El que Cristo anunció 24 de Diciembre de 1972 Bangalore LAS RELIGIONES SURGEN de las mentes de hombres buenos, los cuales buscan hacer buenos a todos los hombres y luchan por eliminar el mal y corregir a los malos. Los hombres buenos son numerosos, puesto que deben enmendar a los individuos, sus actividades, profesiones y actividades que desempeñan, caracteres y peculiaridades. El individuo tiene que observar, antes que nada, los límites y leyes establecidos y de ello derivar alegría y fortaleza. Sólo así, su mente limpia se encaminará hacia niveles cada vez más elevados; él y la sociedad de la cual forma parte, se beneficiarán por ello. Por lo tanto, es apropiado celebrar el natalicio de Jesús, quien sintió la necesidad de salvar a la humanidad y luchó por lograrlo, pero la celebración debe consistir en adherirse a sus enseñanzas, ser leal a los principios, practicar las disciplinas y experimentar la conciencia de la Divinidad que él buscó despertar. Actualmente, el mundo se satisface con sólo palabras, además de ser testigo de astutos ardides planeados para ocultar los errores de la gente. Los natalicios de los grandes personajes se celebran con hipocresía y pompa externa, sin existir interés alguno por examinar el mensaje que legaron ni esfuerzo para practicarlo y obtener la bienaventuranza que promete. Los grandes maestros pertenecen a la humanidad; es un error creer que Jesús pertenece sólo a los cristianos y que la Navidad es un festival sagrado sólo para Occidente. Aceptar a uno de ellos como propio y desechar al resto por pertenecer a otros, es una muestra de mezquindad. Cristo, Rama, Krishna, son para todos los hombres de cualquier lugar. Las extremidades y los órganos, juntos forman un cuerpo; diversos estados y comunidades forman el mundo. El sustento otorgado por la gracia divina circula en cada parte del cuerpo, ayudándolo a funcionar en armonía. El sustento de amor, otorgado por la gracia divina, tiene que circular en cada estado y comunidad para hacer que el mundo viva en paz y alegría. Si esta verdad se realiza, no surgirá ninguna idea de diferencia. Si los miembros de una familia están en disputa, las tierras y otras posesiones se descuidarán o se perderán. La separación de un miembro de la familia también será una gran pérdida, porque la gracia que la sostiene disminuirá y se perderá. Cuando una mano es amputada, el miembro pierde su función, y se desperdicia durante la amputación una gran cantidad de sangre. De igual manera, la gracia divina de amor se pierde cuando un país se aísla, volviéndose un débil e ineficiente miembro de la comunidad mundial. División, diferencia y distinción separan al hombre de la gracia otorgadora de vida, que alimenta a cada célula del cuerpo y a cada individuo en el mundo. El mundo está sustentado por esta misma gracia. Un árbol requiere para su crecimiento tierra, sol y atmósfera, pero, más que estos tres, requiere la semilla. La vida del hombre está condicionada por sentimientos y acciones, así como por las consecuencias de los mismos, pero su existencia depende de la voluntad de Dios. Los árboles que crecen son diferentes debido a la naturaleza del suelo, la cantidad de sol y la calidad de la tierra. De igual manera, los hombres pueden variar conforme a las consecuencias de los diversos tipos de sentimientos y acciones que emanan de ellos. Pero, al igual que es cierto afirmar que las semillas son las mismas, es verdad decir que la voluntad de Dios que creó al hombre es la misma, es una, sin diferencias. La variedad de formas, emociones y actitudes, así como la de comunidades y lealtades, es el resultado de que el hombre ignore su unidad fundamental en la voluntad divina y actúe en contradicción a esa unidad. Las aguas que fluyen en un río tienen a la luna en sus profundidades, así también las de un lago; el cielo tiene a la luna. La luna que vemos en el río parece que está fragmentada y fluye rápido, aparentemente, con la corriente. La luna que observamos en el lago es serena, imperturbable. Estas dos imágenes sólo son reflejos de la verdadera luna en el cielo. La luna reflejada en la corriente es el alma