EL DESPERTAR SAI
EL DESPERTAR SAI: EL GITA DE SAI BABA - CAPÍTULO XII. EL DESAPEGO: UNIFICACIÓN DE PENSAMIENTOS, PALABRAS Y ACCIONES EL GITA DE SAI BABA - CAPÍTULO XII. EL DESAPEGO: UNIFICACIÓN DE PENSAMIENTOS, PALABRAS Y ACCIONES - EL DESPERTAR SAI

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lunes, 2 de septiembre de 2024

EL GITA DE SAI BABA - CAPÍTULO XII. EL DESAPEGO: UNIFICACIÓN DE PENSAMIENTOS, PALABRAS Y ACCIONES

 

EL GITA DE SAI BABA

EL CAMINO DE LA AUTOREALIZACIÓN Y

LA LIBERACIÓN EN NUESTRA ERA

DIVINOS DISCURSOS

Bhagavan Sri Sathya Sai Baba

Prashanti Nilayan

Compilado y editado por Al Drucker

CAPÍTULO XII. EL DESAPEGO: UNIFICACIÓN DE PENSAMIENTOS, PALABRAS Y ACCIONES

La mente en la rueda de la existencia es el núcleo, el eje central donde se genera toda la actividad mundana. Para poder penetrar ese núcleo y obtener la visión del Yo inmortal, deben de cultivar el desapego. Esfuércense al máximo para cultivar esta disciplina fundamental.

Encarnaciones del amor:

La renuncia o desapego puede considerarse también como no apego. No apegarse significa que la mente y los sentidos no son afectados por los objetos del mundo, permaneciendo así indiferentes a la atracción o repulsión hacia ellos. La mente recubre al verdadero yo, por eso puede ser descrita como un velo. Es un velo de ignorancia porque oculta al verdadero yo, privándolo de su magnífica presencia. Sin embargo, la mente está ligada a los sentidos, y los sentidos se ven atraídos a los objetos del mundo fenoménico, a los que se ligan. Por eso, el primer paso para realizar su verdadero yo es adquirir el control sobre sus sentidos. La práctica del no apego es esencial para lograrlo.

El desapego lleva a la auto realización

Cuando se liberan del apego a las cosas, sus sentidos ya no pueden aprisionar su mente. Una mente no empañada por los sentidos se vuelve pura y transparente. Los sentidos dejan de imponer su influjo sobre el atora. Una vez que se disuelve el velo de la mente, su verdadero yo se hace consciente de sí mismo. Entonces se sumergen en la unidad de la existencia, y disfrutan la dicha que es su verdadera naturaleza. El yo verdadero es el mismo ser supremo.

El desapego o el no apego es subrayado en el yoga clásico de Patanjali, quien fuera un gran visionario de la antigua India. Él explicó que el desapego es la cualidad natural de una mente no alterada por los sentidos ni por los objetos que normalmente los atraen. Una mente no esclavizada por los sentidos ni por sus objetos es pura, por lo tanto la ilusión no puede afectarla. Adquieren una mente pura cuando contemplan los objetos del mundo como algo transitorio y cambiante. Las antiguas enseñanzas de la sabiduría afirman que, desde la criatura más humilde hasta la más excelsa del mundo fenoménico, es efímera y susceptible de cambio. Al saberlo, deberían abandonar todo apego a los objetos de los sentidos. Todo apego conduce necesaria y gradualmente a la esclavización.

Así como retirar la leña del fuego extingue la flama de inmediato, retirar los objetos de los sentidos los torna automáticamente impotentes. Las sabias enseñanzas recalcan que sólo quien no desea ninguna otra cosa más que la plena realización del Yo supremo es el verdadero renunciante. Ni los objetos del mundo, ni la celestial morada del Señor podrían desviarlo de su empeño.

