¿Por qué existe hoy una indiferencia y rebeldía hacia la búsqueda espiritual?
Esta cuestión entraña en sí misma una tremenda complejidad a la hora de abordarla, debido a las numerosas y profundas razones por las que se produce este rechazo generalizado hacia toda tendencia o inclinación espiritual en la humanidad. Unas razones están poderosamente relacionadas con circunstancias de existencias anteriores, otras con el tipo de vida actual. Paso a tratar separadamente cada una de ellas:1. Las religiones antiguas
Comencemos cronológicamente a analizar este hecho desde el pasado. En otras épocas remotas el número de hombres y mujeres entregados a la vida monástica fue muy elevado. Esto fue debido, fundamentalmente, a las posibilidades de sustento y educación ofrecidas en los monasterios y conventos, aspectos éstos escasos y muchas veces nulos en los ámbitos rurales. Sin embargo, las distintas religiones en estos tiempos ya no ofrecen esas atractivas y cautivadoras ventajas. He ahí otro de los motivos por el cual la Iglesia ve mermado su número de fieles y servidores.
Así mismo, muchos se vieron obligados a ingresar en una orden religiosa presionados por sus familias o por otras circunstancias del momento. A otros les motivó la búsqueda del prestigio, el reconocimiento o el poder al cual podían aspirar una vez eran ordenados. De todos es sabido el enorme poder del que disfrutó la Iglesia durante muchos siglos.
Las condiciones de vida en las diversas comunidades religiosas, conventos, monasterios, abadías, etc., solían ser rígidas, duras y adversas. Además, para muchas personas estas experiencias se han repetido por espacio de varias vidas, contribuyendo todavía más a intensificar dichos traumas y adversidades psicológicas. Estas experiencias, muchas veces crueles, tortuosas y psicológicamente traumáticas, han llevado a millones de almas a repudiar instintivamente, en posteriores encarnaciones, todo cuanto se encuentre en relación a la espiritualidad, especialmente hacia la fe religiosa.
De ahí una de las razones del notable declive en cuanto a la ordenación de sacerdotes y monjas, que con el tiempo será todavía más evidente, llegando hasta su práctica desaparición. Dentro de unas décadas, cuando este declive se haga más acentuado y llegue al ocaso, la Iglesia abolirá los hábitos.
Precisamente, se esperan grandes e importantes reconversiones en el seno de la Iglesia debido a estas notables disminuciones en los seguidores que va a sufrir en el presente siglo. No sólo desaparecerá la vida monástica sino otras tradiciones no menos contrarias a la naturaleza humana, como el celibato, la castidad, etc.
En estos tiempos, en los cuales se ha perdido esa rigidez y mentalidad hacia lo hierático de antaño, los jóvenes especialmente, rehuyen, sin saberlo, de aquellas vidas donde fueron obligados a enclaustrarse entre muros y vivir fuera del mundo real en duras condiciones y contranatura. También, el desengaño general hacia los poderes fácticos, representados por la curia vaticana, han hecho desvirtuar su imagen y atención social. Además de los errores históricos cometidos por la Iglesia (podemos recordar los casos de Galileo, Darwin, Copérnico, Miguel Servet, Giordano Bruno, y asuntos como la Santa Inquisición, las Cruzadas o la persecución de herejes). La decadencia y corrupción existente en el clero actual, así como en su larga trayectoria, también tiene un origen en el pasado. Muchos religiosos corruptos deben sus descuidos licenciosos a esas existencias donde cayeron en los mismos vicios.
2. Una retrospectiva al pasado
Uno de los signos de estos tiempos es que produce una retrospectiva del pasado en la psiquis humana. Así, inconscientemente, irrumpen, de las más recónditas entrañas de la persona, sensaciones de antaño que muchas veces confunden a quienes las sienten, porque difícilmente se las asocia como parte de la personalidad actual ni de la vida presente, y mucho menos se enfoca su origen en otra vida anterior por las ideas materialistas de vuestra psicología.
La convulsión existente en la actualidad se traduce en un emerger del subconsciente espiritual hechos, síntomas, emociones, recuerdos y estados que normalmente no tienen nada que ver con la vida presente.
Es por ello que en numerosas ocasiones se aprecian reacciones extrañas e incomprensibles en ciertos individuos, fuera de todo cuanto se esperaba de ellos, dando un inesperado y brusco giro a su actitud, vida, ideas, comportamiento, etc.
