CUEVA DE ALTAMIRA
La cueva de Altamira está situada en el municipio español de Santillana del Mar, Cantabria, 30 km al oeste de Santander, en un prado del que tomó el nombre. Hace aproximadamente 13.000 años, un desprendimiento de rocas selló la entrada, dejando las pinturas aisladas del exterior y asegurando su conservación durante miles de años, hasta su posterior hace siglo y medio.
En 1985 fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. En el año 2008 se hizo una extensión de la nominación a otras 17 cuevas del País Vasco, Asturias y la propia Cantabria, pasándose a llamar el conjunto «Cueva de Altamira y arte rupestre paleolítico del norte de España».
Estructura
La cueva de Altamira es una cavidad natural en una zona de roca caliza, situada en una posición elevada y cercana al río Saja. Su estructura es sencilla, sin grandes ramificaciones, estrechándose hacia el interior y haciéndose cada vez más inaccesible.
El primer espacio, la antesala, es una entrada muy amplia y habitable con abundante luz natural. A 30 metros de la boca de la cueva se encuentra la Gran Sala o Salón de los Polícromos, que alberga las pinturas más destacadas, particularmente los bisontes, pero también ciervos, caballos y jabalíes que se disponen de distintas formas a lo largo de un techo de 9 mts de ancho y 18 mts de longitud, con entre 1,2 y 2 mts de altura.
En el momento en que se hicieron las pinturas, la altura de la cueva era menor, ya que el suelo ha sido excavado en época reciente para favorecer el acceso y contemplación. Por tanto, el pintor de antaño tuvo más incomodidad a la hora de trabajar y peor perspectiva de su obra, y por tanto, mayor dificultad de lo que ahora suponemos. La falta de luz en esta zona sería muy grande, por lo que necesariamente tuvo que haber dispuesto de luz artificial para poder realizar las pinturas.
En las salas y galerías que le siguen hay también manifestaciones artísticas, pero de menor importancia o trascendencia, que debieron hacerse asimismo con luz artificial dado que son zonas sumidas en la total oscuridad. La Sala de los Muros o de los tectiformes tiene gran cantidad de signos rojos que se relacionan con vallas, cercas o trampas. La galería que le sigue contiene también representaciones de animales de menor calidad, con grabados de ciervos y dibujos de un bisonte y un toro.
En un recoveco en su final aparece la Sala de la Hoya, donde están representados una cierva y varias cabras, con un magnífico bisonte negro. Después la caverna se ensancha y aparecen dibujos sencillos en negro, líneas y signos diversos. La cueva termina en una estrecha galería, la Cola de Caballo, donde hay animales variados en forma de pinturas y grabados, además de extrañas máscaras y signos tectiformes.
Las pinturas
En las paredes y techos de Altamira hay manos grabadas en negativo, máscaras y signos de varios tipos (tectiformes, claviformes, formas geométricas variadas).
Pero lo que ha dado fama y valor a la cueva han sido las pinturas del techo de las Sala de los Polícromos. Allí se realizó una de las muestras de pintura parietal o rupestre (sobre muro o pared), más evolucionada que se conoce.
La gran calidad y belleza del trabajo del hombre magdaleniense en este recinto queda expresada en la resumida frase de Pablo Picasso (1881-1973): "Después de Altamira, todo es decadencia".
Se especula que las haya elaborado un mismo pintor, quien hizo los ciervos, caballos y bisontes (animales hoy casi extinguidos en Europa) sin formar escenas, como figuras independientes y a veces superpuestas. Aparecen muy realistas, con todos los detalles, hocico, ojos, cuernos, pelaje, pezuñas, sexo, rabo, etc., demostrando que eran animales que conocía en profundidad tanto en su anatomía como en su comportamiento, más allá de nuestra comprensión.
El estilo de gran parte de sus obras se enmarca en la denominada «escuela franco-cantábrica», caracterizada por el realismo de las figuras representadas, y por la temática de pinturas que representan animales, figuras antropomorfas, dibujos abstractos y no figurativos.