Las antiguas enseñanzas relatan la historia de un chiquillo sabio que, debido a un juramento que le había hecho a su padre, se encontró un día en el reino de la muerte. El dios de la muerte intentó ganarse al chico diciéndole: "Te haré amo y señor de todas las riquezas y poderes que hay en el mundo, y te concederé todos los placeres del cielo." A lo que el chico replicó: "Tanto este mundo como todos los demás mundos son cosas transitorias, que no durarán gran cosa. No me interesa tener nada de lo que va y viene. Lo único que deseo es la visión del Yo supremo. Deseo realizar la verdad última, que no sufre cambio alguno. El mundo esclavizante y el pesar que lo acompaña es para quien se deja deslumbrar por los objetos de los sentidos. No me interesan en absoluto."

El apego a los objetos que creen ser de su propiedad

Imaginen que han vivido en la misma casa por mucho tiempo, y un día tienen que mudarse. Empacan sus pertenencias, las meten en su vehículo y las transportan a su nueva casa. No sería raro que envolvieran sus viejas chanclas y sus destartalados palos de escoba para llevárselos consigo, porque ustedes consideran que les pertenecen. ¿Pero por qué lo hacen? La razón es que se apegaron a dichos objetos. Desean cargar con sus vejestorios porque se apegaron a ellos, entonces sienten que les pertenecen y les duele separarse.

Ahora consideren el ejemplo de un rector universitario o director escolar. En toda institución educativa hay cierta cantidad de objetos valiosos. Por ejemplo, en el laboratorio, hay equipos de mucho valor: mesas, sillas, mobiliario diverso, un reloj de pared, etc. Cuando transfieren al director a otro plantel, éste no siente apego hacia dichos objetos. Se retira con la misma cabeza fresca con la que llegó a ocupar su cargo el primer día. No siente empacho alguno en dejar atrás los valiosos objetos, porque sabe que son parte de la infraestructura del plantel, o son del fideicomiso escolar o del gobierno. Por lo tanto, el deja la escuela con total desapego e indiferencia hacia los inmuebles.

Siempre que hay el sentido del "mío", hay sufrimiento. Si no tienen dicho sentido de posesividad, nada los atrapará y no sufrirán. Por lo tanto, sólo el "yo-mi-me" es responsable de las ataduras, el sufrimiento y la frustración. Igual que el director, pueden usar todos los objetos que deseen. No tienen que apartarse de ellos, ni tienen que dejar de participar en los escenarios. Renuncien tan sólo al apego que los vincula a las cosas, al mundo, a sus actividades.

 

Renuncien al fruto de sus acciones

Otra manera de decir lo anterior es: renuncien al fruto de sus acciones. Cumplan su deber con total desapego, percatándose de la falibilidad de las cosas. Una vez que comprenda las leyes que gobiernan al mundo y reconozcan las fallas inherentes a las relaciones y a los objetos mundanos, podrán rápidamente superar el apego que los vincula a ellos.

Antes de que nacieran, ¿quién era el progenitor y quién el hijo? Antes de casarse, ¿quién era el esposo y quién la esposa? Sólo a partir del nacimiento, hubo un progenitor y un hijo. Antes del nacimiento, no había tal vínculo y, tras la muerte, no habrá tal vínculo tampoco. Solamente durante la corta transición entre ambos, surge la relación de posesividad y apego. Y se debe a una visión y abordaje equivocados. La posesividad surge de la visión corta y la actitud pobre. Sólo sus sentimientos y actitudes son responsables de sus pesares. Cuando reconozcan la falibilidad de los objetos y las relaciones humanas, perderán interés en poseerlos.

Traten de entender el principio del desapego. Deben de cultivar un estado en el que no haya apego ni ataduras ni siquiera durante el sueño ni durante el sueño profundo. Si fomentan el apego durante la vigilia, éste se mantiene durante el sueño y el sueño profundo. El estado onírico puede compararse al reflejo del espejo. Sea lo que fuere que experimenten durante la vigilia, ello se adosará al estado onírico y aparecerá en él como reflejo. Por eso, la vigilia y el sueño se equiparan al objeto y su imagen. Si toman el camino correcto durante la vigilia, reconociendo la verdad y comportándose a la altura, hollarás el mismo camino correcto durante el sueño. Para salir avante, deben de reconocer las fallas de los objetos sensoriales y superar su apego hacia ellos.