En muy determinadas y escasas ocasiones estos cambios se producen para mejor, pero en la mayoría este fenómeno supone todo lo contrario. Recrudece su carácter, actitud y rumbo espiritual, para desviarse peligrosamente de su karma establecido. Es posible verlos más violentos, descentrados, alejados estrepitosamente de aquellos valores e ideales que tan fervorosamente defendían antaño.
3. La influencia del mal
Otro de estos aspectos conductores y proclives hacia el hastío espiritual es el signo más evidente de los tiempos actuales: la influencia poderosa y perniciosa del mal ejercida sobre el género humano.
Los seres desencarnados caídos en el mal despliegan una enérgica y maléfica atracción hacia la especie humana. Su objetivo es minar y socavar la atención hacia lo espiritual que todo ser porta oculta en su más recóndito instinto astral desde su encarnación.
Las fuerzas espirituales de los planos inferiores no necesitan crear todo un mundo malvado, perverso y cruel en la Tierra, para conseguir, en el ser humano, el derrumbe de estos valores espirituales. Únicamente inyectan en la sociedad, una cultura temporal capaz de producir un culto momentáneo, una atracción transitoria pero tan eficaz como para movilizar a grandes masas de población en una dirección determinada: la que ellos planifican para sus intereses malvados.
De este modo, la población tiende a ir en una trayectoria perniciosa de forma inconsciente y aparentemente inocente, por hacerse ésta cotidiana y estar respaldada o divulgada por elementos importantes de la sociedad; como hacen los medios de comunicación, ciertas entidades de renombre o personajes de prestigio con algunos eventos y celebraciones. Sólo cuando han pasado unos años o décadas, al valorar el ayer y el presente, es posible apreciar la línea desviada que ha dejado marcada esta influencia en la existencia de muchos humanos.
Sin saberlo, hoy en día, se intuye ese fenómeno, aunque no se le atribuya a causas de origen espiritual. En vuestros tiempos se habla de efecto, como el efecto argentina, el efecto mariposa, etc. Todo efecto es producido por una acción. En la gastronomía con la comida basura, en la música con los fenómenos de masas surgidos en cada década y que imponen una extravagancia en el vestir, actuar, etc.; la moda y sus tendencias estrambóticas, los deportes violentos, los entretenimientos y festejos que causan sufrimiento hacia los animales, etc.
Todos esos efectos imponen inconscientemente un tipo, una mentalidad, un ritmo y una forma de vivir, pensar y actuar, que muchas veces resultan limitantes sobre la capacidad raciocinativa del individuo para ser consciente de cuánto está sucediendo alrededor de su vida, de cuánto cambia este entorno y, sobre todo, de cómo se transforma para peor. Así se consigue una especie de enajenación inconsciente de su ámbito cotidiano.
Cuando el ser humano pierde la capacidad de darse cuenta de todo lo que cambia en su entorno se despoja de una facultad importante para equilibrar su vida, para organizarla adecuadamente y, especialmente, para saber discernir lo superfluo, lo inútil y aquello que le estorba para un mejor aprovechamiento del tiempo que dispone para su evolución en la vida humana.
Por otro lado, debéis comprender que no todos los desmanes, atropellos y tropiezos de la sociedad actual son producto de la nefasta influencia de los seres del Bajo Astral. Ellos propician una inclinación determinada en la humanidad que, a la postre, resulta funesta claramente, pero sed conscientes, a la vez, que debido al bajo nivel espiritual de los humanos éstos se dejan llevar por dicha inclinación. Es decir, que por un lado, recrudece este desvío y enajenación, y por otro, crea diversas situaciones producto de su falta de evolución espiritual y alto grado de decadencia.
¿Cómo haceros un ejemplo gráfico para poderlo entender? Imaginad que debéis enroscar un tornillo en una tuerca. Ambos están dotados de una rosca que los hace encajar perfectamente. La rosca, con su espiral infinita, simboliza los caminos dispuestos por Dios para la evolución de sus hijos. La tuerca es el mundo, donde el ser humano debe de introducirse y encajar para progresar, y el tornillo el ser humano, dotado de un vástago donde asirse en el mundo y una cabeza donde ejercer la fuerza para ser enroscado. Sin embargo, si introducís el tornillo en la tuerca en una mala posición, ¿qué sucede? Pues la presión no sólo destroza la rosca original sino además crea otra donde el tornillo se enroscará completamente desviado y, al final, quedará atascado, inútil e inservible.
