, en su mayoría referentes a temas morales, fueron atesorados por sus discípulos y publicados bajo su nombre.
En tercer y cuarto orden del "Shuh" están "El Gran Aprendizaje" "La Doctrina del Medio",que como mencionamos antes, integran el “Li-ki”.
¿RELIGIÓN O ÉTICA?Si bien Confucio no fundó una religión, reconocía a la existente, pero le daba un nuevo giro. La primitiva religión china establecía continuidad con sus ancestros, se comunicaba con el cielo por medio de sacrificios y, a la vez, este se comunicaba con la tierra por medio de presagios. En estos tres aspectos el énfasis está puesto en el cielo, no en la tierra.
Confucio trasladó el centro de atención del cielo a la tierra, y le dio más peso a la piedad filial (tierra) que a la veneración de los ancestros (cielo). Tampoco negó la existencia de los espíritus de los muertos, incluso aconsejaba tratarlos “como si estuvieran presentes”. Pero al mismo tiempo ponía más peso en la familia, cuyas obligaciones mutuas eran más importantes que las obligaciones a los muertos. Pero este énfasis en la ética humana no significa que Confucio haya rechazado la cosmovisión de la época, compuesta de cielo y tierra, la divina pareja creadora mitad física y mitad metafísica, gobernados por el supremo Shang Ti. Para él, la difusión de la rectitud era una demanda cósmica, y “la voluntad del Cielo”, lo primero que respetaban los virtuosos.

Bibliografia consultada:
-Smith, Houston: Las religiones del mundo, Editorial Océano, México, 1999.-Aiken, Charles F.: The Catholic Encyclopedia. Vol. 1, Robert Appleton Company, New York, 1907.

TEXTO TOMADO DE: H2H LATINO

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