Todo atraviesa cambio

Todo cambia al paso del tiempo. La comida del día es fresca y sabrosa. Cuando es fresca aporta fuerza y salud. Pero el mismo alimento se vuelve tóxico después de dos días. Sea lo que fuere que consideren sabroso, sano y benéfico, tras cierto lapso se vuelve dañino, inservible e insano. El cambio es inevitable. Hablando de cambio, pueden también contemplar cuatro tipos de devotos: el afligido que busca consuelo, el que busca prosperidad material, el que procura conocimiento espiritual, y el sabio. A lo largo del tiempo, la misma persona puede atravesar las cuatro fases en su progresar.

Piensen ahora en los cambios que ocurren en la vida. Al nacer la criatura, se la considera un bebé; tras unos años, se la considera un niño; veinte años más tarde, el mismo individuo se considera adulto; y después de otros treinta años, se vuelve anciano. No se trata de cuatro personas distintas. El individuo ha sido el mismo a todo lo largo mas, debido al paso del tiempo, se le otorgan distintos nombres de acuerdo con la etapa de vida que esté cursando.

La vida de un ser humano -que es un privilegio difícil de obtener- atraviesa muchos cambios a lo largo del tiempo. Si esto es así en los humanos, ¿cuánto más no lo será en otros seres y objetos mundanos? Si se preguntan cuál es la peor falencia en un ser humano, verán que son los cambios del cuerpo físico. Buenos o malos, dichos cambios son inevitables. Puesto que mudar es inherente al mundo fenoménico, no deben de apegarse ni desarrollar un sentido de lo "mío" por nada ni nadie.

¿Quién es el padre? ¿Quién es la madre? ¿Quiénes son los hijos? ¿Quiénes son los miembros de la familia? ¿Quiénes son los amigos? Todas ellas son formas cambiantes, que no pueden definirse en sí por mucho tiempo. Cuando se percaten de que los cambios son inevitables en todas las relaciones, ¿cómo podrían seguirse apegando a ellas? El Gita enseña que es preciso admitir que el tiempo inflige cambios que aparecen como fallas o defectos. Por eso es preciso cultivar el desapego respecto de las formas falibles y cambiantes, que no tienen permanencia alguna.

La práctica constante

El desapego o el no apego es una de las primeras disciplinas que se deben de adquirir. La segunda es la práctica constante. ¿Qué tipo de práctica puede considerarse constante? Por ejemplo, la austeridad o penitencia. Al momento de escuchar la palabra 'austeridad', la gente se asusta un poco. Inevitablemente la asocian con recluirse en el bosque a comer frutos silvestres y a vivir con penurias, expuestos a los elementos naturales. A decir verdad, eso no es austeridad sino exponer el cuerpo a durezas y castigos.

No es el cuerpo el que tiene que sufrir, sino la mente. La mente tiende a la pereza y al caos, o a la actividad incesante, y es proclive a sentirse la hacedora y dueña de las cosas. La austeridad somete a la mente, cargada de tendencias negativas, a verdadera tortura hasta que abre mano de sus tendencias. Austeridad también significa remover los defectos inherentes a los sentidos. Esa es la verdadera austeridad. Existen tres tipos de austeridad: la física o corporal, la verbal o del habla, y la mental.

Las tres austeridades: física, verbal y mental

La austeridad física significa emplear el cuerpo en acciones buenas, lo que incluye adorar al Señor y expresar gratitud sirviendo a seres elevados. Si se ganan la gracia, el sentido del "yo-mi-me" se reduce paulatinamente. Una vez que se reduzcan las malas cualidades en ustedes, las cualidades y acciones positivas emergerán automáticamente. En ese momento, se sentirán naturalmente atraídos hacia personas espiritualmente afines, y hacia el estudio del Gita y de otros textos sagrados.