El mal incita e inclina al ser humano en un camino equivocado y lo presiona, como al tornillo, para acabar atascado, en una mala posición y completamente obstruido en su camino evolutivo. Así actúa el mal en vuestra sociedad, presionándola en la inclinación incorrecta. La misma vida que habéis creado ejerce por sí sola la presión para enroscar torcida a cada persona, destrozando los valores positivos y generando otros que desplazan a estos.
Cuando esto se produce, ¿qué se debe hacer? Con distintas herramientas es preciso rectificar la rosca, volverla a hacer para poder encajar bien el tornillo. De este modo es como de la misma manera el ser humano debe de rectificar los errores cometidos: rectificando sus roscas, es decir, sus vidas mal hechas.
4. El materialismo humano
Otro de los aspectos importantes, generador de la decadencia espiritual de estos tiempos, es el tipo de vida actual al que los humanos se han entregado, sobre todo en los últimos 50 años. La existencia humana vivida bajo un sentido totalmente materialista ejerce una poderosa atracción capaz de desviar sus instintos superiores hacia una tendencia puramente humana y visceral.
Todo matiz espiritual surgido en la vida terrena cuesta un esfuerzo ingente mantenerlo debido a esta enorme presión material. La falta de espiritualidad en los humanos denota una deficiente evolución, pero también una carencia de conciencia hacia sus verdaderas responsabilidades y lucidez espiritual con respecto a la vida superior.
En todo caso sus miras en la vida se sumen en todo lo banal y perecedero existente en ésta. De este modo, al término de sus existencias regresan a la vida espiritual torturados por sus vicios, agobiados por sus traumas, atenazados por sus miedos, amargados por sus fracasos y afligidos por el vacío interior, sin haber atesorado conocimientos y valores espirituales que les proporcionarían un estado interior de bienestar, felicidad y armonía.
Son tremendamente desoladores los cuadros de ingreso de la mayor parte de los humanos, en su vuelta al hogar superior, tras la desencarnación. La mayoría se han dejado absorber de tal modo por la vida material que se convierten con los años en verdaderas vasijas de barro completamente vacías de un auténtico contenido de virtud, para convertirse en seres frágiles, pusilánimes y vulnerables.
A menudo ese vacío trata de llenarse con aficiones y actividades vanales que profundizan aún más en tendencias perniciosas, como el afán por la música y el arte actual, la cultura audiovisual, la pornografía, etc. La publicidad, omnipresente, incita constantemente deseos e ilusiones materiales, creando nuevas necesidades superfluas, llenas de expectativas que se quieren cumplir y de frustraciones al descubrir que con ellas no llega la felicidad.
5. El desorden actual
En otro orden de consecuencias se encuentran el ritmo de vida tan frenético y acelerado, también un elemento propiciador de esta tendencia antiespiritualista. Esta forma de vivir consigue que los humanos no adopten una actitud reflexiva sino todo lo contrario, más bien superficial que acentúa lo pasional.
Esta actitud sobrepone a los valores profundos, de la parte espiritual del ser humano, la vida frívola y materialista creada en su entorno.
6. Una mentalidad 'cuestionalista'
Una actitud más se suma a todo este bagaje de circunstancias, a este cúmulo de factores: el cuestionalismo. Los humanos han adoptado una actitud negligente frente a la vida espiritual, cuestionándose hasta los principios más elementales.
Tener una actitud de búsqueda, como los grandes buscadores de la verdad espiritual, no implica necesariamente cuestionarlo todo por sistema, intentando, irracionalmente, confrontar y desmentir, por el simple hecho de intentar pasar la vida espiritual por el tamiz de la razón y de la visión humana creada en cada época.
El ser encarnado como tal, jamás podrá acoplar en su mente humana todos y cada uno de los elementos astrales que componen la vida en espíritu. Su corta evolución racional y espiritual todavía impiden la asimilación de muchos e importantes principios esenciales para alcanzar una visión global de Dios y de su Cosmos Divino.