individualizada, envuelta en la actividad, enredada en maya, causa y efecto. La luna reflejada en la plácida faz del lago es el yogui, el santo, que ha alcanzado equilibrio y paz, morando en el Uno. La verdadera luna en el cielo es el Testigo eterno, el Principio absoluto y primigenio. Cristo habló de ellos cuando hizo tres aseveraciones sucesivas. Refiriéndose a la activa alma individual, la luna que se mueve y agita, Él dijo: "Yo soy el mensajero de Dios". Refiriéndose a sí mismo como yogui, quien se ha elevado por sobre las dualidades y alcanzado equilibrio, Él dijo: "Yo soy el hijo de Dios". Al conocer que estos dos no son sino reflejos, y que la verdadera luna es el Testigo en el cielo, que Él también es el Absoluto sin forma y sin nombre, Él declaró, hacia el final de su vida: "Yo y mi padre somos uno". Todos los seres son imágenes del Alma Universal, bajo los nombres y formas que aparentemente han asumido. Ésta es la verdad, contenida, expuesta y demostrada en los textos espirituales de la India, y que forman la base de la cultura bharatiya. La esencia de todas las religiones y credos es ésta: la fusión en esta unidad; la meta de toda búsqueda espiritual es conocer esta unidad. Mas esta verdad patente es ignorada, y los hombres originan luchas, ansiedad e intranquilidad entre ellos mismos y perpetran horrores para justificar la separación tan querida para sus fragmentadas mentes. El paso del tiempo ha ensombrecido el esplendor del mensaje; la fascinación ejercida por lo material y lo mundano los ha alejado del camino, y el desarrollo de la ciencia y tecnología ha originado que vivan en el error y la ilusión. Así, la gente apetece ahora lo prohibido y promueve precisamente lo que la religión condena. Todas las religiones enseñan que debemos reverenciar a los padres y mostrarles gratitud; pero contrariarlos y olvidarse de ellos es lo que actualmente está de moda. Las religiones establecen que los ancianos deben ser venerados, dado que son los depositarios de la experiencia y su guía es indispensable; pero ahora, los mayores y los ancianos son tratados con desprecio como si fueran estorbos. Las religiones insisten en la verdad, pero ahora, el hombre que se apega a la verdad es ridiculizado como si fuera un tonto. La crueldad y violencia, condenadas por todas las religiones, se esgrimen como armas del progreso y medios para alcanzar cualquier fin. Sin embargo, las verdades básicas de la religión no son afectadas o manchadas por el mal que los hombres practican o las luchas despiadadas en que se recrean. Sólo aquellos que no están dedicados a practicar el mensaje de la religión malgastarán sus energías en condenar a otras religiones y glorificar la suya. Y, una vez que practiquen sinceramente, desaparecerá la necesidad de encontrar faltas en los demás o hacer públicas las virtudes propias. Tales personas celebrarán el nacimiento de los fundadores con. espíritu de dedicación, profundizando la fe en sus corazones y reverenciando sus doctrinas sólo a través de una práctica más intensa en vez de enfáticas argumentaciones. Si anhelamos alcanzar la meta, debemos seguir el camino que conduce a ella. Cuando anhelen alcanzar a Dios, tienen que observar los lineamientos que Él ha establecido. ¡No necesitan tener constantemente presente su nombre o su fisonomía! Eso puede no llevarlos lejos. Caminen por el sendero; cada paso los acercará. Cuando quieren llegar a una población, se tienen que levantar y avanzar hacia ella; ¡ésta no se levantará y avanzará hacia ustedes! Cuando necesiten alcanzar a Dios, levántense y muévanse, como Él les ha indicado que lo hagan. Sólo de esta manera pueden lograr que la vida valga la pena. Jesús enseñó sencillas y prácticas lecciones sobre elevación espiritual para el bien de la humanidad; Él manifestó poderes divinos para infundir fe en la validez de sus enseñanzas y señaló el camino que puede conferir a los hombres el dulce néctar de la bienaventuranza. Además, exhortó a la gente, por medio de¡ precepto y el ejemplo, a cultivar las virtudes de caridad, compasión, paciencia, amor y fe. Éstas no son cualidades separadas y diferentes, sólo