¿Qué tal si empezamos hoy mismo a cambiar algunas pequeñas costumbres? Vamos a empezar el día con el sencillo propósito de hablar únicamente de cosas buenas, de aspectos positivos de tu vida y de este presente que te envuelve ahora mismo.
¿Lo ves complicado? Es posible, puesto que en ocasiones, y aunque nos cueste creerlo, hablar de cosas negativas resulta algo bastante común entre todos nosotros. Común e incluso funcional. «¿Te das cuenta de lo mal que va todo?» «Ya no sé lo que voy a hacer con esta persona, cada vez me hace la vida más imposible», «Desde luego, tienes razón, a mi pasa lo mismo y cada vez me angustia más».
Hay veces en que parece que los problemas de unos y los dramas cotidianos de otros, unen sus fuerzas para crear una especie de círculo vicioso donde lejos de propiciar el cambio y una mejora, enquistan aún más realidades. Y esto no es nada saludable.
Hablar de alegrías no es ser egoístas ni cerrar los ojos a las dificultades, en absoluto, es una actitud, una visión más constructiva que nos puede ayudar más en el día a día. Intentemos comprenderlo un poco mejor.
Hablar de alegrías no es ignorar la tristeza
Hablar de alegrías no es ignorar la tristeza. Yo asumo mi realidad, comprendo cada aspecto que me ha hecho daño por dentro, y sin embargo, elijo mirar a la vida con fortaleza y optimismo, porque de ese modo, puedo vivir de un modo más pleno e íntegro. Aportando además, bienestar a quienes me rodean.
«Mirar el lado bueno de las cosas» no es en absoluto el típico slogan de cualquier manual de autoayuda. Es ese apoyo cotidiano en el que dejarnos caer a modo de salvavidas para seguir a flote. Pensemos en ello durante un momento: es posible que muchos de nosotros hayamos pasado momentos difíciles, y que el presente que tenemos ahora mismo, no sea precisamente próspero. No obstante, si yo focalizo mi día a día en la negatividad, no habrá manera de avanzar, no habrá modo de salir de ella.
Y hemos de ir con cuidado, porque la negatividad es como una enfermedad que se adhiere y que asfixia, y no solo eso, en ocasiones hasta es contagiosa. ¿Cuántas veces hemos tenido que huir de ese familiar o de ese amigo que nos hacía un listado interminable de sus pesadumbres? Mantener una distancia «higiénica» de estas personas no es ser egoísta, es un sencillo acto de supervivencia.
Focalizar nuestras miras en lo positivo, y hablar de alegrías, nos cauteriza por dentro y a su vez, aportamos positividad a quienes nos rodean. Es posible que en ocasiones cueste, que haya días en que hablar de alegrías sea casi tarea imposible, pero te aseguramos que es un ejercicio realmente saludable, tanto para tu cuerpo como para tus emociones. Las penas duelen, la tristeza ahoga, pero en el negativismo ya hay una dosis de rabia que hiere. Hemos de ir con cuidado.
Como focalizar mi realidad en las alegrías cotidianas
¿De qué modo puedo fijar mi día a día en ese lado positivo y alegre cuando en realidad, no me siento así? No es fácil, eso lo tenemos claro, de ahí que sea importante que intentes aplicar primero estas sencillas estrategias.
1. Ahonda en tus preocupaciones, en tus penas. Compréndelas y descubre cuál es «su forma», qué las origina y qué puedes hacer para afrontarlas. Si no te es posible solucionarlas, si en tu caso debes asumir por ejemplo, una pérdida, una desilusión, una traición o un simple «adiós», asúmelo cuanto antes, para después…. Dejar ir.
2. Elimina la charla negativa. Todos nosotros caemos en ocasiones en esos pensamientos casi obsesivos que nos hacen pensar en cosas negativas y hasta fatalistas. ¡Evítalas, no sirven de nada!
3. Construye afirmaciones positivas: hoy va a ser mi día, hoy me van a salir las cosas bien, hoy me voy a sentir bien…
4. Sustituye las afirmaciones negativas por las positivas: «soy un fracasado»— «Soy alguien que merece lo mejor».
5. Céntrate en el presente: no focalices tu bienestar en el mañana, en «el cuando yo consiga esto entonces…». No lo hagas, disfruta de tu presente, sé feliz aquí y ahora, disfruta de tus alegrías cotidianas.