El realismo y perfección de las figuras se ve reforzado por la variación de tonos y colores, los sombreados y sobre todo el efecto de relieve producido por el aprovechamiento de los abultamientos de la roca para dar volumen al animal. El mismo tamaño de los animales favorece su naturalismo, pues alguno de los bisonte tiene los 2,05 metros y la gran cierva alcanza los 2,25 metros.
Datación
Históricamente se ha datado a estas pinturas del Paleolitico superior, específicamente del período Magdaleniense, entre los 15.000 y los 12.000 años AEC, y algunas en particular a etapas más antiguas como el Solutrense. Pero un estudio publicado en 2012 ha resquebrajado el paradigma científico tradicional que atribuye la capacidad cognitiva únicamente a los homínidos de nuestra especie, los sapiens.
Este estudio, ha datado las pinturas más antiguas de la cueva utilizando el método Uranio-Torio, hacia el período Auriñaciense, es decir, 35.600 antes del presente, justo al comienzo del poblamiento del norte de la península por los humanos modernos. Al igual que en el caso de El Castillo, esto pone en duda el origensapiens de los dibujos, introduciendo la posibilidad de una autoría neandertal.
El estudio, llevado a cabo por 11 investigadores liderados por Alistair Pike y utilizando un nuevo método de datación creado por este último, traza una nueva cronología de las pinturas rupestres de las cuevas de Cantabria y Asturias. José Antonio Lasheras, director del Centro de Investigación de Altamira y también miembro del equipo que ha estado trabajando en las cuevas que él auspicia, afirma: "La dataciones que hemos obtenido nos llevan al umbral, a los primeros momentos de la presencia de los humanos sapiens en Europa, que convivieron con los neandertales durante más de 10.000 años".
Este método consiste en la medición de los isótopos de uranio en las calcitas (una costra milimétrica, sedimento de milenios) y no del carbono 14. El nuevo procedimiento ha dado grandes sorpresas porque atribuye a las pinturas una antigüedad mucho mayor de la estimada hasta ahora. De los 17.000 o 18.000 años que se les calculaban, los resultados les han permitido remontarse unos veinte milenios más atrás. Con la nueva cronología, el caballo del Techo de las Manos de la cueva de Altamira podría haber sido pintado hace 37.000 años, y los trazos rojos –símbolo en forma de bastón- del Techo de los Policromos, podrían tener una antigüedad de 35.600.
Tanto en la cueva del Castillo como en la asturiana de Tito Bustillo y el resto de los campos del trabajo de los investigadores, los dibujos podrían tener varios miles de años más de los que hasta ahora se les atribuían. Hasta 40.800 en algún caso.
Si esas pinturas tienen entre 35.000 y 40.000 años, es posible que no las hiciésemos nosotros, los homo sapiens, el hombre de Cromañón, sino que hayan sido obra de nuestros primos extinguidos, los neandertales. Es decir, que en las primeras fases del desarrollo simbólico o gráfico de Europa también pudieron estar implicados los neandertales, porque en aquel tiempo los homínidos de nuestra especie, los sapiens, aún estaban en ciernes.
Las pinturas y grabados de la cueva pertenecerían entonces a los períodos Magdaleniense y Solutrense principalmente y, algunos otros, al Gravetiense y al comienzo del Auriñaciense, esto último según pruebas utilizando series de uranio. De esta forma se puede asegurar que la cueva fue utilizada durante varios periodos, sumando 22.000 años de ocupación, desde hace unos 35.600 hasta hace unos 13.000 años, a finales del Magdaleniense, cuando la entrada principal de la cueva se derrumbó sellando la cueva, lo que permitió la conservación de sus pinturas y grabados y del yacimiento arqueológico en sí.
La capacidad del Neandertal
"Tradicionalmente se pensó que las pinturas fueron realizadas por poblaciones como las nuestras. Porque nosotros, en la evolución humana, nos reservamos el adjetivo de sapiens, vinculándolo a la idea de que nosotros somos los únicos representantes de la especie humana que tenemos capacidades de carácter complejo o moderno", explica el profesor Marcos García Díaz, de la Universidad del País Vasco y uno de los investigadores del equipo.