Además de lo anterior, querrán levantar fondos para educación, medicinas y hospitales, obtener despensas para los pobres, y otras buenas causas. Así como los actos tradicionales de caridad, como regalar oro, vacas y tierra eran maneras de ocuparse en acciones sagradas, hoy estarán también ocupando su cuerpo de un modo sagrado. Como no harán nada perjudicial ni prohibido, no correrán el riesgo de creerse hacedores, ni desarrollarán posesividad. Antes, se liberarán de las ataduras de ambos apegos. Todo lo anterior puede entenderse como penitencia corporal.Cuadro de texto: 5 

La penitencia del habla radica en el uso de buenas y nobles palabras. Aun cuando hablen la verdad, no deben de hablar con severidad ni mordacidad. Deben cuidar de no lastimar a nadie. En este sentido, el Gita señala que la verdad debe de ser dulce y no agresiva. Usen la sagrada boca que les fue dada para alegría y deleite de los demás, y para ayudarlos. No causen sufrimiento a otras mentes. Usen sus pensamientos en concentrarse en el Señor. Usen su lengua para hablar de los atributos del Señor. Empleen palabras que sean benéficas para otros. Hablen para mostrar el camino correcto a los demás. Platiquen de las maravillosas y buenas experiencias espirituales que han tenido. Corrijan a las personas que van en sentido equivocado, usando palabras gentiles y propicias. Asegúrense de que no haya una pisca de falsedad en su corazón, o en su discurso. Esa es la manera de convertirse en un adepto de la verdad y la no violencia. Es mejor callar que mentir

En su busca de la verdad podrán encontrar una serie de problemas. Hubo un sabio que juró seguir el camino de la verdad y la no violencia, pasara lo que pasara. Un cruel cazador que supo de esto intentó hacer que el sabio rompiera su juramento. El cazador persiguió un venado y lo acorraló de modo que tuviera que pasar frente al sabio, quien estaba inmerso en sus austeridades. El sabio vio que el venado se escondía en el bosque. Entonces el cazador se acercó al sabio y le preguntó "¿Has visto pasar por aquí un venado?" La pregunta puso al sabio en un gran dilema. Si dijese la verdad, pondría al venado en peligro, y si no dijera la verdad, estaría rompiendo su voto. O pecaba dañando a un tercero, o pecaba al mentir.

El sabio atinó a salir del dilema, respondiendo a la pregunta de un modo enigmático: "Los ojos que ven no pueden hablar y la boca que habla no puede ver. No puedo hacer que lo que miró hable, ni lo que puede hablar, mire. Esa es la verdad." La moraleja es que incluso en circunstancias tan comprometedoras, no se debe de mentir, aunque tampoco se pueda decir la verdad. Cuando estén siguiendo el principio de la austeridad del habla, pueden surgir situaciones complicadas, y deberán de esforzarse por salir del paso sin emitir un falso testimonio. Sean cuales fueren las circunstancias, no mientan. Si no puedes decir la verdad, es preferible guardar silencio, en lugar de incurrir en falsedad.

Analicen ahora la austeridad mental. En este tipo de austeridad, deben de cultivar virtudes y buenas cualidades. Les vengan los pensamientos que les vengan, su rostro los va a reflejar. Por eso se dice que el rostro es el espejo de la mente. Todo pensamiento se reflejará en su cara. Si se encuentran afligidos, su rostro reflejará su ánimo. Si hay pensamientos elevados en su mente, su rostro se mostrará sereno. Es fácil observar el efecto que la mente y los pensamientos pueden ejercer en ustedes.

Sólo cuando alberguen pensamientos divinos, sentimientos e ideas divinos, podrán llevar una vida alegre y feliz. Si en un momento dado, los asedian malos pensamientos, y en eso llega alguien y les saca conversación, aunque intenten sonreír, su sonrisa será artificial y su estado mental los traicionará. No deben de caer presas de su estado mental. Manténganse contentos siempre. ¿Cuándo se llegarán a sentir contentos y felices? Cuando sus pensamientos sean buenos y santos. Para que su mente sólo albergue pensamientos buenos y puros, deben de mantener éstos bajo control.