El racionalismo puro y duro, una visión intelectualista snob y excluyente, material y deseosa de negar sistemáticamente la realidad espiritual, jamás crea una vía efectiva para hallar las grandes incógnitas divinas. El espíritu del hombre, la fe auténtica inscrita en su alma y que aflora cuando propicia las condiciones necesarias, un poderoso anhelo instintivo de búsqueda, la fuerza de su espiritualidad movida por una necesidad interior, la razón dispuesta a abrir la mente con prudencia, pero con ansia ferviente de hallar la verdad, esté donde esté y sea cual sea su naturaleza es lo que le lleva a la verdad espiritual.
Es necesaria la inteligencia para gestionar todos y cada uno de los atributos instalados por Dios en sus hijos, para que por sí mismos consiguieran ser sabios y no se negaran a la verdadera realidad de la vida espiritual. No se trata de ser escépticos extremistas, con un racionalismo negador, ni de ser crédulos para caer en la exaltación o, lo que es lo mismo, en el fanatismo religioso.
A Cristóbal Colón le guió un instinto de búsqueda, una visión y la certeza indemostrable todavía en su época, de que más allá del horizonte conocido había una frontera a conquistar, lo que él llamó el nuevo continente.
Sin embargo, el cuestionalismo exacerbado de los hombres ilustrados y racionales de su tiempo, obstaculizaron su sueño hasta hacerse realidad, porque a estos últimos lo único que les motivaba fue el racionalismo cuestionalista y excesivamente crítico, y no el deseo por descubrir la verdad.
En vuestros tiempos causan risa los argumentos infalibles de aquellos hombres cultos, de aquel espíritu crítico y cuestionalista cuando teorizaban sobre la imposibilidad de que América existiera. Como en otras muchas historias humanas se ha demostrado al final que la fe de un hombre y su instinto espiritual no sólo estuvo por encima de los conocimientos, prejuicios, la ignorancia y estupidez humana, sino, además, fue capaz de descubrir un nuevo mundo.
Cada maestro espiritual tiene este cometido hacia aquellos que les rodean. Descubren un mundo, una nueva dimensión, una nueva frontera de la vida del espíritu. Pero en vuestros tiempos estos descubrimientos sólo atañen e interesan a quienes brota, de forma natural por su evolución, fe y ese instinto espiritual que se despierta.
No me refiero a la fe demostrada ante actos de idolatría, ante sacrificios de votos absurdos, de ignorancia hacia el verdadero conocimiento de Dios o de actos de extremo fanatismo. Me refiero al instinto profundo del yo interior, de la auténtica esencia del alma humana, del genuino espíritu que subyace en el hombre encarnado en un cuerpo de forma temporal; pero que en verdad, mis hermanos, es más espíritu que materia, más inmortal que mortal, más Dios que hombre, más mente que idea. Un instinto que todos, tarde o temprano alcanzarán gracias a la fuerza de evolución y progreso que el Señor imprime en la vida y en sus leyes inmutables.
7. El fervor religioso extremista
No penséis, queridos hermanos, que el desinterés por la verdadera senda de la espiritualidad se basa únicamente en las cuestiones anteriormente señaladas y que poseen una relación absoluta con todas las tendencias materialistas, que apartan al ser humano de su interés espiritual.
En el otro extremo de consecuencias de esta fatal balanza es preciso hablar y subrayar también de los extremismos religiosos, como importantes factores en estos tiempos que propician el evidente alejamiento espiritual de millones de seres humanos.
Los fanatismos religiosos, llevados a cualquier tipo de extremo (integrista, terrorista, idealista, devocionario, idólatra, etc.) conducen por un camino equivocado a quienes, imbuidos por el fervor religioso, cometen verdaderos actos inconscientes y hasta incluso criminales, que atentan e insultan a la Verdad Divina.
Ser creyente o ser devoto no confina y asegura a un alma a la tan deseada y eterna salvación. Es posible que la devoción religiosa mantenga a un individuo alejado de un camino próximo al pecado, porque le confiere una serie de valores, principios y leyes de bondad y moral. Pero eso no lo es todo para conseguir y completar su evolución. Miles de ateos e incrédulos son bondadosos y observan escrupulosamente la mayor parte de los Mandamientos y, sin embargo, no profesan creencia religiosa alguna. Recordad cuando Jesús increpaba a los sacerdotes, diciéndoles que los ladrones y mujeres de mala vida, restituidos en sus actos delictivos y arrepentidos de sus culpas, estaban más cerca del Reino de los Cielos que ellos, quienes se consideraban como los ministros y representantes de Dios en la Tierra. Es la ejecución de una fe verdadera, de un conocimiento más o menos próximo de la Verdad, lo que hace, produce y aproxima al hombre a Dios.