son las diversas facetas de la Divinidad en el hombre, que éste tiene que reconocer y desarrollar. La gente habla del sacrificio de Cristo según se evidencia por su crucifixión. Sin embargo, estaba apresado y atado y fue coronado con espinas por la turba que lo capturó; poco después, fue clavado en la cruz por sus captores. Una persona atada y golpeada por sus enemigos no puede decirse que haya sacrificado algo, porque no es libre. Pongamos atención al sacrificio que Jesús hizo por su propia voluntad mientras estaba libre. Él sacrificó felicidad, prosperidad, bienestar, seguridad y posición, enfrentó la hostilidad de los poderosos, rehusó ceder o transigir y renunció al ego, lo cual es muy difícil de lograr. Venérenlo por esto. Él sacrificó voluntariamente los deseos mediante los cuales el cuerpo atormenta al hombre; éste es un sacrificio mayor que el sacrificio de¡ cuerpo ante el sometimiento. La Navidad debe ser celebrada sacrificando por lo menos uno o dos deseos y sometiendo al menos los más nocivos impulsos de¡ ego. Los seguidores de Jesús se han dividido y sufrido cismas en diversas ocasiones, pero la vida de Cristo es una lección de unidad. Cuando Cristo estaba en la cruz, lo invadieron ciertos resentimientos hacia los hombres que lo torturaban. De pronto escuchó una voz alertándole: "¡Toda vida es una, mi querido hijo! ¡Sé igual con todos!" A esto siguió otra exhortación: "La muerte es el ropaje de la vida". Al igual que uno se quita la ropa usada y se viste otra, así el alma se quita y se pone cuerpos. De ese modo, Jesús fue advertido en contra de¡ odio y malos sentimientos, así como de lamentaciones a las que el hombre está propenso. Las existencias de las grandes personalidades son vividas con el fin de establecer el bienestar de la humanidad, la prosperidad y paz de¡ mundo y la liberación individual de la esclavitud por los deseos y pasiones sensuales. Esto se comprueba en los extraños fenómenos que ocurren al momento de su advenimiento. Se cree que cuando Cristo nació, hubo tales manifestaciones. El rey había ordenado un censo y cada uno tenía que registrarse en su propio pueblo. María y su esposo iban por el camino que llevaba a su pueblo natal. María estaba encinta y los dolores empezaron a mitad de¡ camino y como no conocían a nadie en la aldea por donde pasaban, se refugiaron en un establo. José la acomodó en el espacio que había entre dos vacas y salió a medianoche en busca de alguna mujer que pudiera ayudarlo. Pero de pronto, oyó el grito de¡ niño. Y, la historia dice, había una estrella en el cielo que cayó con una nueva luz, y esto guió a algunos tibetanos y a otros al lugar donde nació el Salvador. Esta historia es leída y tomada como cierta por muchos: aunque las estrellas no caen ni siquiera se deslizan tan súbitamente. Lo que la historia significa es esto. Había una enorme aura de esplendor que iluminaba el cielo por encima de la aldea donde nació Cristo. Eso significa que había nacido aquel que iba a vencerla oscuridad del mal y la ignorancia, el que iba a difundir la Luz del Amor en el corazón del hombre y en los dirigentes de !a humanidad. La aparición del resplandor y de otros signos para anunciar la era que se ha iniciado son naturales cuando se presentan las encarnaciones en la Tierra. Jesús habría de hacer añicos la oscuridad que había envuelto al mundo y el aura de luz era una señal que anunciaba el acontecimiento. Los Maestros llegan en respuesta ala plegaria del hombre, Thamaso maa jyothir gamaya (¡Guíanos de la oscuridad hacia la Luz!). Si cada uno cumple con su deber con un espíritu de dedicación, la Luz puede iluminar todo, pero si las puertas del corazón se oponen a la Luz, ¿cómo podrá desaparecer la oscuridad? No pueden sentarse y esperar que la encarnación derrame paz y alegría sobre ustedes. La Encarnación viene para advertir, guiar y despertar, para establecer el camino e iluminarlo de amor. Pero el hombre debe escuchar, aprender y obedecer con fe y esperanza. Hay una historia que cuenta que una vez la riqueza y la sabiduría discutieron acaloradamente acerca de su propia importancia. La primera argüía que sin ella