Dentro de esas capacidades de carácter complejo a las que alude el científico, que hasta ahora se atribuían solo a nuestros más remotos ancestros, se suele vincular todo aquello que concierne a la esfera de lo ideológico: las relaciones sociales, el comportamiento religioso y, por supuesto, la simbología y la creación artística. Nada más que nuestra especie era capaz de hacer arte, hemos dicho siempre. Pero las nuevas dataciones han venido a cuestionar esa idea, hasta ahora indiscutida.Poblaciones anteriores a la nuestra, no calificadas como sapiens, pudieron tener un comportamiento tan complejo como el nuestro.
Continúa García Díaz "Es posible que todos los homínidos fueran tan sapiens como nosotros. Cuestionamos el paradigma tradicional científico de que solo les pertenece un comportamiento complejo moderno a los sapiens. Y en concreto nos referimos al hombre de Neandertal. Las dataciones han venido a cuestionar claramente toda esa teoría, aunque la verdad es que ya había hallazgos que hacían dudar de ella. En grupos neandertales europeos de hace 60.000 años han aparecido restos de colorantes que no tenían una función doméstica sino ritual, ideológica".
También se han encontrado grabados de esa misma época que muestran líneas paralelas, rectángulos y demás formas que permitían cuestionar esa exclusividad del comportamiento complejo atribuida a los sapiens.
Si bien aún no hay acuerdo en la comunidad científica respecto a las capacidades de los neandertales, no hay ninguna duda de que convivieron con los sapiens, existiendo evidencias incontestables que demuestran que en Europa coincidieron en el tiempo y en el espacio; y que incluso hubo una hibridación entre ellos. "Casi con toda seguridad, las dos especies fueron interfecundas. Aunque los neandertales fueron homínidos muy avanzados, dotados con capacidades muy relevantes, incluido, seguramente, el comportamiento simbólico, las capacidades cognitivas de nuestra especie parecen un poco superiores. En cierto modo son primos nuestros, debemos compartir ancestro, pero no descendemos de ellos. La evolución creó dos tipos humanos parecidos pero diferentes".
La caza de los neandertales –quienes, por cierto, tenían el cerebro más grande que el de los homo sapiens– no se diferenciaba mucho de la de nuestros ancestros, su tecnología lítica era muy compleja, sus capacidades eran análogas a las de nuestros más remotos antepasados. Vinculada al Museo de Altamira, Carmen de las Heras dice "El conocimiento que tenemos de los neandertales está sufriendo una gran transformación en los últimos años. Se están descubriendo en ellos comportamientos que, anteriormente, solo se atribuían al homo sapiens".
El motivo
Desde que se descubrieron las pinturas, los científicos trataron de encontrarles un sentido, un propósito. Algunos pensaron en el arte por el arte, serían pinturas para el deleite y el gozo de los que las hacían, serían una forma de expresión artística y el pintor pretendería crear algo bello o llamativo según la concepción del arte que hoy tenemos, decorando la cueva donde vivía.
En primer lugar eso no encaja con el hecho de que las pinturas estén en lugares recónditos, de complicado acceso y difícil contemplación. Además es muy arriesgado extrapolar a hombres tan primitivos y lejanos en el tiempo nuestras concepciones culturales. No olvidemos que el hombre de la época estaba siempre al borde de la subsistencia, sometido a duras condiciones de vida, atenazado por los depredadores, el hambre y la escasez.
Según los más racionalistas, todo lo que hacía tenía que estar al servicio de la supervivencia, no podía malgastar sus energías en cosas superfluas o decorativas, todo debería tener un carácter práctico, desde la elaboración de las herramientas y el desarrollo de las técnicas de caza, hasta las pinturas que realizaba en lo profundo de la cueva.
En este sentido las pinturas tendrían un valor mágico, místico o ritualista, y las zonas donde se realizaban serían santuarios. Allí el pintor, posiblemente el chamán o brujo,realizaría las pinturas con un objetivo concreto, siempre al servicio de la supervivencia del clan o el grupo. Para algunos serían una alusión a la fertilidad y la fecundidad, para otros serían magia al servicio de la caza: el pintor representaría los animales que cazaba y que eran la base de su alimentación. No olvidemos que los grupos era nómadas, se desplazaban con las manadas de animales y si sus presas abandonaban los territorios, ellos se debían mover. En plena glaciación, el grupo podía morir si no encontraba animales que cazar.