Los astronautas son capaces de pisar o aproximarse a un planeta gracias a la exactitud de una ruta marcada, conseguida por la extrema precisión del cálculo medido de los expertos y entendidos en astrofísica, matemáticas y aeronáutica. Así es como un buscador de la verdad se aproxima a Dios, por la exactitud de sus conocimientos y cálculos sobre ese viaje peregrino que debe de realizar por medio de su fe, en el espacio infinito de la evolución eterna.
Si la humanidad adopta una actitud conformista a la hora de seguir ciertas rutas ya establecidas, es decir, religiones marcadas por ciegos e ignorantes muy alejados de la auténtica verdad, conseguirán que los astronautas, esto es, cuantos fieles y creyentes siguen esos cálculos, acaben perdidos por el oscuro y frío cosmos de la ignorancia y verdaderamente alejados del magnánimo Astro Rey, que es el Creador.
Y eso mientras el ser humano permanece entretenido entre fervores religiosos, besando imágenes sin vida de cartón piedra. Mientras siga construyendo obras monumentales de piedra y oro para que el tiempo las convierta en polvo como antaño, cuando dos tercios de la población mundial viven y mueren en la más absoluta de las miserias. Mientras siga realizando todo tipo de promesas y sacrificios que resultan a la postre estériles, porque a Dios no se le extorsiona ni soborna de buena fe, con el fin de ayudar a sus hijos. Mientras siga venerando y orando a figuras de hombres y mujeres a los que les corresponde en el Astral otras funciones, como almas todavía en proceso de rectificación y progreso. Mientras se entregue a toda esa pompa y parafernalia de ritos, ceremonias y liturgias religiosas no verá la auténtica realidad en la que habita Dios.
Mientras el hombre no llegue a profundizar en su verdadera esencia interior y ciegue su visión a todo cuanto ha construido de equivocado en el mundo para pretender alcanzar la verdad, no verá a Dios.
Comprended que los caminos espirituales trazados en la vida humana pueden ser el llamado hacia la eterna Verdad, pero aferrarse a ellos como único medio de llegar a Él es perderse en un mar de ignorancia, error y de inexactitudes. El hombre, en las religiones humanas, ha construido a Dios a su imagen y semejanza, ha edificado dogmas, liturgias, instituciones, templos de lujo desmedido, jerarquías sacerdotales dotadas de poder y ambición, se ha introducido en asuntos de gobierno, ha matado, juzgado y torturado a millones de inocentes criaturas, ha bendecido armas y campañas militares para matar a sus propios hermanos y someterlos a su verdad particular así como a sus intereses humanos. Y todo ello, recordad, mis queridos hermanos, hecho en nombre de su dios particular.
No es extraño observar cómo se producen estos cuadros de una magnitud desoladora y descomunal, provocados por las grandes religiones en la historia universal, cuando las distintas iglesias han construido a sus respectivos dioses, credos y dogmas a imagen y semejanza del hombre o, mejor dicho, a interés y similitud de los defectos, imperfecciones y bajezas del hombre.
¿Es este el verdadero camino de fe para llegar a Dios? ¿Es este el mejor referente para conocer a Dios? El sublime Nazareno dijo: “Sed perfectos como mi Padre es perfecto”. ¿Acaso la perfección a que invitan las religiones contribuye a alcanzar esta perfección divina?
Por eso, el testimonio notablemente significativo del Cristo sobre la Tierra os ha de hacer reflexionar sobre estos aspectos. Su aparición, en la antigua Palestina, viene a derrocar todo lo que eclesiásticamente se encontraba instituido en aquellos tiempos por el hombre, en nombre de un Dios que en nada se parecía al Dios de amor y misericordia por él mostrado.
De este modo, quienes se aferran a todas estas prácticas religiosas y caminos inexactos para llegar a Dios llegan a perder con el tiempo el interés por alcanzar la verdadera ciencia espiritual, porque simplemente piensan que su fe les ha hecho ya salvos.