el cuerpo era débil, el cerebro confuso, y la sabiduría una quimera. La sabiduría contestó que sin ella, el hombre no puede ni siquiera distinguir la riqueza de la pobreza o cómo ganarla o usarla. El alma intervino y les dijo que ambas eran igualmente importantes, pero sólo cuando se usan adecuadamente. La riqueza sin sabiduría se vuelve un instrumento para la explotación y la tiranía: por el contrario, la sabiduría sin riqueza se vuelve mera fantasía y un proyecto sin realizar. Su uso las hace valiosas; su mal uso las hace desastrosas. Es como el cuchillo, en manos de un maníaco se convierte en instrumento para asesinar; en las manos de un cirujano, ¡se convierte en un instrumento que salva vidas! ¿Están haciendo el bien con la riqueza que poseen? ¿Están beneficiando a otros por medio de su sabiduría? Ésa es la prueba. Este día de Navidad, cuando celebramos el nacimiento de Cristo, decidan llevar una vida de servicio amoroso al débil, al desvalido, al angustiado, al desconsolado. Cultiven tolerancia y paciencia, caridad y magnanimidad. Atesoren los ideales que él estableció y practíquenlos en su vida cotidiana. La forma en que actualmente se celebra la Navidad muestra cuánto se han alejado los hombres de esos ideales, ¡cuánta ignominia están acumulando en su nombre! Se reverencia la hora de medianoche; se adora con luces; se pone el árbol de Navidad y después se pasa la noche bailando y tomando. Es un día de felicidad sagrada; ¡pero la felicidad queda reducida a la excitación intoxicante de la embriaguez! La bebida es un hábito tan pernicioso que cuando el hombre toca la botella, queda preso en ella, ¡y no puede escapar! Primero, el hombre bebe vino; después, el vino bebe más vino; y, finalmente ¡el vino se bebe al hombre mismo, que se queda hundido y ahogado en la bebida! ¡El licor destruye la humanidad en el hombre! ¿Cómo puede el licor desarrollar la divinidad en él? Deben danzar con alegría divina, en vez de ello ¡se entregan al baile sensual como un sustituto pernicioso! Hagan puros sus corazones, santas sus actividades y benéficos sus sentimientos hacia todos. Ésa es la mejor manera de celebrar el nacimiento de Cristo. Hay un punto que hoy no puedo dejar de presentar a su atención. En el momento en que Jesús se estaba fundiendo con el Principio Supremo de la Divinidad, comunicó algunas nuevas a sus seguidores. Esto ha sido interpretado de diferentes maneras por los comentaristas y por aquellos que disfrutan acumulando escritos sobre escritos y significados sobre significados, hasta que todo está inflado y hay una enorme confusión. La declaración misma ha sido manipulada y enredada hasta formar un acertijo, a pesar de ser tan sencilla: "Aquel que me envió entre ustedes volverá", y apuntó a un cordero. El cordero es simplemente un símbolo, un signo del amor, y representa a la voz Ba Ba. Era el anuncio del advenimiento de Baba. "Su nombre será Verdad", declaró Cristo. Sathya significa verdad. "Él llevará una túnica roja, roja color sangre. (Baba señaló entonces la túnica que llevaba.) Él será de baja estatura, con una corona (de pelo)". Cristo no declaró que Él mismo volvería, sino que dijo: "Aquel que me envió volverá". Y Sai, el pequeño Baba con la corona de pelo ensortijado y la túnica roja, ha vuelto. No sólo en su forma física, sino que Él está en cada uno de ustedes, como el morador en su corazón. Está allí con el traje del color de la sangre que lo llena. Los grandes axiomas de la cultura bharatiya encontrados en los Vedas Dios es el motivador interno de todos los seres, Todo esto está envuelto en Dios, Todo esto es Vasudeva, la divinidaddeben ser interpretados de esta manera. Ése es el misterio interno de la encarnación. ¡Dios encarnado en todos! Todos son Uno y el Uno es todo. Hay un solo Dios, Él es Omnipresente; hay una sola religión, la religión del amor; hay una sola casta, la casta de la humanidad; hay un solo idioma, el idioma del corazón. Bangalore 24 XII 72 |
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sábado, 30 de marzo de 2024
El que Cristo anunció 24 de Diciembre de 1972
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