Observen un periodo de silencio todos los días

Permanezcan en silencio al menos unas horas al día. Así su mente descansará un poco de la corriente de palabras y pensamientos que la recorren. También pueden repetir el nombre sagrado y concentrarse en el Señor para alcanzar pureza interior y exterior. De la misma manera que lavan su cuerpo todos los días y lo convierten en un instrumento externo pulcro, la mente también debe de ser regularmente purificada para renovar su frescura y santidad. Ahora les preocupa más la limpieza corporal, mas también deben de limpiar su mente, que es igualmente esencial. Los buenos pensamientos, sentimientos y acciones cuentan mucho para alcanzar la limpieza interior.

Austeridad significa en realidad unificar el cuerpo, el habla y la mente, haciendo que las acciones, las palabras y los pensamientos se vuelvan uno. La verdadera austeridades esa. Un alma grande es la que logra la unión de las tres instancias. Mientras los pensamientos, las palabras y las acciones sean disímbolos, un individuo no podrá considerarse una gran persona.

Las experiencias mundanas están regidas por la combinación de tres atributos. La inercia y el caos, que dan origen a una naturaleza lerda; la acción y la reacción, que dan lugar a la naturaleza apasionada, y el ritmo y la calma, que dan origen a una naturaleza pura y armónica. La austeridad está encaminada a transformar las dos primeras: la naturaleza perezosa y la naturaleza apasionada. Ello puede lograrse controlando la pereza con ayuda del rasgo apasionado, y controlando la pasión mediante el rasgo puro y reposado. De esta manera, pueden disfrutar de las tres naturalezas en una. Al final, cuando sus acciones, palabras y pensamientos estén unificados, habrán superado los atributos mundanos y quedarán libres incluso de las limitaciones de la naturaleza pura y tranquila.

Por ejemplo, imaginen que se encajan una espina en el pie. Si desean sacarse la espina, no hay necesidad de un instrumento especial. Con otra espina pueden extraer la primera. Y luego se deshacen de ambas. Del mismo modo, las dos naturalezas inferiores que tanto trabajo les dan pueden ser removidas con la espina de la naturaleza pura y reposada. Hasta que no remuevan las dos cualidades inferiores, necesitarán de la cualidad reposada. Esta última puede describirse como una cadena de oro, la cualidad apasionada como una cadena de cobre y la cualidad lerda, como una cadena de hierro. Las tres cadenas los atan por igual. El valor del metal puede ser diferente, pero las tres representan una atadura.

Libérense de toda atadura

Un individuo sujeto con una cadena de oro, ¿estará contento en su situación? ¡No! La atadura no deja de ser atadura, sea con una cadena de oro, con una de cobre o una de hierro. Así que incluso una naturaleza pura y reposada genera atadura, y al final tienen que deshacerse también de ella. Es preciso liberarse de toda atadura. Pero hasta que no alcancen la divinidad, necesitarán de la cualidad pura, calma y armónica. Una vez que se unen al Señor, no habrá cualidades distintivas de ningún tipo. En ese estado, la cuestión de las tres cualidades no viene más al caso. Cuando han ofrecido su todo y se vuelven uno con el Señor, se yerguen por encima de los atributos y se liberan por completo de toda cadena. El Gita ha enseñado que, para controlar la mente, la práctica constante y la renunciación resultan esenciales.

La práctica no sólo se refiere a la observancia de los rituales diarios. Significa también emplear el cuerpo, la lengua y la mente de una manera que no genere apego. La práctica significa dirigir su vida hacia la única meta: alcanzar su divinidad. Cada palabra que emiten, cada pensamiento que piensan y cada acción que llevan a cabo deben de ser puros y estar asociados a la verdad. Es la base de toda austeridad. La verdad y la pureza son los instrumentos del éxito en el sendero espiritual. Es mi deseo que desarrollen dichas cualidades y santifiquen así su vida.

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