8. La llegada de Acuario, la Era de la Regeneración
Otro factor propiciador de esta tendencia es la llegada al mundo de la Era de Acuario. El establecimiento de la nueva Era y el advenimiento del llamado Final de los Tiempos provoca un aumento en el número de encarnaciones de bajo tenor espiritual. Un hecho acaecido ya en otras épocas, donde se instaló en la humanidad un oscurantismo palpable en todos los sectores de la vida: sociedad, cultura, música, religión, gastronomía, etc.
Un ejemplo fue la Edad Media, el de la expansión de grandes imperios como el Romano o el Mongol, a costa de masacres y holocaustos sometiendo a diversos pueblos y naciones más débiles, o el del apogeo de la Inquisición por el continente europeo.
El número de seres de escasa evolución precisados de aprovechar estos últimos tiempos, antes de la gran selección espiritual descrita ya en los Evangelios como los de la derecha y la izquierda del Cristo, es mayor que incluso en otras épocas oscuras. Aparte de las grandes migraciones de seres de escasa elevación, en estos últimos tiempos se incrementa a su vez el número de encarnados cuya carga kármica es altamente considerable. Ello se produce al objeto de eliminar, en lo posible, el cúmulo masivo de acontecimientos kármicos precisados de ser resarcidos por cada individuo para optar, de este modo, a ingresar al grado siguiente de evolución en el cual se va a situar la Tierra tras la gran renovación humana y espiritual tan esperada. A su vez existe una compensación de seres de un orden más superior a estos últimos, dotados de la importante misión de aportan elementos, conocimientos y enseñanzas útiles, con el fin de contrarrestar el terrible oscurantismo que de otro modo se instalaría de forma generalizada y alarmante. Este hecho, de producirse, paralizaría toda acción benefactora de los seres de luz sobre la faz de la Tierra.
En los tiempos actuales, y a pesar del elevado número de encarnaciones de este tipo, la influencia de la Nueva Era de Fraternidad, la Era de Acuario, ejerce una poderosa atracción general hacia valores que muy pronto se instalarán de modo genérico en la humanidad.
El sentimiento de fraternidad, la vida en Comunidad, el concepto de bienes generales, la familia Universal, la abolición de los actos que suponen un atentado contra la vida y, sobre todo, la unificación de conceptos y la unión bajo unos mismos ideales, esencia y sentimiento: la humanidad como hogar y familia.
Las diversas unificaciones surgidas en estos tiempos de orden político, territorial, económico, militar, jurídico, monetario, cultural, etc., representan la antesala experimental que dará paso al restablecimiento y posterior consolidación de otro tipo de criterios, principios e ideales que en estos días resultan de mayor dificultad para ser una realidad fehaciente y general.
La fe, el interés hacia el bien común de todos los miembros de la humanidad, una única lengua internacional, el reparto general de los recursos terrestres para acabar con el hambre, las desigualdades, la pobreza, etc.; en una palabra, la intención sincera de todos los hijos de la Tierra en vivir de acuerdo al bienestar general para que todos disfruten de los mismos beneficios, oportunidades y prestaciones.
Todos los valores humanos, religiosos, filosóficos y espirituales se convertirán entonces en lenguajes comunes y universales, pasando a ser un valioso patrimonio de la humanidad, como hoy lo son la música, el arte, el deporte, las ciencias, etc.
Es de destacar el efecto de todos estos factores en determinados sectores especialmente de riesgo como son, por ejemplo, la juventud. Los jóvenes son sensibles a los cambios producidos en cada tiempo.
Cada espíritu lleva consigo una fuerte imprimación de renovación antes de encarnar, emergida una vez encarnados y llegada esta edad. En la actualidad la vida humana genera una alocada inclinación a todo tipo de valores destructivos, muy lejanos a los que en verdad verán instalarse en estas nuevas generaciones que formarán la sociedad del mañana. Las fuertes tendencias enajenadoras de los medios y la publicidad (al servicio de quienes dictan las normas para beneficio e interés propio) desvían los ideales innatos de la juventud desde la misma infancia, pervirtiendo sus deseos de cambiar el mundo por una sociedad fascinadora, deseosa de satisfacer sus deseos sin esfuerzo, al objeto de convertirlos en consumidores compulsivos y personas acríticas, sin valiosos ideales propios, que se dejen llevar fácilmente y no tengan criterios propios al pasar unos años, en la madurez.