Todavía hoy no sabemos exactamente porqué fueron realizadas estas pinturas, pero de lo que no hay duda es que la maestría e imaginación que evidencian, demuestran que los hombres del Paleolítico Superior eran mucho menos salvajes de lo que en principio se pensaba y contaban con una cultura bastante refinada, contrastando fuertemente con nuestras ideas clásicas.
Descubrimiento
Su descubrimiento se produjo en 1879 por casualidad. En una jornada de caza, un campesino encontró la cueva. Trabajaba como aparcero en las tierras de Marcelino Sanz de Sautuola, que como aficionado a la arqueología y la paleontología reconoció inmediatamente su valor. Este accedió al interior de la cueva con su hija Maria, de diez años, que mientras su padre inspeccionaba la cueva, vio en los techos unas pinturas que llamaron su atención, y dijo: "papá, hay bueyes en la pared" (en realidad se trataba de bisontes).
Sin embargo, la mayoría de los científicos de la época no aceptó el descubrimiento y Sautuola fue tachado de farsante. La mayoría de los estudiosos españoles y los grandes prehistoriadores franceses no aceptaban que pinturas de tal perfección técnica pudieran haber sido realizadas por hombres tan primitivos como los Paleolítico, además les resultaba improbable que los tonos y colores se hubieran conservado con tanta nitidez a pesar del paso del tiempo.
Unas décadas después, a finales del siglo XIX y principios del XX, fueron descubriéndose nuevas cuevas con pinturas similares en el sur de Francia, no lejos de allí, y los científicos franceses tuvieron que reconocer que los bisontes de Altamira eran de verdad del Paleolitico Superior. Entre ellos, uno de los más famosos detractores de la autenticidad de las pinturas, el prehistoriador francés Émile Cartaihac, que en 1902 visita la cueva y acepta con humildad su error, pero para entonces Sautuola había muerto. Ese mismo año otros especialistas como el abate Breuil y Obermaier visitaban la cueva y encontraban en la zona otras cavernas con pinturas rupestres.
La técnica
El pintor de Altamira primero graba con un buril o piedra afilada la figura en la roca, luego pinta sobre ella, utilizando un pedazo de carbón vegetal para dibujar de negro el contorno. Rellena el dibujo con colores ocres, obtenidos a partir de componentes arcillosos o utilizando óxido de hierro en polvo, lo que le daba un tono rojizo.
Los pigmentos se diluían y mezclaban con agua, grasa animal o sangre y se aplicaban sobre las paredes con "pinceles" fabricados con pelo animal, con tampones, con los dedos de la mano o bien, soplando a través de huesos huecos o cañas a modo de cerbatana (aerografía).
Todo el proceso de elaboración de las pinturas se realizaba con gran dificultad, porque el techo de la gruta era bajo, lo que impedía al autor tener una perspectiva adecuada de su obra. La posición en cuclillas era incómoda y la falta de luz suponía una dificultad añadida. El pintor utilizó lámparas de tuétano, que aportaban luz intensa y suficiente.
La historia de la cueva de Altamira
Desde 1917, año en que se abrió al público, la cueva se convirtió en uno de los lugares más visitados de España, con un tránsito de 4.000 personas diarias. En 1970 se alerta del paulatino deterioro de las pinturas rupestres como consecuencia de la transformación de su microclima, por la presencia del hombre. La simple respiración de los visitantes aumenta la temperatura y humedad, y debido a ello, las bacterias que viajan en el aire se depositan por condensación del agua que contiene sobre las pinturas. Esto junto a la exposición continuada a la luz de los focos artificiales favorecería la reproducción de estas comunidades bacterianas sobre las pinturas.
En 1977 Altamira se cierra por primera vez al público y en 1982 de reabre, con un cupo reducido, para volver a cerrarse en 2002. En 2001 se inaugura el nuevo Museo de Altamira con una réplica milimétrica de la sala de los bisontes, de donde surgen casi todas las imágenes conocidas públicamente. En 2010 se constituye el nuevo Patronato de Altamira, que decide reabrir la cueva al público, con restricciones.
FUENTE: http://reydekish.com/2015/09/02/cueva-de-altamira/
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