9. Las facultades psíquicas
Las facultades psíquicas se ven asímismo afectadas por este carrusel devastador y conflictivo compuesto por todos los factores anteriormente mencionados. De hecho, en la planificación que el Astral hace del mundo se tienen en cuenta todas las condiciones, ya que en cada tiempo se sondea, haciendo una introspección de la sociedad humana, cual va a ser el impacto deseado y el que verdaderamente se va a conseguir.
En la actualidad el número de mediums y sensitivos es más superior que en otras épocas. No sólo porque la población mundial ha crecido de forma geométrica, sino porque, además, el índice de fracaso, abandono y rechazo hacia las tareas mediúmnicas resulta alarmantemente alto.
Elevando el número de candidatos a reencarnar dotados de facultad, la providencia se asegura un éxito más firme, sabedora de los miles de seres que quedarán sin desarrollar o malversarán sus dotes mediúmnicas.
Otra de las causas de este alto índice de fracaso en los mediums, tiene su origen en el creciente número de almas precisadas a reencarnar por la premura de estos tiempos, con un considerable incremento de sus deudas kármicas.
Por supuesto que en estas deudas van incluidas pruebas a pasar en el campo mediúmnico, que quedaron pendientes en otras vidas desafortunadas, en las cuales se incumplieron los principios sagrados del compromiso mediúmnico.
Es preciso tener en cuenta que, aparte de las encarnaciones de bajo tenor espiritual existentes en el planeta, las cuales ayudan a formar este ámbito de bajo tenor espiritual, existe otro factor que asímismo resulta generador de esta misma inclinación. Millones de almas esperan encarnar en la Tierra deseosas de cumplir sus cuantiosas deudas antes del Final de los Tiempos.
Esta masa descomunal de almas pueblan los planos más cercanos al planeta, produciendo una colosal atmósfera psíquica terriblemente densa y perturbadora, no sólo en su ámbito etérico sino también en el físico. Esta atmósfera no es muy distinta a la producida por el género humano pero resulta igualmente perniciosa y se suma a ésta.
10. La atmósfera psíquica
Otro de los factores importantes es el ambiente psíquico que envuelve a la Tierra producido por sus propios habitantes. El psiquismo general de la humanidad es, en su conjunto, bajo, denigrante y desolador. Todos y cada uno de los pensamientos crueles, todos los impulsos bajos, los sentimientos y deseos: hijos de la decadencia actual, son vertidos diariamente a la atmósfera, viciando el ambiente etérico que nutre a todos sus habitantes, tanto los encarnados como los desencarnados. De ahí que exista un alto índice de contaminación psíquica y que ésta se convierta en una fuerza capaz de inclinar a los humanos a todo tipo de desmanes y desórdenes.
¿Qué hacer?
¿Qué hacer ante este creciente y preocupante hastío y desinterés espiritual? Es preciso que tengáis bien presente, en primer lugar, la importancia de todo aspecto espiritual en vuestra vida. Está claro que la humanidad está convirtiendo su existencia en una forma de vivir vacía, superficial, atropellada y alejada de cuantos valores y principios le conducirían a convertirse en un ser formidable, magnífico y pleno de cuantiosas virtudes divinas.
A cada uno de vosotros os es preciso trabajar disciplinada y diariamente para construir un trozo de terreno espiritual dentro de sí mismo. El crecimiento interior es fundamental a la hora de establecer una serie de principios que, más tarde, con la llegada de la madurez, deben traslucirse al exterior por medio de vuestra personalidad. Si no se es consciente de esto, si no se afirman estos principios, el viento huracanado de la vida actual arrasará todo intento por alcanzar alguna meta espiritual.
En otros tiempos quienes se inclinaban hacia una tendencia espiritual y equivocaban su camino caían en el estancamiento. Hoy sucede algo mucho más neurálgico: no se produce tan sólo ese estancamiento sino además una alarmante y crítica desviación, fruto de las duras condiciones que el mal influye a todos cuantos emprenden este difícil pero venturoso camino del conocimiento del espíritu.
Buscad pues el equilibrio en vuestra fe y la constante perseverancia para asirla en la vida. Sólo el conocimiento puntual y exacto de todo cuanto acontece en vuestro entorno, sólo creando las condiciones necesarias para que vuestra mente pueda ver con claridad la realidad sin engaños, os hará ser realmente conscientes del mal curso que la vida humana experimenta en estos delicados tiempos de transición.
Espero que este Decálogo contribuya a vuestro desarrollo espiritual.
Vuestro hermano, Ramatís.
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